martes, 17 de noviembre de 2020

El tango americano como precursor de los tangos flamencos

El pliego que reproduzco ofrece gran interés porque viene a corroborar la teoría del origen cubano del llamado tango americano y su determinante influencia posterior en las distintas modalidades de los tangos flamencos. Esta relación fue descubierta y desarrollada en los imprescindibles trabajos sobre los orígenes del flamenco de José Luis Ortiz Nuevo y de Faustino Núñez. Las agudas referencias entresacadas por estos dos reconocidos investigadores, llevadas a cabo en las hemerotecas de Cádiz, Sevilla, La Habana o Madrid, constituyen un avance decisivo en los estudios sobre la historia del preflamenco. 

El pliego visualiza y acredita la noticia que desempolvó Ortiz Nuevo y que junto al musicólogo Faustino Núñez publicaron conjuntamente en La Rabia del placer, el origen cubano del tango y su desembarco en España, 1823-1923, Diputación Provincial de Sevilla, 1999.

Un suscriptor del periódico madrileño El Clamor Público daba a conocer el 26 de enero de 1849 unas noticias sobre la historia del tango donde se ratifica la popularidad del tango habanero a través de tres canciones bailadas y cantadas desde el año 1828. Estas noticias se reprodujeron de nuevo el 15 de febrero del mismo año en el periódico semanal sevillano El regalo de Andalucía, aunque en la copia ofrecida por esta publicación señala la fecha de 1823. Las noticias comentan tres canciones entremezcladas, pero con sus títulos correspondientes: «La Guanábana», «La Limonada», con el estribillo «no era nada, ni chicha ni limonada», y la titulada como «La Lotería».

La copia completa de la noticia es como sigue:

El Clamor Público
«El año de 1828 se oyó por primera vez en un barrio estramuros de La Habana, en una choza de gente de color, una canción con el nombre de guanábana, que es una fruta de bastante mérito, y aunque entre ellos se generalizó algún tanto, jamás llegó a penetrar en las casas de personas del estado llano siquiera, ni se escribió una nota para el piano, tan común en aquella ciudad, habiéndose abandonado bien pronto; porque acomodándosele versos obscenos, cuidaron las autoridades por medio de sus agentes de policía, impedir que se propagase. En 1828 apareció otra en el propio barrio con el nombre de la limonada, inventada por los mismos, aludiendo a que se había concedido el título de cabo de ronda a un sugeto que, después de haber admitido brindis de los negros en las bodegas, los perseguía y privaba sus reuniones, y por eso le cantaban que no era nada, ni chicha ni limonada; lo que colocaban de estribillo a todos los versos. Por último en 1843 resonó otra llamada La Lotería, suponiendo en la letra que un negro había sido robado del premio de su billete, sin que mereciera ni por estravagancia que algunas de sus partes sirviesen para la composición de una simple danza a que hay tantos aficionados. Estas tres canciones, que son muy diferentes en su música y objeto, constando cada una de dos partes, las he oído reunidas y formando una solamente muy mal combinada, tanto aquí como en Sevilla y Cádiz; pero nada de esto ha llamado mi atención, ni que aparecieran al cabo de tanto tiempo, sino el nombre que se le ha acomodado de ¡Tango americano! Si se hubiese bautizado con el de Tango africano, sería más pasajero, ya porque fue inventado por ellos, ya también porque en los bailes que allí forman los días festivos en los recintos de la ciudad, y en las fincas de campo, al uso de su país con tambores, se les da ese nombre primero o el de cabildos, pues los hijos de estos forman otro baile muy diferente, que es, el rigodón, contradanza y wals, o el zapateado al compás de una harpa con golpes y canto; en lo cual no se nota signo alguno de inmoralidad.
Como he comprendido que ese llamado Tango Americano se supone equivocadamente que fue admitido en todas las clases de la sociedad habanera, y tal como algunas personas lo han propalado, se me concederá que he tenido mucha razón, para ocuparme un momento de la sencilla historia de lo que realmente ha pasado sobre el particular, con el fin de que la opinión que haya podido formarse, no perjudique a la sensatez y moralidad de los habitantes de la pacífica Antilla».

Periódico semanal «El Regalo de Andalucía» (15 de febrero de 1849)

Las tres canciones bailadas que se mencionan en la cita seguramente fueran las más conocidas de un repertorio que acabó desembarcando en las costas españolas con la etiqueta de tango americano alcanzando una gran proyección.

La importancia de esta y de otras citas exhumadas por estos investigadores resulta fundamental en el sentido de que quienes primero practicaron el conocido patrón rítmico del tango fueron los negros en La Habana, patrón que se extendió posteriormente no solo en las ciudades andaluzas, sino en la música popular de diferentes culturas. Ello viene a contradecir la idea de que los tangos flamencos provienen de un exclusivo y hermético origen gitano y andaluz, tal y como sostuvieron en su día el poeta cordobés Ricardo Molina y el insigne cantaor Antonio Mairena en su seminal libro Mundo y formas del cante flamenco, Madrid, Ed. Revista de Occidente, 1963.






El pliego, editado en Madrid el año 1848 (un año antes de las noticias publicadas en los diarios), da idea de la pronta difusión del tango habanero por tierras andaluzas y madrileñas en una especie de popurrí donde se entremezcla la expresión «ni chicha, ni limoná» con alusiones a la fruta tropical la guanábana y a la lotería que se mencionaba en una de las estrofas, lo que viene a confirmar la combinación de los textos de las tres canciones al servicio del baile.


El origen de la expresión «ni chicha, ni limoná» hace referencia a dos tipos de bebidas: una alcohólica, (la chicha) y otra refrescante (limoná). La chicha es una bebida fermentada que proviene de la harina de maíz, de fuerte sabor y de origen prehispánico; por el contrario, la limonada es una bebida suave a base de limón, azúcar y vino blanco. El sentido de la expresión tiene el objetivo de resaltar algo de lo que tiene poca importancia o valor o lo que no es ni una cosa ni la otra. En la sociedad colonial cubana del XIX la limonada era una bebida ligada a la clase social más acomodada, mientras que la chicha era consumida por la clase social más baja.


