sábado, 12 de noviembre de 2022

Nuevas y divertidas peteneras por los impuestos al consumo

Este curioso pliego recoge de una forma un tanto irónica y burlona las críticas a las dobles prácticas contributivas que tenían que asumir los vendedores y los consumidores por los impuestos al consumo, como el referido a la sal. Se menciona a un tal "Camachito" junto al más conocido Cánovas, el que fuera artífice de la Restauración, por ser reimpulsores o partidarios de estos impuestos según fueron cambiando las circunstancias políticas, sobre lo que comentaré algo tras la reproducción del pliego, impreso sin fecha en Zaragoza por la imprenta de Mariano Ramírez. 





Antes de comentar la contribución por el consumo de la sal conviene repasar la trayectoria pública del llamado "Camachito" citado en el pliego.

Juan Francisco Camacho de Alcorta (1813-1896), importante financiero y político, fue ministro de Hacienda nada menos que hasta en cuatro ocasiones: desde el reinado de Amadeo de Saboya, de febrero a mayo de 1872, siendo presidente del gobierno Mateo Sagasta; en la I República, de enero a diciembre de 1874; en el reinado de Alfonso XII entre 1881 y 1883 y durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena de 1885 a 1886. Fue también diputado en distintas legislaturas y senador vitalicio desde 1877, así como intermitente gobernador del Banco de España y creador del Cuerpo de Abogados del Estado.

Camacho fue uno de los grandes reformistas del siglo XIX en su intento de nivelar los presupuestos y realizando reformas arancelarias que han sido valoradas de forma controvertida desde un punto de vista más actual si atendemos a las convulsas etapas políticas de la segunda mitad del siglo XIX. Durante este periodo se llevaron a cabo una serie de reformas tributarias innovadoras con numerosas modificaciones a lo largo del periodo con el fin de obtener una mejor eficacia recaudadora. Las diversas medidas que adoptó Camacho buscaban una mayor proporcionalidad impositiva poblacional, algo que, como se aprecia en el pliego, no fueron comprendidas ni compartidas por las clases populares. 

Juan Francisco Camacho reinstauró el Impuesto de consumos, anteriormente abolido, al que incorporó los cereales y los carbones, así como la sal, fijando la base imponible de la población de una forma lo más justa posible para terminar con la discrecionalidad que por entonces existía tratando de lograr un equilibrio entre ingresos y gastos mediante la restauración tributaria.

Estos cambios tributarios y los cambios entre los partidos políticos fueron frecuentes en esta convulsa etapa del siglo XIX. El propio Camacho se integró al partido de Cánovas quien le compensó con el cargo de Gobernador del Banco de España.

Monopolio de la sal

Sobre la sal, como producto fundamental en la alimentación y conservación de los alimentos (recordemos que entre los romanos el término "salario" procede del pago con sal destinado a los soldados), la Corona de España ejerció un derecho exclusivo sobre su fabricación y venta, ya que las salinas eran de su propiedad, aunque desde el siglo XVII en adelante se permitió la regulación de sus rentas a la administración de entonces.

El monopolio de la sal, en cuanto a su fabricación y venta exclusiva, pertenecían en propiedad desde siglos anteriores en concepto de regalía o prerrogativa a la Corona. Los productos de este monopolio se destinaban en parte al sostenimiento de las milicias provinciales y a la amortización de parte de las deudas del Estado como forma muy antigua de prohibición a los particulares de proveerse de ella, salvo en los establecimientos expendedores con anuencia del fisco. En el artículo 19 del capítulo X de la Instrucción General de Rentas del 16 de abril de 1816, su consumo estaba calculado a razón de menos de media fanega por cada vecino, una cuartilla por yunta de labor y una fanega por cada hato de cien cabezas de ganado teniendo en cuenta las cantidades que podrían emplearse en panadería o en las salazones de carne o pescado. Todo ello, que desde una perspectiva actual nos resulta sorprendente y curioso, en un Real decreto del 3 de agosto de 1834 se suprimieron los impuestos para el consumo de la sal dejando su surtido a la libre voluntad de los pueblos e individuos.

