martes, 25 de julio de 2017

Contienda por seguidillas sobre las cualidades que deben buscarse en las damas

Ilustración del periódico satírico "El fandango" [Madrid, 1845, nº 10]
Este curioso pliego del siglo XVIII desarrolla una animada controversia entre dos poetas sobre las cualidades que deben adornar a una dama. Dicha contienda está recogida en siete cuestiones, donde el segundo poeta responde, desdice o contrapone al primero determinados aspectos.

Resumo en el siguiente cuadro las cuestiones tratadas, resaltando los aspectos a favor y en contra sobre las características que han de buscarse en las damas, según uno u otro poeta.

                  Preferencia por dama esquiva / Preferencia por dama afable
                  Preferencia por dama hermosa / Preferencia por dama fea
                  Preferencia por dama gorda / Preferencia por dama flaca
                  Preferencia por dama chiquita /Preferencia por dama grande
                  Preferencia por dama tonta / Preferencia por dama discreta
                  Preferencia por dama blanca /Preferencia por dama morena
                  Preferencia por dama rica  / Preferencia por dama pobre

Tras una serie de indagaciones, esta contienda por seguidillas entre dos famosos poetas, donde no se especifica en el pliego quién es el autor, he podido averiguar que corresponde a don Antonio Muñoz.

Poco sabemos de don Antonio Muñoz, seguramente sea un pseudónimo de quien fuera un militar, llamado en realidad Enrique Ramos, fallecido en 1797. La obra donde se incluye esta contienda lleva por título: Aventuras en verso y prosa del insigne poeta y su discreto compañero, cuya primera edición data de 1739, editada en Madrid por Gerónimo Ortega, obra que alcanzaría un notable éxito, pues fue reeditada con posterioridad en 1759, 1789 y 1805, a la que añado una curiosísima reimpresión alemana de 1907. 


Este desconocido personaje, del que apenas conocemos más datos, es también el autor de una obra, editada en el 1790, de título Morir viviendo en la aldea, y vivir muriendo en la corte, que incide en el tópico de la dicotomía campo-ciudad, compuesta seguramente para ser leída en ambientes superficiales de reuniones cortesanas. La obra busca una cierta complicidad para alabar la vida en la corte madrileña («vivir muriendo») frente a la vida aldeana («morir viviendo»). Esta dicotomía, que marca la vida de la ciudad y la del campo actuó como fácil y provechoso recurso literario en nuestro autor, pues se asemeja a la contienda reflejada en el pliego entre los dos poetas que discuten sobre las convenientes y aconsejables características que debe reunir una dama.

Ambas obras lo que buscan es el entretenimiento del público lector, como tantas otras del siglo XVIII, mediante el conocido recurso de la caricaturización de las situaciones y la contraposición de caracteres y comportamientos: de un lado, el aldeano, apegado al trabajo, desinformado y portador de valores tradicionales; de otro, el cortesano, desocupado y atento al ocio, a la diversión y a las novedades.

Una observación más: en la primera edición del libro de 1739 los personajes que intervienen en la contienda sobre las damas, establecen previamente un pacto o convenio de no satirizar ni burlarse de persona alguna tanto entre el primero de los poetas, don Eusebio como en el segundo, don Juan. 

El pliego recoge las siete cuestiones sin añadir ningún comentario a las mismas, comentario que sí viene recogido, tanto en la edición original como en las reimpresiones siguientes.

Considero de interés el reproducir los comentarios tras las distintas cuestiones que no aparecen en el pliego, pero sí en el libro original. Las añado tras la reproducción del pliego, editado en Madrid por Andrés de Sotos, cuya actividad impresora se desarrolló, al menos, entre 1764 y 1792.