La chicha no solo alude a la bebida fermentada, ya que también tiene otros significados asociados a la carne, como lo de «tener poca o mucha chicha» o a la asociación con «chichinabo», de parecido sentido y que ya figura en el Diccionario de Autoridades de 1729.


Como curiosidad, la popularidad de esta expresión con el sentido de su falta de interés y valor, se encuentra en una de las marquillas cubanas que formaba parte de la serie «La vida de la mulata», mandada editar por la prestigiosa fábrica de tabacos La Honradez, proveedora de los Reyes de España y de Portugal, como se dice en el logotipo del que hacen gala. En ella aparece la frase que dedica un calesero negro a una desmejorada mulata que camina por la calle fumando un cigarro. Se trata, en suma, de un ejemplo representativo de la forma popular de hablar recogida en esta y en otras tantas representaciones gráficas de las marquillas cigarreras.



Desde un punto de vista del uso de la frase como connotación política cabe recordar el título de una célebre canción del malogrado y recordado cantautor chileno Víctor Jara.

Las variadas formas de la literatura popular impresa han contribuido a la difusión de estas canciones, como sucede con el pliego reproducido. Como apunta acertadamente Faustino Núñez en su trabajo «Cuba en la música española y andaluza», artículo recogido en la obra Cuba y Andalucía entre las dos orillas, coedición de La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el CSIC, Sevilla, 2002, coordinada por Jesús Raúl Navarro García:
«Otra vía importantísima de difusión de cantos cubanos en España, quizás la más relevante a nivel popular de todas las mencionadas, se encuentra en los pliegos de cordel que cantaban los ciegos por todas las localidades, grandes y pequeñas, de la península. Las imprentas comenzaron a editar un tipo de literatura fungible que rarísima vez incluía un soporte musical indicado en notas. Cuando se incluía figuraba al comienzo o final del pliego, aunque normalmente se indicaba sobre qué “son” debía de tararearse. Lo más común era sin embargo escuchar la melodía directamente del coplero ambulante o del ciego cantor y aprenderla. Por esta vía numerosas canciones viajaron con gran rapidez. Una de las melodías que durante el siglo XVIII más difusión tuvo fue El Punto de La Habana, sobre la cual volveremos más adelante. En este orden de cosas es importante señalar que la literatura de cordel con canciones cubanas tuvo una repercusión más urbana que rural». (pág. 274-275)
El mestizaje y la simbiosis de temas entre una y otra parte del atlántico en el trasiego de idas y venidas es un factor fundamental para la comprensión de la formación de los palos flamencos. La pureza musical e incontaminada en la música popular no puede sostenerse a la vista de tantos datos exhumados de publicaciones no antes tenidas en cuenta


El gran estudioso y folklorista Joan Amades, referencia indiscutible del folklore catalán, dedicó una serie de noticias y transcripciones de pliegos de asunto americano con el título de Temas americanos en la Literatura de Caña y Cordel que fue publicando de forma dispersa en la década del 60 del pasado siglo en la Revista del Centre de Lectura de Reus.

Como complemento a los textos transcritos que ofrece el folklorista catalán entresaco y visualizo algunos de los temas que menciona, donde se suelen añadir otras composiciones para completar el pliego.





Ventall o abanico por la imprenta de Juan Llorens

©Antonio Lorenzo


domingo, 8 de noviembre de 2020

Neo-católicos y liberales en la prensa del siglo XIX


Dos aucas o aleluyas donde se critica burlonamente en la primera a los conocidos como neo-católicos y en la segunda se enaltecen las ideas liberales. Ambas fueron publicadas en el semanario satírico La Campana de Gracia en enero y febrero de 1872. Este semanario, editado durante más de 64 años, de contenido republicano y anticlerical, lo fundó Inocencio López el ocho de mayo de 1870. 

La última etapa de este semanario desde el 2 de julio de 1932 hasta su desaparición en 1934, fue propiedad de Esquerra Republicana de Catalunya, siendo dirigido, entre otros, por Antoni Serra. 

Antes de contextualizar brevemente algunos de los acontecimientos históricos de este periodo, así como el porqué del título de este semanario, paso a reproducirlas.


Estas dos aucas hay que enmarcarlas en un periodo convulso de nuestra historia. Como antecedente, la revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa» abrió paso al periodo conocido por el Sexenio Democrático (1868-1874) donde se produjeron numerosos e importantes cambios sociales y políticos que fueron trascendentales para la historia de España por sus repercusiones posteriores. Tras la salida hacia el exilio de Isabel II tras la revolución de 1868 se formó un gobierno provisional presidido por Serrano y con Prim como ministro de Guerra. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes dando lugar a la Constitución de 1869. En su conjunto, esta constitución establecía un régimen democrático, apto para la participación de todas las fuerzas políticas dentro de un orden preferentemente burgués. Una vez aprobada, el Gobierno se propuso consolidar el nuevo régimen y emprender el desarrollo legislativo de la constitución al tiempo que se buscaba un candidato al trono de España, imponiéndose al final la candidatura de Amadeo de Saboya. El nuevo monarca llegó a España el 30 de diciembre, tres días después del asesinato del general Prim en Madrid, quien fuera su valedor más fiel de cara a su elección. El 2 de enero de 1871 fue proclamado rey.

El breve reinado de Amadeo se vio afectado por reiteradas insurrecciones de uno y otro signo, como el inicio de la Tercera Guerra Carlista, lo que condujo a la desintegración de la coalición gubernamental dejando al rey sin el apoyo necesario para hacer frente a la gobernabilidad del país. En estas circunstancias, Amadeo acabó por presentar su renuncia al trono en febrero de 1873. Tras la abdicación de Amadeo, las Cortes proclamaron la I República Española en febrero del mismo año y que duraría hasta el 29 de diciembre de 1874.

Es en este contexto donde hay que situar las dos aucas reproducidas mediante el formato habitual de las aucas o aleluyas en una lámina de 48 viñetas con pareados bajo cada ilustración, claramente posicionadas en contra de los intereses de los conservaduristas neo-católicos y favor de la república.

