lunes, 27 de mayo de 2019

Partos asombrosos y nacimientos extraordinarios [II]


La fascinación por la teratología, esto es, por el estudio de las anomalías o deformaciones de los organismos, recogida por la literatura generalista o por la literatura popular impresa, ha propagado este tipo de noticias sensacionalistas, donde la venta y difusión de grabados e ilustraciones con seres deformes viene muy de atrás alimentando desde antiguo la curiosidad morbosa.

En 1573 vio la luz en París un famoso y renombrado tratado del prestigioso científico Ambroise Paré bajo el título de Des monstres et prodiges, donde se exponían admirables casos, como la existencia de un cordero con cabeza de cerdo, potros con cabeza humana o partos prodigiosos, que es el tema que nos ocupa en esta ocasión. Existe edición española: Ediciones Siruela, Madrid, 1987.

Paré se preguntaba no solo por la temporalidad del embarazo, por la duración de los meses de gestación, sino también por la cantidad considerada normal de criaturas que pudieran nacer.

«Todas las vezes que se han visto que algunas dellas han parido de un vientre mucho número de hijos, ha sido tenido tenido por cosa prodigiosa o a lo menos harto maravillosa».

Ambroise Paré, basándose en la autoridad de los autores clásicos, sostenía que los partos múltiples se debían, bien a la abundancia de semen que al dividirse podía producir gemelos, o bien a la existencia de varias celdas en el útero que permitían el desarrollo de varias semillas en el mismo.

Entre nosotros El Jardín de flores curiosas (1570), cuya primera edición estuvo a cargo de los hijos del leonés Antonio de Torquemada (1505-1569), nos ofrece y relata sorprendentes casos de partos prodigiosos.

En dicho libro Torquemada trata materias dispares, ya fueran de filosofía, teología o geografía, entremezclando hechos reales, ficticios, mitos y supersticiones, extraídos de diversos autores como Aristóteles, Alberto Magno o de diversas crónicas o libros de caballería. La presencia en su obra de ciertas figuras como el Preste Juan, demonios, hermafroditas o monstruos, manifiesta la preocupación del individuo del Renacimiento ante las consecuencias no previstas de la expansión territorial de España llevada a cabo en dicho periodo. También se detiene en considerar los viajes a América, las fuentes folklóricas y lo fabuloso.

Se conocen ediciones, aunque con ligeras alteraciones, variantes o erratas, de Zaragoza, Lleida, Lyon, Amberes, Venecia.

La obra gozó de gran difusión, aunque fue incluida en el Índice de los libros prohibidos por la Inquisición, primero en Portugal (1581), y después en España (1632).

