miércoles, 26 de junio de 2019

Tiranas y polos en la España del primer tercio del XIX


Si hay un claro referente en cuanto a la recopilación de bailes y coplas de finales del XVIII no podemos prescindir de la innovadora obra de Juan Antonio de Iza Zamácola (Don Preciso) (ca.1758-ca.1826): Colección de las mejores coplas de seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto para cantar a la guitarra, Madrid, 1799. Dicha obra hay que entenderla en su contexto como un alegato y defensa tradicionalista frente a los bailes extranjerizantes. No hay que olvidar que su publicación se produce en una época políticamente convulsa con la vecina Francia, que a pesar de los pactos de colaboración acabaría desembocando en la llamada Guerra de la Independencia.

La relación del pliego con esta obra es indudable, pues una gran cantidad coplas incluidas en el impreso coinciden con las que se encuentran recogidas en la colección de Don Preciso.

La tirana es un género musical que puede presentarse en forma de canto o de baile, preferentemente durante el último cuarto del siglo XVIII, donde fue paulatinamente sustituyendo a las seguidillas en la parte final de la llamada tonadilla escénica. La tirana, seguramente de ascendencia gaditana, se caracteriza por su marcado tempo ternario de ritmo rápido y sincopado. A finales del XVIII vinieron a sustituir a las seguidillas en el número final de las tonadillas. Son el antecedente de la llamada escuela bolera, germen embrionario del flamenco con el que guarda relación, según han documentado prestigiosos investigadores.

Don Preciso escribe:
«Por este tiempo se veía ya en las provincias de Andalucia otro género de bayle que llamaban Tirana, la qual, al paso que se cantaba con coplillas de quatro versos asonantados de ocho sílabas, se baylaba con un compás claro y demarcado, haciendo diferentes movimientos á un lado y otro con el cuerpo, llevando las mujeres un gracioso juguete con el delantal al compás de la música al paso que los hombres manejaban su sombrero o el pañuelo, á semejanza de las nociones que conservamos de los bayles de las antiguas Gaditanas; pero el demasiado abuso que se iba notando en su execucion llevó este bayle á cierto libertinage contrario á las buenas costumbres, de que resultó que le desterráron por fin de los saraos y funciones decentes.Sin embargo baxo el nombre general de Tiranas siguiéron los aficionados y músicos componiendo multitud de canciones para la guitarra, que á poco tiempo se cantaban por toda clase de personas con tanta aficion, que pasaron á Petersburgo, Viena y otras Cortes de Europa, donde el célebre maestro español Don Vicente Martin hizo fanatismo insertándolas en sus óperas».
Hay que subrayar que esta proliferación de títulos sobre formas musicales: como el zapateado, cachirulo, zorongo y olé, fandango, seguidillas, el canario, baile del candil, playeras, jaleos, etc., no mantienen un único esquema cerrado, sino que manifiestan un carácter híbrido, de recreación y préstamos de elementos comunes e influencias mutuas dentro del marco de la lógica variabilidad espacio-tiempo.

No deja de resultar interesante la equiparación o simbiosis que establece Don Preciso entre la música popular y la música nacional, en cuanto que las identifica y concibe ambas como lo nuestro, lo propio y como lo característico de la «esencia española».

En cuanto al polo, originario también del sur de la península, se trata de una forma musical que aparece en el último tercio del siglo XVIII. Escritores y viajeros describen el polo como canto y como baile. Desde finales del XIX y hasta bien entrado en el siglo XX, se asocia el polo con el calificativo de gitano o flamenco, lo que viene a consolidar la hipótesis de la recreación del polo por el pueblo gitano según los datos recopilados de un tiempo a esta parte en hemerotecas y archivos, lo que permite considerarlo como un estilo flamenco. 

El pliego, en fin, recoge una serie de coplas etiquetadas como tiranas y polos. No en vano, el impreso está editado en Valencia en la temprana fecha de 1819, época de decadencia de la tonadilla escénica, tan profusamente estudiada por Subirá en su monumental obra en cuatro volúmenes: La Tonadilla escénica (1928-1932). Anteriormente a su estudio las tonadillas eran consideradas como canciones independientes sin tener en cuenta el armazón dramático que las acompañaba en secciones, lo que hizo añadir al gran investigador el término «escénico» para delimitar el género. Subirá establece el nacimiento de la tonadilla escénica en 1751; un periodo de crecimiento entre 1757 y 1770; su época de esplendor a partir del año 1771; un largo periodo de decadencia del género (1791-1810) y un periodo de ocaso y olvido (1811-1850), motivado entre otras razones por la influencia de la música italiana.

El pliego fue impreso en Valencia en la imprenta de Domingo y Mompié  en el 1819.





©Antonio Lorenzo