lunes, 29 de junio de 2020

San Pascual Bailón, centinela de España y patrón de los cocineros [I]


No, san Pascual Bailón no es el patrón de las discotecas, como muchos afirmarían si se les preguntara de improviso por su patronazgo. Tampoco es, como se apunta en ciertas oraciones, el intermediario para resolver casos desesperados, aunque sí tiene más sentido considerarlo como patrón de los cocineros (sobre todo en México), algo que comentaré en una entrada posterior.

Notas sobre su vida

Pascual Baylón Yubera, nación en la localidad aragonesa de Torrehermosa el 16 de mayo de 1540. Sus padres, Martín Bailón e Isabel Yubera, decidieron ponerle el nombre de Pascual dado que nación el día de la Pascua de Pentecostés o Pascua Florida. Tras pasar su infancia y adolescencia como pastor, primero en Alconchel de Ariza y posteriormente en tierras levantinas, ingresó a los 24 años en el convento de menores de Albatera (Valencia), llevando a cabo lo propio de los frailes legos: atender a la portería, la huerta y mendigar limosnas por los pueblos limítrofes.


Tras haber ejercido como pastor en varias localidades cercanas, acabó centrándose en la vida religiosa distinguiéndose por su devoción a Jesús Sacramentado. A pesar de su escasa formación académica dejó por escrito una serie de reflexiones que reunió en lo que él llamo «Cartapacio para mi recreación espiritual», tomando posteriormente el nombre de Opúsculos.

Pascual Bailón encarna de forma admirable el ideal de pobreza, humildad y mansedumbre transmitida por san Francisco de Asís. Fue portero, cocinero, hortelano y limosnero, lo que compaginó con su vida ascética y donde se dice que recogía las sobras de la comida para dárselas a los pobres.

Son numerosos los milagros atribuidos a su intercesión. Entre los más curiosos está el de curar enfermedades mediante un guiño, hacer llover sobre los campos de los pobres y dejar que se agostasen los de los ricos, reanimar a los moribundos e, incluso, la de resucitar a un viejo caballo de una familia acorralada por las deudas.

La tradición popular afirma que muchas veces, mientras se encontraba orando, experimentaba tanta alegría que se ponía a bailar (por eso algunos creen que su apellido no es sino un apodo que justifica esta reacción característica).


La leyenda cuenta también que, tras su muerte, en el momento de la consagración en su Misa de Réquiem, sus ojos se abrieron para adorar al Santísimo Sacramento.

También se dice que cuando uno está durmiendo y se despierta oyendo tres golpes fuertes, es un anuncio o presagio de un fallecimiento cercano, por lo que hay que acudir prontamente a contratar misas y dejar limosnas para evitar el vaticinio. Si, en cambio, los golpes suenan flojos, es signo de felices acontecimientos o buenas noticias.

Su proceso de beatificación se abrió a los escasos dos años de su muerte, ocurrida en Villarreal (Valencia) el 17 de mayo de 1592.

Pablo V beatificó a Pascual Bailón en 1618 y Alejandro VIII lo canonizó el 16 de octubre de 1690. León XIII, en su breve encíclica «Provivindentissimus», de 28 de noviembre de 1897 lo declaró patrono de las Asociaciones y Congregaciones Eucarísticas, no sólo de las que ya existían, sino también de las que se crearan en el futuro. Su fiesta se celebra el 17 de mayo, y es conocido como el Serafín de la Eucaristía.

Numerosas poblaciones celebran la festividad de san Pascual Bailón con solemnes procesiones y romerías. Calatayud, Ariza, Alconchel, Carenas, y Torrehermosa, en la provincia de Zaragoza; Almazán, en la provincia de Soria o en Villarreal (Castellón), donde descansan sus restos, son un pequeño ejemplo de festividades que han traspasado nuestras fronteras llegando a Latinoamérica, como comentaré en una posterior entrada, así como las coplas populares sobre el santo y la tradición fundamentalmente mexicana de adjudicarle el patronazgo de los cocineros.

San Pascual Bailón en la literatura popular impresa

Comienzo con un pliego, con alusiones a acontecimientos políticos, editado en Madrid [s.a.] por la Imprenta Universal.








Iconografía

A san Pascual Bailón se le suele representar vestido de franciscano y sus principales atributos hacen referencia a su vocación eucarística: un ostentorio o un cáliz; en otras ocasiones puede ir acompañado de elementos de penitencia o meditación o aludiendo a su humilde vida de pastor junto al cayado o la azada. Sus representaciones más frecuentes lo muestran de rodillas, en éxtasis ante el Santísimo y acompañado de ángeles. Giambattista Tiépolo lo pintó, hacia 1767, para el convento de Aranjuez.

Tiepolo, Giambattista - Boceto para la Iglesia de San Pascual en Aranjuez (1767)
Son también numerosas las estampas y grabados populares con su imagen.





Otras manifestaciones artísticas

Pascual Bailón es también el título de una zarzuela en un acto y en verso, con libreto original de Ricardo Puente y música de Guillermo Cereceda. Representada por primera vez en el Teatro Circo, de Madrid, la noche del 15 de octubre de 1868.

La contradanza, género bailable europeo procedente de Inglaterra, llegó a España en el siglo XVIII pasando prontamente a las colonias americanas. La música que acompañaba a la contradanza fue adquiriendo en el Caribe convirtiéndose en una modalidad genérica criolla con especial arraigo en La Habana. Los músicos negros y mulatos fueron introduciendo elementos rítmicos afro-hispanos dando origen al nuevo género conocido como contradanza criolla.


Pues bien, la primera partitura de una contradanza criolla cubana de la que se tiene noticia es precisamente la titulada como San Pascual Bailón, editada en el 1803 con ritmo binario de 2/4, más adaptado a las costumbres rítmicas de los músicos de color, lo que constituye un claro ejemplo de la adaptación de las contradanzas europeas en la isla caribeña.


La vida y milagros atribuídos a san Pascual Bailón también encontró eco en otras manifestaciones artísticas, como en la comedia de Antonio Pablo Fernández, dramaturgo del siglo XVIII quien publicó en 1745 El ángel, lego, y pastor, San Pasqual Bailón.


