viernes, 8 de marzo de 2019

Virtudes del cagar y defensa del pedo [II]

Historia Plantarum, Lombardía (ca. 1395-1400)
La historia de la literatura escatológica no se caracteriza precisamente por su abundancia, pero sí por su persistencia en el tiempo desde los tiempos más remotos. De algún modo, nace y se disipa de forma fugitiva, como sucede con las ventosidades.

Umberto Eco, con la lucidez que caracteriza toda su obra, en el capítulo V de su Historia de la fealdad (2007), propone una tríada interesante: "Lo feo, lo cómico y lo obsceno", bajo la cual el autor ubica a la literatura escatológica, como tratamiento de los excrementos y del objeto anal a lo largo de la historia.

Si hay verbos con marcado sentido eufemístico uno de los más extendidos es el de cagar. Los exquisitos y bien educados nunca lo dirán por considerarlo soez y un atentado al pudor, tampoco excretar, ni defecar o expresiones no tan cursis como 'hacer de vientre o de cuerpo' o la más simple de 'obrar'. El eufemismo se manifiesta cuando se teme que las palabras evoquen con crudeza algún aspecto considerado de mal gusto, sobre todo lo relacionado con el sexo o lo excrementicio. 

Procedente del latín «obscenus», el término «obsceno» (fuera de escena) ya figura, desde finales del siglo XV, en el Universal vocabulario en latín y en romance de Alfonso de Palacio como equivalente a «desvergonzado», y en el Diccionario de autoridades se identifica con términos equivalentes a «impuro, sucio, torpe o feo». Obviamente, se trata de una noción cambiante que se ha ido perfilando con el tiempo y necesita un recorrido contextual en cuanto a sus cambios de matices y valoración, aunque predomine preferentemente lo relacionado con lo impúdico o deshonesto.

La escatología léxica ha sustituido eufemísticamente el retrete, el excusado, la letrina, el trono, el evacuatorio o la sorprendente expresión de 'quiosco de necesidad', por las más educadas como ir al 'water' o preguntar por el 'servicio' o el baño, o por el galicismo 'toilette', no vaya a ser que hiramos la delicada sensibilidad del oyente. Claro está, y es evidente, que el sentido del pudor ha ido evolucionando históricamente según los diversos periodos de cada cultura.

Sin embargo, hay ciertas expresiones que tienen cierta gracia, como 'voy a echar al inquilino', 'siento la llamada de la naturaleza', 'voy a despedirme de un amigo del interior', 'voy a plantar un pino', 'voy a sacar lo mejor de mí', 'voy a liberar a los rehenes'... y otras tantas expresiones que más tienen que ver con el humor.

Los escritos de carácter escatológico hunden sus raíces en la antigüedad, pues ya el mismo Aristófanes, en el 444 a. C. escribió textos escatológicos y desde antiguo se consideraba como algo natural y que no ofendía al respetable. Mucho más reciente encontramos ejemplos recogidos en libros y tratados como el ensayo sobre "El arte de peerse", de 1776 o el "Elogio del pedo", disertación filosófica histórica, anatómica, sobre su origen, su antigüedad, sus virtudes, de 1798.




Entre nosotros, y por citar un solo caso, es conocido el Tractat del pet, escrito por el predicador y fraile dominico Francesc Mulet (1624-1675), en pleno siglo XVII. Se trata de una de las obras escatológicas que alcanzó más fama y fue muy imitada. Mulet, tuvo fama de cura gamberro y desvergonzado, amigo de bromas escatológicas y aficionado a difundir anécdotas de carácter grosero. Entre otras obras, la que nos interesa para la ocasión es su tratado del pedo, escrita en 60 estrofas, con métrica de décima, donde en su preliminar 'estado de la cuestión', se lamenta irónicamente de como un tema tan importante como las ventosidades no ha sido tratado de forma científicamente rigurosa como debiera.

La obra del dominico fue reunida y editada por Constantí Llombart, seudónimo de Carmel Navarro y Llombart (Valencia 1848-1893), gran divulgador y activista cultural de la Renaixença valenciana.


