martes, 15 de agosto de 2017

Seguidillas boleras

Estampas de aguafuerte y buril por Marcos Téllez Villar (ca. 1790)
El bolero, como forma musical, es básicamente una seguidilla. Un cambio en la forma de bailar de las seguidillas populares, que hizo más lento su 'tempo' y ejecución, dio paso al bolero. 

Las seguidillas, que algunos autores consideran de creación manchega en cuanto a los pasos originales precursores, están extendidas por todas las regiones con sus peculiares estilos y formas. En general, es un baile rápido y alegre, siendo su característica propia el llamado «bien parao», o la postura que hay que adoptar al terminar el baile o al acabar la copla.

Al igual que las «seguidillas sevillanas», conocidas ahora simplemente como «sevillanas», siendo el principal y conocido estilo bailable de Sevilla, son variantes del baile antiguo de las seguidillas. Las seguidillas fueron evolucionando y adaptándose a diversos esquemas y variantes. En los estilos del flamenco puede rastrearse la evolución de las mismas en sus formas de «serranas» o «livianas». 

El término bolero nace con posterioridad a 1770. Como forma musical es más o menos sinónimo de las llamadas seguidillas boleras o bolero a secas. A finales del siglo XVII y principios del XVIII las danzas populares fueron consideradas como obscenas y los maestros de baile tuvieron que adaptar las danzas con pasos más estilizados y nuevos estilos de movimiento de pies y brazos.

El bolero ha dado nombre a la llamada «Escuela Bolera», siendo su creador, según los estudiosos y de una forma un tanto simplificada, el murciano Sebastián Cerezo (Maestro Requejo), que lo enriqueció con sus mudanzas y pasos. El bolero se extendió por todas partes y arrinconó a los bailes más violentos. Durante la primera mitad del siglo XIX era costumbre acabar las representaciones teatrales con pasos de boleros interpretados por varias parejas.

Por influencia francesa se introdujeron nombres específicos para señalar los diferentes pasos en la llamada Escuela Bolera, como «assemblés», «port de bras», y otros muchos.

El bolero tuvo el rango de baile de corte en los reinados de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. De la Escuela Bolera derivaron otros bailes, como la «cachucha», «los panaderos» o el «Vito».

El pliego que reproduzco está editado en Valencia por la imprenta de Domingo y Mompié en la temprana fecha de 1819, lo que confirma el éxito de esta forma musical no sólo en los teatros de la corte, sino también como fácil recurso de los ciegos ambulantes para ganar algo de dinero vendiendo estas coplas.





ⒸAntonio Lorenzo

martes, 8 de agosto de 2017

La vida de Juan Soldado

Cuento ilustrado editado en México por A. Vanegas (ca. 1890)
Juan Soldado es un nombre genérico que pertenece a la categoría de lo que podríamos denominar como tipos folklóricos. Dentro de ellos, abundan los calificativos aplicados a los juanes: Juan Español, Juan Pérez, Juan Palomo, Juan Lanas, Juan el Tonto, Juan Zoquete, etc., casi todos ellos aludiendo a una escasa capacidad mental o a determinados defectos. En realidad, está por hacer un estudio diacrónico de estos personajes y su aparición en el refranero, en los cuentos, frases proverbiales o en el teatro del Siglo de Oro.

El estribillo que aparece en el pliego es muy conocido y aplicable a numerosas canciones por lo socorrido de las faenas domésticas. Es estribillo de canciones infantiles:

                                           La vida de Juan Soldado
                                           es muy larga de contar:
                                           que tender, que tender,
                                           que lavar, que lavar,
                                           que tender la ropa
                                           en el retamar. 

                                            Un soldado se ha perdido;
                                            lo salieron a buscar
                                            veinticinco granaderos
                                            un cabo y un oficial. 

                                           Que tender, que tender,
                                           que lavar, que lavar,
                                           que tender la ropa
                                           en el retamar


Aparece también como estribillo en bulerías, como la que cantaba la Niña de los Peines en «Juanito, el barquillero»: que lo sea o no lo sea/siempre me tengo yo de acostar/que tender, tender, que lavar, lavar...

También aparece el estribillo en un paloteo de rueda dedicado a la virgen en la localidad de Cuevas de Velasco (Cuenca).

                                       Tender, tender
                                       lavar, lavar,
                                       tender la ropa
                                       en el retamar. (bis)

                                       La Virgen se está peinando
                                       a la sombra de un rosal,
                                       los cabellos eran de oro
                                       y el peine era de cristal.

                                       Tender, tender
                                       lavar, lavar,
                                       tender la ropa
                                       en el retamar. (bis)


El personaje de Juan Soldado es también protagonista de un cuento tradicional andaluz recogido por Fernán Caballero y publicado por primera vez en el Semanario Pintoresco Español del 15 de febrero de 1852.

Copio el resumen del mismo que hace Montserrat Amores en La narrativa breve en el «Semanario Pintoresco Español» (1836-1857), Universitat Autònoma de Barcelona, 2016. Se trata de un cuento folclórico maravilloso que desarrolla los tipos 330B y 326A*, según el trabajo de: Aarne, Antti y Stith Thompson (1973³), The Types of the Folktale: a Classification and Bibliography, Suomalainen Tiedekatemia-Academia Scientiarium Fennica (FF Communications, 184), Helsinki.
Juan Soldado, tras haber servido al rey durante seis años, es despedido y solo recibe un trozo de pan y seis maravedíes por el trabajo prestado. Por tres veces comparte sus bienes con San Pedro y Jesús. Finalmente le regalan una bolsa que tiene la propiedad de contener lo que él pida. Llega a un pueblo y el alcalde le cede una casa para dormir donde hay un alma en pena. Sin ningún miedo salva al alma que baja por la chimenea amenazando con caer y cuando lo hace va pasando de miembro en miembro. El diablo manda a un «satanasillo» para que lo lleve al infierno, pero Juan lo mete en el morral. Lo mismo hace con el propio Lucifer. Cuando muere obra igual con San Pedro y le dejan pasar al cielo.