No es el único caso, pues se conoce otra comedia hagiográfica sobre el santo cuyo autor es el clérigo ilicitano Ginés Campillo de Bayle, con el título El mejor pastor descalzo, san Pascual Baylón, publicada en 1691, al año siguiente de la canonización del santo por Alejandro VIII.


©Antonio Lorenzo

jueves, 18 de junio de 2020

La Santísima Vera Cruz de Caravaca y su reflejo en la literatura popular impresa [III]


Para completar este pequeño recorrido de la Vera Cruz de Caravaca en novenarios, pliegos, estampas y folletos, adjunto unos cuantos ejemplos más.

En el Archivo Municipal de conserva un librillo, de autor anónimo, donde se cuenta en verso la historia de un terrible incendio en el castillo, fortaleza y la basílica el día 29 de septiembre, festividad de San Miguel, de 1772.
«Estado historico, veridico, y circunstanciado, que manifiesta el Incendio en el Castillo, Real, Fortaleza, y Basilica Real, de la Santisima Cruz de la Ilustre Villa de Caravaca, el dia de el Archangel San Miguel, a 29 de Septiembre de el año de 1772».

Continúo con un pliego conservado en el fondo antiguo de la Biblioteca Valenciana, pliego que he coloreado para hacer más accesible el texto, donde se nos narra un asombroso milagro donde la Cruz interviene para salvar a un hombre de un robo.





Otro pliego, fechado en 1799, del que reproduzco la portada, coloreada también para una mejor definición, se conserva en el Archivo Histórico Nacional de Madrid con el siguiente título:
«Noticia del milagro que ha obrado la Santisima Cruz de Carabaca, con una Doncella en la Ciudad de Sevilla, en el mes de Marzo de este presente año de 1788, por haber usado del modo de persignarse en figura de esta Santisima Cruz, segun se lo enseñó el M.R.P. Fr. Diego de Cadiz, Misionero Apostolico del Orden de Capuchinos».

El romance nos cuenta cómo gracias a que el P. Fray Diego de Cádiz había enseñado a esta joven doncella la forma de persignarse según la figura de la Cruz, pudo salvarse del ultraje a su honestidad pretendido por un joven, al encontrarse en su cama, a modo de resguardo, una cruz con la forma de la de Caravaca, lo que le impidió llevar a cabo sus depravadas intenciones.

El pliego fue calificado como supersticioso y declarado como ofensivo e injurioso para el buen nombre del P. Diego de Cádiz por el Tribunal de Granada, condenando la difusión del romance y también los 3.600 días de indulgencia que se anunciaban al final del impreso.

Alabanzas protectoras e indulgencias

La famosa reliquia de doble brazo de Caravaca aparece impresa en diferentes soportes a modo de símbolo protector en todo el orbe cristiano.

Diferentes pontífices a lo largo de los siglos tuvieron a bien la concesión de indulgencias a quienes portaran la Santísima Cruz, lo que fue aprovechado por los vendedores de estampas y pliegos de cordel para obtener beneficios con la venta de sus productos. La prerrogativa de la concesión de indulgencias fue otorgada paulatinamente a los arzobispos y obispos con el fin de que sus devotos pudiesen disponer de beneficios espirituales.

La extraordinaria difusión de la «verdadera Cruz» se traduce en una variada iconografía de la misma. Alabanzas protectoras, resumen de milagros e indulgencias por llevar y rezar a la Cruz son elementos muy repetidos en las estampas, donde la imagen que las ilustra ofrece variaciones significativas.

En este primer ejemplo, editado en Madrid por la Imprenta Universal [s.a.] se recogen unas repetidas alabanzas con milagros incluidos y los 500 días de indulgencias a quien llevare su imagen y pusiese su nombre y apellido para designar una sola estampa al beneficiario y de este modo no interrumpir la difusión de las mismas ni su cobro.



El número de indulgencias concedidas no deja de resultar sorprendente si nos fijamos en las que se otorgan en el siguiente ejemplo, editado en el taller de Juan Martínez Mesnier, quien fuera impresor y librero del Cardenal Belluga y del arzobispo de Cartagena, situando su actividad impresora en la calle de la Platería comprende de 1731 a 1736, según entresacamos de García Soriano, J.: Anales de la imprenta en Murcia y noticia de sus impresores. Suplemento de la Biblioteca del Murciano, t. II. Madrid: Imprenta de García Enciso, 1941.

El repertorio de indulgencias nos remiten a las concedidas por el papa Pío V (1566-1572), al parecer, durante el último año de su pontificado, posteriormente completadas o ampliadas por Gregorio XV en 1622, y confirmadas por Urbano VIII (1623-1644), Clemente X (1670-1676) e Inocencio XII (1691-1700), según se recoge en el documentado trabajo de Pozo Martínez, Indalecio: Indulgencias a la Cruz de Caravaca, en Murgetana, Nº 120, 2009, pág. 83.




Para conseguir estas indulgencias había que satisfacer previamente una serie de requisitos, entre ellos el de poseer la Bula de la Santa Cruzada, es decir, a cambio de una previa aportación económica para el mantenimiento del culto y obras de caridad, algo que fue aprovechado por los distribuidores y vendedores copleros en su propio beneficio. El desorbitado número de indulgencias concedidas (3.600 días en este caso) hizo que la Inquisición mirara con recelo estas prácticas, así como los milagros que se incluían en las estampas o pliegos, al considerarlos opuestos al espíritu de la iglesia y fomentando el descrédito de la Santísima Cruz.

La diferencia entre la magia y los milagros no está nada clara ni resulta fácil de resolver. De ahí que la Inquisición mirara con prevención la gran cantidad de milagros que aparecían en la literatura popular, ya fuera por intervenciones de vírgenes locales, determinados santos o del mismo Cristo, donde se mezclaba el valor edificante y de enseñanza moral con el peligro de un mundo mágico y ajeno a las prácticas devocionales. La necesidad de los miembros de la Inquisición de salvaguardar la ortodoxia de la iglesia católica frente a prácticas de carácter mágico o de excesos de piedad popular, fue la causa de que se retirasen de la circulación muchas estampas donde se recogían estos supuestos excesos. Afortunadamente se han conservado muestras interesantes, muchas de ellas sin fecha ni lugar de edición, sin licencia y con resúmenes sacados o copiados de acá y de allá.