Cabe preguntarse sobre quiénes eran los neo-católicos. En la 23ª ed. del Diccionario de la lengua española define el término «neocatolicismo» como la doctrina político-religiosa que aspiraba a restablecer en España las tradiciones católicas en la vida social y en el gobierno del Estado.

Hay que aclarar de antemano que dicho apelativo resulta impreciso y cambiante en el tiempo, aunque, si nos atenemos al magnífico trabajo de Begoña Urigüen: Orígenes y evolución de la derecha española: el Neo-Catolicismo, Madrid, Centro de Estudios Históricos, C.S.I.C., 1986.

«Neo-católicos son la extrema derecha del partido moderado que tiene en Donoso a su padre e inspirador. Un carlista, por muy ortodoxo y pro-romano que se manifieste, no es objeto de denominación de neo-católico. Esta aclaración es importante para el historiador de esta época. Y más importante todavía es la verificación de que un adjetivo de contenido netamente religioso y católico sirva para identificar a un grupo socio-político de derecha extrema. Queda claro a lo largo del presente trabajo que el neísmo es una denominación exclusivamente política. No se es neo de una manera adjetiva, sino por la pertenencia a un grupo político determinado».
La idea central que subyace era que un cambio político liberal arrastraría a una revolución social y tras la proclamación de la libertad, acarrearía el libertinaje de los más desposeídos. La importancia que adquiere el poder de la iglesia y del catolicismo en general no puede separarse de estas concepciones ideológicas.

Urigüen comenta también en su introducción de su trabajo lo siguiente:

«Estos tres derechismos, el católico liberal, el carlismo y el neísmo habrán de encon­trarse andando el tiempo y con la llegada de épocas especialmente calamitosas para el espíritu y los intereses de la derecha. Tras la caída de Isabel II los carlistas y los neos llegarán a fusionarse por la aceptación de la legitimidad carlista por parte de estos últimos. Andando el tiempo, se intentará la unión de los católico-liberales, los carlistas y los antiguos neos o tradicionalistas donosianos. Tras el fracaso de esta unión los carlistas se denominarán leales, los tradicionalistas pasarán a llamarse integristas, y los pidalistas serán para los dos primeros los mestizos, por mezclar el liberalismo con el catolicismo. Todo esto plantea situaciones muy mezcladas que conviene aclarar. El tema de la derecha y el catolicismo presenta también otros capítulos dignos de estudio. Uno de ellos es la prensa de derechas que viene a confundirse con la prensa católica. También aquí se formula la pregunta. ¿Hasta qué punto se presenta la prensa católica como un fenómeno propio, como una actividad que tiene en sí misma su razón de ser? ¿Hasta qué punto es un instrumento al servicio del catolicismo? ¿Está condicionado el fenómeno periodístico de la derecha por intereses económicos?»

Se considera que la influencia de las ideas y escritos de Donoso Cortés sobre los neo-católicos y el tradicionalismo español fue decisivo.  De sus ideas bebieron gran parte de los católicos durante el reinado de Isabel II, sobre todo en sus escritos a consecuencia de la revolución francesa en febrero de 1848, lo que obligó al rey Luis Felipe I de Francia a abdicar dando paso a la Segunda República Francesa. Las ideas de Donoso coincidieron además con un momento crucial con las sostenidas por el papa Pío IX en su afán por consolidar una iglesia católica pura y descontaminada frente a una falsa idea de libertad y progreso,

El origen de los neos se sitúa en los sectores católicos-conservadores del partido moderado frente a los liberales, muy próximos al carlismo, aunque no identificados plenamente. Aún dentro de los partidos de talante conservador (carlistas, católicos liberales y neos) se desarrollaban luchas ideológicas entre ellos, según la coyuntura política del momento, sobre cómo afrontar de la mejor manera su relación con los liberales, aunque les unía su inquebrantable defensa de la religión y de la monarquía tradicional del Antiguo Régimen.

Las principios ideológicos de este grupo, aunque habría que matizarlos a lo largo del tiempo, son a grandes rasgos:

* Crítica al liberalismo y defensa a ultranza de la unidad católica de España como esencia de lo español

* A favor de una monarquía hereditaria como constitutiva de la unidad de España

* Equidistancia inicial con el carlismo, al que más tarde apoyarían como garantes de la monarquía.

* Sumisión del poder civil al eclesiástico, respeto a la autoridad de origen divino y negación de la soberanía popular como origen del poder

Se trata, en resumen, de un grupo político concreto procedente del partido moderado considerándose como los legítimos defensores de los intereses de la iglesia. No obstante, nos encontramos con una confusión terminológica que perdura a lo largo del tiempo entre carlistas, realistas, tradicionalistas, integristas o católicos liberales. En su conjunto hay que considerarlos, no como integrantes de un determinado partido político, sino como un grupo de presión frente a sus adversarios ideológicos.

La Campana de Gracia

La importancia adquirida por la prensa escrita y la profusión de periódicos y folletos durante estos años nos dan idea de la confrontación de posturas de uno y otro signo según las circunstancias tan cambiantes de la época. La carga doctrinal de la prensa periódica y sus elementos propagandísticos se va consolidando como un campo de estudio, territorio poco explorado aún por los historiadores.

La historia del título del semanario viene a simbolizar una incitación a la lucha mediante el toque de campana, donde cada número editado indicaba que se trataba de una «batallada» semanal.

La insurrección en muchos puntos de España, como fue el caso del barrio obrero de Gracia, estuvo motivada porque el gobierno provisional no pudo satisfacer la promesa de abolición de las quintas, ya que se vio obligado a enviar tropas desde la península para tratar de sofocar la insurrección en Cuba. La llamada a filas a las clases populares con el consiguiente peligro de ser embarcados hacia Cuba, desencadenó una profunda crisis y rebeliones populares frente ante las promesas incumplidas por parte de los sucesivos gobiernos provisionales de suprimir las quintas. La situación no mejoró y los distintos gobiernos se vieron obligados a continuar llamando a quintas permitiendo mediante rebajas que los municipios redimieran colectivamente a sus quintos pagando al Estado determinada cantidad en plazos anuales o proveyendo al ejército de voluntarios.