Para no alargar esta entrada, que espero continuar con sucesivas aportaciones, reproduzco este sermón burlesco pronunciado en la cátedra de la pestilencia por el bachiller Cantaclaro, al que se añade una muy conocida licencia para ventosear del no menos conocido doctor Canuto de Montánchez.









©Antonio Lorenzo

jueves, 28 de febrero de 2019

Virtudes del cagar y defensa del pedo [I]

Xilografía del pliego editado en Barcelona por Juan Llorens en 1857
Al hablar de escatología podemos referirnos al ámbito de lo que está más allá de la muerte, a la vida de ultratumba o, como es nuestro caso, a lo excrementicio y a lo considerado sucio en general. El interés por lo escatológico, en este último sentido, se encuentra presente y no podía faltar en los pliegos de cordel. Es más, la abundancia de reimpresiones sobre estos temas demuestra su popularidad y buena acogida por parte de sus consumidores. Si bien la historia de la literatura escatológica no se caracteriza por su abundancia, sí lo es por su persistencia en el tiempo. Ya desde Aristófanes (423 a.d.C), en su comedia Las nubes, insiste en los temas escatológicos o anales para arremeter irónicamente contra Sócrates (primera referencia histórica sobre su figura), al que atribuye cómicamente una grotesca explicación sobre cómo hacen sus ventosidades los mosquitos, si por la boca o por el ano, o si el trueno no es otra cosa sino el pedo de las nubes. También de Esopo (siglo III), se conocen textos donde convive la comicidad con lo obsceno. Asímismo, los carnavales han sido, desde siempre, una escenario de subversión del orden social establecido y propicio al humor de corte escatológico que ha llegado hasta nuestros días.

Desde un punto de vista más académico y teórico no podemos obviar la obra de John Gregory Bourke (1843-1906): Escatología y civilización, original del año 1891, donde trata a los excrementos como un particular objeto de estudio y fuente de valiosa información, describiendo y estudiando una extensa selección de ritos y costumbres escatológicos y documentando el uso de los excrementos y secreciones en la medicina antigua como remedios para atajar distintos males o enfermedades.

Desde un punto de vista psicológico, Sigmund Freud, en 1905, elaboró su teoría sobre la fase "anal", en el sentido de que las pulsiones no satisfechas derivan total o parcialmente hacia fines distintos de los sexuales. En dicha "etapa anal" (entre los dos y los cuatro años), el niño utiliza los excrementos propios para marcar el territorio a semejanza de los animales. Parece claro que el pudor ha sido uno de los diques pulsionales que ha ido sufriendo variaciones a lo largo de la historia.

El interés por la temática excrementicia ya se aprecia en algunas de las composiciones recogidas en el célebre Cancionero de obras de burlas provocantes a risa (Valencia, Juan Viñao, 1519), así como en la poesía satírica de escritores, como el español afincado en Perú Juan del Valle y Caviedes (1645-1698) en su Defensa que hace un ventoso al pedo, poema incluido en algunas de sus obras; el Tratado del pedo, del dominico valenciano Padre Francesc Mulet y Querol (1624-1675), uno de los hitos de la literatura escatológica europea;  el deán de la colegiata de Alicante Manuel Martí con su intitulado La oración en defensa del pedo (Pro crepitu ventris), editado en Toledo por Nicolás Almanzano en el año 1776. Siendo un religioso dependiente de Roma, en pleno siglo XVIII, el deán utilizó la sátira para espantar a sus demonios interiores, al igual que sus predecesores.

Lo excrementicio no ha dejado de ser un motivo recurrente de comicidad, tanto en la cuentística folklórica como en los chistes y expresiones hilarantes como motivo de risa. La literatura burlesca del siglo XVII (novelas, entremeses, comedias, letrillas...) es pródiga en  incorporar textos de tipo escatológico. Recordemos a Quevedo (1580-1645), quien, por ser autor bien conocido, hace de lo escatológico uno de los temas integrantes de su creación poética, lo que ha convertido el tópico excrementicio como asociado indisolublemente a su figura.  Así ocurre en su famoso opúsculo "Gracias y desgracias del ojo del culo, dirigidas a Doña Juana Mucha, Montón de Carne, Mujer gorda por arrobas". Su interés por lo excrementicio, las purgas o las ventosidades también aparecen en el "Buscón", "Sueños", "El parnaso español" y en diseminados poemas burlescos y en las rimas que dedica a su adversario Góngora, ese "hombre en quien la limpieza fue tan poca / (no tocando a su cepa), / que nunca, que yo sepa, / se le cayó la mierda de la boca".