Desde el 1 de julio de 1857, atendiendo al proyecto de ley anterior de 1855, se dejó en libertad completa la fabricación y venta de la sal. Las contribuciones tanto directas como indirectas por el uso de la sal, según las distintas y cambiantes administraciones, resultan contradictorias al depender de diversos factores que dificultan una exposición más o menos coherente sobre ello. Los vaivenes en cuanto al impuesto de la sal generaron críticas calificadas como injustas y onerosas por consideraciones políticas al margen de lo propiamente económico.


El 16 de junio de 1869 se aprobó en las Cortes Constituyentes una ley que declaraba que a partir del 1 de enero de 1870 fueran completamente libres la fabricación y venta de la sal, así como desaparición del monopolio ejercido por el Estado. En este estado de cosas, el entonces ministro Juan Francisco Camacho, el "Camachito" del pliego, propuso entonces al gobierno de la República en 1874 un impuesto sobre la sal consistente en 15 céntimos de peseta por kilogramo y otro de 90 céntimos al año para cada uno de los habitantes y recargable también a cada ayuntamiento.

La política sobre el gasto público de finales del XIX fue todo un tejemaneje lleno de discrepancias con políticas contradictorias según fueran los gobiernos y los responsables de hacienda sobre el modo de afrontar la deuda de entonces.

Estos vaivenes sobre los impuestos sobre la sal hay que reinterpretarlos y considerarlos según atendamos a los partidarios del liberalismo o del conservadurismo en cuanto a las variables medidas que se adoptaron por la creación y derogación de nuevos tributos.

Ya en 1840 se expresaba claramente don Lorenzo Calvo y Mateo, diputado progresista, en el folleto que se publicó sobre los Perjuicios que causa a la hacienda pública el estanco de la sal.
«La renta de la sal, á todas luces ominosa y anticonstitucional, es una de las contribuciones indirectas mas funestas á la riqueza pública, porque perjudica mucho y de diferentes maneras a los contribuyentes y favorece muy poco relativamente a la hacienda nacional.
[...] Esta renta es tan estéril en valores como fecunda en perjuicios, delitos y crímenes, porque priva de los medios de su subsistencia á las clases mas indigentes, menesterosas y dignas de lástima, y las fuerza á contribuir con lo que necesitan para vejetar, poniéndolas en la asombrosa alternativa de espirar ó cometer todo linage de escesos, que se castigan sin piedad.
[...] Nadie mas que los ministros de España y los funcionarios de rentas ignoran ó aparentan ignorar que cuando los impuestos exceden á la renta neta, disminuyen el capital productivo progresivamente y concluyen por la pobreza».

El pliego, en suma, recoge la crítica popular sobre estos impuestos acompañados en una segunda parte de una serie de coplas de contenido satírico.

©Antonio Lorenzo

viernes, 4 de noviembre de 2022

Inauguración del tren Madrid-Aranjuez (1851)

Vista del Palacio Real de Aranjuez (siglo XVIII)

Curioso pliego editado el mismo año de la inauguración del trayecto ferroviario Madrid-Aranjuez en 1851. El pliego se hace eco de una serie de situaciones protagonizadas por personajes populares como las cigarreras, las manolas que engañan a un lechuguino para sacarle el dinero, peones de albañil, modistas o caleseros, aprovechando como pretexto la inauguración del Ferrocarril Madrid-Aranjuez en pleno reinado de Isabel II.

Es conocido que la primera línea ferroviaria a nivel nacional fue el trayecto entre Barcelona y Mataró, siendo la segunda la de Madrid a Aranjuez inaugurada por la reina Isabel II el 9 de febrero de 1851. En su primer viaje, donde no existía estación intermedia alguna, ya que el servicio ferroviario fue concebido primeramente para el uso y disfrute de la Corte española hasta las inmediaciones del Palacio Real de Aranjuez.