El título recuerda de forma simbólica la llamada a la resistencia mediante los toques de campana que no dejaban de sonar de forma continua, ya que mediante una cuerda se la iban pasando los particulares cercanos a la torre para que no dejara de sonar ni de día ni de noche. Todo ello vino motivado por la Revuelta de las Quintas oponiéndose a la demanda del gobierno de llevar obligatoriamente los jóvenes al ejército. El general Eugenio Gaminde fue el encargado de imponer la medida a la fuerza, y fue entonces cuando los vecinos de Gracia fueron llamados a la resistencia mediante los toques de la campana. Los militares la dispararon repetidamente con los cañones, pero la campana no dejó de tocar. La campana se convirtió en un símbolo de resistencia y de las ideas federales que defendían gran parte de los vecinos.


Ilustración de cañoneo por las tropas liberales (publicada el 15 de mayo de 1870)

A lo largo de su extensa trayectoria el semanario sufrió varias suspensiones debido a sus lacerantes críticas. Tras la suspensión de un mes en 1872, el editor se vio obligado a encontrarle una variante para mantener a los lectores durante el tiempo de suspensión. La nueva publicación, sustitutiva y luego con vida propia, se llamó L'Esquella de la Torratxa (Barcelona, 1872-1938), donde la respuesta del editor fue: ¿No quieres oír campanadas? Pues oirás al menos unos cencerros cada semana.

Tras otra serie de suspensiones no fue hasta el 19 de enero de 1879 cuando La Campana de Gracia continuó publicándose de forma ininterrumpida hasta su desaparición. A su vez, L'Esquella de la Torratxa también se vio obligada a escoger otros títulos: entre el 30 de mayo y el 16 de julio de 1872 como La Tomasa y entre el 2 y 9 de octubre de 1925 por La Rambla.

Cabeceras del semanario

Las portadas de la abundante prensa de la época servían para expresar de forma simbólica reivindicaciones políticas para concitar la complicidad del lector. Estas ilustraciones pueden considerarse como discursos autónomos para identificarse con el contenido de la publicación, en lo que hemos venido llamando imágenes para leer.

Haciendo un pequeño repaso por las diferentes cabeceras observamos cómo el motivo central de la campana bombardeada se mantiene de mayor a menor protagonismo en los sucesivos encabezamientos.


Portada del primer ejemplar (8 de mayo de 1870)

Portada del 21 de noviembre de 1870

Más curiosa resulta la torre con la campana bombardeada enmarcada en tres sectores a través de un triángulo, lo que recuerda la simbología iconográfica masónica, con el lema: libertad, igualdad y fraternidad  en clara alusión a la Revolución Francesa y donde se puede ver en sus laterales a un obrero con su barretina y con las mangas de la camisa remangadas y a un señor bien vestido tocado con un sombrero, ambos leyendo el periódico con la intención, se entiende, de que la publicación estaba dirigida a la integración de cualquier clase social que defendiera los mismos intereses y su clara orientación republicana.


Portada del 21 de enero de 1872

Portada del 1 de enero de 1879

Portada del 1 de enero de 1881

Última portada del 12 de octubre de 1934

©Antonio Lorenzo

martes, 27 de octubre de 2020

Vida del bienaventurado San Amaro


El pliego de cordel en prosa que reproduzco adquiere gran interés por lo antiguo de la historia que cuenta y por su amplia difusión hasta tiempos muy recientes. Se trata de la historia de San Amaro y los entrecruzamientos argumentales que se han ido produciendo a lo largo de los siglos hasta llegar a este pliego del siglo XIX. 

La leyenda sobre este santo y personaje fabuloso no aparece en las primeras y conocidas compilaciones hagiográficas, como es el caso de la primera redacción de la Legenda aurea, obra de referencia del género hagiográfico de Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII. Se conservan, en cambio, dos testimonios manuscritos: uno en portugués (copia traducida del siglo XIV) y otro en castellano, contenida en el Ms 1958 de la Universidad de Salamanca. La leyenda fue posteriormente impresa con variantes que conjugan una amalgama de motivos temáticos muy difundidos y presentes dentro de un ámbito de leyendas diferentes. Una versión impresa sobre la vida de San Amaro ya se encuentra en La Leyenda de los santos, donde figura incluida en las ediciones conservadas de Burgos (ca. 1497-1500) y de Sevilla, (1520-1521).

No se conoce la fuente original latina sobre la que supuestamente han derivado las traducciones española y portuguesa de esta leyenda. La amplia difusión de la misma en los siglos XVI y XVII fueron fusionando motivos literarios y folklóricos que se han mantenido a través de relatos orales y, como es el caso que nos ocupa, a través de pliegos de cordel, como atestigua esta muestra que reproduzco del siglo XIX. 

La transmisión del texto es compleja, pues los dos primeros manuscritos conservados no guardan relación textual directa entre ellos, aunque se sospecha que existió una edición latina como fuente pero que no ha llegado hasta nosotros. El hibridismo temático que supone esta leyenda ha ido incorporando motivos folklóricos o cultos de otras muchas, paralelismos y semejanzas, como ocurre con la más conocida Navigatio Sancti Brendani (La navegación del santo irlandés san Brendán, escrito en la primera mitad del siglo X) en su también búsqueda del paraíso. La vinculación temática de la tradición irlandesa sobre el Amaro castellano fue defendida, entre otros, por Menéndez Pelayo.

La vida de tan enigmático personaje hay que considerarla a modo de una metáfora espiritual proveniente de la creación colectiva mediante la fusión de distintos motivos folklóricos o de otros relatos hagiográficos que se han ido incorporando a la historia de este singular personaje.

La línea argumental de la vida de San Amaro (según esta prosa de cordel) es, a grandes rasgos, como sigue:
 
Amaro, en una indeterminada ciudad de Asia, cuyo nombre fue puesto por invocación del cielo, era un hombre de vida penitencial, temeroso de Dios y dispuesto a ayudar a todo aquel que pasara por su tierra; pero la idea le guiará en toda su trayectoria vital era la de llegar a conocer la ubicación del paraíso terrenal y la posibilidad de contemplarlo.