Atribuído a su pluma es el conocido poema al pedo:
                                Alguien me preguntó un día:
                                ¿qué es un pedo?
                                y yo le conteste muy quedo:
                                el pedo es un pedo,
                                con cuerpo de aire y corazón de viento
                                el pedo es como un alma en pena
                                que a veces sopla, que a veces truena
                                es como el agua que se desliza
                                con mucha fuerza, con mucha prisa.
                                El pedo es como la nube que va volando
                                y por donde pasa va fumigando,
                                el pedo es vida, el pedo es muerte
                                y tiene algo que nos divierte;
                                el pedo gime, el pedo llora
                                el pedo es aire, el pedo es ruido
                                y a veces sale por un descuido
                                el pedo es fuerte, es imponente
                                pues se los tira toda la gente.
                                En este mundo un pedo es vida
                                porque hasta el Papa bien se lo tira
                                hay pedos cultos e ignorantes
                                los hay adultos, también infantes,
                                hay pedos gordos, hay pedos flacos,
                                según el diámetro de los tacos
                                hay pedos tristes, los hay risueños
                                según el gusto que tiene el dueño
                                Si un día algún pedo toca tu puerta
                                no se la cierres, déjala abierta
                                deja que sople, deja que gire
                                a ver si hay alguien que lo respire.
                                También los pedos son educados
                                pues se los tiran los licenciados,
                                el pedo tiene algo monstruoso
                                pues si lo aguantas te lleva al pozo
                                este poema se ha terminado
                                con tanto pedo que me he tirado.
Recopiladores y estudiosos de las tradiciones orales en los tiempos pasados, por un mecanismo de autocensura, no recogían, o apenas apuntaban, estas manifestaciones por considerarlas impúdicas y obscenas, cuando desde siempre han despertado la atención desde los primeros años de la infancia.

Comencemos con la reproducción de un pliego, reimpreso numerosísimas veces, lo que da idea de su gran aceptación popular.

Para cerrar esta primera entrada reproduzco una serie de azulejos (rajolas en catalán) donde el motivo de las deposiciones se encuentra presente, así como una breve alusión a la conocida figura navideña de un campesino defecando (caganer), figura convertida en seña de identidad de la imaginería navideña catalana.

Tradicionalmente, el caganer se representa vestido con faja y barretina, luciendo una pipa en los labios, pero con el paso del tiempo la figura del caganer ha ido evolucionando y actualmente se asocia a personajes célebres, como políticos, actores, músicos o futbolistas. Hay que tener en cuenta que el caganer no es el único personaje típicamente catalán que defeca: también existe la tradición del tió de Nadal (tronco de Navidad), donde a partir del 8 de diciembre (día de la Inmaculada concepción), se toma un tronco al que se debe alimentar a diario y taparlo con una manta para que no pase frío hasta el día de Nochebuena, para que "defeque" regalos y dulces al ritmo de los golpes y las canciones de los más pequeños.





Azulejos escatológicos y caganers




©Antonio Lorenzo

martes, 19 de febrero de 2019

Impresos populares: el Sexenio Democrático y la 1ª República (1868-1874) [V]

Proclamación de la I República en la revista "La Ilustración española y americana" (16-02-1873)
La I República fue el régimen político vigente en España tras la abdicación de Amadeo de Saboya en febrero de 1873. Fue proclamada por las Cortes en sesión conjunta el 11 de febrero de 1873 y duró hasta el 29 de septiembre de 1874, cuando el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto inició la Restauración borbónica. Su escasa duración estuvo caracterizada por la inestabilidad política y por las disputas internas. En sus primeros 11 meses se sucedieron 4 presidentes del ejecutivo, hasta que el golpe de estado del general Pavía el 3 de enero de 1874 puso fin a la República federal proclamada en junio de 1873 dando paso a la República autoritaria del general Serrano, líder del partido constitucional. El período republicano estuvo marcado por dos golpes de estado fracasados de los radicales y por tres conflictos armados simultáneos: la tercera Guerra carlista, la sublevación cantonal y la guerra de los 10 años de Cuba.