Formas y tipos de cruces

La iconografía de los tipos y formas de las cruces son muy abundantes y no siempre de fácil explicación u origen. La cruz, como signo y símbolo fundamental del cristianismo, se representa de muy variadas formas. La figura más habitual es la formada por dos líneas rectas que se cortan perpendicularmente: la vertical, conocida como palo o árbol y la horizontal, como travesaño, dividida en dos tramos iguales. Sin embargo, esta habitual imagen se nos presenta con múltiples variaciones, entre ellas las que nos ocupa de Caravaca.

De la cruz del suplicio, que es la que presenta las más variadas formas, tiene sus particularidades las conocidas por la cruz immisa o capitata, que es el tipo de cruz en la que murió Jesús; la cruz de San Pedro (invertida o tumbada en forma de X); la cruz svástica a modo de rueda giratoria y recuperada como emblema por el nazismo; la cruz griega, de brazos iguales donde el palo y el travesaño se cortan perpendicularmente en su punto medio y la llamada cruz patriarcal o arzobispal, que es la asociada a la Cruz de Caravaca. Este tipo de cruz es una cruz doble de cuatro brazos. Contiene dos travesaños paralelos entre sí siendo de menor longitud el superior. 

Otros tipos y formas de cruces serían las correspondientes a la cruz rusa, la cruz radial, la cruz cósmica, la cruz cántabra, la cruz ansada (de asa), conocida también como cruz egipcia; la cruz de Tau o hebrea, etc. 





Tanto la venta de cruces sueltas, llaveros, collares, colgantes, pulseras, cadenas, imanes, tazas y variados objetos de todo tipo con la efigie de la famosa Cruz pueden adquirirse a través de la tienda oficial «online» de la propia Cofradía de la Stma. y Vera Cruz de Caravaca, donde se ofrece, se entiende que para dotar de una mayor significación y valor añadido a sus productos que: «La Real e Ilustre Cofradía de la Stma. y Vera Cruz certifica que todos los productos serán bendecidos y retocados por la Sagrada Reliquia a petición del cliente».
©Antonio Lorenzo

martes, 9 de junio de 2020

La Santísima Vera Cruz de Caravaca y su reflejo en la literatura popular impresa [II]


En la entrada anterior se ofreció una síntesis sobre la formación de la leyenda y su traslación a la literatura popular impresa. Tras esa primera aproximación y comentarios sobre los tempranos pliegos editados durante el siglo XVII, tanto la leyenda como la imagen de la Vera Cruz no ha dejado de editarse en diferentes formatos: pliegos, estampas, libros de oraciones, novenas... donde se recoge su leyenda, imagen o milagros.

El culto a la Cruz, basado en la leyenda, es el principio y referente central para la celebración de las fiestas, pero esta referencia queda disipada a través de toda una serie de manifestaciones exteriorizadas donde se combina el mito religioso, el producto turístico y la reinvención de la tradición. La representación mental del mito religioso, configurado a través de la leyenda, iconografías, milagros y textos alusivos, desemboca en un producto donde la ciudad vende la doble imagen de la religiosidad y lo turístico asociado a las fiestas.

El armazón de las fiestas patronales de la Cruz, que se celebran del 1 al 5 de mayo, se construye con gran despliegue de rituales: bendición de la ofrenda de flores, desfiles de los bandos moro y cristiano,  parlamento entre el rey cristiano y el sultán moro, el baño de la Cruz, Gigantes y Cabezudos, fuegos artificiales, pasacalles infantiles y de peñas, junto a diversas participaciones procesionales, más propias a una exteriorización de pertenencia a un grupo social, con la exhibición de vestuarios y adornos lujosos, que a una consistente expresión religiosa de devoción popular.

Las fiestas están declaradas de interés turístico internacional desde el año 2004.

Los Caballos del Vino

Cada 2 de mayo se celebra en Caravaca la carrera de los Caballos del Vino, manifestación singular que se desarrolla en el tramo final de la cuesta del castillo. Los mozos cumplen con el ritual de subir lo antes posible por la cuesta agarrados a su caballo ricamente enjaezado con bordados y telas (algo que también se enjuicia en un concurso y se valora el tiempo invertido en la ascensión).

El origen legendario de la tradición supone que estando la fortaleza templaria de Caravaca sitiada por las tropas musulmanas de Granada, los moros contaminaron el agua que daba suministro a los refugiados en la fortaleza. Algunos de los refugiados salieron por la noche con el fin de suministrar agua al resto de los enclaustrados. Se dice que lograron llenar de vino unos pellejos que, atados a los caballos, corrieron velozmente agarrados a ellos dos mozos en la parte delantera y otros dos en la trasera para protegerse ellos y la carga y burlando el cerco enemigo. Una vez llegados al castillo bañaron con el vino la reliquia de la cruz , lo que hizo perder milagrosamente sus propiedades alcohólicas siendo ofrecido a los enfermos que sanaron inmediatamente.

EL festejo de los Caballos del Vino tiene solicitada a la UNESCO la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. 

El baño de la Cruz

El ritual del lavatorio de la Cruz tiene lugar el día 3 de mayo, considerado como el de la aparición de la misma en la conocida como Fiesta de las Cruces, denominación popular de esta celebración. El baño de la Cruz trata de explicarse mediante la leyenda de que el año 1384 hubo una plaga de langosta en las localidades de Totana y Lorca que comenzó a destruir árboles, viñas y huertos. Para salvar en lo posible la devastación decidieron que se bañase la Cruz y se llevase el agua bendecida hacia esas poblaciones y se regase con ella los campos infectados como remedio para atajar la plaga. Tras ello, la plaga desapareció y se perpetuó la costumbre del baño de la Cruz. Los caravaqueños y visitantes rellenan tras el baño vasos y botellas en la creencia de que servirán de remedio para atajar todo tipo de males. Todo ello va acompañado de charangas, desfiles, procesiones y cabalgatas donde se trata de hacer gala del nivel económico luciendo ricos atavíos, ya sean de cristianos o moros, en una fiesta que apenas recuerda la originaria y piadosa devoción.













