viernes, 20 de marzo de 2020

El arcángel San Rafael, abogado contra la peste y custodio de la ciudad de Córdoba


He dedicado anteriormente varias entradas a los santos abogados y protectores contra la peste, tan frecuentes en épocas antiguas y ahora tan presentes, bajo otra forma, en los tiempos que corren.

La entrada de hoy tiene por protagonista a uno de los ángeles jerárquicamente más elevado en la estrafalaria jerarquía angélica de la corte celestial, como es el arcángel san Rafael. Este arcángel figura como uno de los siete acompañantes de Dios, aunque en la biblia solo se mencionan a tres: san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Los arcángeles son considerados como los asistentes o representantes más directos de Dios en la tierra y como sus elegidos mensajeros para cumplir misiones especiales. Pasemos por alto el comentar la excentricidad de estas jerarquías y atendamos al mundo de los pliegos, donde el arcángel san Rafael actuó como declarado protector de Córdoba ante las epidemias que se produjeron desde el siglo XVI.

La leyenda de San Rafael previa a su protectorado cordobés

Para contextualizar el papel desarrollado por el arcángel y comprender mejor los atributos que aparecen en su iconografía es necesario referirse al único libro donde se menciona a San Rafael Arcángel en varios capítulos, como es en el Libro de Tobías

A pesar de las discrepancias sobre si el Libro de Tobías formaba parte de lo que se podría considerar como texto canónico del Antiguo Testamento, fue finalmente admitido como tal desde el concilio de Roma en el 382 y ratificado en concilios posteriores, como el de Trento en 1546.

En dicho libro se lee que Rafael fue enviado por Yahvé para acompañar a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para cobrar una deuda que se le debía a su padre, y, a ser posible, conseguir para el joven una esposa humanitaria y piadosa.

Acompañado Tobías por Rafael, al que el joven creía que se trataba de un familiar de nombre Azarías, le sucedió lo siguiente: mientras se lavaba los pies en el río Tigris, un pez monstruoso salió del río con intención de devorarlo. El arcángel ordenó a Tobías que se abrazase al pez y lo sacase fuera del agua. Una vez muerto el pez, le ordenó que le sacase el corazón, la hiel y el hígado y lo guardase para hacer uso de ello a su tiempo. Ante la curiosidad de Tobías sobre el uso de las entrañas del pez, el arcángel le dijo que, quemando una parte del corazón, su humo servía para alejar todo género de demonios y que la hiel tenía la virtud de curar la ceguera.

Pieter Lastman - Tobías y el arcángel con el pez
Una vez llegados a la casa de un pariente para descansar y proseguir luego a cobrar la deuda adquirida, el arcángel le propuso que pidiera en matrimonio a la hija de su pariente, de nombre Sara. Esta Sara, vio morir a sus siete maridos la misma noche de bodas antes de consumar su matrimonio debido a que un demonio, de nombre Asmodeo, al estar enamorado de ella asesinó a sus siete maridos. Ante el temor de que a Tobías le sucediera lo mismo, el arcángel le dijo que el demonio no tenía potestad en los matrimonios que cumplieran sus santas ordenaciones, salvo en el caso de que se entregasen a la lujuria y a sus excesos, como el caballo y el mulo, que carecen de racionalidad. De modo que, al recibirla como esposa era preciso que contuviera sus deseos durante tres noches y emplearlos en oración. Siguiendo las instrucciones de Rafael, en la primera noche tendría que quemar un pedazo del corazón del pez sobre unas brasas encendidas y de ese modo el demonio sería ahuyentado quedando a salvo de todos los males.

Jan Havicksz Steen - El matrimonio de Tobías y Sarah (1660)
A su regreso, Tobías untó con la hiel del pez los ojos de su padre, quien se quedó ciego al caer sobre sus ojos los excrementos de un nido de golondrinas mientras descansaba tras haber enterrado a unos cadáveres. El tratamiento con la hiel le hizo recobrar la visión al instante. Tras todo ello, sin saber que Rafael, el peregrino acompañante de Tobías, era un ángel enviado por Dios, este se dio a conocer y, como en los finales de los cuentos, reinó la alegría en la casa de Tobías.