Una pequeña cronología es como sigue:



La proclamación de la I República española dio lugar a una gran cantidad de ilustraciones recogidas preferentemente en publicaciones periódicas de diferentes ideologías, ya fuera con la intención de denigrarla o ensalzarla. La función propagandística de las estampas monárquicas anteriores varían en cuanto a sus elementos simbólicos en esta nueva etapa. Si antes de la proclamación de la República las estampas estaban asociadas a la noción del poder político, referido a la monarquía y a la nobleza, proclamaciones reales, entradas regias o retratos familiares, en esta nueva etapa los grabadores utilizan un discurso visual alternativo de carácter más alegórico e ideologizado. De esa forma, se consolida la imagen de una matrona alegórica representativa de la república, tocada con un gorro frigio (contrapunto a la corona y a semejanza de los revolucionarios franceses), con la balanza de la justicia y sin la presencia de escudos o emblemas reales con el fin de desarrollar elementos alternativos a la etapa anterior.

Es precisamente en estos años cuando se produce un gran desarrollo técnico en las artes gráficas como puede apreciarse en la gran cantidad de publicaciones, de corte satírico o no, con caricaturas o ilustraciones de gran calidad, lo que contrasta con los humildes y efímeros impresos populares que nos ocupan.

Como ejemplo de la gran diferencia de calidad entre las nuevas innovaciones gráficas y nuestros impresos populares reproduzco al azar dos estampas elaboradas con esmeradas cromolitografías (utilización de distintas piedras para resaltar cada color)  entresacadas de la obra del editor Miguel Guijarro: Las mujeres españolas, portuguesas y americanas (3 tomos, 1872-1876).

Señorita de la República de Chile
India de las Islas Filipinas





















Los impresos populares en los que nos movemos tampoco fueron ajenos al interés por esta nueva forma de estado. Su efímera existencia viene dada por la fragilidad de su conservación y por su competencia con la mejor calidad gráfica de los periódicos o semanarios.

Los ejemplos que reproduzco no creo que precisen de mayores comentarios, lo que nos llevaría más allá de las pretensiones meramente divulgativas de este blog. Me limitaré en este caso a enmarcarlos dentro de su contexto general

La primera estampa recoge el reconocimiento y agradecimiento de los republicanos a la labor de Amadeo I y el respeto a su abdicación en pos de la nueva República. Las siguientes se enmarcan en la valoración positiva y exaltación de la nueva forma de gobierno, al que se suma con su apoyo el líder revolucionario italiano Garibaldi, lo que internacionaliza el proceso español.








©Antonio Lorenzo

lunes, 11 de febrero de 2019

Impresos populares: el Sexenio Democrático y la 1ª República (1868-1874) [IV] (El duelo cuyo precio fue el trono de España)


Tras el triunfo de la revolución La Gloriosa y la salida hacia el exilio de la reina Isabel II, nos encontramos en pleno año 1870. La principal labor del gobierno, con la oposición de los republicanos y de relevantes figuras políticas, era encontrar un rey que se adaptara al papel reservado por la nueva constitución de 1869: un monarca constitucional que reine pero no gobierne. 

En mayo de 1870, ante la inviabilidad de encontrar un candidato idóneo para el trono de España, el general Prim, con el apoyo de Pascual Madoz, pese a no estar muy convencido, escribe al general Espartero para tantear su disposición a ser rey, propuesta que el ilustre general rechazó de forma inmediata. Hubo hasta coplas populares que recogían la idoneidad de su candidatura:

                                                      Dichosa sería España
                                                      bajo demócrata mando,
                                                      altivo, no tolerado,
                                                      la corona en sien extraña;
                                                      de los Borbones la saña
                                     
                 olvidar nunca debemos,
                                                      Montpensier, no lo queremos,
                                                      Espartero es popular,
                                                      Rey lo debemos alzar.

