miércoles, 14 de marzo de 2018

Sangriento y horrible crimen cometido en un cortijo


Un ejemplo más de pliego de asunto escabroso que corresponde a la bien conocida temática de estos impresos populares, donde la truculenta historia es acompañada por una no menos truculenta xilografía como vehículo de atracción morbosa para sus compradores u oyentes. Este gusto por lo truculento tiene un largo recorrido, al que se añade, además, un claro prejuicio incriminatorio sobre la etnia gitana de continuada andadura literaria.

En los pliegos de cordel se puede rastrear fácilmente el rechazo a las minorías étnicas que, si trascendemos sobre su mera literalidad, su estigmatización contribuye a dotar en el imaginario social un sentido de unidad frente a lo ajeno, al tiempo que se resalta lo considerado como propio.

En el  pliego subyace la negativa valoración colectiva de la etnia gitana a la que se le atribuyen una serie de tópicos basados en prejuicios y estereotipos, como embaucadores, inmorales, raptores de niños, ladrones, etc. El estigma étnico que arrastran los gitanos, al igual que sucede con otras comunidades como los judíos o los moros, contrasta en la realidad con su contribución a la economía agraria tradicional de una forma sistemática a lo largo de los años.

Al margen de estos consabidos prejuicios, el pliego nos ofrece una clara marca de oralidad al dirigirse el recitador al público que lo escucha comentando en un inciso:

                                                  Considerad el dolor
                                                  de esta madre desgraciada,
                                                  vosotras que tenéis hijos,
                                                  ¡si estaría desolada!...

El pliego está impreso en Barcelona por José Tauló en 1859 y a la venta en la conocida Casa de Juan Llorens.





©Antonio Lorenzo

lunes, 12 de marzo de 2018

La Manola+La flor de la canela+La ramilletera+La rabanera+Los pollos


Las canciones que recoge este pliego se inscriben dentro de un claro madrileñismo decimonónico, donde aparecen personajes como la Manola, la Ramilletera, la Rabanera o los Pollos madrileños.

Sobre estos personajes, más literarios que reales, dejemos hablar a uno de los escritores y representantes más genuinos del costumbrismo madrileño en particular: don Ramón de Mesonero Romanos. En su recopilación de artículos, recogidos en El antiguo Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa (original de 1854, capítulo XIII), se refiere al personaje del "Manolo" en los siguientes términos:
"Para nosotros es evidente; que el tipo del Manolo se fue formando espontáneamente con la población propia, de nuestra villa y la agregación de los infinitos advenedizos que de todos los puntos del reino acudieron a ella desde el principio "a buscar fortuna". Entre los que vinieron guiados de próspera estrella y cambiaron luego sus humildes trajes y groseros modales por los brillantes uniformes y el estudiado idioma de la corte, vinieron también, aunque con más modestas pretensiones, los alegres habitadores de Triana, Macarena y el Compás, de Sevilla, los de las Huertas de Murcia y de Valencia, de la Mantería de Valladolid, de los Percheles y las islas de Riarán, de Málaga, del Azoguejo de Segovia, de la Olivera de Valencia, de las Tendillas de Granada, del Potro de Córdoba, y las Ventillas de Toledo, y demás sitios célebres del mapa picaresco de España, trazado por la pluma del inmortal autor del QUIJOTE; todos los cuales, mezclándose naturalmente con las clases más humildes de nuestra población matritense, adoctrinándola con su ingenio y travesura, despertando su natural sagacidad, su desenfado y arrogancia, fueron parte a formar en los Manolos madrileños un carácter marcado, un tipo original y especialísimo, aunque compuesto de la gracia y de la jactancia andaluzas, de la viveza valenciana y de la seriedad y entonamiento castellanos".
Sobre el carácter, a caballo entre lo novelesco y lo real, de los "Manolos y Manolas", apunta Mesonero Romanos un poco más adelante:
"Este nombre [se refiere al "Manolo"], a nuestro entender, no tiene otra antigüedad ni origen que el propio con que quiso ataviar al famoso personaje de su burlesca tragedia para reír y sainete para llorar el ya dicho D. Ramón de la Cruz; pues en ninguna obra anterior de los escritores de costumbres y novelas, tales como Castillo, Zabaleta, Torres y otros, hallamos designadas con este nombre a los habitantes de aquellos barrios de Madrid.
  En cuanto a la Manola, precioso y clásico tipo que va desapareciendo a nuestra vista, y cuyo donaire, gracia y desenfado son proverbiales en toda España, ¿quién no conoce el campanudo y guarnecido guardapiés, la nacarada media, el breve zapato, la desprendida mantilla de tira y la artificiosa trenza de Paca la Salada, Geroma la Castañera, Manola la Ribeteadora, Pepa la Naranjera, y Maruja y Damiana y Ruperta, floreras, rabaneras u oficialas de la fábrica de cigarros? ¿Quién no sabe de memoria sus dichos gráficos, sus epigramas naturales, su proverbial fiereza y arrogancia? ¿Quién no ve con sentimiento confundirse este gracioso tipo en el otro repugnante de la mujer mundana, que, en su deseo de parecer bien, ha querido parodiar la gracia, traje y modales peculiares de la Manola?".
Los llamados "Manolos y Manolas" son una derivación o variedades del majismo del siglo XVIII. Es importante para caracterizarlos la  profunda relación que mantienen con el barrio donde viven (Lavapiés, el Rastro, Embajadores, Vistillas...) y con los oficios que se desarrollaban en ellos.

