Isabel II, junto a su madre María Cristina, durante su minoría de edad |
Interesante pliego donde se reivindica de forma encendida la titularidad del trono para Isabel II, frente a la pretensión del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro de Borbón, que daría pie a las guerras carlistas entre los pretendientes a la corona. El pliego, editado en 1834, hay que contextualizarlo dentro de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), entre los «carlistas» (españoles leales a pretendiente Carlos María Isidro) y los «isabelinos o cristinos», españoles leales a Isabel II. Hay que recordar que en 1834 Isabel II apenas contaba con tres años de edad, ejerciendo la regencia del trono su madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias hasta la proclamación de mayoría de edad de Isabel (declarada en 1843 cuando apenas contaba con 13 años).
El bando cristino o isabelino contó, sociológicamente hablando, con los resortes del poder administrativo: desde los altos cargos de la administración estatal hasta la burocracia provincial y municipal, la casi totalidad del ejército, de los banqueros, comerciantes y hombres de negocios. Por el contrario, el bando carlista contaba entre sus filas a los sectores populares: los campesinos, jornaleros y pequeños artesanos y comerciantes, puesto que por la nuevas medidas administrativas se veían abocados a la emigración o a la ruina, aparte de ver peligrar sus fueros.
Los historiadores ya no sostienen que fuera la cuestión dinástica la única causa de las guerras carlistas, sino que obedece a una gran protesta social y a una verdadera lucha de clases iniciada por los sectores menos favorecidos.
Los historiadores ya no sostienen que fuera la cuestión dinástica la única causa de las guerras carlistas, sino que obedece a una gran protesta social y a una verdadera lucha de clases iniciada por los sectores menos favorecidos.
El bando carlista tampoco puede considerarse un movimiento ideológicamente homogéneo. Su mayor arraigo se encontraba en el norte, donde los mandos carlistas eran fieles defensores del régimen foral y lo utilizaron como argumento para atraer a las masas populares, sobre todo del País Vasco y Navarra. Si bien es un reduccionismo el considerar que todo el mundo rural era afín a los carlistas y el urbano a los liberales isabelinos.
Las principales zonas de implantación del carlismo se encontraban en el Norte de España, especialmente en el País Vasco, Navarra, la Cataluña interior y el Maestrazgo, aunque con con núcleos destacados en Valencia y en Aragón, donde el pequeño campesinado era importante.
La portada del pliego reproducido hay que situarlo, pues, dentro del conjunto de circunstancias que propiciaron las guerras carlistas. Aparte de su interés como documento histórico, estos pliegos dan cuenta también de las preocupaciones de las mujeres por la escasez de mozos para contraer matrimonio, ya que estos se encontraban luchando en uno u otro bando. Esta preocupación de las mujeres se refleja muy bien en este pliego, editado en Barcelona. El valor sociológico de los pliegos, tan escasamente estudiado, queda patente en estos «clamores de las doncellas».
En el trobo VII se menciona a Llauder. Se trata de Manuel Llauder y Camín (1789-1851), fiel a la causa de Isabel II tras la muerte de Fernando VII. Rechazó a las tropas carlistas en Barcelona y ocupó la capitanía general de Cataluña entre 1832 y 1835, en los inicios de la Primera Guerra Carlista.
©Antonio Lorenzo