Mural con la vida de María Egipciaca en el Monasterio de San Salvador de Oña (Burgos) |
Si en la entrada anterior comentaba la reescritura y adaptación de la vida de santa María Egipciaca en las comedias del Siglo de Oro y en las 'relaciones de comedia' recogida en los pliegos de cordel, me propongo dar una 'vuelta de tuerca' más sobre su repercusión en un curioso pliego.
El pliego en cuestión recoge, a grandes rasgos, los conocidos motivos de la leyenda de la Egipciaca, pero los sitúa, nada menos, que en plena Sierra Morena. Pero antes de dar paso al pliego quiero contextualizarlo y ofrecer algunos datos que considero de interés.
El escenario donde transcurre la acción se sitúa en la 'Montaña de los Ángeles', lugar de retiro conventual de los religiosos Franciscos. Pues bien, dicho convento tiene una larga y sorprendente historia, desde su fundación en el 1490, hasta el estado ruinoso y de abandono en que se encuentra en la actualidad, tras la crisis sufrida a causa de la desamortización eclesiástica de Mendizábal en el siglo XIX (1835-1836) y por las actuaciones de sus posteriores propietarios.
El escenario donde transcurre la acción se sitúa en la 'Montaña de los Ángeles', lugar de retiro conventual de los religiosos Franciscos. Pues bien, dicho convento tiene una larga y sorprendente historia, desde su fundación en el 1490, hasta el estado ruinoso y de abandono en que se encuentra en la actualidad, tras la crisis sufrida a causa de la desamortización eclesiástica de Mendizábal en el siglo XIX (1835-1836) y por las actuaciones de sus posteriores propietarios.
Ubicado en la parte occidental sobre una de las muchas montañas del Parque Natural de la sierra cordobesa de Hornachuelos, formando parte del macizo de Sierra Morena, los restos del que fuera Convento de los Ángeles se asoman al precipicio formado por el río Bembézar, afluente del Guadalquivir. La historia del que fuera ilustre convento, junto a su leyenda, atrae en la actualidad a excursionistas ávidos de encontrar entre sus ruinosos muros sucesos y elementos paranormales que satisfagan su curiosidad. Hasta un célebre programa radiofónico y televisivo se trasladó a dicho convento para pasar una noche recopilando insólitos fenómenos y extrañas presencias inexplicables.
De la construcción original del edificio no se conserva nada, ya que sufrió tres incendios (1498, 1543 y 1665). Durante el siglo XVIII se reconstruyó la iglesia (según reza en la inscripción grabada en 1763) y tras la desamortización de Mendizábal el estado lo vendió, junto con la huerta, a Agustín Díaz y Armero en 1845, quien a su vez lo vendió a los marqueses de Peñaflor en 1884. Estos últimos lo emplearon como residencia de verano, quinta de recreo y pabellón de caza. La marquesa viuda de Peñaflor donó en 1955 el edificio de su propiedad al obispado de Córdoba para que fuera dedicado a seminario. El seminario se abrió, en efecto, en 1957 realizándose diversas ampliaciones. Tras el traslado en 1971 de los seminaristas al seminario de san Pelagio en la ciudad de Córdoba, el edificio quedó abandonado desde entonces hasta la actualidad.
De la construcción original del edificio no se conserva nada, ya que sufrió tres incendios (1498, 1543 y 1665). Durante el siglo XVIII se reconstruyó la iglesia (según reza en la inscripción grabada en 1763) y tras la desamortización de Mendizábal el estado lo vendió, junto con la huerta, a Agustín Díaz y Armero en 1845, quien a su vez lo vendió a los marqueses de Peñaflor en 1884. Estos últimos lo emplearon como residencia de verano, quinta de recreo y pabellón de caza. La marquesa viuda de Peñaflor donó en 1955 el edificio de su propiedad al obispado de Córdoba para que fuera dedicado a seminario. El seminario se abrió, en efecto, en 1957 realizándose diversas ampliaciones. Tras el traslado en 1971 de los seminaristas al seminario de san Pelagio en la ciudad de Córdoba, el edificio quedó abandonado desde entonces hasta la actualidad.
