viernes, 27 de marzo de 2020

San Sebastián, controvertido abogado contra la peste

Grabado xilográfico,  c. 1440 - The Metropolitan Museum of Art (N. York)
Ni a San Sebastián se le puede considerar como uno de los más afamados protectores contra la peste ni su muerte se produjo a causa de ser asaeteado, sino que murió a palos en el circo y su cuerpo fue arrojado a una cloaca. 

La leyenda

Su leyenda se basa en especulaciones contradictorias. Su nacimiento se lo disputan las ciudades de Narbona y Milán. Se arregla su origen al comentar que su padre era un noble francés, oriundo de Narbona, y que su madre fue una milanesa.

Las diversas hagiografías consultadas dicen que fue en Milán donde recibió una cristiana y excelente educación, abrazando la carrera militar y consiguiendo el grado de centurión en la guardia pretoriana del emperador Diocleciano. El emperador desconocía que Sebastián era cristiano, por lo que de esa forma Sebastián podía socorrer más fácilmente a los cristianos encarcelados fruto de las persecuciones que padecieron.

Tras convertir a varios caballeros romanos al cristianismo y a la fe de Cristo, tal era la fe de Sebastián que hasta logró convertir al vicario del prefecto de Roma, seguido de sus numerosos esclavos quienes rechazaron curiosamente su ofrecida puesta en libertad.

Pero por culpa de un tal Torcuato, que traicionó a los cristianos haciéndose pasar por uno de ellos, comunicó al emperador que Sebastián era cristiano, lo que al principio puso en duda, pues lo tenía en alta estima. Una vez que Diocleciano asumió el cristianismo de su centurión, ordenó a unos arqueros númidas, ajenos al ejército romano para evitar posibles desobediencias de sus subordinados, que le tenían en gran estima, el que lo encadenaran, lo trasladaron al campo, lo atasen a un poste y allí sirviese de blanco para sus flechas y de ese modo acabar con su vida.

Sin embargo, durante la noche, Irene, mujer de San Cástulo, al ir a recoger el traspasado cuerpo del mártir se dio cuenta de que todavía respiraba. Sigilosamente lo llevó a su morada y gracias a sus asiduos cuidados logró que Sebastián recobrase la salud.

Una vez repuesto, cuando Diocleciano subía la escalera del Palacio se dio de cara con su antiguo centurión, al que creía muerto, quedando estupefacto al encontrarse de frente a Sebastián, quien aprovechó para recriminar duramente al emperador exigiendo la inmediata liberación de los cristianos.

Ilustración en «El santo de cada día» - Ed. Edelvives, 1946 (Tomo I)
Diocleciano, sorprendido y enfurecido al ver resucitado a su capitán, ordenó que se le azotase en el hipódromo hasta la muerte.

De los dos martirios sufridos por San Sebastián, solo el primero ha sido el elegido mayoritariamente por los artistas para su representación, sin duda porque el segundo carecía de interés de cara a su representación y los artistas han preferido ignorar o pasar por alto.

Muchas hagiografías sobre el santo acaban aquí, aunque otras siguen relatando de forma novelada el inverosímil desarrollo de los acontecimientos. En ellas se recoge que para impedir que los cristianos recogieran y veneraran su cuerpo, arrojaron con desprecio su cuerpo ensangrentado a un albañal o cloaca donde quedó milagrosamente colgado de un clavo librándose de la infección de aquel lugar.

El novelado y atrayente episodio de un Sebastián colgado de un clavo y rescatado tras aparecerse en sueños a una piadosa matrona romana, de nombre Lucinda, a quien reveló dónde se encontraba y ordenando que su cuerpo se llevase a una catacumba, conocida desde entonces como la catacumba de San Sebastián.

La fecha del 20 de enero se señala por unanimidad como la de su martirio, si bien difieren en el año. Unos dicen que fue en el 288 y otros en el 304.

