martes, 24 de diciembre de 2024

Villancicos que se han de cantar en Cartagena en los solemnes maitines del año 1795

 

Para contextualizar someramente este pliego de Villancicos que se han de cantar en la Santa Iglesia Catedral de Cartagena para el año 1795, entresaco parte de la información ya publicada en anteriores entradas de este mismo blog donde comentaba otros ejemplos paralelos.

El pliego reproducido se aparta un tanto de los muchos impresos populares más tradicionales y conocidos donde tan solo se recogen coplas y estribillos para celebrar el Sagrado Nacimiento. Hoy en día, lo que se entiende generalmente por villancico ha quedado circunscrito a una breve canción con estribillo vinculada a la Navidad y caracterizada por la presencia y alternancia de coplas y estribillo. Sin embargo, las antiguas formas del villancico se han ido olvidando poco a poco reduciéndose en el imaginario popular a las canciones más o menos conocidas que se cantan estacionalmente en las fechas navideñas.

 El villancico alcanzó gran difusión en España en los siglos XV y XVI donde se interpretaban canciones profanas de variada temática en las villas rurales por los villanos (de ahí la procedencia de su nombre) y que poco tenían que ver con el nacimiento de Jesús. Pero fue la iglesia en el siglo XVI, contando con la participación de compositores y músicos, la que fue incorporando textual y musicalmente estas composiciones para promover la evangelización pasando de un sentido costumbrista a lo propiamente religioso. La iglesia utilizó, pues, las distintas formas del villancico a modo de propaganda y de aculturación no solo en la península, sino también en los pueblos de las entonces colonias americanas. 

En un sentido amplio, el villancico, como género literario-musical, abarca múltiples perspectivas y diversidades de formas y variedades en las que puede presentarse. La creciente utilización por parte de los críticos de los pliegos sueltos impresos confirma la importancia que se concede a este género híbrido. El villancico religioso posee una gran diversidad de modalidades e interpretaciones que no se circunscriben solamente a las festividades religiosas, ya que guardan relación con muchos otros aspectos emparentados con el teatro breve: jácaras, tonadillas, pastorelas, mojigangas, etc. El villancico no se circunscribe solamente al ciclo festivo navideño, ya que también aparece en las celebraciones del Corpus Christi o en la Asunción de la Virgen. La ejecución de los villancicos está íntimamente ligada al teatro en los conocidos maitines para celebrar la Navidad.

Los maitines, como extensión del oficio de vigilias nocturnas, primero en los monasterios y luego en las iglesias, se refiere a la ceremonia religiosa nocturna que se celebra entre la medianoche y el amanecer constituyendo uno de los momentos canónicos más significativos, aunque en su evolución y con su significado actual se enmarca como la primera oración de la mañana al amanecer. Los villancicos de maitines se componen en grupos de ocho o nueve, tres por cada uno de los tres oficios nocturnos, aunque el noveno podría omitirse si se acababa cantando como acción de gracias el Te Deum laudamos en lugar del último responsorio. El villancico fue ganando poco a poco espacio en la liturgia hasta formar parte del oficio de maitines ocupando el lugar de los responsorios de textos litúrgicos en latín. La sustitución del villancico respecto a los responsorios puede situarse con mayor claridad a finales del siglo XVI de una forma creciente hasta su sustitución completa.

La forma poético-musical del villancico alcanzó su mayor diversidad de formas durante el siglo XVII. El conocido como villancico barroco amplió de forma estructural la conocida brevedad del villancico de los siglos XV y XVI. Las distintas formas que adoptó el villancico en el siglo XVII, y que perduró durante los siglos siguientes, bien es verdad que con una estructura cada vez más decadente, incluyó distintas formas temáticamente más diversas que las arraigadas de estribillos y coplas.