Para situar convenientemente la historia de la mujer pecadora que habitó estos lugares, creo necesario repasar sus antecedentes. Para ello, me declaro deudor de la magnífica y documentada investigación recogida en el libro La Montaña de los Ángeles. Monografía histórico-crítica, libro que publicó Alejandro Guichot y Sierra (1859-1941) en Sevilla en 1896. Al ilustre folklorista y etnógrafo sevillano le debemos también el mejor intento en su época de sistematizar los estudios folklóricos en su Noticia histórica del folklore (1922).
Desarrollo de la leyenda de la mujer penitente
El patrón-modelo de la leyenda de la mujer penitente se forja en el siglo XVI por los propios frailes franciscanos con el fin de de dar notoriedad al convento. Hagamos un ligero repaso de las noticias recogidas en diferentes momentos:
1. El primer documento donde se recoge la leyenda se lo debemos al P. Francisco Gonzaga, general de la Orden. Roma, 1587, quien en su Historia generalis ordinis Seraphicoe Reguloe Franciscanoe, describe el encuentro del sacerdote Assilles con la penitente desnuda.
2. Un segundo documento es el Memorial de las cosas
que le tocan á el santissimo y religiossissimo Convento de Ntra. Sra. de los Ángeles, etc. (1646). En este Memorial anónimo y manuscrito del convento (estudiado y consultado por Guichot) se detalla
la vida de algunos de los religiosos y se añaden datos de la penitente que no figuraban en lo consignado por Gonzaga:
3. Fr. Andrés de Guadalupe, en su Historia de la Santa Provincia de los Ángeles, Madrid, 1662, recoge noticias desde la fundación del convento en el 1490 hasta el año 1660. Es esta la fuente más conocida y sobre la que han girado las diversas adaptaciones de la pecadora arrepentida.
Hagamos un sucinto desarrollo de la historia: Guadalupe escribe que la penitente ocultó su nombre y edad con el fin de mantener su anonimato. Dice que debió nacer el año 1465, que se crió sin madre y que tuvo una niñez regalada. Con los años se entregó a devaneos y liviandades rodeada de amantes y regalos. Cuando contaba unos treinta años de edad, cundió la noticia de la visita de los Reyes Católicos al santuario (año de 1494). Aprovechó la ocasión y se unió a los expedicionarios visitando el convento, lo que le produjo honda impresión. Tocada con la gracia divina, determinó recuperar la virtud. Postrada ante un crucifijo oyó una voz celestial que le dijo que hallaría en la soledad el remedio que buscaba. Pidió auxilio espiritual a uno de los religiosos, hizo confesión general, quedó confortada y emprendió el regreso a la ciudad.
Transcurrido un año y aprovechando la oscuridad de la noche (estamos ya en 1495), tomó el camino de la montaña con un crucifijo de bronce. En la entrada a los valles cambió sus vestidos con el de una mujer que lavaba en el río, internándose en la montaña donde nadie la viera, hasta que encontró una cueva en la que dio principio a su vida penitente. Venciendo toda clase de dificultades se mantuvo durante diez largos años. Ya en su cuarentena fue cuando se produjo el encuentro con el Padre Siles, quien le dejó su manto para cubrir su desnudez y la confortó espiritualmente administrándole la comunión.
Todo esto es lo que se encuentra pormenorizadamente descrito en la obra del padre Guadalupe. Obviamente, se trata de la adaptación de la leyenda de la vida de santa María Egipciaca inserta en un escenario proclive a aumentar el prestigio del Convento de los Ángeles. Tanto las fechas como la visita de los Reyes Católicos son pura invención, al igual que las contradictorias escenas recogidas en los otros escritos, como su enterramiento y su encuentro con el religioso resultan claramente fabulosas.
Guadalupe describe también, y este dato resulta fundamental para el mantenimiento del prestigio del convento de Ntra. Sra. de los Ángeles, que la Reina Católica, por el singular amor que tenía a Juan de la Puebla, quien fuera fundador del convento, decidió otorgar al monasterio una serie de privilegios recogidos en una cédula real dada en Sevilla el 28 de marzo de 1494. En ella se dice:
La cédula recoge también la prohibición de la presencia de ganado en esos montes: 'nunca ande algún ganado vacuno, cabruno, ni otro alguno'. Se prohíbe también pescar en el río en todo tiempo bajo pena de 'veinte mil marauedis', así como la prohibición de talar o cortar árboles en dicho monte y términos.
