sábado, 3 de agosto de 2019

Divertidas críticas a las modas del día


En este pliego de 1857, la crítica a las modas se particulariza en las faldas o polleras que recuerdan a los pavos reales o a las tiendas de campaña. Estas críticas van también unidas en otros impresos a la reivindicación de lo considerado castizo o nacional.

Sobre las reivindicaciones nacionalistas ante la moda extranjera puede consultarse una entrada anterior, en este mismo blog, a través del siguiente enlace:






©Antonio Lorenzo

jueves, 1 de agosto de 2019

Chasco de tres estudiantes a un mesonero con resultado imprevisto


De la conocida imprenta madrileña de Marés, este pliego donde se nos narra un chasco de resultado imprevisto y con connotaciones parecidas a un cuento tradicional.





©Antonio Lorenzo

jueves, 25 de julio de 2019

Pliegos de cordel y zarzuela: El barberillo de Lavapiés


El éxito alcanzado por la zarzuela El barberillo de Lavapiés fue rápidamente aprovechado por los avispados impresores para incluir los números más significativos de la obra en pliegos de cordel y a reproducir condensada su historia en aucas o aleluyas, como veremos.

Zarzuela en tres actos, con libreto de Luis Mariano de Larra y música de Francisco Asenjo Barbieri, se estrenó en Madrid en el Teatro de la Zarzuela el 18 de diciembre de 1874.

El argumento se desarrolla en un ambiente castizo madrileño, a modo de cuadro de costumbres, donde se enfrentan dos modelos sociales paralelos: el de un mundo popular formado por el barbero Lamparilla y la maja Paloma y el de un modelo aristocrático, representado por la marquesa Estrella (partidaria política de Floridablanca) y don Luis de Haro (sobrino de Grimaldi y a su vez rival político de Floridablanca). Todo ello en un ambiente conspiratorio y pícaro donde no falta la crítica social, como en el pasaje que dice: «¡Ay, señora, qué ilusión, creer que porque ha cambiado el Secretario de Estado será feliz la nación!», junto a las historias que se entremezclan para asegurarse la atención del público.

Barbieri, hombre culto, polifacético y de amplia trayectoria, supo componer una música vibrante que conectó rápidamente con el gusto popular. Todo ello sobre un libreto compuesto por Luis Mariano de Larra, colaborador también de otras zarzuelas e hijo del célebre y malogrado escritor costumbrista Mariano José de Larra «Fígaro».

Por contextualizar algo de la famosa obra, hemos de situarnos en el convulso mes de diciembre del año de su estreno (1874), ya que a los pocos días de su primera representación se produjo el pronunciamiento militar de Martínez Campos en Sagunto, lo que estuvo a punto de dar al traste con la restauración borbónica de Alfonso XII, promovida también por Cánovas. Tanto Martínez Campos como Cánovas eran firmes partidarios de la restauración de la monarquía, aunque diferían en la forma de llevarla a cabo. Cánovas apostaba por la creación de un estado de opinión favorable y no por un pronunciamiento militar, que fue el llevado a cabo por Martínez Campos en Sagunto y proclamando allí mismo como rey de España a Alfonso XII, por lo que Cánovas se vio obligado a admitirlo. La restauración de la monarquía borbónica se concretó con la entrada en España del nuevo monarca: el 9 de enero de 1875 llegaba a Barcelona y cinco días más tarde hizo su entrada triunfal en Madrid.

Como observamos, en el breve transcurso de unos de unos pocos días se estrenó la célebre zarzuela y se restauró la monarquía borbónica tras el fracaso de la I República española.

Reproduzco en primer lugar una aleluya que recoge en viñetas la trama del Barberillo y que se halla a la venta, sin especificar el año, en la papelería barcelonesa del sucesor de Antonio Bosch. La divido en secciones para facilitar su lectura.






Continúo con la reproducción de un pliego, impreso en Barcelona el año 1876 (a los escasos tres años de su estreno) por Narciso Ramírez y Compañía. Como curiosidad, al final del pliego se añade como relleno una «americana» con el título Carnaval de don Pompeyo. Se trata de un pasaje de la zarzuela Don Pompeyo en carnaval. (Juguete bufo-lírico en un acto y en prosa, arreglado a la escena española) compuesto por José Vicente Arche Bermejo (Madrid, 1829-1885), quien también fuera en un tiempo director de orquesta del Teatro de la Zarzuela. Como compositor estrenó su zarzuela en 1873.





Acabo este rápido recorrido con dos láminas que recogen conocidas canciones del barberillo, editadas también en Barcelona por los sucesores de Ramírez y compañía en 1879, y con un pliego donde en una de sus caras se incluye también la célebre Jota del Barberillo.