El personaje de Juan Soldado también sirvió de inspiración a unos versos de Antonio de Trueba ambientados en la guerra de la Independencia con el título de «Vida de Juan Soldado», recogidos en El libro de los cantares, publicado en 1851.

Como personaje folklórico tampoco ha sido ajeno de su tratamiento en el teatro, pues el autor dramático gaditano Luis de Eguílaz (1830-1874) compuso un drama de costumbres populares con el título La vida de Juan Soldado, estrenado con cierto éxito en Madrid en el año 1856. También los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero escribieron una obrita corta, titulada Carta a Juan Soldado, estrenada en el Teatro de la Princesa de Madrid en el año 1910. 


Las referencias se extienden también a la zarzuela, como en la titulada El Dios grande, con libreto de Manuel Fernández de la Puente y música de Manuel Fernández Caballero, estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid el 29 de enero de 1903. En dicha zarzuela se menciona expresamente la adquisición por unos chiquillos del pliego que contiene la vida de Juan Soldado y una referencia a las llamadas aleluyas, que consistían en un principio en unas estampitas recortadas donde figuraba impreso el nombre de «aleluya» y se lanzaban a la calle desde los balcones al paso de determinadas procesiones. Estas estampitas dieron posteriormente el nombre a las llamadas aleluyas («aucas» en el ámbito lingüístico catalán), que consisten en una sola plana gráfica, con generalmente 48 viñetas, acompañadas de unos dísticos informativos. Ejemplo de estas aleluyas es la que incluyo tras el pliego y referida, precisamente, a la vida de Juan Soldado.


Pero demos paso al pliego, editado en Reus por la imprenta de Juan Bautista Vidal en 1847. A continuación reproduzco la aleluya, que divido en secciones para una mejor lectura.












©Antonio Lorenzo

miércoles, 2 de agosto de 2017

Los aventuras del trigo y otras historias sentimentales

Lionel Percy Smythe (1839-1918) - Descanso del mediodía
El pliego que reproduzco a continuación resulta de interés, no tanto por su calidad literaria y estética, y por tanto subjetiva, sino porque puede considerarse un ejemplo de la convivencia entre una composición más o menos elaborada, como es la dedicada a las aventuras del trigo, junto a otras historias sentimentales que pueden relacionarse con las características de la llamada «novela rosa» o los folletines románticos, en unos pocos versos. Es un ejemplo de literatura popular nacida para la difusión masiva y propia de la literatura de kiosco, que pretende conectar con la sensibilidad colectiva con una técnica y un lenguaje asequibles a la gran mayoría. Este tipo de composiciones, ya sea de mayor o menor dimensión, aprovecha con gran eficacia los esquemas tradicionales del relato de carácter popular: tratando de distraer al lector con asuntos melodramáticos con tendencia al tremendismo

No encontramos en estas historias alusión alguna a problemas de tipo político, religioso o a otros problemas sociales, pues su finalidad es la evasión o consolación. La complejidad de la literatura popular, frente a la llamada culta y la interacción entre ellas no está resuelta en absoluto, por lo que expresar juicios estéticos sobre una u otra o juicios de valor para contraponerlas sin matices creo que no está del todo claro desde un punto de vista generalista. Tampoco la literatura popular, en sus distintas manifestaciones, refleja en todos los casos una ideología de los marginados frente a lo hegemónico (por usar la terminología de Gramsci), pues poco a poco esta literatura popular va consolidándose en las ciudades en un entorno cada vez más urbano.

Al margen del discutible interés estético o literario, de lo que no cabe duda es de su incontestable interés sociológico, con una clara intención moralizante en su descripción dicotómica de los personajes, donde los buenos son buenísimos y los malos malísimos.

Los recursos narrativos empleados son tópicos y recurrentes: los personajes, más que ser verdaderos o reales deben resultar verosímiles y funcionales. La evolución de estas historias sentimentales en verso pueden considerarse antecedentes de las llamadas novelas rosas y posteriormente de las fotonovelas como género híbrido, e incluso a los seriales radiofónicos.

La realidad social es poliédrica y esquiva, por lo que no se deja atrapar en conceptos dicotómicos. Es por eso que no me parece adecuado la clasificación que opone «literatura/subliteratura». Obviamente, la movilidad de fronteras entre ambos conceptos no responde a la multiplicidad de situaciones que pueden producirse. Más adecuado sería, en un sentido global, aunque habría que matizar convenientemente cada caso, una distinción entre «literatura literaria/literatura viva socialmente», entendiendo a grandes rasgos la primera con un grado mayor de apropiación de su funcionalidad estética; y a la segunda, como resultado de una producción, distribución y un consumo generalista.

Pasando a los dos pliegos que reproduzco, se añaden a los martirios que pasa el trigo desde que nace hasta que llega a la mesa, otras composiciones que pasan por un pretendido tango hasta por un pasodoble de corte andalucista.

Los pliegos son tardíos, casi en las postrimerías del género de cordel, que podemos fechar aproximadamente a mediados del siglo XX, editados en Madrid por la imprenta Rodas, 26, de la que conocemos muchos otros ejemplares en un papel muy barato y coloreados en muchos casos, y que aún tuve la oportunidad de conocer directamente, muchos años más tarde, en la calle Toledo de Madrid, donde el vendedor los exponía en la reja de un banco al viejo estilo tradicional: expuestos en un cordel y sujetos con pinzas.








©Antonio Lorenzo