Su fama se extendió por todo el mundo cristiano a través de su potente y sesgada iconografía. Su popularidad como abogado e intercesor contra la peste obedece a dos explicaciones. Según una antigua creencia, la peste se representaba como una especie de lluvia de flechas lanzadas por un Dios irritado. Ello contrasta abiertamente con la imagen de un Dios misericordioso y bondadoso, como preconiza la iglesia, y no con un Dios justiciero y castigador. En la Ilíada, el arquero divino Apolo es quien dispara las saetas de la plaga. En el Salmo 7:13-14 puede leerse que Yahvé «tiende su arco y apunta». Por extensión, al ser atravesado por numerosas flechas sin morir, sus devotos asociaron su figura en el sentido de que podría inmunizarlos contra las saetas de la peste.

Cristo arroja a la tierra las flechas de la peste (Gotinga, 1424, Niedersächsisches Landesmuseum)
Otra explicación atribuye a San Sebastián su intervención, mencionada por Pablo diácono, durante la peste que devastó Roma en el año 680. Las flechas del santo se convirtieron simbólicamente en una especie de amuletos y con ellas se tocaban los alimentos creyendo impedir, de esta forma, la propagación de las infecciones.

Su fama como protector ante la peste fue decayendo frente a la competencia con otros santos especializados en lo mismo, como el más conocido San Roque, quien, apestado él mismo, curó a muchos otros haciéndoles la señal de la cruz.

San Sebastián en la literatura popular impresa

La presencia de San Sebastián como abogado contra la peste aparece preferentemente en los Gozos, Goigs en catalán. Son estos unas composiciones poéticas de alabanza a seres tenidos por superiores, como son el mismo Dios, la Virgen o los santos o mártires. Se trata de un género semipopular y destinado a alimentar la devoción de un público que encuentra en ellos un motivo de acercamiento a divinidades variadas. Su área de difusión se desarrolla fundamentalmente en Cataluña y Valencia. Los impresos suelen estar acompañados en su cabecera por una xilografía (original dibujo impreso sobre madera y utilizado como técnica de impresión) alusiva al personaje de que se trate.

Estampas y novenarios también forman parte de este tipo de literatura de carácter popular, de los que incluyo algunas muestras.








No quiero dejar pasar la ocasión de incluir, como forma de literatura popular, unas páginas entresacadas de un folleto sobre la vida de San Sebastián, editado en México por la editorial Novaro formando parte de la colección «Vidas ejemplares», nº 167, año de 1964. Incluyo la parte menos conocida donde el cuerpo de San Sebastián es arrojado a una cloaca.


San Sebastián, icono oficioso de la comunidad gay

La imagen de San Sebastián, que con el paso del tiempo han ido construyendo los artistas, ha contribuido notablemente a considerarlo como una especie de icono de la comunidad homosexual. Suele ser representado como un joven hermoso, con desnudez parcial o completa en un cuerpo musculado, con el simbolismo asociado a la penetración de las flechas en su carne. A su vez, dueño de un rostro en éxtasis ante la visión cercana de Dios y que ha añadido otra lectura de seducción apuntando a que la actitud receptiva e incluso gozosa con la que el santo recibe las flechas estaría vinculada con el deseo de penetración e incluso con un cierto placer sadomasoquista. Todo ello ha convertido la imagen del mártir en un verdadero icono del mundo gay, al actuar conjuntamente en clave erótica su desnudez y su gestualidad

Lucas van Leyden - St. Sebastian

Iglesia de la Santísima Cruz (Valencia)

Guido Reni - Saint Sebastian
Giovanni Antonio Bazzi - San Sebastián
























Anónimo - Martirio de San Sebastián (Museo del Prado, Madrid)

Durante la Contrarreforma del siglo XVI se trató de esconder algunas de estas representaciones intentando suavizar su carga sensual para, de esta forma, «no agitar los deseos pecaminosos de las monjas», aunque su preocupación no debería dirigirse únicamente a las religiosas.

Su iconografía, extremadamente rica y variada, no conoce fronteras y resulta enorme su popularidad y difusión.