Tras el Concilio de Trento (1545-1563) la importancia adquirida por el teatro religioso en su relación con la Navidad se asocia cada vez más con lo parateatral. Con motivo de la celebración de la Navidad en los llamados maitines se desarrolló una gran variedad de textos con influencias de otros géneros literarios y musicales encaminados hacia una recreación social. La popularidad de las festividades religiosas motivó el creciente uso de formas tradicionales, aunque no siempre fueron bien vistas por las autoridades eclesiásticas,

La amplia popularización de las tradicionales formas musicales en las festividades navideñas no fue bien vista por las autoridades eclesiásticas. A lo largo del siglo XVIII el villancico religioso comenzó una muy larga decadencia, sobre todo desde que el puritanismo litúrgico del papa Benedicto XIV, papa de la iglesia católica desde 1740 a 1758, aconsejó la sustitución de los villancicos como lenguas vulgares y textos en castellano por responsorios con textos en latín. Ello fue recogido en su encíclica Annus qui hunc, promulgada el año 1749 donde se prevenía a los obispos sobre los abusos introducidos en la música sagrada y encaminada a la supresión de textos no considerados convenientes y a favor de los responsorios en latín. No obstante, los encargados de la regulación de las formas y usos musicales dependían de los concilios locales, por lo que la supresión de los villancicos no se produjo de forma generalista y normativa para la Iglesia Católica universal, puesto que se siguieron interpretando en gran parte del ámbito hispánico.

En las celebraciones con villancicos que se desarrollaban en el interior de catedrales, colegiatas, monasterios o abadías era el maestro de capilla quien con antelación preparaba el repertorio de los nuevos villancicos. Los maestros de capilla se enfrentaban todos los años al desafío de tener que componer un gran número de villancicos en lengua vernácula que no debían reutilizarse en otros años, aunque se conocen intercambios. Al acto anual asistía una gran presencia de fieles y de público general donde estos villancicos se asociaban con recreaciones paralitúrgicas emparentadas con el teatro breve en sus distintas modalidades o manifestaciones.

El villancico religioso, en definitiva, presenta toda una complejidad de aproximaciones y significaciones que van más allá de su presencia sonora en las festividades religiosa, algo que viene suscitando un creciente interés para los investigadores, así como los pliegos que recogen los textos a lo largo de los años y que hasta relativamente fechas recientes no habían sido muy tenidos en cuenta.

El pliego

La costumbre de imprimir pliegos de villancicos catedralicios comenzó hacia la segunda mitad del siglo XVIII, ya fueran repartidos o vendidos a las puertas de la catedral. Como recordatorio de los ya interpretados, figuraba en la cabecera Villancicos ya cantados o bien, como el que nos ocupa, se adelantaban los textos a seguir bajo la fórmula de Villancicos que se han de cantar para que el público asistente dispusiera previamente de referencias de lo que iba a presenciar. 

Estos villancicos fueron compuestos para ser cantados en el año 1785 en la ciudad murciana de Cartagena.













©Antonio Lorenzo

lunes, 16 de diciembre de 2024

Los vómitos de Pilatos para los aficionados a tragar mucho

 

Esta nueva relación burlesca, atribuida a un tal Manuel el de Santiago, desarrolla de una forma burlona las excentricidades asociadas a los vómitos de Pilatos. Las estrategias comerciales del pliego para ser difundido y vendido también son destacables, pues el comprar el pliego y llevarlo con uno vendría a ser una especie de talismán para asegurarnos de esta forma que "llevando el papel consigo Pilatos nos asegura que toda nuestra basura no pasará del ombligo".

En el primero de los dos pliegos reproducidos con la misma temática, aparte de los vómitos de Pilatos, se incluye El viático de los borrachos contestando con un "sí creo" a las preguntas formuladas y acabando con un consolador acto de contrición antes de su despedida.

Al final se incluye también una especie de recetario sobre el Modo de aplicar las indulgencias donde a todo aquel acompañante del delicado vino acabarán obteniendo unos buenos resultados.






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©Antonio Lorenzo

viernes, 6 de diciembre de 2024

El encuentro con Jesús y la conversión de la Samaritana


En este episodio evangélico se narra el encuentro que tuvo Jesús en su regreso a Galilea con una mujer samaritana de la que no se menciona su nombre. Se cuenta que por venir cansado del camino se sentó junto al brocal de un pozo y le pidió a la mujer de beber mientras que sus discípulos se desplazaron para buscar comida. El relato se encuentra descrito en el discutido cuarto evangelio de Juan (4, 4-42), que es el único de los sinópticos que narra esta historia. Dicho diálogo ha proliferado en las tradiciones orales y escritas, como es el caso de los pliegos de cordel que recogen el citado encuentro, al igual que en las numerosas versiones orales recogidas en muchos puntos hispánicos por distintos investigadores. En el coloquio con Jesús le dijo la samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?, lo que viene a reflejar las divergencias entre los judíos y los samaritanos desde siglos anteriores. La escena de Jesús y la samaritana se enmarca dentro de una peculiar historia con interés teológico y simbólico al igual que la relación que mantuvo Jesús con otras mujeres que aparecen en las Escrituras. 

