viernes, 11 de abril de 2025

Tradiciones populares sobre la Virgen de los Siete Dolores

 

La advocación popular acerca de los Siete Dolores de la Virgen María, tanto en su iconografía como en textos alusivos, alcanzó notable popularidad y difusión a partir del siglo XVI al ser impulsada su figura como madre a través de las órdenes mendicantes de franciscanos y dominicos desde el siglo XIII. Su difusión en pinturas, grabados, esculturas, códices, estampas, libros miniados, etc. se extendió rápidamente al humanizar su figura en escenas de carácter maternal y doloroso por la muerte de su hijo. 

Aunque por lo general resulte desconocido, los Siete Dolores se basan uno a uno en las siguientes referencias bíblicas:
  

También es importante señalar la influencia de los evangelios apócrifos, poco tenidos en cuenta, para resaltar la vida de la madre de Cristo, puesto que en los considerados canónicos u oficiales apenas aparecen testimonios sobre la vida de la Virgen. Pero es durante los siglos XIV y XV cuando un nuevo sentimiento religioso dio lugar a una iconografía sentimental, cargada de expresividad emocional, acerca del dolor y la soledad de la Virgen ante la muerte de su hijo.

Respecto a la literatura popular impresa, en el año 1848 se editaron por distintos talleres de Barcelona estas coplas ilustradas con imágenes de pasajes bíblicos en referencia a los Siete Dolores de la Virgen, así como en pliegos sueltos.




No faltan tampoco los ejercicios de piedad reverenciales impartidos por congregaciones, como la ofrecida anualmente en la ciudad de Lérida.



La alusión iconográfica a la Virgen de los Dolores también abunda en estampas religiosas, pero en esta que reproduzco adquiere un mayor interés, no solo por el pañuelo que lleva en las manos, sino también por los objetos que aparecen a sus pies como signos de la Pasión: La corona de espinas, los clavos de la cruz, el martillo, la escalera, la bolsa con treinta monedas, el guante, la lanza y los dados.


También son frecuentes los gozos dedicados a la Virgen de los Dolores, como en este del año 1855 con las licencias necesarias y acompañados con un acto de contrición, oraciones y curiosas salutaciones a las llagas de las manos derecha e izquierda, así como de los pies izquierdo y derecho, junto a la del costado santísimo.


Composiciones estróficas sobre cada uno de los Siete Dolores también aparecieron en este pliego suelto, proveniente del taller de Pablo Roca en Manresa, especialista sobre todo en estampas religiosas desde aproximadamente 1824 hasta mediados del siglo XX por sus herederos, con referencia en su cabecera a las "innumerables indulgencias concedidas por diferentes Sumos Pontífices", sin especificar ninguno.





La concesión de indulgencias a todo aquel que contribuya con limosnas se refleja también esta hoja suelta con oraciones al levantarse en la mañana y en el mediodía dedicadas a la Virgen de los Dolores venerada en un hospital cordobés.


Las imágenes de la Virgen de los Dolores suelen estar acompañadas de elementos simbólicos que merecerían de una mayor atención.


Las representaciones teatrales sobre los Siete Dolores de la Virgen también se conocían finales del siglo XIX, como sucede con el drama religioso de José Julián Cavero, original de 1869, cuya puesta en escena se produjo años después en diversas ciudades.
  

Dicho drama religioso se representó en el Teatro Muevo Minas de Riotinto (Huelva) en el año 1911 por la Gran Compañía Cómico Dramática de José Vico, donde el apellido del autor del drama, Julián Cavero, aparece con "b" por error en el cartel.


©Antonio Lorenzo

lunes, 7 de abril de 2025

Ilustraciones de pliegos de contenido violento que circularon por Argentina a finales del siglo XIX [y II]

 

Continuando con la entrada anterior adjunto otra serie de cabeceras de pliegos con contenido violento para dar noticia de la distribución y venta de estos papeles en Buenos Aires a finales del XIX como se expresa en el colofón de cada pliego: Véndese; Almacén de papel de Alemany Hermanos. Calle de La Piedad, Nº 53, 55 y 57. Buenos Aires.

Estos pliegos, de procedencia española, fueron puestos a la venta en el almacén bonaerense de papel para su venta y difusión en kioscos, casetas, ferias o de forma directa por ciegos vendedores. El mercado del libro durante el periodo colonial supuso unas complejas redes de intermediarios para establecer las rutas comerciales. Según la legislación de entonces los libros pendientes de circulación estaban obligados a registrarse como mercancías y revisados a su vez por la Inquisición, para mantener la ortodoxia religiosa. Esta censura a la circulación de objetos culturales se llevaba a cabo tanto en los puertos de salida como en los de llegada. Con el paso del tiempo la paulatina relajación de estas medidas propició un mayor intercambio y la circulación de libros, folletos y pliegos de una forma mucho más libre. Hay que tener en cuenta también la importancia del amplio proceso migratorio ultramarino facilitador a su vez de las relaciones comerciales entre las orillas atlánticas. Todo este tipo de material iba transportado en las bodegas de los barcos mediante baúles, fardos o cajones, donde los puertos de Sevilla, Cádiz o Barcelona, jugaron un papel predominante como vías marítimas en el intercambio comercial.

El conocimiento de la circulación de los pliegos sueltos entre las dos orillas atlánticas como ejemplos de la literatura popular impresa entre la península y América, resulta problemático debido a la falta de datos documentales, a lo que se une la mala y deteriorada calidad del papel propia de estos pliegos efímeros en relación a un intercambio de libros a nivel mayorista.