La falsedad del documento ha sido demostrada por Guichot, puesto que los Reyes Católicos, en la fecha que figura en la cédula de donación que dieron en Sevilla estaban en Medina del Campo y no pisaron Andalucía en todo el año 1494. Tampoco queda constancia de ella, pues el padre Guadalupe se ampara en los incendios del convento (el primero en 1498) para que no quedase constancia ni rastro de los privilegios otorgados y diese por buena la copia inventada y refundida por los frailes antes de la visita que realizó Felipe II en 1570, donde ratificó la cédula en su buena fe y dio por buenas las mercedes anteriores. Tan complacido salió de la visita que los panegiristas dicen que el monarca se expresó diciendo que 'el monasterio de Montserrat era la caja y el de Los Ángeles la perla'. Los acuerdos fueron de nuevo ratificados y corroborados posteriormente por Felipe IV en 1638.
Otros documentos que recogen la historia de la mujer penitente basados en su mayor parte en los escritos anteriores son:
4. Fernando Pedrique del Monte: La Montaña de los Ángeles, Córdoba, 1674. Incluye 'una loa de la soledad y un coloquio de la muger famosa'. Guichot no llegó a conocer esta impresión, pues la sitúa a comienzos del siglo XIX en lo que ya serían posteriores reediciones de la obra.
Hagamos un sucinto desarrollo de la historia: Guadalupe escribe que la penitente ocultó su nombre y edad con el fin de mantener su anonimato. Dice que debió nacer el año 1465, que se crió sin madre y que tuvo una niñez regalada. Con los años se entregó a devaneos y liviandades rodeada de amantes y regalos. Cuando contaba unos treinta años de edad, cundió la noticia de la visita de los Reyes Católicos al santuario (año de 1494). Aprovechó la ocasión y se unió a los expedicionarios visitando el convento, lo que le produjo honda impresión. Tocada con la gracia divina, determinó recuperar la virtud. Postrada ante un crucifijo oyó una voz celestial que le dijo que hallaría en la soledad el remedio que buscaba. Pidió auxilio espiritual a uno de los religiosos, hizo confesión general, quedó confortada y emprendió el regreso a la ciudad.
Transcurrido un año y aprovechando la oscuridad de la noche (estamos ya en 1495), tomó el camino de la montaña con un crucifijo de bronce. En la entrada a los valles cambió sus vestidos con el de una mujer que lavaba en el río, internándose en la montaña donde nadie la viera, hasta que encontró una cueva en la que dio principio a su vida penitente. Venciendo toda clase de dificultades se mantuvo durante diez largos años. Ya en su cuarentena fue cuando se produjo el encuentro con el Padre Siles, quien le dejó su manto para cubrir su desnudez y la confortó espiritualmente administrándole la comunión.
Tras cuatro años de encuentros furtivos y con la ayuda de otros dos religiosos a quienes el padre Siles les contó la historia haciéndoles partícipes de su secreto, a la penitente le sobrevino una enfermedad (estamos ya en 1509) lo que le impidió salir de la cueva. Tras administrarle el viático, una voz divina anunció al día siguiente su tránsito al cielo.
Contada la historia de la pecadora, que era ignorada hasta entonces por la Comunidad, los religiosos se dirigieron a la cueva y recogieron su cuerpo. En su regreso al convento, acompañándose de cánticos, tocó la campana sola, lo que interpretaron como una manifestación religiosa, y procedieron a enterrar su cuerpo, envuelto en el manto del Padre Siles, en la cavidad de una roca, quedando el crucifijo como testigo y símbolo de tan extraordinaria historia de la mujer penitente que habitó en la montaña durante 14 años, falleciendo en 1509 a los 44 años de edad.