En fin... el libro de Tobías, incluido en el Antiguo Testamento, se considera como una ficción poética a modo de relato novelado, fábula o cuento, que contiene enseñanzas erróneas que rayan en la superstición, como la de que el hígado de un pez, quemado sobre un brasero, ahuyenta los malos espíritus o el que el hecho de dar limosnas libra de la muerte y purifica todo pecado al margen de lo que enseñan las Sagradas Escrituras sobre que el medio para alcanzar la salvación se reduce a Cristo.

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Antes de pasar a reproducir los pliegos de cordel donde se reivindica al arcángel san Rafael como protector ante la peste y custodio de Córdoba, creo interesante realizar un mínimo recorrido ilustrativo para recrearnos visualmente con algunos grabados basados en el Libro de Tobías.




Filippino Lippi - Tobías y el ángel (detalle)
Andrea del Verrocchio - Tobías y el ángel
 Bernardo Strozzi - Curación de la ceguera de Tobías con las entrañas del pez

San Rafael, custodio de Córdoba

Descrita de forma sucinta la mención al arcángel en el Libro de Tobías, la leyenda sobre la que descansa la proclamación de San Rafael como custodio de la ciudad de Córdoba es más o menos como sigue.

A consecuencia de una peste que asoló a la población en el siglo XVI, el arcángel se le apareció varias veces al padre Andrés Roelas revelándole que salvaría a la ciudad y la protegería.

Aparición al padre Roelas ( Juan Bernabé)
El sacerdote pensó en un principio que se trataba de alucinaciones. Pero, en la madrugada del 7 de mayo de 1578, se produjo una quinta aparición en la que Rafael le dijo al sacerdote que era el ángel Rafael, a quien Dios tenía puesto por guarda de la ciudad y diciéndole: «Yo te juro, por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad».

 Al poco tiempo de esta aparición, no se produjeron más muertes a causa de la epidemia de peste en Córdoba.

También por las revelaciones del arcángel Rafael al padre Roelas se encontraron los huesos de los santos mártires cordobeses en la iglesia de San Pedro.

Nueve años después, el padre Roelas fallecía en Córdoba, pero tuvieron que pasar veinticinco años tras su fallecimiento para que las revelaciones de San Rafael al sacerdote pudiesen ser leídas por todos, dado que fue un hombre muy prudente y discreto con este tema.

Desde entonces, la devoción a San Rafael se ha mantenido hasta la actualidad considerándolo como el patrón de la ciudad, aunque en realidad ha oscurecido a los auténticos patrones, como son los santos mártires san Acisclo y santa Victoria.

La devoción popular hacia el arcángel se generaliza a raíz de la aprobación de iglesia local el año 1602 aprobando las revelaciones del arcángel al padre Roelas. Convertido el arcángel en el referente devocional de los cordobeses, su imagen se potenciará en esculturas, pinturas, retablos y estampas como símbolo significativo de su protectorado.

Su fiesta se celebra el 24 de octubre, aunque la festividad de los santos arcángeles se celebren conjuntamente el día 29 de septiembre. Sin embargo, según la tradición, se concedió a Córdoba el privilegio de mantener su festividad el 24 de octubre en atención a la gran devoción que inspiraba el custodio. Es, junto a la dedicada a Nuestra Señora de la Fuensanta, las dos fiestas locales más importantes y representativas de la ciudad.

Es tradicional que el día de san Rafael los cordobeses acudan al campo en masa para degustar los conocidos como «peroles» y acudir a la iglesia del Juramento de San Rafael para contemplar la imagen de su custodio.

San Rafael en la literatura popular impresa





La peste de fiebre amarilla de 1804

El 4 de septiembre de 1804 se detectó el foco de una infección que en apenas dos meses y medio acabó con la vida de un número importante de cordobeses.

Dicha infección, catalogada como fiebre amarilla por los signos de palidez amarillenta que suele producir, parece ser, según algunos estudiosos, que su origen vino de los puertos de Cádiz y Málaga donde atracaban los barcos con cargamentos que venían de América. La concentración de la población y la presencia de mosquitos transmisores extendieron la enfermedad. Muchas de las larvas de los insectos se mantenían en las orzas donde se guardaban los alimentos o se rellenaban con agua sin la debida higiene. En 1803 un primer brote se desarrolló en Málaga extendiéndose rápidamente tanto por la ciudad de Córdoba como en otros importantes municipios de la provincia.

