jueves, 20 de febrero de 2020

Santa Thais, la pecadora arrepentida


La dualidad simbólica «pecadora-arrepentida» se ha configurado en el imaginario popular a modo de arquetipo. Esta dualidad integra y bascula en un mismo plano la fascinación y el arrepentimiento en una mezcla de atracción y temor. Esta dicotomía entre lo humano y lo divino se aprecia claramente en el recorrido hagiográfico de las etiquetadas como las santas pecadoras.

Si nos detenemos a considerar las leyendas de estas pecadoras penitentes se trasluce una evidente aversión a la feminidad, iniciándose incluso desde la propia Eva al sucumbir a la tentación y sentando las bases cristianas de la misoginia a lo largo de los siglos. De hecho, son las santas pecadoras, no los hombres, quienes ocupan más espacios en los martirologios y hagiografías. La negación del propio cuerpo por parte de las mujeres establece el camino adecuado en el imaginario barroco para alcanzar la firmeza espiritual. El imaginario social sobre estas santas penitentes oscila y converge entre dos polos aparentemente opuestos, como son sensualidad de lo carnal y lo trascendente.

La figura de la santa penitente arranca en la literatura en castellano con la azarosa Vida de Santa María Egipcíaca, a la que dedicamos varias entradas desde el punto de vista de la literatura popular impresa que nos ocupa. Pero si hay una pecadora arrepentida por antonomasia no es otra que María Magdalena, a la que podríamos sumar otras leyendas hagiográficas, como las de santa Pelagia o santa Thais, a las que dedicaremos las siguientes líneas.

La leyenda de Santa Thais, la penitente

Copio literalmente las primeras líneas que dedica a esta santa Jean Croisset (1656-1738) en su celebérrimo El año cristiano (original de 1712), traducido al castellano por el Padre Isla desde 1753, del que se conocen numerosas ediciones
«A mediados del siglo IV vivió en Egipto una famosa cortesana, por nombre Thais, que había sido educada en la fe cristiana, pero en quien se habían extinguido los sentimientos de gracia con un amor desordenado al deleite y a las ganancias de la codicia. La belleza, el talento, las lisonjas de las malas compañías la arrastraron a un abismo de infames y criminales vicios, de que solo el esfuerzo extraordinario de una gracia singular podía sacarla a salvo. Esta infeliz e insensata pecadora estaba ya casi a la boca de su eterno precipicio, cuando se interpuso en favor suyo la misericordia divina. Pafnucio, santo anacoreta de la Tebaida, lloraba día y noche la pérdida de aquella alma, porque eran públicos en todos esos países los escándalos de su arrastrada vida y conducta licenciosa».
El hecho que cambió su vida pecadora fue conocer a un eremita dedicado a la oración y a la penitencia en la soledad del desierto de la Tebaida. Este eremita sería conocido con el tiempo como San Pafnucio (Panuncio según otras versiones). Aconsejándola, logró el sincero arrepentimiento de Thais, quien abandonó su conducta disipada. El venerable varón le dijo que como penitencia, para que demostrara que estaba sinceramente arrepentida, debería permanecer el resto de sus días en la celda de un monasterio femenino, en continua oración y penitencia extrema. Thais, tras su vida desordenada, profesó en la vida religiosa, en la cual fue ejemplo de santidad y fidelidad al Creador hasta su muerte en aquel lugar.

Esta es, más o menos, la leyenda sobre esta pecadora. Otras versiones, incluyendo la Leyenda Áurea de Jacobo de la Vorágine, detallan el encuentro de Thais con el abad de una forma novelada y atrayente, tal y como se recoge en esta página que no me resisto a copiar.  