Una noche oyó una voz del cielo indicándole que su anhelo podía cumplirse y que para ello debía tomar una embarcación y navegar sin rumbo establecido y sin guía. Para su travesía contó con el acompañamiento de dos criados y cuatro amigos con la tácita condición de no preguntar por el destino que emprendían. 

La primera isla desconocida a la que llegaron fue La Desierta, donde habitaban mujeres hermosas y hombres feos y crueles, isla que fue maldecida por Dios por sus pecados, por lo que salieron de ella enseguida. Tras atravesar el Mar Rojo llegaron a otra isla denominada Fuen-Clara, donde fueron muy bien acogidos por sus moradores que allí vivían hasta ciento cincuenta años sin enfermedades. Una santa mujer aconsejó a Amaro que debía salir de la isla con el fin de que sus acompañantes no se quisieran quedar en ella gozando de su hermosura y deleite. Tras navegar durante un tiempo se encontraron atrapados en un mar helado (mar cuajado) donde embarrancó el barco debido al hielo formado y donde observaron que unos monstruos marinos devoraban los cadáveres de los tripulantes de seis barcos que también habían quedado estancados. Amaro tuvo una visión de la virgen indicándole que para salir de esa situación llenara los odres que llevaban de aire y los arrojasen al mar. Al hacerlo y atarlos al barco los monstruos marinos, creyendo que eran cadáveres que flotaban, arrastraron la embarcación hasta aguas vivas, por lo que pudieron seguir navegando. Al llegar a la Isla Solitaria fueron atendidos por trece monjes que se mantenían con las frutas que recogían y donde uno de ellos indicó a Amaro el camino a seguir tras expresarle que buscaba el paraíso. Tras tender de nuevo las velas al viento llegaron a una isla donde habitaban otros monjes y donde un venerable anciano, conocido por Leonita, bendecía todos los días a seis fieros leones que se postraban a sus pies. Tras continuar su viaje llegaron a una isla donde habitaban dos ermitaños quienes le indicaron que el paraíso terrenal que tan ansiosamente buscaba se encontraba a lo lejos en unas escarpadas sierras circundadas por cuatro ríos innavegables, según oyeron decir a una venerable anciana llamada Baralides, superiora de un monasterio de mujeres cercano a donde se encontraban los ermitaños. Amaro se despidió para siempre de sus compañeros con la intención de proseguir solo su marcha hacia su ansiado destino. Tras entregar a sus acompañantes la embarcación y todos sus enseres emprendió su marcha hasta el monasterio que regía Baralides, quien por una visión era conocedora al detalle de todas las vicisitudes de su viaje de Amaro y su indeclinable deseo de llegar al paraíso. Baralides le indicó el camino a seguir, aunque antes de su partida quiso que Amaro bendijese a una sobrina que quería tomar los hábitos y que con el tiempo sería nada menos que Santa Brígida.

Tras escalar con gran trabajo una alta sierra tuvo a la vista un precioso alcázar con altas torres que identificó como el paraíso terrenal, donde custodiaba la puerta un gallardo mancebo con espada en mano que le impidió la entrada, aunque le fue explicando las bellezas de todo tipo que se contemplaban desde el umbral. Tras intentar de nuevo su entrada el portero le indicó que ya llevaba allí más tiempo que nadie y que habían pasado doscientos años allí contemplando desde lejos tanta belleza sin que hubiera envejecido y sin tener conciencia de ello.

Despidiéndose del guardián regresó al puerto donde dejó a sus compañeros y donde encontró levantada una hermosa ciudad tras los doscientos años que pasó en la entrada del paraíso. Una vez identificado y reconocido por los actuales moradores de la ciudad fundada por quienes fueran sus acompañantes, hicieron construir para él, a poca distancia de la ciudad, un monasterio donde se refugió durante un tiempo y donde acabó pasando sus últimos días.

A partir de un impreso de 1593 de Bernardino de Santo Domingo se añade, al igual que en el pliego reproducido, una reseña sobre la vida de Santa Lucía, seguramente para servir de ejemplo a las mujeres como modelo de lectura femenina









No es la intención de este blog el detenernos a comentar los episodios y los sugerentes tópicos folclóricos que aparecen en el relato o su relación con la dimensión simbólico-religiosa de otras tramas narrativas hagiográficas. Nuestro interés se centra en dar a conocer la sorprendente perdurabilidad de esta leyenda hasta tiempos tan recientes. Esta leyenda guarda, además, un sorprendente paralelismo con un actual cuento nahuah recogido oralmente en el municipio de Mecayapan (Veracruz, México), reintroducido posiblemente por misioneros españoles y brillantemente estudiado por José Manuel Pedrosa, según referencia final.

Otras portadas de documentos que recogen la vida del venturoso Amaro son las siguientes:


Ej. de la Biblioteca de El Escorial, s.l y s.a.         Impreso en Burgos por Juan de Junta en 1552



 Vida del bienaventurado San Amaro + El martirio de Santa Lucía [s.l., s.a] (s. XVIII), (Ayuntamiento de Murcia)


También se conoce otro San Amaro legendario que poco tiene que ver con el que nos ocupa y del que existe devoción a lo largo del camino de Santiago.  Este San Amaro fue un peregrino francés del siglo trece que, tras haber visitado el sepulcro de Santiago, se quedó a servir a los enfermos y peregrinos en el hospital de Burgos, el significativo hospital del Rey, que actualmente acoge dependencias universitarias. El cementerio y su capilla del que fuera recinto hospitalario burgalés, llevan su nombre.

Sobre este santo da cumplida noticia en el siglo XVIII el P. Flórez en su España Sagrada, T. XXVII, cap. 4, pp. 292-9. 

San Amaro peregrino cuenta con numerosos topónimos en Galicia donde goza de gran devoción y donde se le invoca en santuarios, ermitas o en romerías con su nombre. Al no formar el bienaventurado Amaro parte del santoral católico, se le trató de identificar con  el nombre de Mauro, que sí figura en el santoral católico, aunque no tienen nada que ver salvo que ambos fueron peregrinos.

La tradición folklórica del San Amaro buscador del paraíso terrenal, desarrolló ramificaciones hacia otras leyendas afines temáticamente lo que enreda, aún más, el complejo mundo de su desarrollo temporal.