El duelo cuyo precio fue el trono de España

Entre las opciones posibles para ocupar el trono de España se encontraba con muchas posibilidades la candidatura de Antonio María de Orleans, duque de Montpensier. Antonio María de Orleans (1824-1890) era hijo del rey de Francia Luis Felipe de Orleans, quien dispuso por razones políticas que se casara con la hermana de la reina española Isabel II, María Luisa Fernanda, enlace que se hizo coincidir con la de la propia Isabel II con Francisco de Asís el día 10 de octubre de 1846. El mismo día de la boda Isabel II le concedió el grado de capitán general y el título de infante.

María Luisa Fernanda tenía entonces quince años y el novio veintidós y ni ella hablaba francés ni su esposo español. Montpensier era un hombre de gustos exquisitos, a diferencia de su esposa, que era una persona sencilla y poco dada al boato; por ello, en la corte de los Orleans Luisa Fernanda era conocida familiarmente como “la petite sauvage” (“la pequeña salvaje”).

Como militar, se distinguió en la campaña de Argelia, estableciéndose en España tras la revolución de 1848. Con la caída de la reina Isabel II tras el triunfo de la Revolución de 1868, se convirtió en uno de los candidatos más serios a la Corona española, pero pronto malogró sus pretensiones al matar en un desgraciado duelo a Enrique María Fernando de Borbón, hermano del rey consorte Francisco de Asís, por sentirse injuriado por unos folletos y declaraciones y ser tachado de desleal en un escrito. 

En 1869 y 1870, Enrique María de Borbón, infante por nacimiento y no por matrimonio, publicó varios panfletos y artículos contra su primo, el duque de Montpensier. El 10 de Marzo de 1870, en el periódico "La Época" apareció un artículo firmado por el Infante donde se declaraba "el más decidido enemigo del duque francés mientras viviera". En su escrito lo llamó "hinchado pastelero francés", acusándolo de conspirar para conseguir el trono de España. Parece ser que de todas estas declaraciones lo que más molestó al duque fue que lo llamara "hinchado pastelero francés". El duque le envió a su primo una nota exigiendo que se retractara, a lo que el infante respondió lo siguiente: «Muy Sr. Mío: el papel que me ha remitido y le devuelvo adjunto, está escrito por mí y por consiguiente respondo de él». Tras esa respuesta, el duque lo retó a un duelo a muerte.

Dehesa de Carabanchel, 12 de marzo de 1870

El 12 de marzo de 1870 tuvo lugar el enfrentamiento a pistola que iba a cambiar el futuro político de la España del siglo XIX. El enfrentamiento se produjo en la llamada "Dehesa de los Carabancheles". El lugar exacto del duelo se desconoce, pero la dehesa pertenecía entonces al término de Carabanchel Alto que compró el Ministerio de la Guerra para establecer una escuela de tiro. El duelo pudo producirse, según distintas hipótesis, en lo que actualmente se conoce por el Pinar de San José, al lado del aeródromo de Cuatro Vientos, o bien en un bosquecillo cercano a la actual localidad de Alcorcón.

Reproduzco dos planos: el primero de 1856 y el segundo de 1927.

Dehesa de Los Carabancheles según plano de 1856

Plano del campo de tiro y maniobras de Carabanchel (1927)
Sea como fuere, se conserva el acta del enfrentamiento, que paso seguidamente a reproducir por considerarlo de interés o simplemente como mera curiosidad.