En cuanto a su forma de ser, una característica común son sus predecesores consiste en su altanería y su animosidad contra todo lo extranjero en general y la valoración de lo propio, de sus bailes y de sus atuendos.

El pliego está editado por la prolífica imprenta de Marés, sin fecha,





©Antonio Lorenzo

martes, 6 de marzo de 2018

Coplas de la tabernera y los borrachos

David Teniers, el joven (1610-1690) - Escena en una taberna
En la tradición transmitida oralmente, y en el mundo folklórico en general, hay una serie de oficios a los que se les atribuyen características negativas. Si repasamos, por ejemplo, los cuentos folklóricos, hallamos con frecuencia una serie de tópicos repetidos invariablemente: los pastores tratados como ignorantes, los zapateros y molineros como cornudos, los sastres como cobardes, los taberneros y venteros como estafadores, los curas como lujuriosos, etc.

La importancia de las tabernas tradicionales no puede desligarse del concepto de sociabilidad en cuanto facilitadoras de encuentros en la vida cotidiana de sus parroquianos. La taberna es un espacio igualitario donde no suelen establecerse distinciones sociales siendo frecuentada por todo tipo de personajes de diferentes oficios. La no presencia habitual de la mujer en ellas es un claro ejemplo de discriminación social, al considerar este espacio como propio de los varones siendo su presencia mal considerada y asociada con lo pecaminoso o con la prostitución. Carlos IV, a finales del siglo XVIII, llegó a prohibir la asistencia de las mujeres a las tabernas e incluso prohibir su presencia en las cocinas a las menores de cuarenta años. Un aspecto interesante, si bien rebasa la pretensión meramente divulgativa de este blog, consistiría en repasar las distintas regulaciones municipales u ordenanzas sobre la apertura de las tabernas o la conveniencia de que tuvieran dos entradas o salidas, y analizar, de este modo, el papel otorgado a la mujer que se desprende de dichas normativas.

Las tabernas, en su doble vertiente de espacios de sociabilidad y generadores de conflictos por el efecto de la bebida, han propiciado la existencia de personajes característicos, como los borrachos o la figura ambivalente de la tabernera.

Tanto en los cuentos folklóricos, como en las coplas y refranes, se enjuician modelos de conducta que se corresponden con la aprobación o desaprobación colectiva. Todos estos personajes ofrecen una galería pintoresca de tipos folklóricos presentes también en las representaciones teatrales o musicales.

La extendida creencia de que en las tabernas se servía vino 'bautizado' se ha traducido en coplas y refranes como:

                                               Tabernera diligente
                                               de quince arrobas, hace veinte.

                                               Gasta la tabernera 
                                               buenos mantones
                                               a costa de borrachos 
                                               y jugadores.

                                               Gasta la tabernera
                                               pendientes de oro;
                                               los caños de la fuente
                                               lo pagan todo.

                                               Tabernera diligente
                                               de quince arrobas, hace veinte.

                                               La hija de la tabernera
                                               gasta pañuelos de lino;
                                               ya puede gastar de seda
                                               con el agua que echa al vino.

A modo de ejemplo, en el Diario de Madrid del día 24 de agosto de 1813 aparecen publicadas las "prevenciones que han de observarse en las tabernas de esta corte", de las que entresaco algunas de ellas:

Foto de Martín Santos Yubero (Madrid, 1935)
* El vino ha de ser puro, legítimo y de buena calidad, sin mezcla alguna.
* Se prohibe que las tabernas tengas pozos y mangas en que aclarar el vino; pues en el caso de que sea necesario aclararlo, solo se permite que se haga con tierra de Esquivias y huevos, derramando sin detención las heces que quedasen en la vasija en que se aclarasen.
* No se ha de permitir en la casa taberna juego de naipes, dados ni otro alguno así de los prohibidos, como de qualquiera otra clase que fuesen.
* La puerta o puertas de la taberna deberán estar descubiertas para evitar ocultaciones.
* Se prohibe que en los días y horas de trabajo se detengan en dicha casa taberna artesanos, oficiales y aprendices de qualquiera oficio; nunca hombres embriagados; y en ninguna ocasión se permitirá se detengan las mugeres en la citada taberna.
* La taberna se ha de cerrar en invierno (contando desde primero de octubre hasta fin de abril) a las diez de la noche, y en verano desde primero de mayo hasta fin de setiembre), a las once, sin permitir que quede en ella persona alguna más que las domésticas, pena de veinte ducados.
El pliego reproducido está editado en Sevilla, sin fecha, por la Imprenta de Aragón y Compañía.





©Antonio Lorenzo