Tras la procesión solemne de los Bandos Moro y Cristiano la Santísima Cruz se dirige al templete donde antes del baño ritual se desarrolla un fingido «Parlamento» entre el rey cristiano y el sultán moro, procediéndose a continuación a una especie de vistoso simulacro de combate entre ambos bandos. Tras esta escenificación se realiza el baño de la Cruz y la bendición de las aguas, quedando la reliquia expuesta a continuación en la parroquia de El Salvador para ser adorada por sus devotos.

Los dos días siguientes, 4 y 5 de mayo siguen los festejos conmemorativos con más desfiles, misas y fuegos artificiales.

El robo de la Cruz en 1934

En la madrugada del día 14 de febrero de 1934 tuvo lugar el sacrílego robo de la Cruz, lo que causó una tremenda conmoción en la ciudad. La autoría del robo despertó muchas conjeturas, aún no resueltas, ante el hecho de que se descubrió el sagrario abierto y vacío sin la reliquia. Entre las hipótesis manejadas sobre la autoría del robo, algunos han querido asociarlo a un interés puramente esotérico sobre el simbolismo de la reliquia y su valor como talismán. Tampoco ha faltado la hipótesis del robo por alguna logia masónica e incluso por la intervención del propio capellán del santuario que la custodiaba, el presbítero don Ildefonso Ramírez, sospechoso de dejación y abandono de sus obligaciones, al que se le agredió la tarde del 28 de abril y se le allanó su vivienda al dar crédito a que una gitana soñó que la Cruz se encontraba oculta bajo una de las losetas de la vivienda del capellán. Un grupo de ciudadanos lo agredió hasta que logró refugiarse en el ayuntamiento. El presbítero acusado falleció a la edad de 53 años el 28 de junio de 1936.

La indagación sobre los supuestos culpables del robo supone toda una mezcolanza de incidencias, de acusados, de suposiciones y con sumarios y procesos judiciales paralizados o requeridos por otras instancias y vueltos a abrir en otras jurisdicciones, algo de difícil explicación a causa, seguramente, de desconocidas presiones.

El cronista oficial de Caravaca de la Cruz, José Antonio Melgares Guerrero nos ofrece un recorrido por todos estos sucesos en su trabajo: El robo de la Vera Cruz de Caravaca (1934), págs. 141-160, recogido en "Murcia, crimen y castigo. Taller de Historia del Archivo General", Imp. Regional de Murcia, 2008. Melgares nos informa que, tras la paralización del proceso judicial a causa de la guerra civil, se volvió a reabrir el sumario en abril de 1939 haciéndose cargo del asunto el juez militar de instrucción Francisco Redondo Pérez. También apunta a tres teorías generalistas sobre el robo: la teoría popular, que sostiene que el robo fue una simple simulación para proteger la reliquia y restituirla tras la guerra; la teoría judicial, achacando el robo a la masonería y a los "Rojos", y, finalmente, la teoría diplomática vaticana, que es a la que otorga una mayor credibilidad al considerar que fue la propia iglesia la responsable última de la sustracción de la Cruz para proteger la reliquia de los desastres de la guerra que se avecinaba. Según Melgares, la Cruz robada acabó siendo trasladada a la nunciatura apostólica de Madrid. Una vez allí, se envió a Roma donde sugiere (en la pág.156), que «allí permanece a buen recaudo en un lugar seguro del Estado vaticano».

Indalecio Pozo, en su detallado estudio: Fiestas y Lignum Crucis. Un periodo oscuro en la historia reciente de la Cruz de Caravaca (1934-1942), (Murgetana, nº 23, año 2010, págs. 2003-220), nos ofrece suculentas y documentadas noticias sobre tan controvertido robo que difieren en notable parte de lo sugerido por Melgares Guerrero.

Según se recoge en los diarios regionales de la época y a instancias del obispo de la diócesis el Vaticano envió un nuevo «lignum crucis» para sustituir al robado en Caravaca. Una vez recibido quedó depositado en primera instancia en el sagrario de la catedral de Murcia, pero cuando el vicario episcopal fue a recogerlo para proceder a su traslado a Caravaca, resultó que había desaparecido misteriosamente. No obstante, los actos previstos y convocados para mayo de 1940 se celebraron con una cruz de madera de doble brazo que tuvo que ser encargada y tallada con rapidez para la ocasión por el carpintero Alfonso Sánchez «Firlaque» como medida de urgencia y para no suspender los actos programados.

Todos estos hechos hay que contextualizarlos en una situación política de vencedores y vencidos. Hay que recordar que, tras la guerra civil, las dependencias del castillo sirvieron de cárcel para presos políticos hasta el año 1941.

Tras las nuevas gestiones llevadas a cabo por el obispo de la diócesis de Cartagena, Miguel de los Santos Díaz de Gómara junto a otros religiosos claretianos para conseguir una nueva reliquia, dieron su fruto al recibir dos pequeñas astillas del «lignum crucis» en Caravaca el 30 de abril de 1942. Todo ello durante el pontificado del papa Pío XII. Aunque se admite que estas nuevas astillas se obtuvieron gracias a la concesión directa del pontífice, no se conoce documentación ni constancia alguna de dónde se encontraban o estaban custodiadas. Esta intervención papal no ha quedado acreditada documentalmente, y sí, en cambio, la intervención de unos religiosos de la Orden claretiana. La fecha oficial de la llegada del nuevo «lignum crucis» a Caravaca desde el repositorio vaticano está fijada, desde entonces, como se ha señalado, el 30 de abril de 1942, fecha mantenida como verdad oficial.

El proceso de envío parece sacado de un argumento de novela negra. De Roma se envió por avión hasta Barcelona un relicario donde venían depositadas unas astillas certificadas como verdaderas del «lignum crucis», debidamente custodiadas por dos emisarios, para ser enviadas a Caravaca. Pero como corría prisa, pues al día siguiente comenzaban las fiestas en Caravaca y el día 3 es cuando se celebra la festividad de la «Invención de la Cruz», fueron enviadas desde Barcelona... por ¡correo certificado!, ya que de hacerlo por valija diplomática no hubieran llegado a tiempo para su celebración.