Todo esto es lo que se encuentra pormenorizadamente descrito en la obra del padre Guadalupe. Obviamente, se trata de la adaptación de la leyenda de la vida de santa María Egipciaca inserta en un escenario proclive a aumentar el prestigio del Convento de los Ángeles. Tanto las fechas como la visita de los Reyes Católicos son pura invención, al igual que las contradictorias escenas recogidas en los otros escritos, como su enterramiento y su encuentro con el religioso resultan claramente fabulosas.
Guadalupe describe también, y este dato resulta fundamental para el mantenimiento del prestigio del convento de Ntra. Sra. de los Ángeles, que la Reina Católica, por el singular amor que tenía a Juan de la Puebla, quien fuera fundador del convento, decidió otorgar al monasterio una serie de privilegios recogidos en una cédula real dada en Sevilla el 28 de marzo de 1494. En ella se dice:
'Queremos, y es nuestra voluntad, dese este presente dia, mes, y año en adelante, para siempre jamás, hazer merced al dicho Convento e Orden de S. Francisco, de todas las partes, e montañas, que ay yendo de Hornachuelos, luego se mira al Conuento por todo el rio arriba, hasta la buelta, que haze con todos sus valles, é aguas vertientes por vna y otra parte del rio; para el dicho Padre Fray Juan de la Puebla, é los Frayles los ayan; bien assi, como su profession, y la estrecha pobreza de su estado lo permite...'.
La cédula recoge también la prohibición de la presencia de ganado en esos montes: 'nunca ande algún ganado vacuno, cabruno, ni otro alguno'. Se prohíbe también pescar en el río en todo tiempo bajo pena de 'veinte mil marauedis', así como la prohibición de talar o cortar árboles en dicho monte y términos.
La falsedad del documento ha sido demostrada por Guichot, puesto que los Reyes Católicos, en la fecha que figura en la cédula de donación que dieron en Sevilla estaban en Medina del Campo y no pisaron Andalucía en todo el año 1494. Tampoco queda constancia de ella, pues el padre Guadalupe se ampara en los incendios del convento (el primero en 1498) para que no quedase constancia ni rastro de los privilegios otorgados y diese por buena la copia inventada y refundida por los frailes antes de la visita que realizó Felipe II en 1570, donde ratificó la cédula en su buena fe y dio por buenas las mercedes anteriores. Tan complacido salió de la visita que los panegiristas dicen que el monarca se expresó diciendo que 'el monasterio de Montserrat era la caja y el de Los Ángeles la perla'. Los acuerdos fueron de nuevo ratificados y corroborados posteriormente por Felipe IV en 1638.
Otros documentos que recogen la historia de la mujer penitente basados en su mayor parte en los escritos anteriores son:
El resto de escritos y papeles sueltos que se conocen son de escasa o nula significación en orden a la leyenda de la penitente.
Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Qué pretendían conseguir los frailes mediante estos privilegios? De una parte, asegurarse y acreditar las propiedades y dominios del convento 'para siempre jamás' y prevenir la pesca en el río, así como la tala de árboles para abastecerse de leña e impedir el pastoreo de todo tipo de animales por sus laderas. De otra parte, y aprovechando la autoridad que ejercía la letra escrita, aumentar y fortalecer los intereses piadosos para atraer hacia el convento a un público incondicional y reforzar un cierto 'patriotismo' de singularidad frente a otros monasterios.
Reproduzco el pliego editado en Córdoba que sigue fielmente la narración del Padre Guadalupe. Está editado en Córdoba, sin año, en la imprenta de Luis de Ramos y Coria, cuya actividad impresora sabemos que comprende entre los años 1790 y 1823.
Adjunto otra portada de la mujer penitente, pliego editado también en Córdoba, en la oficina de Juan Rodríguez de la Torre, cuya actividad se sitúa entre 1768 y 1810; impresor al que el rey Carlos IV otorgó a su imprenta el 3 de abril de 1799, mediante cédula de concesión, el título de Real y el derecho a que pusiera sobre la puerta el escudo de las armas reales.
