Mosaico con Belisario a la diestra de Justiniano |
El pliego reproducido recrea la figura del general Belisario tomando como base la ópera Belisario, cuya música fue compuesta por Gaetano Donizetti basada en el libreto de Salvatore Cammarano. Se estrenó el cuatro de febrero de 1836, con éxito de público y crítica, en el Teatro La Fenice de Venecia.
Interior de "La Fenice" de Venecia, hacia 1837 |
El éxito de Belisario se extendió de forma inmediata a lo largo de diversas ciudades del mundo, como Viena, Madrid, Londres, Lisboa, La Habana, México, París, Berlín, Río de Janeiro, Filadelfia, Nueva York, Buenos Aires, etc. Estas ciudades la conocieron en su texto original y posteriormente se representó traducida a los diversos idiomas.
Considerado como uno de los más importantes generales de la antigüedad, Belisario nació en Tracia (antigua provincia del imperio romano, que corresponde a parte de los actuales territorios de Bulgaria, Grecia y Turquía europea) alrededor del año 500 de nuestra era. De origen campesino se incorporó siendo muy joven a la guardia de Justiniano, quien fuera nombrado emperador de Bizancio. El ascenso militar de Belisario fue debido a sus importantes victorias contra los persas, vándalos y ostrogodos y contra las revueltas hacia el emperador en sitios alejados, como África o Sicilia y, en suma, a su exitosa participación en la reconquista de gran parte del imperio romano de occidente, perdido hacía aproximadamente un siglo.
La obra narra los últimos años del general bizantino Belisario al servicio del emperador Justiniano. Acusado falsamente por su esposa Antonina de haber dejado morir a su hijo Alessi (Alejo en el pliego), cuando apenas era un bebé. Justiniano lo destierra y hace que le saquen los ojos, a lo que siguen numerosas vicisitudes acompañado por su hija Irene en el destierro. La imagen de Belisario como un mendigo ciego ha prosperado en las leyendas y ha servido de inspiración a pintores que han hallado en su destierro motivos de inspiración.
Jacques-Louis David - Belisario pidiendo limosna (1781) |
François-André Vincent - Belisaire (1776) |
Nicolas René Jollain - Belisario pidiendo limosna (1767) |
Anthony van Dyck - Date obolum Belisario |
Belisario, convertido en arquetipo de la desgracia humana, es comparable en algunos aspectos al Edipo de Sófocles. Hay historiadores que mantienen que ni fue cegado ni cayó en la mendicidad, pero la incidencia sobre estos aspectos confiere al personaje una aureola propia de personajes legendarios, tan del gusto popular, donde lo de menos es perseguir la verdad histórica. Sin duda, las peripecias e injusticias sufridas a lo largo de su vida alimentaron su leyenda, así como su deambular por las calles de Constantinopla mendigando monedas para subsistir.
La trayectoria literaria de su figura es amplia. Hacia el siglo XVII el personaje aparece en el teatro. Antonio Mira de Améscua (1577-1644), en su El ejemplo mayor de la desdicha (1632), obra atribuida también erróneamente a Lope de Vega o a Pérez de Montalbán, lo convierte en su personaje central. Ya en el siglo XVIII Belisario fue inspirador de la pluma de Carlo Goldoni (1707-1793) en su tragicomedia Belisario (1734). También Jean-François Marmontel (1723-1799), utilizo al personaje en su novela Bélisaire (1767), fuente principal del libreto operístico, a lo que siguieron otras obras inspiradas en el mismo personaje. Hay que destacar también la influencia de la vida y hechos del personaje en los posteriores escritos de Isaac Asimov o Borges.
Belisario representa, pues, la figura de un antihéroe, víctima de la envidia de los poderosos, tal y como lo concibieron en la Revolución francesa como símbolo de la deslealtad de los monarcas.
El decaimiento de esta ópera y sus escasas representaciones posteriores tienen que ver con el cambio de mentalidad que se iba produciendo en la sociedad. El drama de Belisario, donde la venganza, la injusticia, la intriga o el amor filial, reflejaba un espíritu cada vez más alejado de los nuevos tiempos. El mayor interés fue decantándose por las pasiones amorosas y el sentimentalismo romántico, ausentes en la obra, y que poco a poco iban alejando el interés del público hacia lo épico y moralista que representaba el Belisario.