El desconocimiento del mecanismo de transmisión fue determinante en la propagación de la enfermedad, ya que hasta los inicios del siglo XX no se sabía con exactitud cómo se transmitía.

Reproduzco unas invocaciones al arcángel para que interviniera ante Dios para salvar a la población.





El final de la peste que padeció Córdoba el año 1804 dio lugar a que el año siguiente se exhortase al pueblo a dar las gracias al custodio por haber logrado detener el contagio, tal y como se recoge en un folleto de 32 páginas impreso por la popular imprenta de Rafael Rodríguez, del que reproduzco la primera y última página.































Iconografía del arcángel San Rafael

Habitualmente suele representarse a San Rafael vestido de peregrino, con bastón y con un pez, que rememora el pasaje bíblico del Libro de Tobías.

Tanto el bastón como el pez son elementos comunes para todas las imágenes de San Rafael del mundo. Sin embargo, en el caso de Córdoba hay diferencias significativas. En esta ciudad lleva, aparte del citado bastón y el pez, una especie de cartela con el Juramento al Padre Roelas, unas veces en las manos y otras en los pies. Este detalle recuerda cuando el 7 de mayo de 1578 se le apareció el arcángel jurándole que sería el guardián y custodio de la ciudad, iniciándose así su culto.

También hay ejemplos en los que aparece junto a los Santos Mártires de Córdoba, San Acisclo y Santa Victoria, como en el caso de la fachada del Juramento, donde San Rafael está con ellos, aunque esto no es imprescindible.




Iglesia del Juramento de San Rafael en Córdoba

Imagen del altar callejero antiguo y reciente dedicado a San Rafael en la ciudad de Córdoba

©Antonio Lorenzo


domingo, 15 de marzo de 2020

Santa Rosalía, abogada contra la peste


Nunca es tarde para invocar protección ante una epidemia, ya sea a través de los santos o en la confianza, si es que la tenemos, en los dirigentes y representantes políticos. A lo largo de los siglos esta segunda posibilidad no se ha contemplado y la gran mayoría de la población y de los posibles afectados han depositado su fe y confianza en lo que la influyente iglesia ha ido paulatinamente construyendo y perfilando a lo largo el tiempo.

Santos abogados contra la peste hay muchos, entre otros: san Hipólito, san Sebastián, san Andrés o san Nicolás de Tolentino, aunque el más conocido sea san Roque, al que dediqué una entrada hace tiempo y que puede consultarse a través del siguiente enlace, al igual que a san Caralampio, otro de los abogados protectores, aunque menos representativo.


La leyenda

El culto a santa Rosalía fue promovido en todo mundo por los Benedictinos porque al invocarla se obtenía protección contra enfermedades infecciosas como la peste o se recibía auxilio en momentos difíciles.

Según la tradición, fue una mujer que vivió en soledad, pobreza y penitencia; asimismo se le atribuyen numerosos milagros, especialmente la extinción de la peste cuando asoló la isla de Sicilia.

Rosalía fue educada en la corte, y por su belleza y bondad se convirtió en dama de honor de la reina Margarita de Navarra, esposa del rey Guillermo II. Pero siendo joven dejó su hogar y el palacio real para dedicar su vida a la oración y las mortificaciones, ocultándose en el monasterio basiliano de Santo Salvador en Palermo.

Como sus padres y un hombre al que la habían prometido querían disuadirla, huyó a una cueva cerca de Bivona (Sicilia) y más tarde a otra ubicada en el Monte Peregrino, cerca de Palermo, en el cual murió y fue enterrada.

Sus restos fueron descubiertos y llevados a la Catedral de Palermo en 1624. Se probó la ¿autenticidad? de sus reliquias un año después y por ello el Papa Urbano VIII incluyó su nombre en la lista del Martirologio Romano para el 4 de septiembre.