"...Esta es una diversion entre nosotros, por ver á ustedes lucir: y así cada uno de estos señores propongan una Qüestion, sea la que fuese, y en seguidillas, que son mas graciosas, defienda cada uno su partido. Norabuena, dixeron los Poetas, y uno de los Licenciados dixo: Don Eusebio defienda las Damas esquivas, y Don Juan (que así se llamaba el segundo Poeta) las afables, y digan como gustasen; y despues de sus ciertos cumplidos de diga usted, y usted antes, no puede ser, y otras cosas, empezando Don Eusebio, y alternando Don Juan, dixeron estas seguidillas".
Comienza la cuestión primera: dama esquiva / dama afable
Con mucho placer oyeron y celebraron todos las seguidillas; y deseando que prosiguiesen, dixo uno de los Famulos: El señor Don Eusebio defienda las Damas hermosas, y Don Juan las feas; y apenas lo oyó, quando dando un corcobo, dixo: ¿Yo defender las feas? no haré tal, defiendalas el diablo, que yo no quiero hacer lo que no ha hecho hasta ahora hombre alguno: demas de que no hay qüestion, si yo tambien digo, que lo hermoso es lo mejor. Pues para que la haya, dixo Don Eusebio, yo defenderé las feas, sin alegar sus discreciones. Y pues la qüestion pasada empecé yo, empiece usted, señor Don Juan; y convenidos, dixeron así:
Comienza la cuestión segunda: dama hermosa / dama fea
Vitor, vitor  dixeron todos, á vista de la defensa que cada uno habia hecho. Y siguiéndose á dar asunto uno de los Licenciados mas ridículos, propuso, el que uno defendiese las Damas gordas, y otro las flacas. Los Poetas quisieron resistirse á esto; y viendo que no era posible, cargando Don Eusebio con las gordas, aunque de mala gana, dixo asi:
Comienza la cuestión tercera: dama gorda / dama flaca
Mucho tuvieron que reir los grandísimos disparates que los Poetas dixeron; y con grande algazara, unos de un vando, y otros de otro, prosiguieron su paséo, aunque á alguno ya le parecia largo, y distante de la Ciudad, porque en ella tenia su quebradero de cabeza; pero todo lo disimuló: porque si los Poetas supieran su pensamiento, le pusieran para pelar. Prosiguiesen los asuntos, dixo uno, que aun tenia gana de oírlos; y otro se convidó á darle, protestando, que no habia de ser menos ridículo que el antecedente; y así suplicó á Don Juan defendiese las Damas chicas y Don Eusebio las grandes. Y convenidos en ello, dixeron así:
Comienza la cuestión cuarta: dama grande / dama chica
Acabada esta Qüestion, y celebrada como las antecedentes, no quisieron los Poetas desayrar á los que faltaban de proponer asuntos; y así uno de ellos dixo á Don Eusebio defendiese á las Damas tontas, y Don Juan las discretas; y dixeron así:
Comienza la cuestión quinta: dama discreta / dama tonta
Finalizada esta Qüestion, el Licenciado, que tenia priesa, no pudiendo aguantar mas, dixo: Caballeros, esto es muy bueno; pero para diversion toda de barbados, basta y sobra; y así, dexemos descansar estos Señores Poetas, y vamonos poco á poco á la Ciudad. Usted marche, respondió otro, si quisiere, que nosotros estamos muy divertidos, y los dos ingenios que nos favorecen, no dan á entender cansancio. Quimera hubiera entre ellos, si Don Jacinto no la cortara, diciendo: Solo dos faltan por proponer, y por el camino se puede hacer, y con eso le llevamos mas divertido. Y convenidos en ello, dixo uno de los que faltaban, que Don Juan defendiese las blancas, y D. Eusebio las morenas; y admitido así, dixeron:
Comienza la cuestión sexta: dama blanca / dama morena
Yá venian muy cerca de la Ciudad quando acabaron esta competencia; y no faltando mas que uno, dixo: Yo no he de ser menos que los demás: y pues la velocidad con que estos Caballeros componen, dá tiempo, tambien quiero yo dar mi asunto; y sea, que uno de estos señores defienda quál es mejor Dama, rica, ó pobre. Al punto dixeron los Poetas, que á ambos les tocaba defender la Dama pobre. Pero siendo preciso dar gusto al ultimo Licenciado, por no ser razón desayrarle, eligió Don Eusebio la rica, dexando por cortesanía á Don Juan la pobre. Y convenidos en ello, empezó la ultima competencia, que decia así:
Comienza la cuestión séptima: dama rica / dama pobre

Tras el desarrollo de estas siete cuestiones finaliza la contienda de este modo:
"Con esto llegaron divertidos á la Ciudad, y siendo ya tarde, cada uno tomó su rumbo. Don Eusebio llegó á su Posada, y la Criada le dixo, como su forastero Amo le habia andado á buscar, y que viendo que era tarde, y no venia , habia dexado orden de que le dixesen, que no volviese mas á servirle, y se fuese con su Madre de Dios. No tomó por eso mucha pesadumbre D. Eusebio, el que al punto se fué á buscar á su compañero Don Jacinto, al que le contó el suceso. Tampoco le cogió muy de susto; y viendo quan poco se habia perdido, solo le dixo: Hombre, esta noche puedes quedarte aquí, porque ya no hay arbitrio á otra cosa, que para esto pediré licencia á mi Ama, y mañana hablarémos para tu acomodo. Con esto entró á solicitar el permiso; y la respuesta fué salir toda la casa á recibir á D. Eusebio, que como ya le conocian, gustaban de él, y creían con este motivo tener una buena noche...."
©Antonio Lorenzo

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