©Antonio Lorenzo

sábado, 20 de julio de 2019

Canciones entresacadas de obras teatrales o zarzuelas: "El tango sevillano" [II]

Revista "El fandango" (15 de septiembre de 1845)
Los continuos viajes de ida y vuelta de navegantes y comerciantes que iban y venían entre el viejo y el nuevo mundo, propició que los "aires" de las canciones americanas fuesen muy bien acogidas entre una juventud ansiosa de novedades. De ahí la proliferación de americanas, habaneras, tangos, etc. recogidas en pliegos de cordel. Canciones acompañadas de una humilde guitarra o coreadas y bailadas en pequeñas reuniones. Los poetas locales incorporaron pronto en las letras de sus canciones la etiqueta de americanas, si bien las estrofas utilizadas fueran las conocidas de siempre, fundamentalmente cuartetas o seguidillas.

El patrón musical del llamado tango americano coincide con el de habanera. Patrón rítmico desarrollado en Cuba y recreado en España en versiones rítmicas más lentas o rápidas dando lugar a los tangos flamencos y sus derivados. El llamado tango americano y sus variantes alcanzaron gran popularidad en las primeras décadas del siglo XIX, incorporados a zarzuelas u obras teatrales. El tango, una vez cristalizado como el estilo propiamente flamenco que conocemos, se perfila posterior a estas primeras décadas teniendo como antecedente el patrón rítmico del tango americano. Si hay un término que defina mejor las influencias de estos cantos con el flamenco destacaría el de mestizaje.


Si tenemos en cuenta alguna de las estrofas de este llamado «tango sevillano» vemos que están entresacadas de versos o epigramas de diferentes autores, todos ellos con el denominador común de su carácter satírico. El epigrama, composición en verso breve que trata de expresar un pensamiento ingenioso y de intencionalidad satírica, fue ampliamente utilizado en los pliegos de cordel. Sobre el epigrama, Francisco Cutanda, en su discurso de entrada en la Real Academia Española, con el título El Epigrama en general, y en especial el español, leído el 17 de marzo de 1861, sintetiza lo siguiente:

El sabor de la sátira es agrio y amargo; el del epigrama es el que caracterizamos habitualmente con la frase, «sal y pimienta»: locución trivialísima, pero la más expresiva que se me ofrece. La sátira es, como decían nuestros abuelos, medicina mayor, y su objeto el exterminio de algún vicio, y por desgracia frecuentemente, la perdición de un individuo. El epigrama estimula, pica, escuece, mortifica; no alcanza á más. Y tiene sobre todo la particularidad de limitarse las más veces á lograr el pasajero aplauso del chiste y la agudeza: pequeño efecto que no basta para sostener una sátira.

Como ejemplo de ello, adjunto un epigrama recogido en la revista El Fandango (nº 6, mayo de 1845) de Josep Bernat i Baldoví (1809-1864), reutilizado en el pliego con ligeras variantes.

                                                     A solas en su aposento
                                                     Gregoria me suplicaba
                                                     que la refiriese un cuento
                                                     del que yo no me acordaba.
                                                     «Piénsalo bien, me decía,
                                                     que él te vendrá a la memoria»
                                                     y al tiempo que me venía...
                                                     también le vino a Gregoria.





©Antonio Lorenzo

martes, 16 de julio de 2019

Intercesión de Ntra. Sra. de los Desamparados

Estampas antiguas de N. Sra. de los Desamparados
En el mes de marzo de 1850 y en la localidad asturiana de Llanes (según, claro está, por lo que de forma inverosímil narra el pliego), un joven de 23 años apuñaló a su madre, viéndose atacado por el demonio en figura de león. Invocada la Virgen de los Desamparados, se presentó envuelta en resplandores, intercediendo entre madre e hijo y logrando su abrazo y el perdón de ambos.

La lámina, de mala impresión, pues presenta abundantes huecos tipográficos, lleva como pie de imprenta el conocido taller barcelonés de Ignacio Estivill, donde se consigna la concesión de 280 días de indulgencia a todo cristiano que lleve consigo la imagen de la virgen.