El relicario con la Vera Cruz llegó a tiempo y las fiestas en su conjunto tuvieron lugar, pero para sufragar la adquisición de un nuevo relicario donde recoger la nueva y preciada reliquia se realizaron cuestaciones y hasta se llegó a programar un festejo taurino el 24 de junio por el diestro local Pedro Barrera, con gran éxito y donde se agotaron las localidades.

A finales de septiembre de 1942, con la nueva reliquia obtenida, se decidió otorgar por unanimidad el cargo honorario de Hermano Mayor de la Cofradía de la Cruz... a Francisco Franco.

Todos estos sucesos no han trascendido a las nuevas generaciones ni a los miles de devotos de la reliquia, donde una más o menos interesada cortina de humo ha ido poco a poco ocultando o quitando importancia a estos eventos.

Tras el largo proceso de investigación desarrollado a lo largo de tres décadas, finalizó oficialmente en 1959 con el sobreseimiento del caso, aunque sin llegarse a aclarar las circunstancias que realmente sucedieron.

Con el fin de contextualizar y repasar a grandes rasgos los principales acontecimientos que tienen que ver con la festividad de la Cruz, volvamos a su reflejo en la literatura popular.

Ejemplos de literatura popular impresa

La Cruz de Caravaca guarda una estrecha relación transversal con prácticas esotéricas, exorcismos, magia negra y conjuros. Se conocen múltiples ediciones donde se recogen oraciones que ayudan a prevenir o curar ciertos males bajo la devoción a la Vera Cruz.

La Cruz de Caravaca suele ilustrar la portada de muchos libros de oraciones y conjuros para desterrar numerosos males. La Cruz ha sido adoptada por sanadores y videntes como remedio para curar toda clase de dolencias. A modo de talismán, se usa como protección ante el «mal de ojo», contra los animales ponzoñosos, las mordeduras de serpiente, la rabia de los perros o, a nivel mágico, para llevarla con sigo mismo con el fin de eliminar las supuestas malas energías que te puedan enviar…









Puesto que la Cruz de Caravaca es utilizada como talismán y protagonista de conjuros, no quiero dejar pasar la ocasión sin dejar constancia del poder taumatúrgico concedido a la Cruz con la finalidad de que sirviese de protección frente a la pandemia del coronavirus. Este ritual enlaza con la tradicional «Bendición de la naturaleza», ya conocida desde el siglo XVI y que se realiza desde la llamada «Capilla de los Conjuros» de la Real Basílica-Santuario de la Vera Cruz. 

Conjuros extraordinarios 
Hoy, martes 17 de marzo [2020] a las 19:00 horas, ha tenido lugar el conjuro extraordinario con la Vera Cruz como rogativa contra el coronavirus. Al tiempo que se bendecía la ciudad y sus campos desde lo más alto del castillo, sonaban las campanas de todas las iglesias de la ciudad.
Según se extrae del enlace que adjunto, el conjuro extraordinario se repetirá cada viernes a las 12 del mediodía:


En la basílica de la Vera Cruz de Caravaca se celebró a mediodía de ayer un nuevo conjuro extraordinario con la Sagrada Reliquia. A la misma vez sonaron todas las campanas y desde las casas cientos de cofrades rezaron un credo a la Cruz de Caravaca. El rector, Emilio Sánchez, informó que «haremos este ritual todos los viernes a las doce de la mañana y pedimos a todos que a esa hora recen un credo a la Santísima Cruz».
El ritual se inició en la planta baja del castillo, la Vera Cruz en manos del rector ha salido de su capilla y tras las plegarias preparadas para la ocasión y en compañía de uno de los sacristanes, se subió a la Capilla de los Conjuros, la estancia más alta del Santuario donde se procedió a la bendición de los cuatro puntos cardinales con la Sagrada Reliquia mientras el sacerdote recorría con la Vera Cruz el pasillo exterior que rodea la cúpula del templo.
En otra entrada venidera se mostrarán más ejemplos del protagonismo de la reliquia en la literatura popular.
©Antonio Lorenzo

lunes, 1 de junio de 2020

La Santísima Vera Cruz de Caravaca y su reflejo en la literatura popular impresa [I]


No deja de resultar altamente sorprendente la gran cantidad de información escrita sobre el inaudito milagro de la Vera Cruz de Caravaca y a su vez la escasa documentación de carácter histórico sobre el antiguo reino de Murcia. Parece claro que la devoción a la Santísima Cruz, tras la inverosímil aparición que ha conformado su leyenda, ha logrado sobrevivir en la mentalidad popular ignorando o tratando de ocultar cualquier crítica sobre ella. El aprovechamiento del mito religioso como foco de interés y reclamo turístico se ha visto incrementado en tiempos recientes a raíz de la declaración como Año Jubilar, concedido el año 1998 por el papa Juan Pablo II con la prerrogativa especial de «Año Santo in perpetuum» a celebrar cada siete años ininterrumpidamente a partir del año 2003. Este privilegio iguala a Caravaca con ciudades como Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela, Alepo (Siria) o con el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Camaleño, Cantabria, donde se encuentra también de otro «lignum crucis», se dice incluso el de mayor tamaño conocido).

Por poner un poco de orden antes de detenernos en mostrar algunos ejemplos de la afamada reliquia en la llamada literatura popular impresa conviene contextualizar y recordar cómo se encontró la cruz donde Cristo fue crucificado junto a los dos ladrones y la leyenda sobre su llegada y aparición en Caravaca.

