sábado, 11 de agosto de 2018

Sucesos extraordinarios: La gran riada que asoló Cataluña en 1842


El 24 de agosto del año 1842 se produjo en Cataluña una terrible inundación que afectó a numerosas poblaciones causando graves daños.

Este tremendo temporal se conoce por el nombre de Riada de Sant Bartomeu (o Aguacero de San Bartolomé), por coincidir con el día de la celebración de su festividad. Afectó a gran parte de Cataluña al desbordarse ríos y arroyos debido a las intensas tormentas. Las cuencas afectadas fueron, entre otras, las del Cuervo, el Ondara, el Francoli, el Llobregat, el Besòs, el Ter, etc.

La riada ocasionó numerosos daños en poblaciones como Navarcles, Manresa, Igualada o comarcas del bajo Llobregat, donde se cubrieron y arruinaron puentes produciendo numerosos destrozos.

En esta interesante fotografía de un edificio de Gelida pueden apreciarse las marcas y la altura alcanzada por las distintas inundaciones del río Anoia.



Según la documentación conservada las crecidas del Llobregat y sus consecuencias han sido numerosas a lo largo de los años. Si nos remontamos al siglo XIX, aparte de la mencionada en el pliego, el 21 de septiembre de 1850 se produjo la “Riada de Sant Mateu”, provocando el destrozo de los huertos cercanos al río y de las viviendas adyacentes. Otras inundaciones se sucedieron en 1853, 1856, 1863, 1865, 1866, 1868, 1891, 1898 ("Riada de Sant Antoni"). Ya en el siglo XX se sucedieron importantes riadas, como la del 21 de septiembre de 1901 ("Segunda Riada de Sant Mateu"), o las posteriores de 1907, 1912, 1915, 1921, 1942... o la más reciente de 1962, que ocasionó un importante número de víctimas mortales. 

Estas catástrofes, según el imaginario colectivo, eran interpretadas como castigos divinos por no haber cumplido con los mandamientos de Dios. Esta mentalidad era aprovechada por la Iglesia para atemorizar más a la población. Por este motivo, no era infrecuente el que los feligreses sacaran las reliquias a la puerta de la Iglesia buscando protección o colocar en las ventanas ramas de palma, de olivo o cirios bendecidos, con el fin de evitar que se les inundaran las casas o el municipio.

El pliego, editado en 1842 ("en el presente año" según la frase recurrente), recoge las consecuencias de la terrible inundación. Se vendía en la librería barcelonesa de José Lluch desde el mismo año del desastre.



©Antonio Lorenzo

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