Culto

Según los datos de Louis Réau: Iconografía de los santos (original francés de 1957), ed. del Serbal, Barcelona, 1997, Tomo III, pág. 155:
Olvidada en la Edad Media, santa Rosalía consiguió la popularidad en los tiempos de la Contrarreforma, es un ejemplo típico de «culto con retardo».
Sus huesos, que fueron encontrados por un cazador en 1624, se trasladaron a la catedral de Palermo donde se los depositó en un sarcófago de plata. Dichas reliquias habrían puesto rápido fin a una epidemia de peste que devastaba a la población palermitana.
Los jesuitas introdujeron en Roma, en 1627, el culto de la «Vergine Palermitana», rival de santa Águeda de Catania, a quien un hagiógrafo siciliano comparó con Judith, que se impuso a Holofernes, es decir, a la «peste». Luego, la orden de los jesuitas difundió el culto en Francia, después de haber transportado a París, a la iglesia de Saint Louis, una de sus reliquias. La Compañía de Jesús también implantó el culto en los Países Bajos católicos.
Patrona de Palermo, Nápoles y Niza, santa Rosa de Palermo era invocada sobre todo contra la «peste» y los «seísmos».
Literatura popular impresa

Reproduzco, en primer lugar, un pliego editado en Madrid por José María Marés en 1868 que contiene dos partes.









Incluyo también la primera parte de otro pliego dedicado a la azarosa vida de santa Rosalía conservado en el Fondo Hazañas de la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Sevilla. Como curiosidad, la ilustración de su portada se encuentra coloreada y nos ofrece la imagen de una Rosalía portando un ramo de flores, con un hábito en verde y un manto rojo. 

Como figura en el colofón, el pliego está editado en Sevilla el año 1816, cincuenta y dos años antes del editado por Marés en Madrid y reproducido anteriormente.



Añado unos gozos a santa Rosalía venerada en el municipio de Cheste (Valencia).


Iconografía

La iconografía suele representar a la santa llevando una corona de rosas blancas en la cabeza y en conmemoración de su penitencia un crucifijo. También se la suele representar junto a una calavera, símbolo del ascetismo y posteriormente también como símbolo de la peste.

Añado unos grabados antiguos y lo completo con uno de los varios cuadros dedicados a santa Rosalía pintados por Anthony van Dyck. El pintor flamenco Van Dyck (1599-1641) se encontraba en Palermo invitado por el virrey de Sicilia Manuel Filiberto de Saboya (1588-1624), nieto de Felipe II, sobrino de Felipe III y primo hermano del monarca reinante, Felipe IV. La estancia del pintor duró más de lo esperado, pues en agosto de 1624, y una vez finalizados los encargos que había venido a realizar, se declaró una terrible peste que diezmó a la población y acabó, entre otros, con la vida del propio virrey. La isla fue declarada en cuarentena.

Cuenta la leyenda que, durante la epidemia, la mismísima Rosalía se le apareció a un hombre al que dio instrucciones para buscar la cueva donde habitó en el siglo XII en el monte Pellegrino y encontrara sus restos. Encontrados sus huesos por el elegido se llevaron en procesión por la ciudad. Poco tiempo después remitió la plaga y santa Rosalía fue proclamada patrona de la ciudad.




 Anthony van Dyck - Saint Rosalie
©Antonio Lorenzo

lunes, 9 de marzo de 2020

Los trabajadores de tejidos y su lucha obrera (1855)


La industria textil constituyó un importante modelo industrial durante el siglo XIX. La transformación del sector, preferentemente en Cataluña, dio lugar a un periodo convulso de cara a las reivindicaciones laborales de sus trabajadores y a la organización del trabajo.

Con la llegada de las llamadas «selfactinas» (palabra derivada del inglés, self-acting mules), consistentes en máquinas de hilar movidas por la fuerza del vapor, se mecanizaba una parte importante del trabajo de hilado donde la fuerza física dejaba de ser necesaria. Esta innovación tecnológica, inventada en el año 1824 por Richard Roberts y patentada en 1825, permitió dar un impulso definitivo a la mecanización de las hilaturas logrando multiplicar la capacidad de producción de hilado. Los industriales intentaron sustituir a los hiladores varones por mujeres, cuyos salarios mucho más bajos les permitían reducir costes. El nacimiento y auge de los sindicatos y asociaciones trataron de defender los intereses de los trabajadores varones frente a la más barata mano de obra de mujeres y niños.