En el archipiélago canario también hubo una cierta confusión al asociar equivocadamente en un tiempo a San Amaro con el enigmático discípulo de San Benito San Mauro Abad. Madoz, ya en el siglo XIX, equiparaba a los dos nombres. San Amaro/San Mauro es el patrón de la localidad palmera de Puntagorda, donde se celebraba una conocida romería.

Fray Alonso de Espinosa, en su obra de 1554 Historia de Nuestra Señora de Candelaria señala que la devoción al bienaventurado San Amaro fue muy intensa en el primer siglo de la evangelización del archipiélago.

Descripción tópica del Paraíso

Entre los tópicos folclóricos que se recogen en la leyenda, el de la llegada al paraíso, como resultado del recorrido vital de perfección, es significativo. Las visiones y viajes al otro mundo no es exclusivamente medieval. El deseo de contemplar lo maravilloso suele estar asociado a un tiempo mítico donde su visión se encuentra fuera del tiempo cronológico habitual. Uno de los muchos ejemplos es, precisamente, la contemplación del paraíso por Amaro, siempre desde la entrada, ya que a ningún testigo humano le es permitido acceder al interior de este territorio hasta que se produzca su muerte.

En el pliego se describe lo que, entre otras cosas, alcanza a ver Amaro: murallas y torres cubiertas de piedras preciosas, hermosos árboles con frutas, coros de doncellas coronadas de flores y vestidas con telas blancas y brillantes que van cantando y tañendo instrumentos, todo ello envuelto en fragrantes olores...

En estas descripciones maravillosas hay un deseo de enmarcarlo en términos cotidianos para que resulten reconocibles y cercanos para todo aquel que lo escuche.

La fascinación que despierta todo lo considerado como un lugar maravilloso participa de unos rasgos comunes, como son la lejanía y la inaccesibilidad. Llegar a ellos supone un viaje iniciático, tal como ocurre en la búsqueda de la ciudad de Eldorado, la fuente de la eterna juventud, la tierra de Jauja, el jardín de las Hespérides, el mito geográfico de San Borondón en el archipiélago canario o el paraíso terrenal.

El paraíso terrenal ha servido desde antiguo como fuente de inspiración de poetas y pintores. A modo de ejemplo reproduzco este hermoso panel de Jan Brueghel el Joven.


Jan Brueghel el Joven (1601-1678) - Panel del Paraíso Terrenal

Para saber más:

* Gómez Redondo, Fernando. "La leyenda de San Amaro". Historia de la prosa medieval castellana II El desarrollo de los géneros. La ficción caballeresca y el orden religioso. Madrid: Cátedra, 1999; pp. 1962-71. 

* Vega, Carlos Alberto. Hagiografía y literatura: La vida de San Amaro. Madrid: El Crotalón, 1987. 

* Pedrosa, José Manuel. La búsqueda del paraíso: la Vida de San Amaro medieval y el cuento nahua mexicano de El joven que llegó a las escaleras y puertas del cielo, en eHumanista, volume 16, 2010.

* Romero Tobar, Leonardo. Un San Amaro legendario en el camino de Santiago, en La leyenda: antropología, historia, literatura (Actas del coloquio celebrado en la Casa de Velázquez), Madrid, Univ. Complutense de Madrid y Casa de Velázquez, 1989, pp. 193-207.

 ©Antonio Lorenzo


lunes, 19 de octubre de 2020

Los once amores nuevos del estudiante y de la mujer

Xilografía del pliego editado en Madrid por Marés y Cía en 1873

Dos pliegos paralelos donde ambos protagonistas justifican la no aceptación de los amores nuevos y motivan las causas para no casarse.

En el primer pliego un joven andaluz de Arcos, que buscaba una mujer con la que casarse, decide irse a estudiar a Salamanca con la peregrina idea de aprender a saber elegir bien las cualidades de la señora y que no tuviera ninguna falta. El maestro que lo acogió, reprochándole su arrogancia, y tras el despliegue de las cualidades que debían adornar a la mujer elegida, le indicó que la única mujer que cumplía esos requisitos era la Virgen María. A su regreso, tras catorce meses de suculento estudio, recorre distintas ciudades andaluzas describiendo las faltas de las mujeres que iba encontrando y las causas para no aceptar el casamiento.





Si nos detenemos a grandes rasgos sobre los motivos del rechazo de la mujer para no casarse son, entre otros: por ser húmeda y poco aseada, bobona, de estómago muy flaca y de pelo algo bermeja que es una seña muy mala, fisgona, amiga de cuentezuelos, descolorida, golosa y derrochona... En fin, toda una sarta de atribuciones sobre las mujeres que va conociendo por las distintas poblaciones andaluzas. El final del pliego viene a ratificar la idea del maestro salmantino en el sentido de que la única mujer que se salva sería la Virgen María.
         «Y si acaso algún galán
         quisiera mujer sin falta,
         yo le venderé este libro
         que traje de Salamanca
         que por sobrescrito tiene
         destierro de la ignorancia».
En el segundo pliego es la mujer, también originaria de Andalucía, hija única de padres ricos, la que va exponiendo las faltas que aprecia en los pretendientes para no casarse. A diferencia del primer pliego donde el hombre va recorriendo diversas poblaciones, en este caso la mujer se detiene en los oficios que desempeñan los pretendientes y en sus características físicas que no le agradan. Conoce al final a un acaudalado pretendiente, motivo principal para casarse, por lo que cuenta con la aquiescencia de sus padres y de ella misma: «y yo también codiciosa el sí di con gran presteza». La engañosa riqueza del esposo es ocasión para burlarse del mismo y hasta para desearle la muerte, lo que acaba haciendo ahogándole entre los colchones.





Al margen de la intención burlesca de ambos pliegos, muy similar a otros tantos conocidos de la época, lo que trasciende de ellos es una profunda misoginia envuelta bajo el recurso de la sátira. En ambos pliegos subyace una mentalidad claramente distorsionadora de la imagen de la mujer, sobre todo en los once amores nuevos que el estudiante va desgranando de localidad en localidad.