Las primeras representaciones iconográficas del santo, tras su segundo martirio en Roma, lo representan como una persona de cierta edad, con barba y pelo blancos, vestido con una túnica y llevando en su mano una corona, como aparece en el mosaico conservado en la iglesia de San Pedro de Advíncula de Roma. Esta representación del santo prevaleció más o menos hasta la Edad Media. Es a partir de entonces cuando su figura fue fruto de transformaciones, rejuvenecido, semidesnudo y acribillado a flechazos, imagen que se ha ido repitiendo hasta la saciedad en su afán de conmover y captar la atención del espectador.

Mosaico en San Pedro ad Vincula, Roma, finales siglo VII
Otras representaciones de San Sebastián, menos conocidas, lo sitúan en compañía del papa San Fabián, también intercesor ante la peste o junto a San Roque


Mucho menos conocidas son igualmente las pinturas donde se recoge el auxilio de Santa Irene, acompañada habitualmente de una sirvienta, recogiendo al santo martirizado y curando sus heridas.

Santa Irene arranca las flechas a San Sebastián

Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Matthias Stom (1600- c. 1650) 

Patronazgos

San Sebastián es patrono de numerosísimas poblaciones en todo el mundo, ya sea de ciudades grandes o de poblaciones o pueblos pequeños. Obligado es citar, lógicamente, la ciudad de San Sebastián en el país vasco. Un recorrido de poblaciones cuyo patrón es San Sebastián resultaría tedioso y de poca utilidad. No obstante, no quisiera dejar pasar la oportunidad de citar, a modo de ejemplo, el patronazgo de San Sebastián del pueblo salmantino de Vilvestre como referente de tantas y tantas poblaciones pequeñas donde lo tienen como patrón. Las fotografías incluidas se deben a la cortesía de Antonio Sánchez.

Vista interior de la parroquia Ntra. Sra. de la Asunción de Vilvestre (Salamanca) (Fotografía de Antonio Sánchez)




©Antonio Lorenzo

viernes, 20 de marzo de 2020

El arcángel San Rafael, abogado contra la peste y custodio de la ciudad de Córdoba


He dedicado anteriormente varias entradas a los santos abogados y protectores contra la peste, tan frecuentes en épocas antiguas y ahora tan presentes, bajo otra forma, en los tiempos que corren.

La entrada de hoy tiene por protagonista a uno de los ángeles jerárquicamente más elevado en la estrafalaria jerarquía angélica de la corte celestial, como es el arcángel san Rafael. Este arcángel figura como uno de los siete acompañantes de Dios, aunque en la biblia solo se mencionan a tres: san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Los arcángeles son considerados como los asistentes o representantes más directos de Dios en la tierra y como sus elegidos mensajeros para cumplir misiones especiales. Pasemos por alto el comentar la excentricidad de estas jerarquías y atendamos al mundo de los pliegos, donde el arcángel san Rafael actuó como declarado protector de Córdoba ante las epidemias que se produjeron desde el siglo XVI.

La leyenda de San Rafael previa a su protectorado cordobés

Para contextualizar el papel desarrollado por el arcángel y comprender mejor los atributos que aparecen en su iconografía es necesario referirse al único libro donde se menciona a San Rafael Arcángel en varios capítulos, como es en el Libro de Tobías

A pesar de las discrepancias sobre si el Libro de Tobías formaba parte de lo que se podría considerar como texto canónico del Antiguo Testamento, fue finalmente admitido como tal desde el concilio de Roma en el 382 y ratificado en concilios posteriores, como el de Trento en 1546.

En dicho libro se lee que Rafael fue enviado por Yahvé para acompañar a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para cobrar una deuda que se le debía a su padre, y, a ser posible, conseguir para el joven una esposa humanitaria y piadosa.

Acompañado Tobías por Rafael, al que el joven creía que se trataba de un familiar de nombre Azarías, le sucedió lo siguiente: mientras se lavaba los pies en el río Tigris, un pez monstruoso salió del río con intención de devorarlo. El arcángel ordenó a Tobías que se abrazase al pez y lo sacase fuera del agua. Una vez muerto el pez, le ordenó que le sacase el corazón, la hiel y el hígado y lo guardase para hacer uso de ello a su tiempo. Ante la curiosidad de Tobías sobre el uso de las entrañas del pez, el arcángel le dijo que, quemando una parte del corazón, su humo servía para alejar todo género de demonios y que la hiel tenía la virtud de curar la ceguera.

