Mucho se ha
escrito sobre el origen de La Petenera,
de lo que apunto algunas hipótesis aceptadas de forma
desigual.
Una de ellas es la que sostiene su ascendencia
semita y presupone su conocimiento por las comunidades sefardíes antes de su expulsión
en 1492 y que han sabido conservar fielmente durante tantos siglos. La teoría
es, a mi modo de ver, peregrina –al margen de posibles similitudes, pues todo
lo parecido se parece– puesto que no tiene en cuenta que el contacto con la
península nunca dejó de producirse, sobre todo con las comunidades del norte de
Marruecos, como resulta meridianamente claro a poco que se sepa algo, por citar
un solo ejemplo, de las analogías y paralelismos entre el Romancero conservado
en sus comunidades y el peninsular.
Otro
supuesto de gran raigambre entre los flamencólogos 'ortodoxos' y que se ha venido
repitiendo reiteradamente consiste en dar crédito a que su origen (y creación)
se debió a una gitana llamada Dolores, cantaora y bailaora del pueblo gaditano
de Paterna de la Ribera, que dio origen al estilo adoptando el gentilicio que por
corrupción fonética se convirtió en petenera (paternera-petenera). Tal ha sido
el éxito de esta teoría, que se podría calificar como de apropiación mítica, y
ha dado lugar a que en dicha localidad se le haya erigido una estatua con soterrados
fines e intereses comerciales, tanto de atracción turística o como elemento
catalizador de festivales y concursos nacionales de peteneras.
Lo cierto es
que los romances (llamados 'corridos' o 'corridas' por los flamencos) están en
el germen de algunos estilos flamencos, como es el caso que nos ocupa. A raíz
de escuchar la interpretación de José Reyes 'El negro del Puerto', de innegable
y acreditada tradición romancística, del romance conocido como ‘Monja contra su
gusto’ o ‘Monja por fuerza’, se aprecia claramente que la melodía que sirve de
soporte al romance es un reconocible ejemplo de petenera. No se puede obviar, de este modo, la más que posible
influencia inicial del Romancero en la incorporación de esta melodía de
procedencia folklórica que fue desarrollándose a lo largo del tiempo.
Otra hipótesis
apunta al origen cubano de la melodía de la petenera, bien atendiendo a su
estructura rítmica o a determinadas coplas asociadas a la marinería, como:
En la Habana nací yo
debajo de una palmera;
allí me echaron al agua
cantando la petenera.
Tampoco
faltan hipótesis como las que sitúan el origen de la petenera en la comarca de
Petén (cuyos habitantes son llamados peteneros) al norte de Guatemala y al sur
del Yucatán bajo la forma musical de son jarocho veracruzano. Teoría inverosímil
en cuanto a procedencia, pues aunque fonéticamente pueda tener alguna
consideración, desde el punto de vista geográfico entre Petén y Veracruz, que
es el puerto base de intercambio con la península, hay más de mil kilómetros.
De la
petenera se conocen distintas variantes atendiendo a sus recreadores (se habla
de petenera chica o grande o corta y larga), aunque actualmente la más
arraigada es la que consolidó Pastora Pavón, 'La Niña de los Peines' en su grabación fonográfica de 1910 y que se ha
convertido en la forma canónica de un estilo de cante más pausado, melancólico
y dramático.
La petenera
es también un baile y tanto su versión cantada como la danzada están
impregnadas de un elemento supersticioso (como ocurre con el canto de boda
gitano de la alboreá) que dicen ocasiona mal fario o trae mala suerte a quien
la interpreta, derivada seguramente de alguna de sus coplas más conocidas.
Quien te puso Petenera
no te pudo poner nombre,
que debía de haberte puesto
la perdición de los hombres.
La Petenera malhaya
y quién la trajo a esta tierra,
que la Petenera es causa
de que los hombres se pierdan.
Hasta el
genial Federico no pudo sustraerse a esta leyenda reflejándola en su poema 'Muerte de la Petenera':
En la casa blanca, muere
la perdición de los hombres.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Bajo las estremecidas
estrellas de los velones,
su falda de moaré tiembla
entre sus muslos de cobre.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Largas sombras afiladas
vienen del turbio horizonte,
y el bordón de una guitarra
se rompe.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Influencias americanas
La bahía de Cádiz
ha sido durante siglos la puerta de
entrada de músicas y danzas provenientes de América. La apropiación de esos
estilos que venían de Cuba y de México principalmente constituyen el germen de ciertos
estilos preflamencos que fueron desarrollándose hasta alcanzar en su dilatado proceso
su consolidación como los estilos que ahora conocemos.