El Duque de Rivas (Ángel de Saavedra) (1791-1865) en su célebre drama romántico Don Álvaro o la fuerza del sino, estrenado en el
teatro del Príncipe en Madrid en 1835, sitúa precisamente varias escenas en la Montaña de los Ángeles. Sin duda era conocedor de la leyenda de la mujer penitente, puse no en vano era cordobés y propietario en su día de la finca 'La Jarilla' en el término de Hornachuleos. Tal fue el éxito de la obra que traspasó nuestras fronteras y hasta el gran compositor romántico Giuseppe Verdi se inspiró en ella para crear su opera La forza del destino (1862).
El nombre de María Egipciaca rememora también a una célebre obra de teatro de José Martín Recuerda (1922-2007): Las arrecogías del Beaterio de Santa María Egipciaca (1970), prohibida por la censura hasta el año 1977 donde se estrenó con gran éxito en los inicios del régimen democrático. En dicha obra se recreaba la vida de la activista liberal Mariana Pineda, acusada de prostitución y 'arrecogía' en Granada, en el primer tercio del siglo XIX, en el marco de los enfrentamientos entre los liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII. Nada más propio que otorgar el nombre de la santa arrepentida a una de estas instituciones llamadas 'Casas de Recogidas', 'Casas de Amparadas', 'Casas de Arrepentidas', 'Asilos de la virtud', 'Casas de mozas y doncellas', o con el nombre más genérico de 'Colegios' o 'Beaterios'.
Estas 'Casas de recogidas' fueron instituciones de enmienda y castigo para las mujeres de vida disoluta creadas por la Iglesia católica y por la corona desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX. La idea del 'recogimiento' como forma de vida fue expuesta teóricamente por el franciscano Francisco de Osuna, quien entre los años 1527-1532 lo recoge en su libro Tercer abecedario espiritual. A partir del Concilio de Trento esta 'forma de estar en el mundo', preconizada por el franciscano, se institucionaliza en forma de Casas de recogidas.
Estos lugares estaban destinados a acoger a aquellas mujeres, ya fueran solteras o que habían llevado una vida disoluta, para que el ambiente y el espacio de protección de estas casas sirviera como lugar de transición o de paso hasta que retomaran la decisión adecuada para encauzar el rumbo perdido.
En estos recintos se pretendía redimir a aquellas mujeres consideradas transgresoras bajo la idea del 'recogimiento'. Se trataba, en definitiva, de la institucionalización de un control social para garantizar el 'equilibrio' considerado como el socialmente correcto. Si bien, hay que hacer notar que en la práctica sirvió también para tapar determinados escándalos o para evitar relaciones indeseadas de las hijas de familias influyentes.
Estampa de la santa venerada en iglesia de las Arrepentidas de Madrid |
Dirck van Baburen (ca. 1595-1624), Loose Company, 1623 |
En estos recintos se pretendía redimir a aquellas mujeres consideradas transgresoras bajo la idea del 'recogimiento'. Se trataba, en definitiva, de la institucionalización de un control social para garantizar el 'equilibrio' considerado como el socialmente correcto. Si bien, hay que hacer notar que en la práctica sirvió también para tapar determinados escándalos o para evitar relaciones indeseadas de las hijas de familias influyentes.
Zósimo da la comunión a María |
Hemos visto cómo la vida de la legendaria santa de Alejandría se ha conservado, reinterpretada, reescrita y readaptada tanto por el teatro como por los pliegos de cordel.
La leyenda de la santa pecadora, en suma, sigue manteniéndose, si bien de forma descontextualizada, en algunas localidades. En el pueblo de Luciana (Ciudad Real) se celebra cada dos de abril una romería que recoge una leyenda, muy extendida en otros lugares, sobre la rivalidad entre pueblos próximos por la apropiación de una imagen. En este caso, la rivalidad entre Luciana y el pueblo próximo de Abenójar sobre la posesión de la imagen de María Egipciaca, desaparecida y encontrada milagrosamente en Luciana, se conmemora mediante una procesión y romería. Tras la misa de rigor, se traslada la imagen de la santa desde la parroquia hasta un área recreativa, junto a los ríos Guadiana y Bullaque, donde los asistentes deben arrojar a una especie de recipiente o fuente milagrosa, llamada 'mortero', piedrecitas del río para que se le cumplan sus deseos...
Antonio Lorenzo