En esta relación en décimas se nos da cuenta del robo de un santo Cristo de plata con peso de once libras (alrededor de cinco kilos al cambio) del cuarto de dos abogados y lo dejado escrito en su mesa por el ladrón. El ratero no estaba de acuerdo en que un santo Cristo se encontrase en la mesa de dos abogados debido a la imagen mental que tenía sobre ellos por su intervención en toda clase de litigios, engaños y corrupciones. Todo el pliego trata de justificar dicho robo por su animadversión al oficio de abogado y la creencia de que el Cristo que se hallaba sobre la mesa de los abogados se encontraría mucho mejor en su poder. Su pretexto era la de salvar la imagen de Cristo: "mejor conmigo robado que no con ellos vendido", frente a la actividad atribuida por el ladrón a quienes enredan, mienten y ocasionan recelo, carecen de escrúpulos y son capaces de hacer lo que sea con tal de salirse con la suya.
En el pliego subyace la idea de que la figura de Cristo se encuentra al margen de las decisiones de los jueces o abogados y que enlaza simbólicamente, aunque sin citarlo expresamente, con las irregularidades cometidas durante el proceso de enjuiciamiento y la posterior crucifixión de Cristo.
Según los evangelios canónicos, tras su prendimiento, Cristo, fue conducido e interrogado sucesivamente a lo largo de diversas instancias (de Anás a Caifás y de Herodes a Pilatos). Cada una de ellas trató de evitar el pronunciarse jurídicamente e inhibiéndose a favor de la siguiente. El juicio de Jesús ante los sacerdotes, según los relatos evangélicos, vino a desarrollar la idea de las incongruencias e irregularidades de los jueces o abogados en sus decisiones respecto a la central idea de Cristo como redentor del mundo.
Escenas de Cristo ante Pilatos y Herodes por Duccio di Buoninsegna |
El intrincado proceso del juicio de Jesucristo ha dado pie a que se utilizase como motivo literario desde un punto de vista jurídico, como en la obra teatral Proceso de Jesús, del dramaturgo italiano Diego Fabbri, estrenada en 1955 y representada en España al año siguiente en el Teatro Español, dirigida por José Tamayo e interpretada, entre otros, por la gran María Dolores Pradera en su entonces faceta de actriz.
El el desarrollo del robo en el pliego nada se dice sobre estos acontecimientos, pero de una forma un tanto subjetiva viene a ejercer una crítica contra el mundo judicial para resaltar la figura de Cristo salvador.
Tras el robo del Santo Cristo se continúa en este primer pliego con los lamentos de un amante apasionado y con la muy conocida y repetida Canción graciosa de la zagala en un pliego reimpreso en Reus en 1848. En otras reimpresiones del pliego por diferentes talleres sí que aparecen para completar el mismo las composiciones mencionadas.
Tras esta primera muestra reproduzco otro pliego con la misma temática impreso en 1858 por Marés en Madrid, diez años después del reimpreso en Reus por Juan Bautista Vidal, aunque en este caso los dos abogados son denominados como escribanos y el ladrón del santo Cristo queda definido por un "chulo", lo que daría pie a otras interpretaciones.
Tras este par de muestras adjunto como curiosidad algunas de las recomendaciones que aparecen al final de un pliego con la misma temática del robo del santo Cristo impreso en la imprenta de Guasp de Palma de Mallorca. Tras la relación de surtidos de romances, sainetes e historias, se detalla lo que también puede encontrarse en dicha tienda y la mención de la obtención del permiso y los derechos de distribución del popular Calendario Zaragozano (original de Mariano Castillo y Ocsiero en 1840), como folleto de cabecera para los agricultores de las islas Baleares. Se alude también a la historia del personaje ficticio Pedro Belmar, en verso mallorquín, donde en los pliegos conocidos se nos cuenta cómo rescató a su padre que se encontraba cautivo en Argel.
©Antonio Lorenzo