miércoles, 4 de diciembre de 2019

Los diez mandamientos de amor [II]


En esta segunda entrada, dedicada a los mandamientos de amor, me voy a detener en las escasísimas versiones donde no es el galán el que ronda y lisonjea a la dama, sino que es la mujer la que declara en confesión su amor ante un sacerdote, sacerdote que, a la postre, resulta ser su amante disfrazado.

El antecedente de estos mandamientos glosados puestos en boda de la mujer lo encontramos en pleno siglo XVII en el Método facilísimo para aprender a tañer la guitarra a lo español, de Luis de Briceño, impreso en París por Robert Ballard en 1626.
METODO MVI FACILISSIMO PARA APRENDER A TAÑER LA GVITARRA a lo Español. compuesto por Luis de Briçñeo [sic]. y presentado a MADAMA DE CHALES. en el qual se hallaran cosas curiosas de Romançes y seguidillas. Juntamente sesenta liçiones diferentes. un Metodo para templar. otro para conoçer los aquerdos. todo por una horden agradable y façilissima.Paris, Pierre Ballard, 1626.




 El propio Briceño ya era consciente de la antigüedad del romance, puesto que lo clasifica como un «Romance biejo de la confesion de vna dama acvsandose por los diez mandamientos». La inclusión del mismo no deja de ser uno más de los que previamente era necesario que conociesen los aprendices de guitarra para interpretar la tablatura musical con la que se inicia el texto. Pero su interés se acrecienta por ser el más antiguo y completo caso que conocemos donde los mandamientos son puestos en boca de una mujer, y que además han pervivido durante siglos en pliegos de diferentes fechas e imprentas y con interesantes reminiscencias en la tradición oral moderna.

Estos mandamientos tienen un valor indiscutible (hemos de situarnos en el siglo XVII) en cuanto a que es la mujer la que confiesa un pecado de amor acusándose de amar más a un hombre que al mismo dios y que es a su amado a quien obedece. Pasa de soslayo por el sexto mandamiento donde admite deseos sin entrar en más detalles, aunque al comentar el noveno admite que no tuvo ocasión. Confiesa que ha mentido muchas veces a causa de su amor y que ha deseado los bienes ajenos "para entregárselos juntos a quien el alma le entrego". Pero es al final donde se pregunta si tendrá voluntad de arrepentimiento, lo que ocasiona el desmayo de la dama.

Antes de pasar a comentar estos mandamientos recogidos en los pliegos de cordel, me voy a detener en reproducir algunas de las escasas versiones orales que conocemos que guardan cierta relación con el romance. La primera de ellas está recogida por mí en la villa de Vilvestre (Salamanca), localidad a la que me une una estrecha relación y que me fue cantada por Leonor Gorjón Notario, de 67 años el 8 de junio de 1983.

                El primero, amar a dios.
     El segundo, no jurar.
                No lo amo como debo,
     Yo no he hecho juramento
                tengo el amor en un hombre
     y no me puedo apartar
                y en mirarlo me entretengo.
     fe tu querer un momento.


                El tercero es oír misa.
     El cuarto, honrar padre y madre.
                No la oigo como debo,
     Yo el respeto les perdí,
                tengo el amor en un hombre
     que el respeto y el cariño
                y en mirarlo me entretengo.
     solo te lo tengo a ti.


                El quinto es no matar.
     El sexto, no fornicar.
                Yo no he matado a nadie,
     El sexto lo dejaremos;
                solo me matan tus ojos
     no hace buena confesión
                cuando no quieren mirarme.
     la que calla un mandamiento.


                El séptimo, no hurtar.
      El octavo, no levantar
                yo no he hurtado nada a nadie   
      falso testimonio a nadie,
                solo por estar contigo
      Pero a mí me los levanta
                alguna vez a mis padres.
      una chica de esta calle.

                El noveno, no desear.
     El décimo, no codiciar
                Yo no he deseado a nadie,
     nunca los bienes ajenos.
                solo deseo estar contigo
     ¡No hay bienes como los tuyos,
                  para poder abrazarte                              ni amores como el primero!

Pero es en la última estrofa donde encontramos la relación con el romance del siglo XVII donde se manifiesta que la mujer se percata de que en realidad se estaba confesando con su amante disfrazado.