Como se ve, Thais era un verdadero instrumento del demonio. Así lo comprendió el abad Pafnucio, quien, decidido a acabar con su perniciosa influencia, la visitó, vestido con ropas mundanas y una bolsa de dinero, fingiendo que quería pecar con ella. Esto no resultaba novedoso para Thais, por lo que, sin sospechar nada, condujo al piadoso abad hasta un amplio lecho cubierto con valiosas coberturas y mullidas almohadas. Sin embargo, Pafnucio le preguntó si no había otro aposento más secreto todavía y ella se internó más profundamente en sus habitaciones, pero fue en vano: Pafnucio seguía diciendo que temía ser visto.
En su oficio Thais había conocido toda clase de perversos, de manera que le siguió la corriente. Cuando por fin entraron a una cámara del todo apartada, ella dijo: “Hasta aquí no llega absolutamente nadie, pero si a quien temes es a Dios, no hay lugar alguno que le sea oculto”
A partir de este punto, las versiones sobre lo ocurrido en la misteriosa recámara difieren sustancialmente, pero la más conocida y tenida por cierta es la del abad. Según él, asombrado por las palabras de la prostituta, le preguntó si sabía algo de Dios, a lo que Thais respondió que sabía mucho, demostrando a continuación un acabado conocimiento de la doctrina cristiana. Al fin Pafnucio alzó su voz y la increpó: “¿Y por qué, entonces, has perdido a tantas almas, si sabes que un día deberás dar cuenta, no sólo de la tuya, sino también de aquellas?”
Al punto Thais fue invadida por un profundo arrepentimiento, se echó a llorar, abrazó los pies del abad y le rogó que le mostrara un camino de penitencia. Pafnucio la citó en un convento de monjas y se marchó.
Antes de acudir al encuentro del abad, Thais llevó a la plaza todos los bienes adquiridos con el producto de sus vicios y les prendió fuego exclamando: “¡Venid todos los que habéis fornicado conmigo y ved cómo arde el salario del pecado!”
Y todos vieron cómo ardía el salario del pecado.
La estrategia del monje, haciéndose pasar por un cliente para salvar a la pecadora, ofreciendo a Thais la oportunidad de una transformación espiritual, añade un elemento más de fascinación a la historia.

En fin, esta dialéctica construida a base de imágenes contrapuestas entre lo terrenal y lo divino puede extenderse al resto de las santas penitentes y se perfila muy bien en la leyenda de santa Thais (Taes, Taide en otras versiones), a pesar de que no encontrarse incluida en el actual martirologio romano y desaparecida de la hagiografía oficial.

El pliego

El interés de este blog reside básicamente en recoger, mostrar, contextualizar y relacionar lo expresado por los pliegos como referentes de la literatura popular impresa, en este caso como efímero pliego de cordel.

El pliego que reproduzco lo editó la imprenta murciana de Pedro Belda en 1883, aunque se conoce un antecedente reseñado por Simón Díaz, José, «Hagiografías individuales publicadas en español de 1480 a 1700», Hispania Sacra, 30 (1977), p. 475. También lo recoge María Cruz García de Enterría y Mª José Rodríguez Sánchez de León en «Pliegos poéticos españoles en siete bibliotecas portuguesas (siglo XVII)», Universidad de Alcalá de Henares (2000).
González de Figueroa, Francisco
Aquí se contiene una obra nueva de la vida, conversión y penitencia de santa Tais, muger pecadora en Egipto... Cádiz, Bartolomé Nuñez de Castro, 1683. 4 hs. con 3 grabs. En verso.
Pero es en un trabajo de Juan Barceló Jiménez: «Un poeta y coplero murciano del siglo XVI: Francisco González de Figueroa», (Revista Murgetana, Nº 48, 1977) donde se nos aclara que González de Figueroa fue un poeta murciano de la segunda mitad del siglo XVI, ciego y autor de versos para pliegos. No se cuenta con datos precisos sobre su trayectoria, pero existe constancia de algunas de sus obras publicadas entre 1578 y 1587, por lo que la fecha de edición anotada por Simón Díaz y Mª Cruz García de Enterría de 1683, hay que retrotraerla muchos años antes a la edición reseñada. En alguna portada de sus romances dice ser «privado de la vista», por lo que hay que suponer que su actividad se centraba en la composición y recitación, en su caso, de sus producciones por la región murciana. La cabecera de uno de los cinco pliegos de cordel que editó el bibliófilo Antonio Pérez Gómez en el anexo correspondiente al número 10 de la revista Monteagudo (1955), dice así:

OBRA NUEVAMENTE COMPUESTA POR FRANCISCO GONZALEZ/DE FIGUEROA, NATURAL DE LA CIUDAD DE MURCIA. LA QUAL TRATA DE LA/VIDA, CONVERSIÓN, Y PENITENCIA DE SANTA TAIS. MUGER PECADORA/EN EGIPTO. CON UN VILLANCICO AL CABO DEL/SANTISSIMO SACRAMENTO. (AL FIN). EN SEVILLA POR JUAN CABECAS, Y SE VENDE EN CALLE DE GENOVA. / (Sin año de impresión)

El interés del pliego «moderno» editado por Belda en 1883 se acrecienta si tenemos en cuenta los antecedentes que hemos señalado, así como el desconocimiento de otras impresiones de pliegos que narren su historia. Cotejando el texto de la edición del siglo XVI con la versión moderna, se aprecia de que se trata de la misma versión, aunque con pequeñas variantes no significativas.

Estas notas quieren expresar la deuda que tenemos con los autores invidentes de pliegos en orden a una revalorización poética de sus producciones y al margen de su calidad literaria, pero de importancia como mediadores y difusores culturales.





Entrecruzamiento entre Santa Thais y Santa Pelagia

Debido a las similitudes entre las leyendas de estas dos santas, sus historias se han entrecruzado al coincidir ambas el haber llevado una vida licenciosa antes de su arrepentimiento y conversión. También por la intervención de dos «santos varones»: en el caso de Pelagia, por el obispo Nono y en el de Thais, por Panuncio, que también alcanzó el obispado.

Pelagia se desprende de sus joyas
Pelagia, al parecer, era una prominente actriz y bailarina de la ciudad de Antioquía que llevó a la perdición a muchos hombres obsesionados con su sensualidad y su voz. Llamada también «la Margarita» (perla en latín), ya que solía presentarse cubierta de pedrería, con el cabello adornado y vestida elegantemente. Parece que el futuro santo, de nombre Nono, se propuso convencer a Pelagia para que rebajase el tono de las piezas que ponía en acción, pues era del pensamiento de que seguramente Dios no estuviese muy de acuerdo con esa alegría erótica que excitaba a su público masculino (o también femenino, quién sabe). El caso es que Nono acabó por alejarla de los escenarios. Pelagia se deshizo de sus bienes y viajó a Jerusalén. Una vez allí y envuelta en una capa regalada por el propio Nono y haciéndose pasar por hombre, se dirigió al Monte de los Olivos donde había una comunidad de ermitaños. Allí se hizo pasar por Pelogio llevando una vida austera y de oración. Pero los ermitaños quedaron atónitos a su muerte, porque al quitarle el hábito para darle sepultura comprobaron que habían convivido largos años con una mujer.

La historia de ambas no tiene desperdicio. Tanto es así que la vida de Thais inspiró la novela histórica del mismo título de Anatole France (1844-1924), publicada en París en 1890. A su vez, Jules Massenett (1842-1912) se inspiró en la vida de Thais y en la novela de Anatole France para escribir su ópera Thaïs (1894), donde se incluye el tan conocido y soberbio solo de violín del segundo acto, conocido por «Meditación». También inspiró la vida de la cortesana a Paul Wilstach (1870-1952) para escribir su obra de teatro Thais en cuatro actos, como también a una serie de películas mudas en el primer cuarto del siglo XX.

Imágenes ilustrativas


Santa Thais orando en su celda - Charles-Antoine Coypel (1694-1752)

San Nono y Pelagia - Menologio de Basilio II

Philippe de Champaigne - Pafnuncio libera a Thais


Para saber más:

* Fernández Rodríguez, Natalia, «La pecadora penitente en la comedia del Siglo de Oro», Universidad de Valladolid, 2009.
* Fernández Rodríguez, Natalia, «El Auto de la conversión de Santa Tais entre dos géneros. Hacia los orígenes de la comedia hagiográfica», en Estudios sobre la Edad Media, el Renacimiento y la temprana modernidad, Instituto Biblioteca Hispánica del CiLengua, San Millán de la Cogolla, 2010. 
* Fernández Rodríguez, Natalia, «Miradas conflictivas. La pecadora penitente entre el antivoyeurismo y los márgenes de la sensualidad», Revista Escritura e Imagen, Vol. 15, (2019)

©Antonio Lorenzo

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