El hallazgo de la Cruz de Cristo

La leyenda cuenta que Elena, madre del emperador Constantino (no canonizado por la iglesia latina, aunque sí por la ortodoxa griega), se trasladó con su hijo a Jerusalén tras el Concilio de Nicea (325) con el fin de erigir una iglesia destinada al Santo Sepulcro. En su afanosa búsqueda de la cruz mandó demoler el templo dedicado a Venus en el Monte Calvario. Tras ordenar que se cavase en los restos del templo descubrió (se dice que en los primeros días de mayo del 326) tres cruces, unos clavos que identificaron con aquellos que perforaron los pies y las manos de Cristo y hasta el rótulo de la crucifixión conocido como el «Titulus Crucis», esto es, la tablilla colgada en la Cruz que dice: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos» [INRI]. Identificada la de Jesucristo por el hueco dejado por los clavos (ya que se dice que solo en la de Jesús se utilizaron estos), decidió que se partiera en dos para que una parte fuera trasladada a la capital del imperio y otra a Jerusalén donde Macario ejercía de patriarca.

Santa Elena con la cruz y los clavos - Escuela castellana (siglo XV)

Jan van Eyck - Hallazgo de la Vera Cruz
Hallazgo de la Santa Cruz - Agnolo Gaddi, siglo XIV
Aparte de atribuir el hallazgo de las formidables reliquias a Santa Elena, también se le adjudica su intervención sobre el descubrimiento de parte de la túnica que usó Jesucristo antes de ser crucificado; un fragmento de la cuna de Jesús; las reliquias de los Reyes Magos y hasta los peldaños de la Escalera Santa por donde se cree que subió Jesús para ser juzgado y condenado por Poncio Pilato. En estos peldaños se pueden apreciar, debidamente protegidos por un cristal, restos de las gotas de sangre que derramó Jesucristo. En fin, todo un ejemplo de dedicación y búsqueda que harían las delicias de cualquier buscador de tesoros si tenemos en cuenta sus excelentes resultados.

El «lignum crucis»

El «lignum crucis» hace referencia al madero que usaron los romanos para crucificar a Jesucristo. Es a partir del siglo IV cuando parece que se comenzó la repartición de los fragmentos conservados. Estos fragmentos se conservaban en unas cajas llamadas «estaurotecas» con forma de cruz y con un hueco en el centro donde se colocaba la reliquia. Sobre este hueco o vano se colocaba encima una piedra preciosa para protegerla, aunque desde el siglo VI se sustituye la piedra preciosa por un cristal para poder tener acceso visual a la misma.


Trazar el recorrido de cada uno los fragmentos conservados en su conjunto es algo que supera con creces cualquier intento de seguimiento y dotar de una cierta fiabilidad histórica a cada uno de ellos al encontrarse repartidos y conservados en relicarios de numerosísimas ciudades. La gran ventaja de la Cruz de Caravaca, es que apareció sorprendentemente «teletransportada» por dos ángeles, al margen de invasiones, ocultamientos, robos, cambio de manos, etc.

Ya avanzada la segunda mitad del siglo XIX el arquitecto francés, Charles Rohault de Fleury, dedicó los últimos años de su vida a investigar la arqueología cristiana, tratando de examinar todos y cada uno de los fragmentos de la Cruz catalogados del mundo, calculando su volumen y comparando el tipo de madera al que pertenecen. Después calculó las medidas y el volumen que probablemente podía haber tenido la cruz, a partir de documentos sobre la práctica de la crucifixión junto a otros datos, como el tipo y la densidad de la madera para calcular su peso y, además, tomando en consideración una reliquia importantísima custodiada en la capilla de las reliquias de la basílica de la Santa Cruz en Jerusalén de Roma. C. R. de Fleury, Memoire sur les instruments de la passion de N.-S. J.-C.; (Paris, L. Lesort, 1870).

La leyenda de la aparición

Son muchas las descripciones que se podrían entresacar sobre la leyenda de la aparición en Caravaca de la Santísima Vera Cruz. Entre todas las consultadas elijo, por la trascendencia de su expositor, un extracto de la homilía pronunciada el 1 de diciembre de 2002 en la Basílica-Santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca por el entonces cardenal Ratzinger (proclamado papa tres años más tarde con el nombre de Benedicto XVI).


Según la tradición histórica local, un acontecimiento maravilloso y único sucedió el tres de mayo de 1231, en medio de un territorio en plena dominación islámica:

 «La Santísima y Vera Cruz apareció en el Castillo-Alcázar caravaqueño. El rey musulmán que dominaba la zona, Ceyt-Abuceyt, quiso conocer los distintos oficios de los cristianos apresados en el recinto amurallado. Entre ellos se encontraba el sacerdote conquense Ginés Pérez de Chirinos que explicó que era ministro de Dios en la Tierra y su oficio consistía en la celebración de la eucaristía mediante la cual el pan y el vino se convierten en el cuerpo y sangre del Redentor. Esta respuesta motivó la curiosidad del rey musulmán que quiso presenciar el acto litúrgico. Ordenó al sacerdote cristiano celebrar la santa misa y para ello mandó traer de la ciudad de Cuenca las vestiduras y utensilios litúrgicos necesarios para la celebración de la Santa Misa. Comenzada la celebración eucarística, el sacerdote se detuvo explicando que no podía oficiar porque olvidaron traer una cruz, elemento imprescindible que tenía que estar sobre el altar para la celebración del sagrado sacrificio. En ese preciso instante, por la ventana de la estancia, entraron dos ángeles del cielo portando el lignum crucis que colocaron en el altar. El sacerdote recibió la Sagrada Cruz de manos de los ángeles ante la sorpresa de la corte del sayid y continuó la celebración. De manera milagrosa la Santísima y Vera Cruz de Caravaca se había hecho presente permitiendo la celebración de la sagrada liturgia frente a Cristo Crucificado. Ante la maravillosa aparición, el sayid y toda su corte se convirtieron al cristianismo y recibieron el sagrado sacramento del bautismo dando paso al inicio del culto cristiano en esta zona fronteriza con el reino musulmán de Granada». 