La
importancia del medio marítimo para el intercambio comercial, cultural y sobretodo humano entre ambas orillas resulta decisivo
para la confluencia de este ininterrumpido diálogo musical en un proceso de
asimilación y adaptación estética. Las compañías artísticas que cruzaban el
atlántico presentaban sus cantos y bailes como novedades, lo que favorecía su
asimilación en cada orilla como algo propio.
La petenera,
en suma, es una pieza musical que parece provenir de México formando parte del
complejo genérico del ‘son’ y que se interpreta en diferentes zonas del país
con características propias. Así, se distinguen la petenera huasteca, la petenera
jarocha de la región de Veracruz, la petenera
istmeña en el estado de Oaxaca, etc., aunque todas ellas mantienen entre
sí vínculos estructurales.
La petenera
ha ido adquiriendo con el paso del tiempo una entidad propia. Musicalmente
hablando, está en tono menor y su patrón rítmico es de amalgama al combinar una
métrica de 6x8 + 3x4 siendo su estrofa generalmente una cuarteta octosilábica a
la que se añaden versos o repeticiones de enlace como ‘niña o madre de mi
corazón’.
Publico un
pliego de cordel, impreso en Sevilla, sin año, donde se alude expresamente a
las coplas de peteneras, aunque por el carácter amoroso y alambicado de su
texto se aleja bastante del dramatismo que suele acompañar a este estilo
musical.
Más en línea
con el carácter de la petenera es este otro pliego, del que publico la portada,
donde comienza:
Sr. Alcalde mayor
yo soy una americana
que canto las peteneras,
niña de mi corazón,
que canto las peteneras,
al estilo de la Habana.
Otros testimonios
El escritor y
político mexicano Guillermo Prieto (1818-1897), recogió en sus suculentas
memorias de los años 1828 a 1840 unas interesantes observaciones sobre los
bailes que él conoció y presenció. Extraigo de ellas lo que escribió sobre la
petenera 'que llegaba perfumada con las brisas de Veracruz' junto a otros
bailes populares. Es curioso observar cómo a mediados del siglo XIX existía aún
la idea del origen español de la petenera cuando convivían y se entrecruzaban las
peteneras gaditanas con esos sones que nos llegaban de México pero asociándola
a los marineritos que la cantan en la mar.
Estas
memorias son interesantes ya que ofrecen numerosos datos sobre determinados bailes
y danzas que resultan de interés y sugieren muchos comentarios pero que nos
alejaría de los propósitos meramente divulgativos de este blog.
Por su
importancia, no quisiera dejar de mencionar los comentarios incluidos en una
obra clave y de referencia en la recolección del Romancero peninsular, como es «Poesía popular: colección de los viejos
romances que se cantan por los asturianos en la danza prima, esfoyazas y
filandones» / recogidos directamente de boca del pueblo, anotados y precedidos
de un prólogo por Juan Menéndez Pidal, publicada en 1885, donde haciéndose
eco de las ideas nacionalistas que imperaban en la época el colector se lamenta
por el deterioro y olvido de las danzas tradicionales autóctonas ante los
modernos ritmos que llegaban de fuera, como la ‘tropical petenera’ atendiendo y
admitiendo, ahora sí, su origen foráneo 'cual débil flor trasplantada'.
Basten estos
dos escogidos ejemplos, que podrían fácilmente multiplicarse, para dar cuenta
de la expansión de este estilo musical, no sólo en Andalucía sino también en
zonas alejadas de la península.
Incorporación de la petenera
La petenera
fue ganando en aceptación y retomada por compositores cultos como Albéniz,
Turina, Sarasate, etc., quienes la incluyeron en sus composiciones y al parecer
con gran éxito.
Tampoco fue
ajena como inspiradora de novelas, como esta, de la que reproduzco la portada, de Mariano Tomás, editada en 1927.
O
inspiradora de un drama lírico flamenco en tres actos, según se desprende del
cartel anunciador que adjunto, o incluso de películas como la dirigida por José López
Rubio con guión de Rafael de León estrenada en 1941.
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Bailando peteneras en el lugar conocido por 'Ilo-Ilo' (Torrevieja, 1897) |
Y hasta
utilizada como reclamo publicitario de un vino amontillado de Jerez.
Antonio Lorenzo