Acta del duelo
"En Madrid a 12 de marzo de 1870, siendo las ocho de la tarde, reunidos los que suscriben en la casa morada del Excmo. Sr. Teniente General don Fernando Fernández de Córdova, acordaron levantar acta de todo lo ocurrido en el lance de honor concertado en la noche de ayer y llevado a término en la mañana de hoy en la forma siguiente.
Siendo las diez del día, se presentaron en el exportazgo de las ventas de Alcorcón, el Sr. Infante D. Enrique de Borbón y el Sr. Duque de Montpensier, acompañados de los infraescritos y los doctores D. José Sumsi y Luis Leira.
Acto continuo, se dirigieron todos los referidos a la Escuela de Tiro en la dehesa de los Carabancheles y, obtenida la licencia del Sr. Comandante jefe de aquel puesto militar para probar unas pistolas, se eligió un lugar próximo al blanco de los tiros de cañón.
Medida entre el Sr. General Córdova y D. Federico Rubio con un metro la distancia de nueve metros en cumplimiento del acuerdo número primero, pareció a ambos que resultaba corta en el campo y propusieron alterar en este punto lo pactado, alargando un metro más la distancia; cuya proposición fue aceptada sin discusión y con el mayor gusto por todos los demás testigos; en cuya virtud se midió y rayó, a uno y otro extremo, la distancia de diez metros, fijándola además con dos piquetes.
Acto seguido, se procedió a echar suerte para que ésta designara quién debía disparar primero, resultando corresponder al Sr. Infante D. Enrique.
De igual manera se procedió para elegir el punto en que se habían de colocar los combatientes y correspondió la elección al Sr. Infante D. Enrique.
Entregadas a dicho señor y al Sr. Duque de Montpensier sus armas respectivas, se dio la voz de “atención” y perteneciendo al Sr. D. Enrique disparar primero, hizo fuego sin resultado y respondió con su disparo el Sr. Duque, con igual suceso.
Cargadas nuevamente las pistolas, conferenciaron los infraescritos sobre la condición establecida número 2 que disponía acortar en un metro la distancia si el primer disparo no daba resultado, y sin discusión se acordó unánimemente que no se diese cumplimiento al artículo y no se disminuyese la distancia de los diez metros.
Disparó por segunda vez el señor Infante, sin que ocurriera novedad.
Hizo su disparo el señor duque y la bala, dando entre la caja y la llave de la pistola de su adversario, se partió en dos: media quedó incrustada entre los muelles y la otra mitad, chocando en la levita por encima de la clavícula derecha, rompió el paño sin penetrar en el chaleco. Reconocido el señor infante por los facultativos y preguntado con la debida solicitud por los testigos de una y otra parte si sentía molestia en algún punto o alguna dificultad que le estorbase, contestó negativamente repetidas veces; y examinado, no obstante, con la atención oportuna, no resultó que estuviese herido ni contuso.
En este momento, el señor general Alaminos se acercó al señor Rubio preguntándole si aquel accidente no sería bastante a dejar en lugar honroso a las partes, sin ser necesario que continuase el duelo; contestado afirmativamente por el señor Rubio, pasaron a proponer esta opinión a sus demás compañeros y, después de discutida con el mejor ánimo por parte de todos, se convino unánimemente en que la condición establecida en el número 6 prescribía que el combate no había de terminar hasta resultar herida y que, de haberla por pequeña que fuese, podría aprovecharse benignamente dicha circunstancia; pero que no existiendo ni tampoco contusión y declarando el infante con insistencia que no había recibido ningún daño ni sentido molestia que le dificultase el manejo de su arma, dada la publicidad del caso, el carácter de las personas, el hecho de haberse alterado benignamente las dos condiciones más duras del combate, y lo ocasionados que son estos sucesos a ser objeto de prolongadas Interpretaciones que dejan peor parado el decoro de los combatientes, aun habiendo sufrido todos los peligros del duelo, se acordó por unanimidad que continuase.
Hizo su tercer disparo el infante don Enrique, sin resultado.
Disparó en su turno el señor duque y cayó en tierra el infante don Enrique.
Reconocido por los doctores Sumsi, Leira y Rubio, resultó tener una herida penetrante en la región temporal derecha; las arterias temporales estaban rotas; la masa cerebral, perforada; la vida de relación y de sensibilidad, abolida; la respiración, estertorosa.
Acompañado por testigos de una y otra parte hasta que vino una camilla que, recogiéndolo, llevó el cuerpo del señor infante al próximo campamento, se convocaron los infrascritos para la sesión presente y acordaron levantar este acta, en cumplimiento de la ley y de los usos y costumbres de los lances de honor, disponiendo, además, se escriban en el número necesario para entregar, una a los herederos del infante don Enrique de Borbón, otra al duque de Montpensier, una a cada testigo y otra para que el señor Teniente General Don Fernando Fernández de Córdova se encargue de depositarla, en tiempo oportuno, en alguno de los establecimientos públicos encargados de la custodia de papeles.
Firman: Federico Rubio. Juan de Alaminos y de Vivar. Fernando Fernández de Córdova. Emigdio Santamaría. Andrés Ortiz y Arana. Felipe de Solís y Campuzano.
12 de marzo de 1870".
La trágica muerte del infante causó una general y profunda consternación. El duque de Montpensier tuvo que enfrentarse a un Consejo de Guerra, de cuyo resultado se desprendió que la muerte del infante fue accidental, aunque se impuso al duque un mes de destierro y el pago de una indemnización a la familia del muerto, indemnización, por cierto, que fue rechazada por el hijo mayor del fallecido.