Tabla de Hernando de Llanos - Aparición de la Cruz de Caravaca en la misa
Fuentes

Los escritos más significativos que constituyen los principales pilares donde se recoge la leyenda de la Cruz de Caravaca, sea con añadidos o reinterpretaciones varias, son, por orden de aparición, los siguientes:
* [1615] Robles Corbalán, Juan de: Historia del Mysterioso aparecimiento de la Santísima Cruz de Caravaca (Madrid: Imprenta de la viuda de Alonso Martín, 1615)
* [1722] Cuenca Fernández-Piñero, Martín de, Historia Sagrada de el compendio de las ocho maravillas del mundo, 1ª ed. (Madrid: Imp. de la Viuda de Juan García Infanzón, 1722)
* [1847] D.M.M.Y. Pbro. (Martínez Iglesias, Mariano) Caravaca: historia de esta villa y de la aparición gloriosa de la Santa Vera Cruz, que se venera en el Real Alcázar de la misma, (Murcia: Imp. de Pablo Nogues, 1847)
* [1856] Marín de Espinosa, Agustín, Memorias para la historia de la ciudad de Caravaca (Caravaca, Imp. Bartolomé de Haro y Solis, 1856).
* [1885] Bas y Martínez, Quintín, Historia de Caravaca y de su Sma. Cruz (Caravaca, 1885)
* [1888] Torrecilla de Robles y Godínez, José, El Aparecimiento de la Cruz de Caravaca (Burgos, 1888)
La obra más difundida sobre la que se apoya la leyenda es la del licenciado y presbítero caravaqueño Juan de Robles Corbalán, publicada el año 1615. La obra está dividida en dos libros: el primero de ellos es el dedicado al «aparecimiento» de la Santísima Cruz, siendo el segundo el dedicado a los milagros. La versión de la leyenda recogida por Corbalán puede considerarse, pues, como el prototipo de las difundidas con posterioridad.


Independientemente de que se conceda verosimilitud o no a la leyenda de la cruz transportada por los ángeles, esta obra alcanzó gran difusión, no solo en España sino en el resto de Europa e Hispanoamérica. Se conocen versiones en latín, alemán, italiano y francés. Sin embargo, una vez publicada, la obra fue denunciada por el tribunal de la Santa Inquisición quien ordenó quitar determinados párrafos donde se narraba el intento de robo de la reliquia por un clérigo enviado con esa misión por la iglesia catedral de Toledo, pero esto es algo colateral a la centralidad de la aparición de la Cruz.

Dudas académicas sobre la verosimilitud del milagro

La leyenda sobre la que se basa el milagro de la aparición por los aires de la Santísima Cruz ha sido muy criticada por su falta de veracidad documental.

Pecando sin duda de ingenuidad, en la leyenda descrita por Corbalán y tantas veces repetida, se daban por válidas las noticias introducidas e indocumentadas por el mayor falsario y autor de falsos cronicones: el jesuita P. Jerónimo Román de la Higuera (1538-1611). Este clérigo estuvo castigado en Caravaca por la Compañía de Jesús entre 1609 y 1611. Allí conoció a Corbalán, entonces capellán del santuario de la Vera Cruz. Influido este último por las falsarias teorías de Román de la Higuera, recogió como verídicas en su obra seminal de 1615 datos dispersos de fuentes no comprobadas y aceptando como verdades absolutas, aunque entreverados con datos ciertos, las supercherías de Román de la Higuera. Corbalán no duda en relacionar al rey moro de Valencia Ceyt Abuceyt como el rey de Caravaca, ni otorgar a un inventado sacerdote el protagonismo de la aparición de la Vera Cruz. En el libro fundacional de Corbalán se dan por buenas fantasías como el nombre inexistente del sacerdote Ginés Pérez Chirinos, la conversión al cristianismo de Abu Zeit, o que la cruz que llevaba colgada al pecho el Patriarca de Jerusalén fue tomada de improviso por los ángeles para «teletransportarla» a Caravaca, según la candorosa narración de la leyenda y aceptada acríticamente por la piadosa imaginación popular.

Corbalán dio también por válidas las absurdas interpretaciones dadas a los signos e inscripciones que rodeaban la llamada «ventana de la aparición» (ya desaparecida) por donde se creía que entraron los ángeles con la cruz y que la inocente credulidad de Corbalán admitió como verídicas las interpretaciones dadas a los signos por el granadino Miguel de Luna. Este Miguel de Luna es también muy conocido por la falsificación de numerosos cronicones y por el célebre fraude de los Libros plúmbeos del Sacromonte, de absoluta y nula credibilidad, tan bien estudiado por Caro Baroja, Julio en su obra Las falsificaciones de la historia (en relación con la de España), Madrid, Círculo de Lectores, 1991).

Las críticas a la verosimilitud de la leyenda son casi tan cuantiosas como la propia exaltación incondicional de la misma. Por citar algunas significativas, en el Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 9, año 1886, pp. 177-188, el ilustre historiador Vicente de la Fuente desarrolló una serie de consideraciones examinando los embustes recogidos en la leyenda y criticando las fuentes elegidas para su sostenimiento a lo largo de los siglos. 
«Entonces aparece en la palestra á fines de aquel siglo el P. Jerónimo Román de la Higuera, inventando á pares las mentiras, según sus malas aficiones. Este fué el que les regaló á los de Caravaca el canónigo Mosén Chirino «fijo de Alfonso Perez Chirino de los primeros pobladores de Conca», de quien nada se sabía, hasta que se le antojó este embuste al citado Padre. Y el bueno de Robles Corbalán suponía «¡que su Divina Magestad permitia estos descubrimientos para confusion de incrédulos!» Y sigue diciendo Robles: «El dicho Padre Hierónimo Roman de la Higuera... queriendo escriuir cierto libro de San Julian, obispo de Cuenca, aquella Santa Iglesia le dió el Archiuo, á donde halló un antiguo pergamino, en que estaua escrito este milagro en lengua antigua y tosca de aquel tiempo. El supuesto pergamino es un conjunto enorme de desatinos, desde la cruz á la fecha como suele decirse.» Principia llamando al Chirino Musé Ginés. [...] Y no se contentó el falsario con inventar á Mosén Chirino, sino que inventó también la patraña, hasta entonces no dicha ni citada, de que aquella cruz era la del Patriarca de Jerusalén. [...] Súpose despues que los Angeles la tomaron de los pechos del patriarca de Hierusalem. Batizose el Rey por mano del Chirino...» Esta es otra mentira; pero ¿quién va á sacarlas todas?»
Otro investigador de prestigio, como Rodrigo Amador de los Ríos (1849-1917), arqueólogo, historiador y director del Museo Arqueológico Nacional, puso en duda tanto el año como la leyenda de la aparición de la reliquia y el lugar donde se dice que se produjo.
«...Todavía los murcianos creen que existen reliquias de los tiempos pasados de la dominación musulmana. Pero nada hay menos cierto: situado á la parte oriental de la población, ¡con qué plácido sobresalto contempla el viajero, después de subir la empinada aunque no difícil cuesta que á él conduce, los almenados muros de aquella vetusta construcción, fortificada en la guerra gloriosa de la Independencia! Qué emoción no experimenta el ánimo, agitado por el recuerdo de la milagrosa aparición, al trasponer aquella puerta que da ingreso al baluarte, y que tan poéticas ficciones habrá hecho brotar en la imaginación exaltada de los caravaqueños!». (en Murcia y Albacete. España: sus monumentos y artes, su naturaleza e historia, Est. Tip. Editorial Daniel Cortezo y C.ª, Madrid, 1889, pág. 629)
Son muchos los testimonios que se podrían aportar sobre la inautenticidad de la leyenda y de la aparición, pero no es ese el camino que pretendemos seguir ni tampoco denostar la respetable tradición devocional a la cruz o a su legítimo culto, sino cómo la leyenda, su iconografía y su popularidad se propagó y reflejó a través de la literatura popular impresa, de lo que pretendemos rescatar algunos ejemplos.

