La iglesia católica supo desde antiguo poner en práctica una eficaz estrategia de propaganda para difundir prácticas y contenidos doctrinales de una forma simplificada para todo tipo de público. Fue el papa Gregorio XV quien fundó en 1622 la llamada Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, con el propósito de difundir la fe católica en el mundo y contrarrestar las ideas protestantes. La utilización del término "propaganda", en el sentido como la utilizamos hoy, ya se estableció desde entonces. Pero la iglesia no delimitó el concepto de propaganda a una simple labor difusora de contenidos religiosos, sino que también lo extendió a ámbitos políticos, ideológicos y perfiles de todo tipo a lo largo de su extenso recorrido.
La iglesia católica no consideró suficiente el adoctrinamiento a través de los sermones dominicales o festivos. Era preciso recristianizar a las familias mediante la propaganda católica para propagar y difundir la tradición cristiana. El Padre Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Corazón de María en el 1849, más conocidos popularmente como Claretianos, comprendió enseguida la importancia de la imprenta para propagar todo tipo de hojas y libritos para fomentar la doctrina cristiana bajo una forma sencilla y clara para que pudiera ser fácilmente asimilada por el pueblo. Mediante folletos, hojas sueltas o estampas se pretendió crear una especie de guía doctrinal de opinión católica y establecer códigos de comportamiento para una educación popular. Mediante sus hábiles recursos de propaganda no se dudó en utilizar el miedo a la muerte o al más allá como forma de consolidación de su doctrina. Es el caso de esta curiosa guía, confeccionada y distribuida por La Compañía de Jesús, donde se especifican las condiciones a seguir para viajar en un tren de ultratumba hacia el paraíso o hacia el infierno.
En 1868 se creó en España la primera Asociación de Católicos con el fin de llevar a cabo una gran movilización popular a favor del papa Pío IX, quien se vio despojado de sus posesiones territoriales (Estados Pontificios) tras la reunificación de Italia por Víctor Manuel en 1870, por lo que se trató de canalizar una opinión generalista a su favor mediante suscripciones populares al considerado entonces como el papa pobre.
En el siglo XIX la prensa escrita se desarrolló de forma muy activa convirtiéndose en todo un fenómeno de masas. La iglesia, como guardiana de la ortodoxia católica, se vio impelida a contrarrestar ideas heterodoxas o antirreligiosas mediante la creación y difusión de una prensa de orientación católica. Es lo que se conoció como "la buena prensa" y como guardianes de la ortodoxia. La fuerte movilización del catolicismo en la segunda mitad del siglo XIX se canalizó a través de una soterrada o abierta crítica al sistema liberal y laicista republicano frente a los monárquicos tradicionalistas o integristas, construyendo un discurso conflictivo entre las diversas posturas internas de matiz político. Las disensiones internas, propias de cualquier postura política, no han dejado de suscitar desde entonces la atención de los historiadores.
En el reverso de la lámina que ilustra esta curiosa entrada aparecen unos versos alusivos con la firma J. A. (correspondiente a Juan Alarcón, como más adelante veremos) y con el acrónimo final de A.M.D.G. (Ad Maiorem Dei gloriam, "A mayor gloria de Dios") tomado comúnmente como lema de la Compañía de Jesús.
Guía particular del viajero
Esta Guía particular del viajero, escrita por SAJ, obtuvo una gran acogida y trayectoria editorial. Bajo el seudónimo de SAJ se esconde el escritor, sacerdote jesuita y miembro destacado de la Compañía de Jesús, Julio Alarcón y Menéndez (1843-1923).
Nacido en Córdoba, cultivó de joven la poesía y la música siendo un estudiante destacado de violín y discípulo de Jesús de Monasterio, referente violinista y compositor. Participó durante una corta temporada en la orquesta del Teatro de la Zarzuela madrileña antes de ingresar en la Compañía de Jesús en 1866. Tras sus estudios de Filosofía, Magisterio y Teología, fue ordenado sacerdote en 1878. Escritor de diferentes obras de carácter religioso ejerció como director de la publicación El Mensajero del Corazón de Jesús entre 1886 a 1890, año donde fue sustituido por sus polémicas ideas integristas.
Mediante esta guía los Padres de la Compañía de Jesús, amparados bajo la escondida firma de Julio Alarcón, diseñaron esta útil guía para encaminar a los fieles hacia el paraíso o al infierno, según fuese su disposición, utilizando el ferrocarril a modo de hábil metáfora para su viaje al más allá.
Como hoja suelta fue muy conocida, vendida y distribuida por las parroquias y vendedores ambulantes. Prueba de la difusión de estos alegóricos viajes, con algunos retoques, aparecieron reseñados posteriormente en el capítulo IX de La noche de las cien cabezas (1934), novela muy olvidada del escritor aragonés Ramón J. Sender (1901-1982), donde apareció impresa y contextualizada la hojita que comentamos.
«Al oír hablar de la luna sintieron la misma sed inefable. Rodaban todas lentamente hacia un portillo de las bardas, cuando llegó una fuerte racha de viento, y el laurel comenzó a reír de nuevo. Con el viento llegaron centenares de hojitas de papel, esta vez impreso. Cayó una hoja sobre cada nariz. Comenzaron a leer a coro todas las cabezas, menos las que desfilaban hacia afuera: Algunas beatas leían la fecha y el pie de imprenta: «Madrid, 1934. Tipografía Católica, San Bernardo, 7».
La echadora de cartas decía antes de morir:
—¡Por las cinco llagas de Jesús crucificado! ¡Una tercera!
Era la única sincera. Las otras querían ir todas en primera clase, la que los sacristanes expedían a cuenta de la virginidad absoluta...».
Buscando ampliar información sobre la Tipografía Católica de la calle San Bernardo, distribuidora de la hoja que nos ocupa, se refiere a la Librería Católica Gregorio del Amo, librería activa desde 1882 y sucesora, a su vez, de la Librería Católica de Miguel Olamendi (fundada en 1848). En su amplio recorrido como distribuidora de libros y folletos religiosos a la venta, a pesar de no contar con imprenta propia, fue posteriormente administrada por sus hijos tras el fallecimiento de su padre. La edición de esta curiosa obra de Sender está fechada en 1934, en plena etapa de la II República española.
©Antonio Lorenzo