Pieter Lastman - Tobías y el arcángel con el pez
Una vez llegados a la casa de un pariente para descansar y proseguir luego a cobrar la deuda adquirida, el arcángel le propuso que pidiera en matrimonio a la hija de su pariente, de nombre Sara. Esta Sara, vio morir a sus siete maridos la misma noche de bodas antes de consumar su matrimonio debido a que un demonio, de nombre Asmodeo, al estar enamorado de ella asesinó a sus siete maridos. Ante el temor de que a Tobías le sucediera lo mismo, el arcángel le dijo que el demonio no tenía potestad en los matrimonios que cumplieran sus santas ordenaciones, salvo en el caso de que se entregasen a la lujuria y a sus excesos, como el caballo y el mulo, que carecen de racionalidad. De modo que, al recibirla como esposa era preciso que contuviera sus deseos durante tres noches y emplearlos en oración. Siguiendo las instrucciones de Rafael, en la primera noche tendría que quemar un pedazo del corazón del pez sobre unas brasas encendidas y de ese modo el demonio sería ahuyentado quedando a salvo de todos los males.

Jan Havicksz Steen - El matrimonio de Tobías y Sarah (1660)
A su regreso, Tobías untó con la hiel del pez los ojos de su padre, quien se quedó ciego al caer sobre sus ojos los excrementos de un nido de golondrinas mientras descansaba tras haber enterrado a unos cadáveres. El tratamiento con la hiel le hizo recobrar la visión al instante. Tras todo ello, sin saber que Rafael, el peregrino acompañante de Tobías, era un ángel enviado por Dios, este se dio a conocer y, como en los finales de los cuentos, reinó la alegría en la casa de Tobías.

En fin... el libro de Tobías, incluido en el Antiguo Testamento, se considera como una ficción poética a modo de relato novelado, fábula o cuento, que contiene enseñanzas erróneas que rayan en la superstición, como la de que el hígado de un pez, quemado sobre un brasero, ahuyenta los malos espíritus o el que el hecho de dar limosnas libra de la muerte y purifica todo pecado al margen de lo que enseñan las Sagradas Escrituras sobre que el medio para alcanzar la salvación se reduce a Cristo.

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Antes de pasar a reproducir los pliegos de cordel donde se reivindica al arcángel san Rafael como protector ante la peste y custodio de Córdoba, creo interesante realizar un mínimo recorrido ilustrativo para recrearnos visualmente con algunos grabados basados en el Libro de Tobías.




Filippino Lippi - Tobías y el ángel (detalle)
Andrea del Verrocchio - Tobías y el ángel
 Bernardo Strozzi - Curación de la ceguera de Tobías con las entrañas del pez

San Rafael, custodio de Córdoba

Descrita de forma sucinta la mención al arcángel en el Libro de Tobías, la leyenda sobre la que descansa la proclamación de San Rafael como custodio de la ciudad de Córdoba es más o menos como sigue.

A consecuencia de una peste que asoló a la población en el siglo XVI, el arcángel se le apareció varias veces al padre Andrés Roelas revelándole que salvaría a la ciudad y la protegería.

Aparición al padre Roelas ( Juan Bernabé)
El sacerdote pensó en un principio que se trataba de alucinaciones. Pero, en la madrugada del 7 de mayo de 1578, se produjo una quinta aparición en la que Rafael le dijo al sacerdote que era el ángel Rafael, a quien Dios tenía puesto por guarda de la ciudad y diciéndole: «Yo te juro, por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad».

 Al poco tiempo de esta aparición, no se produjeron más muertes a causa de la epidemia de peste en Córdoba.

También por las revelaciones del arcángel Rafael al padre Roelas se encontraron los huesos de los santos mártires cordobeses en la iglesia de San Pedro.