Don Enrique recibió sepultura en el cementerio de San Isidro de Madrid. Al entierro, organizado con gran aparato por la masonería a la que pertenecía, se dice que asistieron unas diez mil personas. Sus hijos fueron adoptados por su hermano y marido de Isabel II don Francisco de Asís de Borbón.


Este desgraciado episodio perjudicó notablemente a sus aspiraciones para hacerse con el trono español. La revista satírica La Flaca, de marcado corte republicano, aprovechó el 'lance' entre los dos borbones para criticar y ridiculizar la situación mediante una mordaz sátira en verso, recogida a los pocos días de su enfrentamiento.

La Flaca, nº 39, 20 de marzo de 1870
La votación para elegir al nuevo rey se celebró el 16 de noviembre de 1870 con el siguiente resultado: Amadeo de Saboya, 191 votos; Republicanos, 60 votos; duque de Montpensier, 27 votos; General Espartero, 8 votos y el príncipe Alfonso, que sería más tarde Alfonso XII, solo 2 votos, con 29 ausencias, 4 diputados enfermos y 19 votos en blanco.

Tras estos resultados el duque de Montpensier se negó a reconocer al nuevo rey, perdió su grado de capitán general y fue desterrado a Baleares, aunque volvería a Madrid al ser elegido diputado por San Fernando (Cádiz). No cesaron sus conspiraciones contra Amadeo, como antes había hecho contra su cuñada Isabel II.

El 27 diciembre del mismo año, el general Prim, firme valedor de la candidatura de Amadeo, sufrió un atentado que le costó la vida tres días después. Aún se discute si la muerte del militar fue a consecuencia de la infección causada por las heridas o por un estrangulamiento durante su convalecencia. Circuló la sospecha de que el autor intelectual del magnicidio era achacable al propio duque de Montpensier, lo que no se pudo demostrar de forma convincente.

Reacio a desaparecer del mapa político, tras la abdicación de Amadeo y el fracaso de la I República, se presentó más tarde como diputado a Cortes, pero no resultó elegido. Más tarde, colaboró en la subida al trono de Alfonso XII (1874), quien se casó con una de sus hijas: María de las Mercedes, fallecida a los pocos meses de su boda y que ha pasado al imaginario popular en forma de romancillo, que no es sino la adaptación discursiva del viejo romance de "La Aparición o el Palmero" (conocido desde el siglo XVI), y que se popularizó como repertorio de los juegos infantiles, y más adelante mediante la conocidísima película ¿Dónde vas, Alfonso XII?, rodada en 1958 y protagonizada por Vicente Parra como el rey Alfonso XII y por Paquita Rico como María de las Mercedes.

La azarosa vida del duque de Montpensier, en suma, siempre estuvo salpicada por su deseo insatisfecho de acceder al trono español, por lo que contó con partidarios y detractores. De estos últimos, el más significativo por su férrea oposición a su candidatura fue el general Prim.

Reproduzco la lámina, impresa en Barcelona por Llorens, y a la venta en la tienda de Palma de Mallorca de M. Borrás.



Sin embargo, no todo en la vida del duque es negativo, pues nuevos estudios se han detenido en señalar su labor de mecenas de obras de arte, firme defensor de las tradiciones sevillanas y promotor de la restauración de monumentos civiles y religiosos revitalizando cultural y económicamente la Sevilla romántica tan alabada por los viajeros ilustrados. Su residencia sevillana del palacio de San Telmo se convirtió en un importante lugar de encuentro de artistas y de personalidades extranjeras.