La implantación de los hilados mecanizados originó en Barcelona, durante el mes de julio de 1854, el conocido como conflicto de las selfactinas. Algunas fábricas fueron incendiadas y hubo obreros que trataron de destruir la nueva maquinaria, tal como sucedió anteriormente en Inglaterra con los llamados «luditas» (nombre tomado de un supuesto aprendiz llamado Nedd Ludd que nunca existió). La introducción de la nueva maquinaria en el sector textil originó y aceleró en Inglaterra a comienzos del siglo XIX una fuerte crisis económica. Las revueltas en Inglaterra y la destrucción de la maquinaria por los luditas fueron copiadas en Cataluña años más tarde.

La mecanización del trabajo textil y las importaciones de materias primas desde Inglaterra, a través principalmente del puerto de Barcelona, provocaron cambios profundos en el sector.


El triunfo de la revolución de 1854 (conocida también como la Vicalvarada), tras el pronunciamiento del general O'Donnell, dio paso al llamado Bienio Progresista (1854-1856) bajo la presidencia del general Espartero. Contó primeramente con el apoyo popular de los obreros textiles que se habían movilizado contra el maquinismo recién importado y que condicionaba sus puestos de trabajo.
Las asociaciones obreras proliferaron, fundamentalmente en Cataluña, constituyendo una Junta Central para las reivindicaciones de sus derechos. El entonces gobernador civil de Barcelona, Cirilo Franquet Bertrán, dictó una serie de normativas (incluyendo las tarifas a aplicar) junto a otras disposiciones dictadas el 30 de abril de 1855, que en un principio fueron bien acogidas por los trabajadores del textil. Estas disposiciones se publicaron en el diario de Barcelona el 1 de mayo de 1855, como adjunto a continuación.

El pliego reproducido ha de entenderse como un éxito provisional de las reivindicaciones obreras del sector textil catalán al aceptarse la fijación de las tarifas de su producción, algo que lamentablemente duraría muy pocas fechas.

Como puede observarse, y en clara relación con el contenido del pliego, el punto dos de las disposiciones del gobierno civil recoge que:
«El precio de la mano de obra y las horas de duración del trabajo serán convencionales entre fabricantes y operarios y con arreglo a las tarifas de precios regulares establecidas o que se establecieren de común acuerdo, autorizándose estas solo para la fabricación de tejidos y para los talleres donde se reunieren más de cien operarios».


El pliego

Editado en Barcelona el año 1855 por la imprenta de Bosch y Compañía.





Si en un primer momento las disposiciones del gobierno civil dictadas el 30 de abril se consideraron como un cierto éxito, aunque cayera en el olvido apenas dos meses después, la complejidad de factores políticos y laborales hizo que significara un mero paréntesis en la lucha obrera. El día 2 de julio de 1855 se inició una huelga general, considerada como la primera huelga general de la historia de España en pleno reinado de Isabel II). Múltiples factores se entrecruzaron para fundamentar dicha huelga, entre otros, el achacar a las sociedades obreras una supuesta connivencia con las partidas carlistas que actuaban en el norte de Cataluña, pretexto poco creíble y usado con fines propagandísticos para avalar la dura represión. La huelga general supuso una gran movilización de los obreros para reivindicar el libre asociacionismo y las mejoras de sus condiciones de trabajo con el lema «asociación o muerte».


Los provisionales logros del sector textil donde se fijaron las tarifas, según recoge el pliego, apenas duraron dos meses. El desencadenante vino de la mano del nuevo capitán general de Cataluña, Juan Zapatero Navas, personaje cruel y arbitrario, quien inició una política de represión e intolerancia contra las reivindicaciones obreras. Tras declarar ilegales a las asociaciones y mutualidades de los trabajadores, procedió a la detención de líderes obreros. El día 6 de junio se ordenó en un juicio sin garantías la ejecución del líder obrero Josep Barceló, representante de la asociación de hiladores, acusado de instigador y ejecutor de un asesinato. Ello convirtió su figura en mártir de la clase obrera catalana y fue la mecha para la declaración de la huelga general proclamada el día 2 de julio y secundada por los distintos sectores de la industria.

En este contexto es donde hay que situar el pliego.

©Antonio Lorenzo