Antes de comentar algo sobre las tradiciones orales y los pliegos conviene enmarcar a grandes rasgos las antiguas discrepancias entre los samaritanos y los judíos. ¿Dónde se situaba Samaria y el porqué de las diferencias ideológicas y religiosas con los judíos de Jerusalén? Ello no deja de ser todo un sugerente recorrido académico, aunque ciertamente confuso desde un punto de vista histórico, pero de interés para encuadrar los pliegos reproducidos y su expansión en versiones orales y escritas.

El conflicto entre los judíos y los samaritanos nos retrotrae a siglos anteriores a la época de Jesús si tenemos en cuenta el contexto histórico, religioso y de prejuicios culturales entre ellos. Desde la división del reino unido de Israel, tras la muerte de Salomón hacia el año 930 a. C., tanto en su parte norte como en la del sur, establecieron sus propias capitales en Samaria (territorio actual de Cisjordania) y en Jerusalén. Los samaritanos vendrían a ser una especie de población mixta de judíos con personas de otras nacionalidades y con divergencias de prácticas teológicas entre los dos grupos. Esta animosidad entre los judíos y los samaritanos ya se encontraba arraigada en los tiempos de Jesús y el episodio de su encuentro con la samaritana viene a suponer todo una reconciliación y superación de todo tipo de barreras para enfatizar la universalidad del amor de Dios.

En los tiempos de la vida de Jesús Palestina se encontraba dividida en tres regiones: Judea en el sur, Galilea en el Norte y Samaria, que ocupaba la zona central en medio de las dos. Estas divisiones reflejaban las grandes diferencias culturales y religiosas que había entre judíos, samaritanos y galileos.

Si tenemos en cuenta la literalidad del texto evangélico sus interpretaciones han dado lugar a explicaciones o conclusiones injustificadas e incluso contradictorias. Mediante artificios retóricos se reinterpreta de forma connotativa la literalidad del episodio evangélico, ya que su texto propicia una compleja interpretación desde un punto de vista teológico o religioso. Para contextualizar dicho episodio copio el texto recogido en el evangelio de Juan según la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, que es como sigue:
Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad». La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?». Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra».

Si nos detenemos en el contenido del texto de una forma literal y al margen de sus interpretaciones teológicas, algunas de las respuestas de Jesús a la samaritana nos presentan a un Jesús con ciertos aires prepotentes o altaneros, puesto que tras pedir a la samaritana agua para beber, de la que que por cierto no se la proporciona en ningún momento, Jesús aprovecha para reivindicar su mensaje: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva», a lo que ella responde: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? La interpretación religiosa del "agua viva" de asocia simbólicamente como medio de purificación, fuente de regeneración y aseguradora de vida eterna.