El tramo de este primer ferrocarril madrileño que unía la capital con la única estación de Aranjuez, discurría por las poblaciones de Getafe, Pinto, Valdemoro, Cienpozuelos, Seseña y Aranjuez, lo que constituyó el primer eslabón de la línea ferroviaria que uniría posteriormente la capital con el puerto mediterráneo de Alicante en 1858. Las obras de este primer desarrollo ferroviario comenzaron en 1846, paralizadas en 1847 y reanudadas en 1849, tras una ayuda del gobierno en 1850 quedando terminadas las obras en 1851.

Este proyecto nació gracias al tesón de José de Salamanca y Mayol (1811-1883), más conocido como el marqués de Salamanca, el más importante hombre de negocios en el reinado de Isabel II, que supo mover convenientemente tanto la política como la economía a sus intereses, ya que consiguió que le nombrasen ministro de Hacienda, cargo que mantuvo en dos gobiernos beneficiando sus propias inversiones mediante decretos. La idea del trazado de este ferrocarril era la de llegar a las costas españolas del sur en un recorrido más directo, siendo el primer tramo construido de lo que luego sería la línea férrea de Madrid-Alicante.

La inauguración fue todo un acontecimiento, con asistencia de la Familia Real, el Gobierno, dirigentes militares, periodistas y, cómo no, por autoridades eclesiásticas como el eminentísimo cardenal y arzobispo de Toledo señor Bonel y Orbe. Para trasladar a los invitados se organizaron varios viajes de ida y vuelta entre el embarcadero de Atocha y la primitiva estación de Aranjuez, situada frente al Palacio Real.


La fiesta de inauguración contó con coros y bandas populares que amenizaron la curiosa espera del paso del ferrocarril con la reina Isabel II a la cabeza.

Según las crónicas de la época, miles de madrileños se lanzaron desde primera hora a las calles para curiosear y participar de algún modo en la fiesta, repartidas por todas las localidades por las que pasaba la línea. Como la reina Isabel II era muy aficionada a la música de salón, el maestro Hipólito Gondois compuso para la ocasión una suite para piano titulada De Madrid a Aranjuez, una colección de polkas, mazurkas, chotis y galop (danza húngara de ritmo muy vivo).


La estación primitiva se localizaba frente a la Plaza de Armas del Palacio Real disponiendo de un ramal exclusivo para la monarquía que llegaba hasta la Puerta de Damas del palacio. En el año 1923 la estación cambió de emplazamiento al crearse un edificio de estilo neomudéjar que se mantiene en la actualidad.

Estación de tren de Aranjuez (1924)





El mismo año de la inauguración se editó el Manual del Ferro-Carril Madrid a Aranjuez, que venía acompañado con una serie de láminas que también creo de interés reproducir.










También se editó la llamada Cartilla del maquinista con el fin de no depender de maquinistas extranjeros, como se recoge en la introducción, acompañada de nociones teóricas sobre el calor y el vapor, deberes y obligaciones del maquinista, alimentación de la máquina antes de la salida, alimentación de la máquina en camino, accidentes que pueden suceder durante la marcha, etc.


©Antonio Lorenzo

jueves, 27 de octubre de 2022

Costumbrismo, casticismo y andalucismo en los pliegos de cordel [XI]

Miniatura que ilustra la Cantiga CXLIV de Santa María (siglo XIII)
El mundo de la tauromaquia se caracteriza por constituir una fecunda fuente de inspiración para las artes en general, en especial para imágenes de todo tipo, cuadros o estampas sueltas acordes al mundo taurino, así como de las músicas que forman parte de algunas zarzuelas. También como protagonista de revistas específicas, de carteles, cromos troquelados y como recurso recurrente para multitud de escritos literarios, canciones y coplas variadas transmitidas por tradición oral y recogidas en cancioneros o, como es el caso, a través de la literatura popular impresa en pliegos de cordel.