Contexto histórico
Resulta muy significativo, según anota Gema León Ravina en su tesis doctoral: La ópera en Cádiz en el siglo XIX: un estudio cualitativo, Universidad de Alicante, marzo, 2018, pág. 51, que la ópera de Donizetti se estrenase en Cádiz apenas seis meses después de su estreno mundial en La Fenice el 4 de febrero de 1836, si bien con un éxito relativo. Resulta también significativo que apenas un año después del estreno se recreara en el pliego que reproducimos, editado en Barcelona por Ignacio Estivill en 1837. El rápido estreno de la obra en Cádiz se explica por la importancia y el enriquecimiento que adquirió la ciudad en el siglo XIX a causa del intercambio marítimo y económico con tantas ciudades europeas y americanas.
El contexto histórico que atravesaba España el año del estreno de la ópera en el Cádiz de 1836, y el 22 de noviembre del mismo año en Madrid, en el teatro de La Cruz, se desarrolla en uno de los periodos más convulsos de la historia de España. En 1836 ejercía la regencia, debido a la minoría de edad de Isabel II, su madre María Cristina, viuda del fallecido Fernando VII. Todo ello coincide con la contienda civil de la primera guerra carlista (1833-1840), la más violenta y dramática de todas ellas. Coincide también con el pronunciamiento de los sargentos de la Guardia Real en La Granja el 12 de agosto, lo que obligo a la regente a restaurar la Constitución de Cádiz y a nombrar un nuevo gobierno para que convocase elecciones. El mismo año de 1836 supuso también el inicio de las desamortizaciones o expropiaciones por parte del estado de las posesiones de las tierras y bienes eclesiásticos y la supresión de los mayorazgos, primer paso de la conocida desamortización de Mendizabal. Coincide también con el fin del segundo sitio de Bilbao por el general Espartero sobre las tropas carlistas.
Desde el punto de vista cultural, se estrena en Madrid el drama histórico El trovador, de García Gutiérrez y Mesonero Romanos funda la publicación literaria Semanario pintoresco español, de cuño romántico. El teatro lírico atravesó este año numerosas dificultades debidas a los acontecimientos y circunstancias políticas y a la precaria situación económica, lo que afectó a los presupuestos de los teatros y a sus representaciones. No obstante, en la vida teatral madrileña las temporadas operísticas se mantuvieron, ya que el mundo operístico era entonces uno de los espectáculos favoritos de los madrileños. Solo así se entiende que las óperas puestas en escena en este año convulso fueran Il Barbiere di Siviglia, de Rossini el 3 de enero de 1836 en el teatro de la Cruz o La Cenerentola, también de Rossini, el 6 de febrero del mismo año en el teatro del Príncipe, (criticada esta última, por cierto, por Mariano José de Larra, en uno de sus artículos, ya que era gran conocedor y aficionado a estas representaciones y que acabaría suicidándose al año siguiente). El 12 de agosto de 1836 se representó l'Esule di Roma, de Donizetti, que coincidió con «La sargentada»; el 15 de octubre se representó la ópera Chiara di Rosemberb, de Luigi Ricci; el 22 de noviembre el Belisario, cuya música al igual que l'Esule di Roma, fue compuesta por Donizetti.
Un dato de interés es el relativo a la representación el 12 de agosto de 1836 de L'Esule di Roma, de Donizetti, al coincidir con la sublevación de los sargentos en La Granja (Segovia). Parece ser que los sargentos sublevados conocían de antemano que la alta oficialidad iba a hallarse ese día asistiendo a la representación en el teatro de la Cruz, lo que aprovecharon para sublevarse debido a la ausencia de los altos mandos. En cualquier caso, estos hechos contribuyeron a que la reina regente María Cristina, se viese obligada a restaurar la constitución de 1812 y a promover la nueva constitución de carácter más liberal en 1837 otorgando un mayor poder a las cortes.
La diversión favorita de la burguesía y nobleza madrileñas siguió siendo la ópera, donde en los teatros seguía asistiendo una aceptable afluencia de público. Las capas populares se decantaban más por los salones de baile donde se entremezclaban con gentes de posición social más elevada y que buscaban una vía de escape ante los acontecimientos que se iban produciendo.
©Antonio Lorenzo