La obra contiene seis tratados en forma de coloquios entre los interlocutores Antonio, Luis y Bernardo, deteniéndose el primero de los tratados en la descripción de estos partos, fragmento del que reproduzco parte.
ANTONIO: También yo me he maravillado mucho de oírlo, aunque Aristóteles dice que las mujeres de Egipto eran tan fecundas que parían tres y cuatro criaturas de un parto; y aunque no se declara, de éstas debían criarse muchas, que, de otra manera, no había para qué hacer tanta mención dellas. En nuestra España muchas veces se ha visto parir una mujer tres criaturas, y en un pueblo cerca de éste ha poco tiempo que una mujer parió cuatro, y en Medina del Campo, muchos años ha, fue pública fama haber parido, o por mejor decir, haber movido una mujer principal siete; y en Salamanca se dijo una mujer de un librero haber parido nueve. Y de esta manera en muchas partes debe haber acaescido, y aun otras cosas de muy mayor admiración; pero nosotros con estar, como dicen, acá en el cabo del mundo, ni las sabemos ni tenemos noticia dellas.
LUIS: No habéis leído vos a Plinio, pues decís eso. El cual dice que nacer seis hijos de un parto es muy cierto, aunque esto se tiene por cosa monstruosa, si no es en Egipto, donde las mujeres pocas veces paren uno solo; y que en Ostia una mujer parió de un parto dos hijos y dos hijas, todos vivos, aunque otros autores dicen que fueron ocho; lo cual se tuvo en Roma por señal de la gran hambre que luego sucedió. También dice que en el Peloponeso una mujer parió cuatro veces, cada vez cinco hijos, y que los más de éstos vivieron. Trogo Pompeyo más se alarga en los partos de las mujeres egiptianas, porque dice que paren muchas veces siete hijos, y que algunos de ellos salen hermafroditas. También Paulo Jurisconsulto escribe que de Alejandría trajeron al emperador Adriano una mujer, para que la viese, con cinco hijos vivos, los cuatro nacidos en un día, y el quinto, pasados cuatro días después del primero parto. Y Julio Capitolino dice que también otra mujer parió, en tiempo de Antonio Pío, cinco hijos vivos. Así que no es cosa nueva ni muy difícil de creer lo que aquí se ha tratado; y confírmalo lo que es fama pública que sucedió a una señora de las grandes de estos reinos; que, poniéndose a un parto, dijeron a su marido que había parido un hijo, y de ahí a un poco, que había parido otro, y dentro de pocas horas llegaron a decirle que había parido seis hijos; y él, como por vía de gracia, respondió a los que se lo decían: «Pues sacudilde a la puta vieja, que más dará»; y esto no es fábula, sino muy averiguado.
ANTONIO: Pues que tratamos y contamos las cosas dignas de admiración que en este caso de partos se han visto en el mundo, justo es que no pasemos en 20 silencio lo que escribe y refiere Nicolao de Florencia en el sermón sexto por autoridad de Avicena en el nono De animalibus: que una mujer había parido en un mal parto setenta hijos figurados; y asimesmo refiere a Alberto Magno, el cual dice que un médico por cosa muy cierta le contó que, siendo llamado en una ciudad de Alemaña para la cura de una señora, vio que pariera de un parto ciento y cincuenta hijos envueltos todos en una red, los cuales eran tan grandes como el dedo pequeño de la mano, y que todos ellos salieron vivos y figurados.
Bien entiendo que estas son cosas difíciles de creer a los que nos las ovieren visto, pero hácelas posibles ser cosa muy notoria y averiguada; aunque, cierto, es más admirable que todas lo que sucedió a la princesa, o, según otros, condesa Margarita en Irlanda, que parió de un parto trecientos y sesenta y seis hijos, todos vivos y tamaños como unos ratones muy pequeños; los cuales en una fuente o vasija de plata, que hoy día para memoria de esto está en la iglesia de aquella isla, fueron baptizados por mano de un obispo, y nuestro invictísimo césar Carlos Quinto la tuvo en sus manos y averiguó ser esto verdad por muchos y muy claros testimonios. Muchos autores dignos de fe escriben esto, especialmente Enrico Buceburgense, Bautista Fulgoso y también Luis Vives, el cual dice que la causa de este prodigio fue la maldición de una mujer pobre que traía muchos hijos, y, llegando a pedir limosna, la Margarita le dijo que no era posible que aquellos hijos fuesen sino de muchos padres, y la pobre respondió que suplicaba a Dios que le diese tantos hijos de un padre, que ni pudiese conocerlos ni criarlos.
BERNARDO: Yo pienso que otra cosa semejante que ésta ni se ha visto ni oído en el mundo, y, cierto, la naturaleza en ella salió y excedió mucho de los límites ordinarios. El juicio dello dejémoslo a quien lo hizo, que es el mesmo Dios, que consintió y permitió concebirse tantas criaturas....
Otro autor fundamental que trató todo tipo de sucesos prodigiosos, entre ellos los partos extraordinarios, es fray Antonio de Fuentelapeña en su heterogénea obra El ente dilucidado (1676). Dicha obra se fundamenta, entre otras otras muchas, en la Historia natural de Plinio y en obras de Aristóteles, Estrabón, Alberto Magno o san Isidoro, con la finalidad de otorgar autoridad sus indagaciones. El libro se ocupa de la existencia de trasgos, duendes y otras criaturas imaginarias sobre las que trata de dar explicaciones.  También se detiene apresuradamente en la leyenda de la famosa princesa holandesa que parió 366 hijos según se recoge en el pliego reproducido en la entrada anterior.

Preguntándose Fuentelapeña, en su Duda XIV, de dónde venga la monstruosidad de los partos, entresaco estos párrafos de la magnífica y actualizada edición moderna a cargo de Arsenio Dacosta  y editada por el Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», 2006.