Las primeras corridas de toros, como espectáculo moderno en cuanto a la intervención de toreros de a pie, surgen en la segunda mitad del siglo XVII como forma de lidiar los toros al margen de los espectáculos reales protagonizados por los nobles y de los que apenas se tienen referencias hasta el siglo XVIII. El cada vez mayor interés de estos espectáculos puede rastrearse a través de la documentación conservada donde aparecen los nombres de los significativos actuantes de entonces. El rondeño Francisco Romero, nacido en los primeros años del siglo XVIII y fundador de llamada escuela rondeña, fue quien perfeccionó y practicó  una serie de suertes apartándose de viejas costumbres de los festejos anteriores. El último cuarto del siglo XVIII estuvo dominado por tres figuras muy conocidas, como fueron Joaquín Rodríguez, alias Costillares; José Delgado, alias Pepe-Hillo y el propio Francisco Romero, quien fue el encargado de dirigir a Escuela de Tauromaquia de Sevilla creada en 1830 durante el todavía reinado de Fernando VII.

Las corridas de toros fueron alcanzando poco a poco una fisonomía propia y ordenada incorporando o consolidando las conocidas como suertes. Muchas de sus características evolutivas han permanecido en la memoria de tradición oral recogidas en romances y coplas así como en el caso de la literatura popular impresa de la que adjunto algunas significativas muestras.

La literatura costumbrista, con sus diferentes enfoques no exentos en ocasiones de contradicciones, ha recogido numerosos aspectos de las corridas de toros como prototipo de la llamada Fiesta Nacional con el comportamiento de sus protagonistas dentro o fuera de los festejos populares. El objetivo consistía en reivindicar la buena fama de lo considerado español frente a la percepción de lo extranjero. De este modo, el torero es un personaje referencial en cuanto que representa la esencia de lo propiamente nacional. En este sentido se expresa Tomás Rodríguez Rubí, a mediados del siglo XIX, en  el comienzo de su retrato "El Torero", aparecido en la referencial obra Los españoles pintados por sí mismos (1843-1844), que recoge un total de 92 tipos que abarcan tipos urbanos o provincianos, con oficios populares o marginales diversos, toda una amplia tipología que fue tratada posteriormente en colecciones costumbristas posteriores.

«En España el Torero es una planta indígena, un tipo esencialmente nacional. Y decimos nacional, no porque todos los españoles espongan el bulto ó sean diestros, sino porque es el país donde desde la mas remota antigüedad se conoce el toreo, y donde únicamente germina y se desarrolla la raza de los chulos y banderilleros».

El mundo del toreo alcanzó, pues, una notable papel significativo dentro del costumbrismo generalista y con especial interacción con un andalucismo de carácter rural o urbano.

Mi interés en esta entrada se reduce a reproducir algunas muestras populares impresas donde el torero es el protagonista, fuera o dentro de los cosos taurinos o por su cortejo a una dama. Me limito a difundir algunos de ellos para no sobrecargar en demasía esta entrada y donde incluyo también un pasillo andaluz con Los amores de un torero, con una acción mínima dialogada en amanerada jerga andaluza, así como unas muestras de aleluyas o aucas y otros ejemplos de los conocidos como ventalls u hojas para abanicos de papel, donde se hacen eco de quien fuera el primer torero catalán en tomar la alternativa en 1864, Pedro Aixelá "Peroy", nacido en Torredembarra (Tarragona) en 1824, y fallecido en 1892, del que poco se sabe respecto a los muchísimos más conocidos toreros de procedencia andaluza. Me limito a reproducir estas muestras, sin entrar a comentarlas, como ejemplos de la importancia del mundo taurino en este tipo de literatura popular impresa.



























Posterior a 1898

Para saber más

Dos referencias importantes en su relación con el folklore:

* Ortiz-Cañavate, Lorenzo: "El toreo español", en Folklore y Costumbres de España, Tomo I, págs. 379-566, donde desarrolla en XI capítulos la historia del toreo añadiendo en un apéndice final un listado de toreros muertos en las plazas a consecuencia de las cogidas. Editado en Barcelona en 1943 por la Casa Editorial Alberto Martín bajo la dirección de F. Carreras y Candi.

* Gil, Bonifacio: Cancionero Taurino (popular y profesional). Folklore poético-musical y costumbrista recogido de la tradición, con estudio, notas, mapas e ilustraciones, 3 Tomos, Madrid, Librería para bibliófilos, 1964. Manejo el ejemplar número 203 de los escasos 300 ejemplares impresos de la tirada.

©Antonio Lorenzo