Nueve años después, el padre Roelas fallecía en Córdoba, pero tuvieron que pasar veinticinco años tras su fallecimiento para que las revelaciones de San Rafael al sacerdote pudiesen ser leídas por todos, dado que fue un hombre muy prudente y discreto con este tema.

Desde entonces, la devoción a San Rafael se ha mantenido hasta la actualidad considerándolo como el patrón de la ciudad, aunque en realidad ha oscurecido a los auténticos patrones, como son los santos mártires san Acisclo y santa Victoria.

La devoción popular hacia el arcángel se generaliza a raíz de la aprobación de iglesia local el año 1602 aprobando las revelaciones del arcángel al padre Roelas. Convertido el arcángel en el referente devocional de los cordobeses, su imagen se potenciará en esculturas, pinturas, retablos y estampas como símbolo significativo de su protectorado.

Su fiesta se celebra el 24 de octubre, aunque la festividad de los santos arcángeles se celebren conjuntamente el día 29 de septiembre. Sin embargo, según la tradición, se concedió a Córdoba el privilegio de mantener su festividad el 24 de octubre en atención a la gran devoción que inspiraba el custodio. Es, junto a la dedicada a Nuestra Señora de la Fuensanta, las dos fiestas locales más importantes y representativas de la ciudad.

Es tradicional que el día de san Rafael los cordobeses acudan al campo en masa para degustar los conocidos como «peroles» y acudir a la iglesia del Juramento de San Rafael para contemplar la imagen de su custodio.

San Rafael en la literatura popular impresa





La peste de fiebre amarilla de 1804

El 4 de septiembre de 1804 se detectó el foco de una infección que en apenas dos meses y medio acabó con la vida de un número importante de cordobeses.

Dicha infección, catalogada como fiebre amarilla por los signos de palidez amarillenta que suele producir, parece ser, según algunos estudiosos, que su origen vino de los puertos de Cádiz y Málaga donde atracaban los barcos con cargamentos que venían de América. La concentración de la población y la presencia de mosquitos transmisores extendieron la enfermedad. Muchas de las larvas de los insectos se mantenían en las orzas donde se guardaban los alimentos o se rellenaban con agua sin la debida higiene. En 1803 un primer brote se desarrolló en Málaga extendiéndose rápidamente tanto por la ciudad de Córdoba como en otros importantes municipios de la provincia.

El desconocimiento del mecanismo de transmisión fue determinante en la propagación de la enfermedad, ya que hasta los inicios del siglo XX no se sabía con exactitud cómo se transmitía.

Reproduzco unas invocaciones al arcángel para que interviniera ante Dios para salvar a la población.





El final de la peste que padeció Córdoba el año 1804 dio lugar a que el año siguiente se exhortase al pueblo a dar las gracias al custodio por haber logrado detener el contagio, tal y como se recoge en un folleto de 32 páginas impreso por la popular imprenta de Rafael Rodríguez, del que reproduzco la primera y última página.































Iconografía del arcángel San Rafael

Habitualmente suele representarse a San Rafael vestido de peregrino, con bastón y con un pez, que rememora el pasaje bíblico del Libro de Tobías.

Tanto el bastón como el pez son elementos comunes para todas las imágenes de San Rafael del mundo. Sin embargo, en el caso de Córdoba hay diferencias significativas. En esta ciudad lleva, aparte del citado bastón y el pez, una especie de cartela con el Juramento al Padre Roelas, unas veces en las manos y otras en los pies. Este detalle recuerda cuando el 7 de mayo de 1578 se le apareció el arcángel jurándole que sería el guardián y custodio de la ciudad, iniciándose así su culto.

También hay ejemplos en los que aparece junto a los Santos Mártires de Córdoba, San Acisclo y Santa Victoria, como en el caso de la fachada del Juramento, donde San Rafael está con ellos, aunque esto no es imprescindible.




Iglesia del Juramento de San Rafael en Córdoba

Imagen del altar callejero antiguo y reciente dedicado a San Rafael en la ciudad de Córdoba

©Antonio Lorenzo