312.- Supongo que el parto puede ser monstruoso, o por razón del tiempo largo, o por razón del tiempo breve, o por razón de la multiplicidad, o por la cualidad; y otras circunstancias de la criatura; de todo lo cual iré poniendo ejemplo.
313.- Por razón del tiempo largo, porque aunque el tiempo connaturalismo de salir a luz la criatura suele ser el noveno mes, con todo eso, algunos nacen al décimo según Hipócrates, otros al onceno según Aristóteles, otros al catorceno según Avizena y Pedro Aponense; y otros más tarde, pues según Alberto Grantz y Nieremberg. La duquesa de Vendale estuvo preñada dos años y al cabo parió un muchacho que andaba y hablaba.
314.- Por razón del tiempo breve, porque unos nacen al séptimo mes, otros al quinto, y otros al cuarto, según Peramato. Aquí se reducen los que dentro del útero materno, hablan, lloran, saltan, anticipando el sentido o animación, como se ha visto no pocas veces.
315.- Por razón de la multiplicidad, porque unas paren a tres, otras a cuatro, otras a siete en Egipto, otra parió 22 de una vez, otra 36, otra 150, otra 164, y la condesa de Holanda parió de una vez 366, como lo testifica Alberto Magno, Andreas Eborense, Gicciardino, Huerta y otros muchos.
316.- Por razón de la cualidad, y otras circunstancias de la criatura, porque según Livio en Frusino nació un niño tan grande como lo son otros de cuatro años; según Grantz, citado arriba, de la duquesa de Vendale nació otro, que andaba y hablaba; otro nació en Sagunto el año que fue destruída de Aníbal, que en naciendo se volvió a entrar en el vientre, como lo dice Plinio. Según Nieremberg, otro niño nació con tales cualidades, que de tres años tenía tantas fuerzas como otro de veinte; y otro, que en espacio de siete años creció, fue mancebo, varón, viejo, casóse, engendró un hijo y se murió. De todas las cuales monstruosidades se pregunta la causa de que procedieron o pudieron tener ex supposicione de su verdad, de la cual abstraigo. Esto supuesto.
317.- Respondo lo primero que la monstruosidad de los partos por razón del tiempo largo o breve en que salen a luz (si es que la dicha debe decirse monstruosidad) proviene de la templanza del vientre, y de la fuerza y debilidad de la criatura. Porque si el vientre es seco y duro, y la criatura débil, tarda más tiempo del ordinario en romper las ataduras fuertes con que está ligada y asida; el cual tiempo será más prolongado, cuanto fuere más la dureza o sequedad del vientre, o menor la fuerza de la criatura. Y al contrario siendo el vientre húmedo y blando, y la criatura fuerte, suele nacer, antes de lo ordinaria, más o menos, conforme fuere el exceso de humidad y blandura en el vientre, o la debilidad en la criatura. Pero siendo lo uno, y lo otro en debida proporción, nace al noveno mes, que es el connaturalísimo, como ya dije.
El famoso libro fue objeto de crítica por el racional benedictino Benito Jerónimo Feijoo, quien reprobaba la credulidad del autor. Iniciaba el discurso IV (Duendes y espíritus familiares) del tomo III de su Teatro crítico universal con estas palabras:
«El Padre Fuente de la Peña, en su libro del Ente dilucidado, prueba muy bien que los duendes ni son ángeles buenos ni ángeles malos, ni almas separadas de los cuerpos. La principal razón es que los juguetes, chocarrerías y travesuras, que se cuentan de los duendes, no son compatibles ni con la majestad de los ángeles glorioso, ni con la tristeza suma de los condenados. Esta razón milita del mismo modo respecto de las almas separadas, porque éstas o están en gloria o en pena..; infiere el citado autor que son cierta especie de animales aéreos, engendrados por putrefacción del aire y vapores corrompidos».
Como es notorio, los pliegos de cordel no fueron ajenos a este tipo de sucesos. Reproduzco este «Caso raro», editado en Barcelona en 1846 por la imprenta de Miguel Borrás, donde se narra el parto prematuro de nueve niños en el transcurso de un viaje entre Tarragona y Barcelona. Los nueve niños, que murieron tras el parto, fueron recogidos en una redoma, como se recoge en la ilustración.





©Antonio Lorenzo

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