                                                           Estando en estas palabras
                                                           al suelo se desmayó
                                                           al ver que se confesaba
                                                           al hombre que tanto amó.

Mejor relación con el antiguo romance se aprecia en esta muestra recogida también oralmente en el pueblo de Pegalajar (Jaén) por Joaquín Quesada Guzmán en sus «Romances y canciones de ciego». Aunque incompleto en el número de los mandamientos, resulta de interés por su claro emparejamiento con el romance antiguo, aunque se incorpora un estribillo y las advertencias del confesor señalando que se trata de su primera confesión y que está encantado del desarrollo de la misma a medida que se va produciendo e invitando al final a reconocerle como su amante.


La confesión de la bella Celia en los pliegos

Si cotejamos el texto recopilado por Luis de Briceño, claramente vinculado con el ofrecido en el pliego, observamos el mismo desarrollo y rima junto a unas ligeras variaciones léxicas que remiten a una misma composición que ha logrado perdurar en el tiempo. Editado en Valencia por la imprenta de Agustín Laborda, quien desarrolló su actividad impresora entre 1746 y 1774, reproduzco este interesante pliego.



Tras la confesión de la bella Celia se incluye un añadido posterior de claro sentido legitimista de la ortodoxia cristiana en la respuesta del confesor, donde aconseja a la dama el camino recto que debe seguir reconviniéndola de su ardorosa pasión, lo que nos remite a un antiguo y conocido tópico literario sobre el amante disfrazado de confesor que aparece en otras composiciones, como en el conocido romance de «El conde Claros en hábito de fraile».

El siguiente pliego, impreso en Barcelona por los Herederos de Juan Jolis, incluye al final una letrilla anónima cuyo estribillo corresponde a "fuego de dios en el querer bien", metáfora muy conocida desde antiguo y asociada al fuego amoroso. Título además de una comedia de Calderón de la Barca publicada por primera vez el año 1604 en un volumen misceláneo de comedias varias. También aparece recogida como letra anónima en la «Colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII» de Agustín Durán.





La confesión de la bella Celia (cambiado su nombre a Elisa en este caso) cierra el pliego dedicado a la «Relación del conde Alarcos en la que se refiere a la trágica muerte que dio a su mujer por casarse con la infanta», editado en este caso en Reus por Juan Bautista Vidal. Juan Bautista Vidal fue uno de los impresores de libros, publicaciones periódicas, pliegos de cordel, estampas y gozos más activos y conocidos en el último tercio del siglo XIX en la ciudad de Reus.



El mismo romance aparece también de igual manera como final del pliego dedicado a la Relación del conde Alarcos, pero en este caso editado más tempranamente en Murcia por Francisco Benedicto en 1772.

Francisco Benedicto, tipógrafo, mercader de libros y editor, castellanizó su original apellido italiano (Benedito) y tras una gran actividad como tipógrafo y librero abrió su taller de impresión en 1772 dedicándose a publicar folletos, libretos de comedias y pliegos de cordel. Establecido en Murcia, en el colofón de uno de sus pliegos editados dice:
"Se hallará en Murcia en casa de Francisco Benedito, vive en la Platería, donde se hallarán otras diferentes Historias, Relaciones, Estampas y Comedias".



Para acabar este recorrido por la confesión de la bella Celia reproduzco una lámina suelta donde se recoge su confesión y la respuesta del confesor, editada en Barcelona por la imprenta de Francisco Vallés.

Como curiosidad, copio parte de lo incluido en el librito de Ángel Millá: Libreros y bibliófilos barceloneses del siglo XIX, Gremio de Libreros de Barcelona, 1956:
[En la librería Vallés] se editaban y vendían «auques», romances, sainetes e historias de carácter popular. Se vendía también... «aigua de la Puda»! Por eso era frecuente ver en la tienda entre los compradores de la literatura que servía la casa, mujeres con garrafas y botellas que acudían a llenarlas de la acreditada «aigua de la Puda».
[...] En la librería Vallés, además, se vendían con frecuencia instrumentos musicales de segunda mano. En el año 1849 anunciaban los diarios que en ella estaban en venta una flauta de «cristal», con llaves y adornos de plata, un violín de Gagliani y otro de Amati.


©Antonio Lorenzo