Entrar a comentar toda la sarta de opiniones ofensivas para las mujeres no tiene sentido desde una perspectiva actual sin tener en cuenta el imaginario social de la época. Bajo la intención satírica y burlona se esconde un deleznable desprecio a la condición femenina, aunque del gusto de la época si consideramos la profusión de pliegos que circularon en este sentido. No dejan de ser ejemplos de una literatura popular donde la mujer representa una función social secundaria y refleja una ideología antifeminista disfrazada bajo el recurso del humor.

Otras portadas

Otras portadas de pliegos impresos por los herederos de Juan Jolis en Barcelona  y por Luis de Ramos en Córdoba

©Antonio Lorenzo


lunes, 12 de octubre de 2020

Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno


Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno, trilogía de cuentos publicados en 1620 en un solo volumen, tienen por autor de los dos primeros a Giulio Cesare Croce (1550-1609) y por autor del tercero a Adriano Branchieri, con el seudónimo de Camilo Scalligeri della Fratta, dedicado a Cacaseno. Se trata de un título conjunto que ha alcanzó un éxito inusitado siendo traducido de la edición original italiana a numerosos idiomas y reimpreso en repetidas ediciones.

La primera versión de Bertoldo se data el año 1606 (Le sottilissime astutie di Bertoldo) a la que añadió posteriormente en 1608 y a modo de continuación Bertoldino (Le piacevoli et ridicolose simplicità di Bertoldino). Pero fue en 1620 cuando el abate Adriano Banchieri escribió una continuación a las dos anteriores (Novella di Cacasenno, figliuolo del semplice Bertoldino). A partir de entonces estas tres obras o tratados se vienen publicando de forma conjunta con el título de Bertoldo, Bertoldino y Cacasenoalcanzando un rotundo y reconocido éxito popular como exponente de literatura carnavalesca.

El título completo es el siguiente:
Historia de la vida, hechos y astucias sutilísimas del rústico Bertoldo, la de Bertoldino, su hijo, y la de Cacaseno su nieto, Obra de gran diversión, y de suma moralidad, donde hallará el sabio mucho que admirar, y el ignorante infinito que aprender. Repartida en tres tratados.
La edición que manejo y tengo a la vista es del año 1791, de la que extraigo la portada y donde no se especifica en todo el libro el nombre del autor, salvo en el tratado tercero donde figura Camilo Scalligeri. Fue editada en Madrid en la oficina de Blas Román y traducida del idioma toscano por don Juan Bartolomé.


La descripción de Bertoldo ya nos anticipa el tono desenfadado de la obra.
«Era sumamente pequeño de cuerpo; la cabeza muy gorda y redonda a modo de bola; la frente muy arrugada, los ojos muy colorados, brotando fuego; las cejas muy largas y cerdudas; las orejas eran borricales, la boca grande y un poco torcida, con el labio de abajo colgando, a modo del de los caballos; la barba bermeja, tan larga que le caía hasta el pecho, y a lo último hacía una punta que imitaba a la del Macho; las narices muy agudas y enfaldadas hacia arriba, siendo largas en extremo; los dientes le salían de la boca a modo de colmillos de jabalí, con tres o cuatro papadas en la garganta haciendo tal ruido cuando hablaba, que parecían ollas que cocían a la lumbre; tenía las piernas cabrunas, a manera de nigromántico, los pies muy largos; el cuerpo sumamente velludo y cubierto como un pellejo de oso; las medias que llevaba eran de lana muy gruesa y todas remendadas a manera de tapices viejos, los zapatos muy gruesos, y a proporción los tacones muy altos. De este hombre se puede decir que era todo al revés de Narciso».
Se trata, sin duda, de una obra maestra de Giulio Cesare Croce donde en el primer tratado se narra la vida, hechos y astucias de Bertoldo en una imaginaria corte de Albuino, rey de los Longobardos. El segundo tratado recoge las ridículas simplezas de Bertoldino, hijo de Bertoldo y de su mujer Marcolfa. El tercer tratado, añadido por Camilo Scalligeri, se detiene en Cacaseno, hijo de Bertoldino, donde se nos presenta con algo más de sentido común.

La importancia de estos tres tratados, que han trascendido en el tiempo, reside en el uso de un tono transgresor y contestatario por medio del lenguaje, a caballo entre lo popular y lo elitista en lo que podríamos denominar como ejemplo de hibridismo social o interclasismo.

La vida de Giulio Cesare estuvo llena de altibajos y sin reconocimiento en vida de su talento. Su prolífica producción literaria no halló el debido reconocimiento a su arte. De oficio herrero, como su padre, anduvo viajando por ferias y mercados, aunque también tuvo relación con la aristocracia. Se casó dos veces y tuvo catorce hijos. Con una situación económica adversa en su vida acabó muriendo en la pobreza

En cambio, fue tal el éxito de Bertoldo que inspiró a distinguidos poetas italianos, entre ellos los Zannotti, Buruffaldi y Zampieri, quienes se ocuparon de esta obra, formando de las tres novelas un poema en veinte cantos y en rima mayor, del cual se hizo una edición en 1747. 

Antes de pasar a comentar otros aspectos ilustro con dos aucas o aleluyas la vida y astucias de Bertoldo y su familia, ejemplos populares de la buena acogida que también tuvo entre nosotros.




En un trabajo que publiqué hace años en la Revista de Folklore (Núm. 137, 1992, XII, pp.147-155), con el título de El enigma del molinero. Reflexiones sobre los cuentos de adivinanza, daba noticias sobre la referencia a esta obra y a su perdurabilidad en la tradición oral a través de un cuento recogido oralmente en un pueblo madrileño. Extraigo de dicho trabajo estas reflexiones:
 
«¿En qué consiste -cabe preguntarse- la constante perdurabilidad de esta obrita? Creemos que en la sabia utilización de todo un pasado de tradición oral que tan bien asumió y recreó el artista boloñés. Como ocurre con todo artista que ha gozado del fervor popular -Lope, Cervantes, Lorca..., y otros muchos en el caso español-, la sabia conjunción de conocimientos de la tradición oral, unida a la fuerza creadora y renovadora puesta al servicio de una obra de arte, hace que ésta sea degustada tanto por el intelectual como por el campesino. Pero este arte no se improvisa: surge del contacto directo con lo cotidiano, lo vulgar si se quiere, con la vida, en suma. No importa que las aventuras de Bertoldo tengan un claro precedente en los Dialogus Salomonis et Marcolphi, texto latino que alcanzó gran difusión y popularidad en toda Europa durante la Edad Media, a juzgar por sus numerosas ediciones, incluso durante el siglo XV. Marcolfa, como Bertoldo, pertenecen de lleno a la tradición de los sabios adivinos: feos y deformes, pero con la expresión justa para resolver situaciones comprometidas».
Estos atractivos personajes se han recreado y readaptado como personajes de guiñol y de títeres, pues en alguno de ellos se cuenta que Bertoldo tenía un garrote al que llamaba «pagadeudas» con el que al final de la obra lo tomaba con ambos brazos y empezaba a repartir cachiporrazos a diestro y siniestro al resto de los títeres.