Jesús, mediante un giro inesperado en la conversación, le pide a la samaritana: «Anda, llama a tu marido y vuelve». A lo que ella contesta de una forma un tanto cortante y brusca "no tengo marido", a lo que Jesús le responde: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad». Desde una lectura propiamente literal nada se dice sobre las causas de haber tenido cinco maridos, ni se nos ofrece ninguna pista sobre lo sucedido o su falta: ¿murieron? ¿se divorciaron? Según ello, ¿la mujer samaritana era por ello realmente inmoral? ¿Fue víctima, tal vez, de la visión patriarcal sobre la mujer, poseídas a modo de ganado, como se muestra en las leyes mosaicas? El mero hecho de haber tenido varios maridos no constituye, obviamente, ningún motivo de pecado en sí mismo, a no ser que la pregunta y respuesta de Jesús sobre sus cinco maridos se interprete parcial y subjetivamente a conveniencia  de las reflexiones teológicas, algo que algunos autores lo interpretan como referidos a los cinco dioses paganos a quienes rendían culto los samaritanos o las curiosas reflexiones de San Agustín asociando los cinco maridos a los cinco sentidos corporales (Tratado 15-21):
[...] Me parece más fácil que nosotros podamos aceptar que los cinco primeros maridos del alma son los cinco sentidos del cuerpo. De hecho, cuando uno nace, antes de poder usar la mente y la razón, no lo rigen sino los sentidos de la carne. En un niño pequeñín el alma apetece o rehúye esto: lo que se oye, lo que se ve, lo que tiene olor, lo que tiene sabor, lo que se siente por el tacto. Apetece cualquier cosa que encanta, rehúye cualquier cosa que molesta a estos cinco sentidos. De hecho, encanta a estos cinco sentidos el placer, les molesta el dolor. El alma, al principio, vive según estos cinco sentidos, como cinco maridos, porque la rigen. Ahora bien, ¿por qué se los ha llamado maridos? Porque son legítimos. Dios, en efecto, los ha hecho y Dios los ha dado al alma. Es débil todavía la que rigen esos cinco sentidos y actúa bajo el dominio de esos cinco maridos. Pero, cuando llegue a los años de ejercitar la razón, si se encargan de aquélla la disciplina y la doctrina de la sabiduría, a los cinco maridos no les sucede en el gobierno sino el auténtico marido legítimo, mejor que todos ellos, para regirla mejor y guiarla a la eternidad, cultivarla para la eternidad, instruirla para la eternidad [...]. 
La interpretación generalista usada por muchos predicadores en sus sermones para exponer e impartir doctrina religiosa y exégesis explicativas sobre los textos bíblicos, consideran a la samaritana como una mujer perdida y pecadora por haber tenido cinco maridos y que con el que vivía actualmente era un amante. Su llegada al pozo en la (hora sexta) que coincide más o menos con el pleno calor del mediodía, no parece la más adecuada para ello, lo que es interpretado como que era la hora mejor para evitar el ser vista por sus vecinos y hacernos pensar que era una adúltera desprotegida y rechazada por su comunidad.

A lo largo de la historia de la iglesia la interpretación sobre la figura de la mujer samaritana ha quedado vinculada al sexo y al pecado, ya que el tan generalizado punto de vista patriarcal ha modulado sesgadamente su imagen e interpretación tachándola como de estereotipo pecador, aunque convertida tras su arrepentimiento en símbolo de la gracia de Dios y ejemplo de la fe. De la imagen inicial de pecadora y de vida promiscua y tras la intervención conversacional con Jesús, pasó a convertirse en la nueva misionera de Jesús junto a sus discípulos.

Las diferencias entre lo expresado en los pliegos o en las muestras orales respecto al "canónico" texto evangélico son significativas y han permanecido consolidadas en el imaginario popular entre todos aquellos que han accedido en exclusiva a dicho episodio a través de los pliegos o a sus manifestaciones orales en forma de romances, canciones u oraciones.

La tradición popular

Sobre estas muestras que han conservado este relato, tanto en versiones orales como escritas, proporciono algunos ejemplos significativos con variantes y versiones distintas. Un primer ejemplo es el recogido en Jerez de la Frontera (Cádiz) incluido en la recopilación de José Manuel Fraile Gil en el tomo Tradición oral y zambomba, ed. Lamiñarra, Pamplona, 2016, pág. 613.


Otras variantes curiosas, aunque más desconocidas, se refieren a La fortuna de la Samaritana, donde al acercarse Jesús al pozo para pedirle agua ella piensa que en realidad se trataba de un mozo que intentaba cortejarla, a lo que ella se niega al declararse como una mujer honrada. En algunas de las escasas versiones conocidas Jesús la recrimina por haber dejado entrar por su ventana a un mozo o bien por haber dormido con varios galanes. Al reconocer ella sus faltas y sus culpas Jesús se identifica como Cristo y la perdona.

Mañanita de San Juan,    mañanita linda y clara,
y ¡ay!, quién tuviera la suerte    de aquella samaritana!
Con su cantarillo de oro    a Jesucristo dio agua.
Dame agua a beber del pozo,    dame agua, mujer mundana;
dormistes con siete hombres    con ninguno estás casada.
¡Ay!, no diga eso, señor,    que yo soy doncella honrada.
Jueves Santo por la noche,    Viernes Santo a la mañana,
metistes un majo en casa    por la tu baja ventana,
le pusiste a las muñecas    unas cintas encarnadas.
La mujer, de que esto oyó,    cayó al suelo desmayada;
no la fueron de volver    ni con vino ni con agua.
Levántate ya del suelo,    levanta a la mi palabra,
levántate, pecadora,    que tú ya estás perdonada.