Como el tema da para mucho en posteriores entradas incluiremos más muestras devocionales a la Santísima Cruz junto a otra documentación aneja a la festividad, como los Caballos del Vino, el Baño de la Cruz, el sacrílego robo de la Cruz el año 1934 en plena Segunda República o el Tesoro de oraciones de la Cruz de Caravaca, donde se recogen conjuros y el llevar consigo la Cruz funciona a modo de amuleto protector ante el mal de ojo, la magia negra o contra envidias de terceros.

Las fiestas en honor a la Santísima y Vera Cruz de Caravaca se desarrollan durante los primeros cinco días del mes de mayo enmarcadas en toda una serie de manifestaciones que constituyen la base y el armazón de las fiestas conmemorativas.

Los pliegos

El primer pliego del que tenemos noticia con mención a la Cruz de Caravaca es de finales del siglo XVI: «Aqui se contienen dos obras la una trata de como la muy devota imagen de nuestra señora, de la Cabeça fue aparecida a tres leguas de la ciudad de Anduxar donde agora esta. La otra trata la manera como se aparecio la santa cruz que a ora esta en carauaca», Impreso en Córdoba por Diego Galván, 1594. Datos extraídos del trabajo de Pozo Martínez, Indalecio: Literatura popular de la Cruz de Caravaca, Murgetana, Nº 121, 2009, págs. 165-190. La primera parte del pliego se dedica a glosar la aparición de la Virgen de la Cabeza de Andújar y, en su parte segunda a la aparición de la Cruz en Caravaca.


La Biblioteca Nacional de España conserva un pliego editado en Madrid el año 1658 que, por su interés, reproduzco íntegro.









Tras la descripción sobre el milagro de la Cruz en el primer romance, continúa con otros que Corbalán incluye en la segunda parte de su libro. Ello no quiere decir que sea el autor de los mismos, más bien se trata de que hizo una labor de recopilación sobre textos difundidos por los ciegos para exaltar la intervención taumatúrgica de la Cruz.

Los milagros que desarrolla el pliego, tras el «aparecimiento», no aparecen, en todos los casos, en el libro de Corbalán. En el segundo romance del pliego (aunque no citado por Corbalán) se nos narra el suceso de que una mujer de Burguillos, maldecida por su madre de pequeña, vivió 42 años poseída por el demonio. Para librarla del maleficio sus vecinos le hicieron llegar un relicario con la Cruz de Caravaca. El demonio, que no pudo aguantar su presencia, se vio obligado a salir del cuerpo de la endemoniada en figura de cangrejo.

En el tercer romance, una endemoniada portuguesa en la ciudad de Cádiz, con capacidad para hablar en múltiples lenguas (síntoma característico de posesión diabólica), fue liberada gracias al conjuro de dos frailes, quienes con la ayuda de un estandarte con la Cruz de Caravaca lograron que la endemoniada recuperara en exclusiva su propio idioma. Este episodio tampoco aparece en el libro de Corbalán.

Es en el cuarto romance donde se recoge una amalgama de sucesos diferentes y entremezclados bajo una apariencia unitaria. En el primero de ellos, la intervención de la Cruz impidió el hundimiento del barco que se dirigía a Honduras logrando aplacar la terrible borrasca. Este episodio sí que está recogido en la parte segunda del libro de Corbalán, aunque con significativas variantes.

En la siguiente narración (dentro del cuarto romance) se nos cuenta cómo gracias al socorro de la Cruz, Isabel de Mansilla, noble dama de Granada, logró perder su agudo temor a los truenos y a la presencia del fantasma que creía ver. El episodio también aparece recogido en el libro de Corbalán aunque con algunas diferencias significativas, ya que no menciona su temor ante la presencia del fantasma.

Continúa con el episodio donde gracias a la Cruz que un vecino colocó en la ventana, se logró aplacar una terrible tormenta que sufrió Granada. Como reconocimiento a la eficacia de la Cruz se constituyó una cofradía a su nombre. La intervención de la Cruz también facilitó la devoción a los vecinos de la ciudad alemana de Intomisa al ver cómo ardían sus casas. El episodio también se encuentra recogido en Corbalán, aunque con nombres cambiados y con detalles que no alteran la idea central de la Cruz como protectora ante incendios.

Por último, concluye el pliego con una «Loa curiosa del juego del soldado» en forma dialogada, que viene a ser una especie de relleno y que no guarda relación con la Cruz.

En otras entradas continuaré con la reproducción de otros pliegos o estampas de la Cruz de Caravaca y comentando otros aspectos relacionados con su festividad.

©Antonio Lorenzo