El libro escolar y los tratados de buenos modales y urbanidad como factores socializadores, fueron alcanzando a lo largo del tiempo una mayor importancia como elemento de aprendizaje en España, sobre todo a partir del periodo conocido como la Restauración. Es bien sabido que, en su conjunto, son materiales muy útiles para analizar y contextualizar la historia cultural de un país, la ideología que transmiten y las corrientes de pensamiento a lo largo de su desarrollo histórico.
La mayoría de los manuales escolares de urbanidad se desarrollaron preferentemente durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, aunque siguieron reeditándose hasta alcanzar, incluso, las postrimerías de la dictadura franquista. A través de ellos se pretendía que los escolares aprendiesen las normas básicas de conducta, los valores propios de lo que se entendía como el modelo apropiado para el trato con sus semejantes, separando el 'modelo' a seguir por los niños y las niñas, en clara discriminación hacia estas últimas, y que se extendió, y aún perdura, como elementos discriminatorios sobre la mujer.
Hay que señalar la creciente importancia de la imagen como protagonista o acompañante en los textos en los que aparece, con su función altamente motivadora y complementaria en la enseñanza. La singularidad de los libros escolares contiene características propias que son cambiantes en el tiempo, pero vienen a significar un eje vertebrador y de importancia creciente desde las primeras manifestaciones editoriales escolares. El incremento de los libros de lectura en la enseñanza iba acompañado con elementos dispersos, como consejos de higiene doméstica y labores para las niñas, o normativas de urbanidad. Bajo la genérica denominación de libros de lectura escolares se esconde una gran variedad de géneros donde se entremezclan o entretejen unas materias con otras, lo que les otorga un carácter misceláneo.
La función de la imagen en los textos escolares fue ganando en importancia desde el último cuarto del siglo XIX hasta aproximadamente la mitad del siglo XX. Los tratados de urbanidad no constituían propiamente una asignatura autónoma en el aprendizaje de los niños, pero se tenía muy en cuenta en la enseñanza de la religión dedicada a la moral social. La imagen servía de apoyo de cara a facilitar la memorización si acompañaba a algún texto.
Un ejemplo de la evolución de la imagen en estos tratados de urbanidad es, precisamente, el que propongo a continuación, donde el texto queda relegado en su relación con la importancia concedida a las viñetas que le sirven de soporte como instrumento pedagógico cada vez más eficaz. Estas viñetas, que recuerdan las estampas de aleluyas o aucas, donde bajo cada una de ellas aparece un dístico o pareado, muy conocidas dentro del ámbito popular catalán-valenciano, contraponen modelos de conducta mediante dibujos que refuerzan el modelo a seguir frente a su contrario en aspectos como lo considerado correcto de los gestos, acciones a seguir, valores o higiene. Todo ello sustentado bajo una ideología de clara diferenciación social entre un mundo urbanita y de posición acomodada frente a otro rural y de escasos medios. La censura social e ideológica, no solo respecto a las mujeres (cuyo papel se reducía a ser esposa y madre) sino también respecto a los criados o servidores domésticos.
Un ejemplo significativo de todo ello es la Cartilla Moderna de Urbanidad en sus dos versiones (niños y niñas). Fue editada por los Hermanos Maristas en su editorial F.T.D. en 1929, recogiendo normas de conducta e ilustrándolas de forma sugerente. Tuvo numerosas ediciones, tanto en España como fuera de nuestras fronteras, conociéndose ediciones tan tardías como la decimoséptima edición de 1966 reeditada por la editorial Voluntad de Bogotá.
Antecedentes de la editorial marista en España
El Instituto Marista de Marcelino Champagnat (1789-1840), canonizado por Juan Pablo II el 18 de abril de 1999, nació en 1817 en Francia dentro de un movimiento congregacional en el que se fundaron varios Institutos de votos simples cuya misión era la educación de los niños y jóvenes. Tras el fallecimiento de Champagnat en 1840 ya contaban con gran número de escuelas por lo que necesitaron uniformizar la enseñanza mediante el tratado Guide des Écoles (Guía del Maestro) que sirvió de base propia para la enseñanza de varias generaciones.
La Institución Marista se estableció en España en diciembre de 1886 donde fueron extendiéndose por diversas poblaciones catalanas en un primer momento y donde comenzaron a editar manuales para la enseñanza como los Elementos de la Historia Sagrada, en 1890, impreso en Gerona bajo las siglas F.T.D. Estas siglas venían a significar (de una forma un tanto oscura) las iniciales del superior general del Instituto Frère Théofane Durand (1883-1907), para denominar a la editorial que fundaron en España, así como a las demás editoriales maristas que se constituirían también en América. En 1925, las iniciales FTD cambiaron de significado en España a través de un concurso promovido por la editorial, pasando a significar Foveo Timorem Domini (Fomento el Temor de Dios). En enero de 1932, la Editorial FTD se constituyó como sociedad anónima pasando a denominarse Editorial Luis Vives S.A. (Edelvives).
La presencia de imágenes como instrumento pedagógico ya se encontraba más consolidada en estos manuales. Ejemplo de ello he elegido una primera parte significativa que tendrá su continuación en otra entrada. En estos primeros ejemplos con viñetas contrapuestas aparecen los siguientes modelos a seguir, en este caso referido a las niñas.
01- La niña bien y mal educada
02- En la calle
03- En el colegio
04- En la mesa
05- En el juego
06- En el paseo
©Antonio Lorenzo