Recitada por Leónides Prieto Ibáñez (69a). Recogida en Barniedo de la Reina por José Manuel Fraile Gil y Macario Santamaría Arias, 1989. Publicada en Fraile Gil 2001, Romances de Salio. Una tradición ahogada, nº II.F.1.f., p. 59 y CD, corte 8.

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¡Quién tuviera la fortuna    de dir al pozo a por agua,
como tuvo una mujer    llamada Samaritana!
En el brocal de su pozo    tuvo a mi Dios en palabra,
no entendiendo que era Dios,    ni ella de Dios se acordaba;
entendió que era un galán    que de amores la trataba.
Entra el cántaro en el pozo,    entra y darásme en el agua;
tanto como agua me dieres    tanto te daré de gracia.
¿Qué gracia me puedes dar    que sea tan limpia y clara
como el agua de mi pozo    que es como la mesma esperanza?
¿Querrásme negar, mujer,    que a las tres de la mañana
echaste un gallardo mozo    por la tu baja ventana?
A tres mozos pones mesa,    con ninguno estás casada.
Pues decirme, ¿quién sois vos    que me descubrís mis faltas?
El Padre tengo en el cielo    el Hijo contigo habla,
tú eres la oveja perdida    que de mi rebaño falta.
Si soy la oveja perdida    que de tu rebaño falta,
ea, Señor, recogeila,    ea, Señor, amparaila,
ea, Señor, recogeila,    oveja tan desmandada.

Versión de Reinosa (Santander). Recogida por José María de Cossío y Tomás Maza Solano, entre 1933 y 1934 Publicada en Cossío 1933-1934, I. III (nº 8), pp. 32-33.

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Desde un punto de vista del imaginario popular, el pozo se considera como fuente de vida y de abundancia y lugar propicio para tejer historias de amor. Ello se encuentra muy extendido como forma simbólica en muchas muestras populares como en canciones y romances. El pozo, a su vez, viene a ser también una metáfora erótica con referencia al sexo femenino y la soga al sexo masculino. El cántaro se asocia también metafóricamente en algunas canciones y refranes con el vientre femenino en alusión a la pérdida de la virginidad, como alegóricamente se aprecia en el conocido refrán: "Tanto va el cántaro a la fuente que al final se acaba rompiendo".

Adjunto unas significativas muestras que recogen la conversión de la Samaritana en pliegos de cordel, alguno de los cuales va antecedido por unas "Coplas nuevas del Niño perdido" o bien con unas "Coplas de lo que padeció nuestro amado Jesús en la Sagrada Pasión", con el fin de rellenar con más textos los pliegos a la venta y que no quedaran cortos.


En el Índice General del Romancero Hispánico (IGRH), "La Conversión de la Samaritana" está catalogada con el número 0187, de las que se puede consultar unas muestras de la Pan-Hispanic Ballad Project:

 https://depts.washington.edu/hisprom/optional/balladaction.php?igrh=0187

 


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Para saber más
El episodio del encuentro de Jesús con la Samaritana ha dado lugar a numerosas representaciones en cuadros, esculturas, cerámicas y a pasos procesionales de cofradías y hermandades.

Fuente de la Samaritana en la Plaza de la Justicia en Zaragoza

Paso procesional de la Hermandad de Aspe (Alicante)

Bibliografía sobre el tema

* Mateos, Juan y Barreto, Juan, El evangelio de Juan: análisis lingüístico y comentario exegético, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1979.

* Fontana Elboj, Gonzalo, El evangelio de Juan: la construcción de un texto complejo: orígenes históricos y proceso compositivo, Universidad de Zaragoza, 2014.

* Piñero, Antonio, Jesús y las mujeres, reedición por la editorial Trotta, Madrid, 2014.


©Antonio Lorenzo

domingo, 24 de noviembre de 2024

El chasco sufrido por el arriero Juan de Prados y su respuesta

 

El pliego reproducido, del que se conocen otras muestras provenientes de diferentes talleres, es un ejemplo más de la literatura de tradición impresa donde se narran chascos o situaciones insólitas y que resulta frecuente el que guarden relación con la tonadilla escénica, con sainetes o pasillos y con el considerado teatro breve en general. Este tipo de chascos o bromas, más o menos pesadas, solían recitarse o narrarse en las tertulias, aunque en este caso y debido a su extensión resulta más propio para ser leído.

