viernes, 8 de mayo de 2020

Los amores de un ciego y el pesado chasco que le ha sucedido


Dentro del amplio mundo de la literatura popular impresa se conocen una gran cantidad de pliegos con una clara intención humorística o de burla, donde suele figurar en su título la recurrente expresión de «chasco». Sin embargo, no conviene generalizar una misma significación ni obedecen en todos los casos a una forma de oposición de las clases más bajas frente a la moral hegemónica, como se ha señalado de forma precipitada. 

Estos textos, en su conjunto, ofrecen intencionadamente una visión deformada de la realidad con el fin de despertar la hilaridad, aunque no en todos los casos como crítica latente a la moral oficial. Al tratarse de un conjunto tan amplio de ejemplos, cualquier hipótesis de índole generalista sobre su construcción o finalidad puede ser contrarrestada con otra de semejante o igual validez.

La función social de la sátira no puede enmarcarse en un determinado periodo sin tener en cuenta las contradicciones que aparecen si confrontamos unos textos con otros dentro de una misma época. La intencionalidad y temática han ido variando a lo largo del tiempo, por lo que establecer conclusiones generalistas sin establecer un marco referencial adecuado puede llevarnos a una distorsión de los resultados.

La imagen de la mujer en los pliegos de cordel viene condicionada por las distintas y variadas estrategias discursivas de sus autores. La realidad social que puede rastrearse en los pliegos no es homogénea. Es por ello que no se puede etiquetar como característica general que su papel en las relaciones de sucesos se encuentre siempre y en todos los casos subordinada al hombre. Obviamente, desde un punto de vista estadístico, esta imagen estereotipada de la mujer es la más común y se contrapone frente a la de una mujer transgresora o defensora de sus derechos que se rebela ante la imposición de sus padres de someterla a un casamiento forzoso, lo que supone de alguna manera una alteración del orden social establecido.

Al margen de estas apreciaciones, el interés de este blog se centra básicamente en la reproducción de ejemplos de pliegos que alcanzaron un reconocido éxito en su tiempo. Es el caso de esta chanza, donde se recoge la humillante burla o chasco de una mujer casada a un pobre ciego que le daba clase de música. Hay que tener en cuenta, además, el poder sugerente de las ilustraciones que suelen acompañar al pliego.

La acción se sitúa en Sevilla, donde una mujer casada recibía clases musicales de un ciego que se enamoró de ella. Ante sus requerimientos, la mujer decide burlarse del ciego simulando que accedía cariñosa a sus pretensiones. Invitando malévolamente al pobre ciego a llevar una carta a su prima, lo dirigió a casa de un solterón maníaco y declarado enemigo de las mujeres. La carta, redactada para provocar la ira del solterón, al que le nombraba Baltasara (siendo Baltasar su nombre), hizo que el solterón descargase su ira a garrotazos contra el pobre invidente.

Tras el episodio de la carta, la malvada mujer, mostrándose fingidamente cariñosa y disculpándose ante el ciego por la premeditada equivocación, urdió, en connivencia con su marido, otra serie de pesadas y sangrantes burlas, lo que hizo que se tuviera que esconder en un arcón y acabar en la calle (creyendo el ciego que se trataba de un corral) y acabando embestido por un novillo y perdiendo la capa ante el hazmerreír de todos.

En realidad, lo que parece sobrevolar en el pliego, independientemente del enfoque puesto sobre las burlas al infeliz ciego, es una crítica mordaz a las mujeres como prototipo de taimadas, caprichosas, enredadoras y poco fiables. 

Este pliego es solo un ejemplo, y así hay que entenderlo, ya que el sentido del humor no es homogéneo ni transcultural, sino que corresponde a un marco contextual delimitado. Se trata de un ejemplo más que abre un abanico de posibilidades de acercamiento a la imagen de la mujer que se proyecta a través de estos impresos populares.

El pliego fue editado en Madrid en el conocido taller de José María Marés el año 1858. Tras el relato del chasco se añade un «El sueño delicioso» escrito en décimas.





©Antonio Lorenzo

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