Tras este repaso a la azarosa vida de Antonio de Orleans, añado una lámina donde los duques de Montpensier visitaron Barcelona y fueron aclamados con gran éxito en 1857. Sin duda faltaba mucho tiempo aún para que las intrigas del duque en pos de la corona española se materializasen en toda su amplitud.



©Antonio Lorenzo

martes, 5 de febrero de 2019

Impresos populares: el Sexenio Democrático y la 1ª República (1868-1874) [III]

Caricatura política aparecida en el  semanario barcelonés "La Flaca" (20 de junio de 1868)
La caricatura que ilustra esta entrada nos presenta a un intrigante Salustiano Olózaga manejando unos cubiletes de trilero sobre una mesa, donde figura el cartel de "Constitución de 1869", en su afán de buscar aspirantes al trono de España. Bajo la mesa, se ve a un mono haciéndole burla. También aparece Laureano Figuerola (ministro de Hacienda) tocando el organillo y, a su lado, se ve a Juan Prim tocando el tambor del "turrón", esto es, como símbolo de los cargos y prebendas a cuenta del estado. Más arriba se ve al hercúleo Nicolás María Rivero (presidente del Consejo) llevando en una de sus manos la campana de la Presidencia y en la otra el pastel de la "Monarquía Democrática". Sobre sus hombros aparece Posada Herrera (redactor de la Constitución) con su paquete de turrón, el regente Francisco Serrano y el almirante Topete con un incensario. Más arriba, en un globo con forma de calabaza, aparece la cara del duque de Montpensier. A la derecha de la caricatura se aprecia una especie de cucaña que sostiene como premio a alcanzar la corona real, por donde suben Alfonsito (el futuro Alfonso XII) y el pretendiente carlista. Abajo de la caricatura aparece un grupo de políticos disputándose diferentes carteras gubernamentales bajo el cartel anunciador de "grandes luchas cartero-ministeriales". Echado en el suelo y como dormitando, un león (alegoría de España) lleno de condecoraciones, aunque, eso sí, con un bozal. 

La Constitución de 1869 no puede entenderse fuera de su marco histórico. Tras el éxito del pronunciamiento de septiembre de 1868, la mayor parte del territorio peninsular se adhirió a la causa de «La Gloriosa». Para el 6 de diciembre de 1868 se convocaron unas Cortes constituyentes que fueron las encargadas de redactar una nueva Constitución, proceso constituyente que duró cinco meses.
Aunque salió adelante, la constitución del 69 no satisfizo a ninguno de los partidos del parlamento: para unos, era muy revolucionaria y para otros se quedaba muy corta. Los republicanos se oponían a su carácter monárquico, los católicos la rechazaban por su legislación sobre la libertad religiosa, etc.

La Constitución de 1869 resultó ser contradictoria, pues habiendo surgido como una revolución contra la monarquía establecía como forma de estado una monarquía parlamentaria, aunque le reservaba una influencia similar a la que tenía en otros países europeos avanzados dentro de un nuevo contexto democrático.

En efecto, la mayoría de  las  Cortes de 1869 se  decantó  por  la monarquía,  pero  la  alternativa  republicana  no  se  desechó  de  forma contundente, sino con importantes matices, precisamente por aceptarse el principio de soberanía nacional, que llevaba implícito la posibilidad de que Las Cortes estableciesen  la  forma  de  gobierno.

Para los republicanos, el principio  de soberanía  nacional  era  incompatible  con  cualquier  forma  de monarquía y con todo poder hereditario y permanente, tal y como expresó Estanislao Figueras, quien fuera el primer presidente del poder ejecutivo de la 1º República Española en 1873.

En fin, las discrepancias sobre la conveniencia de una república o monarquía se expresan en el siguiente ventall o abanico reproducido a continuación.


Las siguientes láminas y pliego son un claro ejemplo de crítica a la monarquía y exaltación de la república, lo que invita a un estudio más detallado, aunque alejado del propósito meramente divulgativo de este blog.








©Antonio Lorenzo