En el pliego, dividido en dos partes y ambientado en Valladolid, se nos cuenta la historia de un arriero que tenía por costumbre, antes de salir de casa a sus quehaceres como un habitual transportador de mercancías y utilizando la tracción animal, la de santiguarse mediante una recurrente retahíla con el fin preventivo de librarse de los diablos, enemigos o ladrones para que no le sucediera nada en su trayectoria. Pero, hete aquí, que su mujer le incitó a que también debería añadir al santiguarse una advertencia contra los ardides propios de las mujeres de entonces. Como el arriero se negó a incorporar esa nueva mención, ya que se creía prepotente e indemne a las trampas de las mujeres y presumiendo además de sus actuaciones con ellas, su mujer tomó contra él medidas adversas. Tras una suculenta cena acompañada de muchos vinos que le ofreció su mujer junto a una parienta, resulta que por los efectos del vino acabó en el suelo, lo que aprovecharon las mujeres para raparle las barbas y los bigotes y hacerle en la cabeza una especie de tonsura a semejanza de un fraile de San Pablo. Tras ello, le vistieron con un hábito de la orden y lo subieron a uno de sus caballos, lo que le hacía parecer como un "reverendo frailazo".

Una vez que los vapores del vino hubieron remitido y dándose cuenta de que se encontraba en el camino sin barbas y sin bigotes, lejos de recordar el confuso episodio que había padecido, consideró que aquello se trataba en realidad de un milagro de Dios y que por ello debía dedicarse a evangelizar y a convertir a paganos, por lo que emprendió su presunto camino evangelizador donde se encontró con un fraile Descalzo que se dirigía en dirección a Simancas para decir una misa por ser el día de San Marcos. Tras conversar con el fraile, este conminó al arriero, al verle vestido con un hábito, para que ejerciese de predicador en la misa pendiente.

Tras su incongruente experiencia predicadora, que no se llevó a cabo, y una vez repuesto, decidió regresar a su casa para recuperarse por las peripecias sufridas, pero con la intención de escarmentar a su mujer por la burla que le infringió al raparle y vestirle con un hábito. Tras su llegada su mujer le insistió de nuevo en que lo sucedido a través de la broma perpetrada contra su marido, no era sino una clara prueba de que era preciso el incluir en su santiguamiento el prevenirse de las mujeres para huir de sus mañas, de cuya prueba había sido objeto el arriero Juan de Prados por su propia esposa. 

En la segunda parte del pliego se narra cómo la mujer de Juan de Prados al quedarse encandilada por el sermón que escuchó a un predicador joven, discreto y con buena voz, del que no pudo evitar el enamorarse. En su intento de quedar con él solicitó a su marido el que convidase al fraile a su casa. Juan de Prados, que ya sospechaba de la intención de su mujer: "carnero me quiere hacer, más yo seré toro bravo", solicitó en complicidad con el criado, el que espiase a su mujer y le facilitase información sobre los recados que hiciese al joven y deslumbrante predicador, lo que provocó una cuidada venganza del arriero al enterarse por su criado de que su mujer tenía la intención de invitar al predicador a visitarla. Tras comunicárselo al arriero, este urdió una estratagema para vengarse de la inicial burla que le propinó su mujer.

Juan de Prados, haciéndose pasar por el predicador y vestido con el hábito blanco y llevando en la manga un garrote de tres palmos, llegó a su casa sin que fuese reconocido por su mujer, Juana Gutiérrez. Lo aprovechó entonces para vengarse y devolverle la burla que había sufrido al tiempo que la aderezó con saña moliéndola a palos al tiempo que propugnaba el que toda mujer debería cumplir siempre con su marido sin que ella se percatase del cambio. Juan de Prados, tras atenderla posteriormente tras la paliza recibida le propuso a su mujer el que convidase a comer y les visitase el predicador, algo que ella no quería tras lo sufrido por quien creyó que fue el sugerente predicador. Sin embargo, su marido invitó al predicador por su cuenta diciéndole que llevase un hisopo y una reliquia de un santo, ya que su mujer estaba endemoniada. Aprovechando que Juan de Prados salió a buscar al criado, su mujer comenzó a criticar muy enfadada al predicador, por considerar que fue quien la maltrató, lanzándole a la cara ollas y platos al tiempo que el predicador conjuraba a la presunta endemoniada con el hisopo y rociándola con agua bendita hasta que, de una forma atemorizada, logró regresar de una forma apresurada al convento. Tras esta estratagema, planificada por el propio Juan de Prados quien observó la situación sin ser visto y riéndose, acabó reconociendo ante su mujer que fue él mismo quien la pegó, ya que toda mujer debería respetar siempre a su marido. Ella acabó pidiéndole perdón, lo que fue aceptado por Juan de Prados siendo desde entonces unos buenos casados.