Como forma de teatro popular la compañía "Cía. Prado-Chicote" puso en escena en el madrileño Teatro-Circo Price el veintidós de diciembre de 1922 una adaptación de la obra de Croce hecha por F. Gallardo Gutiérrez con el título de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno o el gato negro, basado en uno de los episodios de la obra del italiano. Esta compañía, en realidad estaba formada por la pareja artística de Loreto Prado (1863-1943) y el también actor Enrique Chicote (1870-1958). Durante muchos años cosecharon muchos éxitos durante el primer tercio del siglo XX alcanzando una gran popularidad. Aunque actualmente olvidados ambos comparten una pequeña calle de Madrid conocida abreviadamente por la calle Loreto Chicote.

El teatro popular y los espectáculos de títeres no han sido los únicos en inspirarse en las sugerentes andanzas de Bertoldo, pues su influencia ha dado lugar a películas, como la primera de Simonelli en 1936, seguida de Bertoldo, Bertoldino e Cacasenno (1954) de Mario Amendola y por la de Mario Monicelli (1984).

Cartel de la película de Giorgio Simonelli (1936)

Cartel de la película de Mario Amendola (1954)

Cartel de la película de Mario Monicelli (1984)
                                                         
Un ejemplo más de la gran popularidad que alcanzó esta otra fue su adaptación a una farsa grotesca de cuatro actos y en verso, estrenada en Barcelona en el teatro Romea el día dos de mayo de 1886, con el título de El rustic Bertoldo, obra original de Frederic Soler con las colaboraciones de Joan Molas i Casas y Josep Feliú i Codina.


El gran don Miguel de Unamuno, en un artículo editado en "El Imparcial" el 15 de marzo de 1900, (recogido en "De esto y de aquello", tomo IV), también hace alusión a esta obra, donde señala la importancia de la risa y sugiriendo como libro de edificación el de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno.
[...] ¡Desgraciado de quien no sepa reír y jugar, reír con toda el alma, libremente, de alegría, por derrame de salud espiritual, sin propósito de corregir nada, sin fin satírico moralizador! El que así no sepa reír, tampoco sabrá llorar con toda el alma. [...] 
La falta de infantilismo es un síntoma de senilidad y de generación. Ya el gran fisiólogo Burdach decía que "es un gran error el de suponer que el aumento en edad sea aumento en la escala de perfección".... Nuestros niños tienen cierto vislumbre del humorismo, hasta tal punto que nuestro único teatro humorístico es el teatro guiñol. Las chocarrerías de los payasos de circo les refrescan el alma. Luego, cuando se hacen grandes, se les seca el manantial, van muy graves por la calle, no se descomponen, no juegan, aspiran a señorías enchisteradas y celebran la moralizadora sátira a lo Quevedo. ¡Desgraciados!.
Acaso conviniera que usáramos como libro de edificación el de los dichos, agudezas y ocurrencias de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno. [...]
Aspiremos a morir jóvenes cerca de los cien años. Hay que sustituir con el culto al niño el acatamiento al viejo, y acabar con esa mentira de que los años den experiencia. ¡Desgraciado el pueblo regido por viejos! Y sobre todo, que las cunas no dejen sitio a las tumbas
El también escritor Juan Martínez Villergas, referente indiscutible en el siglo XIX como autor de poesía satírica y composiciones jocosas, publicó en el año 1849 un Apéndice a la vida de Cacaseno, referente a las aventuras del nieto de Bertoldo, bajo el seudónimo del Tío Camorra.

Antes de entrar en materia nos comenta la llegada de Cacaseno a España habiendo ya robado un frasquito de elixir de la vida a quien fuera su amo Cagliostro (personaje entresacado de la novela «El collar de la reina» de Alejandro Dumas en el que se apoya para armar su apéndice). 
«Resulta de esto que la gracia del elixir de Cagliostro nos trajo la desgracia de conocer a Cacaseno en una época en que la cualidad de tonto no solo no es un obstáculo, sino que es un requisito esencial para que un hombre ocupe los puestos más distinguidos. No quiero decir con esto que Cacaseno haya venido hoy a España, no señores: este personaje es muy antiguo en esta nación, y ya hace muchos años que pensó y llevo a cabo la fabricación de un puente al lado de un río (y no sobre el río) que pasa por Coria, de resultas de lo cual nuestro héroe fue conocido entones y ha logrado que su fama pase a la posteridad con el mote o apodo de "El Tonto de Coria". Pero jamás se pensó en que Cacaseno saldría de la humilde esfera en que parecía condenado a vegetar por su escasa inteligencia, para hacer un papel principal en España, y tanto por esta razón cuanto porque nunca este hombre originalísimo dio tan las pruebas de su carácter extravagante y de su sordera intelectual, como en el día me veo yo el Tío Camorra en la necesidad de escribir y publicar su segunda vida. El público juzgará por las cosas que se dirán en los capítulos de mi apéndice la necesidad que había de desenmascarar a este personaje, para que por doquier le podamos señalar con el dedo diciendo: "Ese es Cacaseno"».
Muchas de las ediciones publicadas integraban imágenes alusivas para ilustrar algunos episodios. Entresaco algunas de ellas de la edición proveniente de la imprenta barcelonesa de José Tauló del año 1858.





©Antonio Lorenzo