©Antonio Lorenzo

jueves, 11 de julio de 2019

Abre el ojo y cierra la bolsa


La sabiduría popular, expresada en refranes, se hace eco de las consecuencias que supone el fiar. Tras un sucinto ejemplo de refranes populares doy paso a unas láminas ilustradas con reflexiones y versos sobre lo inconveniente de fiar.
   Confianza sin tasa empobrecerá tu casa
   El que fía y no sabe cobrar, pronto no tendrá con qué pagar
   Mal su bolsa defiende quien al fiado vende
   Ya no hay fiadores: matáronlos los malos pagadores
   Fiar equivale a regalar, y si no a regañar
   Hombre que fía, ciego sin guía
   Quien al fiado vende, la mitad de lo vendido pierde
   No hay nada más barato que lo fiado, si el comprador es hombre avisado
   Paga siempre al contado, que no es honra lo fiado





©Antonio Lorenzo

sábado, 6 de julio de 2019

Un noble caballero «galán de monjas» es despedazado por dos mastines


La figura arquetípica del «galán de monjas» ya se perfila en la curiosísima obra de Antonio de Torquemada (no confundir con el inquisidor Tomás de Torquemada) Jardín de flores curiosas, publicado por primera vez en Salamanca en 1570, donde en uno de los diálogos del tratado tercero que componen la obra, se nos narran los amores ilícitos de un caballero rico y principal que se trataba de amores con una monja y donde ya aparece el motivo de la «contemplación del propio entierro» y cómo el demonio, en figura de dos mastines, le acabaron despedazando.

Lope de Vega en La buena guarda (1610) cuenta la historia de la monja seducida que abandona el convento para seguir a su galán, pero sigue siendo muy devota, así que la Virgen se apiada de ella y toma su lugar en el convento, para que nadie note su ausencia, hasta que la monja vuelva arrepentida.

Agustín Durán, en el tomo II de su famosa recopilación Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII (números 1271 y 1272) reproduce dos anónimos pliegos sueltos con el título de Lisardo, el estudiante de Córdoba, que desarrolla parecido tema y donde el seductor Lisardo también contempla su propio entierro. Historia aprovechada posteriormente por Espronceda en El estudiante de Salamanca, aunque su desarrollo más acabado nos conduce al célebre Don Juan Tenorio, de Zorrilla, donde la figura de la monja enamorada resulta altamente sugerente y atractiva para la mentalidad romántica. El personaje del don Juan es una recreación, como se ha señalado repetidamente, de la figura creada anteriormente por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla, donde su don Juan acaba abrasado en el infierno, mientras que el don Juan de Zorrilla muere tras arrepentirse y redimido por el amor.

El pliego reproducido es claramente deudor de la historia que ya venía apuntada en el libro de Torquemada y de su posterior desarrollo en obras de teatro y en pliegos sueltos. El impreso fue editado en Valencia por la imprenta de la viuda de Gerónimo Conejos.

Como señala Serrano Morales, José Enrique en su Diccionario de las imprentas que han existido en Valencia, desde la introducción del arte tipográfico hasta el año 1868; Valencia, Imprenta de F. Domenech, (1898-1899), pág. 89 y ss., anota que Jerónimo Conejos comenzó a imprimir hacia 1743. Tras su fallecimiento, en octubre de 1746, continuó con la labor impresora su viuda, fallecida probablemente hacia 1754 y continuada a su vez por sus herederos. El pliego, pues, aunque carece de fecha de impresión, hay que considerarlo anterior a 1754.

La misma historia en forma de pliego también fue editada posteriormente en Madrid por la imprenta de Andrés de Sotos, sin año, impresor que desarrolló su actividad entre los años 1764 y 1792 y del que reproduzco la xilografía de su edición.






©Antonio Lorenzo

miércoles, 3 de julio de 2019

Canciones entresacadas de obras teatrales o zarzuelas: "Los cuatro sacristanes" + "La cola del diablo" y otras [I]

Grabado de Carlos Enrique Pellegrini (Primera mitad siglo XIX)
El auge de la zarzuela propició el que sus más conocidos números fueran aprovechados para imprimirlos en hojas volanderas y que el público en general tuviera un fácil y económico acceso a los números más representativos.

El pliego que reproduzco contiene una serie de canciones provenientes de diferentes obras y autores. La revista bufo-política Los cuatro sacristanes, en un acto y en verso, fue estrenada en el madrileño Jardín del Buen Retiro en julio de 1875, siendo el autor del libreto Ricardo de la Vega y José Acebes de la música. El mismo Ricardo de la Vega estrenó al año siguiente La muerte de los cuatro sacristanes como continuación de la primera. Contextualizando el título los cuatro sacristanes simbolizan al clero clero carlista que pretendían casarse con España (Concha España), algo que al final hizo con don Justo Moral. Estas comedias hay que entenderlas como sátiras y críticas políticas enmarcadas en la agitada época de la Restauración borbónica en el último tercio del XIX, como se recoge en el himno dedicado a Alfonso XII.

Antes de dar paso al pliego, reproduzco las carátulas con la información de las zarzuelas elegidas para confeccionar el impreso.




El pliego se encontraba a la venta en la tienda de Borrás e impreso en la ciudad de Palma de Mallorca en 1876 por Bartolomé Rotger.





©Antonio Lorenzo