Como se puede apreciar, todo el entramado del pliego viene a ser una forma de cuento satírico y gracioso donde se desliza claramente el antifeminismo propio de una sociedad patriarcal, algo que resulta significativo y abundante en este tipo de pliegos.

El pliego está fechado en el año 1842 procedente del taller madrileño de Marés, del que se conocen reproducciones de otros talleres conocidos y con fechas bastante posteriores, como el editado en Carmona (Sevilla) por José María Moreno en 1865 y reimpreso en 1878.

El autor del pliego no figura en la mayoría de pliegos consultados salvo en la primera parte de uno de ellos, donde se dice que su autor es el Bachiller Gregorio Carrasco, natural de Burgos, del que no he encontrado referencias.










©Antonio Lorenzo

viernes, 15 de noviembre de 2024

Sobre las desastrosas inundaciones en la provincia de Murcia en 1879

Aspecto de las casas derruidas. Tarjeta postal sobre cartón (1879)

El día 15 de octubre del año 1879 tuvo lugar una trágica inundación en la región de Murcia tras desbordarse el Segura junto a otros ríos que inundaron casas y anegaron los campos de la Huerta murciana. Dicha inundación es conocida también como la Riada de Santa Teresa al coincidir el día de la tragedia con su festividad. Oficialmente fallecieron 777 personas al tiempo que ocasionó numerosos desastres, lo que provocó una gran ola de solidaridad.

Estos sucesos y las consecuencias que provocaron son narrados en el pliego reproducido donde se describe como el señor Gobernador tomó eficaces medidas siendo ayudado por particulares, bomberos y agentes de policía para socorrer a las víctimas. Se nos detallan algunas de las ayudas para recoger y salvar a familias subidas en las copas de los árboles, a ancianos que llevaban para protegerlos un nieto en cada brazo, los intentos de un padre por salvar a su familia de la corriente o el salvamento de un niño de seis meses que dormía en una cuna y que fue arrastrado por la corriente hasta que dos guardias consiguieron salvarlo siendo acogido a instancias del obispo de Valencia en su palacio.

Estas trágicas noticias nos remiten de una forma inminente a la memoria las recientes inundaciones padecidas en estas últimas fechas en distintas comunidades españolas, a lo que hay que sumar las controvertidas gestiones entre el gobierno central y el autonómico en cuanto a sus competencias y coordinaciones, lo que ha provocado mutuas acusaciones con fines claramente políticos, pero que en un primer momento fueron la causa de dejar a la población desasistida.

En cuanto a la riada que dejó devastada en aquel año la región murciana, la visitó cinco días más tarde el propio rey de entonces, Alfonso XII, para recorrer los principales lugares afectados, tal y como se recoge en estas magníficas ilustraciones de la época.


El pasado año 2019 el Ayuntamiento de Murcia conmemoró el 150 aniversario de la Riada de Santa Teresa mediante una exposición con fotografías y portadas de periódicos, planos y grabados de tan aciago acontecimiento.

El pliego fue reimpreso en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) en la imprenta de Bernardino Sánchez el mismo año de la catástrofe. De este librero e impresor ya se conoce su actividad desde que imprimió el periódico semanal La Voz de Peñaranda desde 1857.

Tras el pliego, reproduzco la portada de la obra musical para piano como recuerdo a la inundación de Murcia por el célebre compositor y pianista santanderino Belisario Gayé (1839-1909). Dicho compositor fue también participante solidario en la suscripción organizada para socorrer a las familias de los pescadores muertos a causa de la terrible galerna sufrida el 20 de abril de 1878.






©Antonio Lorenzo