Los pliegos sueltos difundidos en Argentina y en Uruguay a finales del XIX se relacionan con la llamada literatura gauchesca. Dentro de este contexto es importante señalar las características del personaje gauchesco en el siglo XIX rioplatense. Un texto canónico de la literatura gauchesca es El gaucho Martín Fierro, de José Hernández (1834-1886), que se publicó en dos partes: la primera, conocida como la Ida, apareció en 1872, y la segunda, la Vuelta de Martín Fierro, en 1879, coincidente con las fechas que aparecen en los pies de página de los pliegos. Este tipo de elementos discursivos propios de la llamada literatura gauchesca se produjo durante el periodo donde constituidas las nuevas naciones y ya emancipadas de la corona española buscaban su propia identidad desde un punto de vista político, social y económico. Dentro de la cronología de estas manifestaciones literarias asociadas a lo social, al marco histórico y a los cambios más relevantes, se desarrollan durante el último cuarto del siglo XIX, lo que viene a coincidir con la proliferación de este tipo de pliegos. 

Es durante este periodo donde la obra de José Hernández queda convertida en el prototipo referencial como máxima e ilustrada expresión del género y donde se consolida el personaje como representativo del gaucho argentino. Las diversas manifestaciones sobre este tipo de literatura, en cuanto al ambiente rural argentino, su modo de vida y expresando sus protestas frente a las injusticias sufridas, fueron la base de las posteriores transformaciones discursivas. La literatura gauchesca, es toda una construcción cultural que puede rastrearse en abundantes géneros narrativos, así como en obras dramáticas, aunque centrada básicamente en el campo de la poesía.

El gaucho, es un término que viene a representar la identidad genérica del regionalismo rioplatense en cuanto a sus hábitos y costumbres protagonizando una acendrada función social en relación con la cultura popular. Sus expresiones habladas recrean un mundo artificial y pleno de desigualdades e injusticias sociales recreadas por autores cultos, tal y como sucede con los pliegos cuya finalidad es la de conectar con un público de escasos recursos económicos.

Este tipo de narraciones de carácter violento también adquirieron popularidad en México, algunos de ellos relacionados con motivos sobrenaturales o religiosos donde se contrastaba a los cristianos buenos frente a los infieles amparados bajo un controvertido juicio moral. Estos romances, conocidos bajo la discutible etiqueta de vulgares, fueron desembocando con el paso del tiempo al "corrido" mexicano como una nueva forma de popularidad.

La circulación de pliegos sueltos también fue notoria en Chile a finales del siglo XIX y principios del XX, donde los llamados poetas populares, provenientes de medios rurales y afincados en las ciudades, publicaron sus versos con distintas formas métricas y conocidas con el nombre de Lira Popular. Esta denominación reúne toda una síntesis expresiva de la cultura campesina envuelta en versos, como se recoge en el centro de recursos digitales e investigaciones de la Memoria Chilena, con su colección de pliegos sueltos e integrada en la Biblioteca Nacional de Chile.

Esta literatura de cordel adquirió también una notable difusión, que aún se mantiene, en la cultura brasileña desde finales del XIX. Tanto es así que en el pasado año 2018 El Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional ha reconocido a la literatura de cordel como Patrimonio Cultural Inmaterial Brasileño. Este género literario, que puede contemplarse en las hileras de folletos colgados en los tenderetes de ferias y mercados, se ha convertido en todo un oficio y medio de supervivencia de muchos ciudadanos brasileños. Esta forma popular de difundir poesías, vinculadas con las culturas africanas e indígenas, se ha configurado como una de las formas de expresión características de Brasil, impresos en folletos coloreados de gran difusión.

En su conjunto, la relación de este tipo de literatura popular impresa de los pliegos importados a diferentes naciones americanas, en forma de hojas sueltas, modestos folletos, catones, catecismos, almanaques o calendarios ilustrados, tenían por finalidad común el satisfacer a un público popular al que iba dirigido respecto a un tipo de literatura de "bellas letras" más propia de las clases más acomodadas o de un mayor nivel educativo.

Las historias violentas, en definitiva, tuvieran una cierta base real o inventada, se fueron adaptando e integrando para formar parte de la memoria colectiva. Las ilustraciones aportadas vienen a anunciar el contenido efectista de cada pliego de una forma que no coincide literalmente con sus anunciadoras historias truculentas que encabezan sus cabeceras, pero que venían a asegurar la venta de dichos relatos a quienes contemplan visualmente esos grabados.

Este gusto por lo hiperbólico y el tremendismo, cuya procedencia original en los pliegos procede de la península ibérica, su lectura en el presente debe de ser afrontada desde una perspectiva contextual en la época donde se difundieron estos pliegos a finales del XIX. Quienes hemos ejercido una cierta tarea recopiladora de textos transmitidos oralmente hemos apreciado la copresencia de elementos discursivos considerados desde un punto de vista académico como literariamente tradicionales, cultos e históricos conviviendo de forma simultánea con la llamada subliteratura vulgar, algo que era indistinguible para los informantes que compartían su sabiduría popular.

Continuación de las cabeceras de pliegos














©Antonio Lorenzo

martes, 1 de abril de 2025

Ilustraciones de pliegos de contenido violento que circularon por Argentina a finales del siglo XIX [I]


En esta y en la próxima entrada daré cuenta de algunas portadas de pliegos de temática criminal y con contenido violento que circularon por Buenos Aires a finales del siglo XIX. Todas ellas, como ilustraciones de cabeceras de los pliegos, fueron distribuidos desde el mismo lugar: Véndese; Almacén de papel de Alemany Hermanos. Calle de La Piedad, Nº 53, 55 y 57. Buenos Aires. Ello es el motivo para reproducir y agrupar de forma conjunta estas cabeceras por proceder todas ellas del mismo almacén distribuidor en la ciudad de Buenos Aires, cuyas imágenes anticipadoras de lo posteriormente narrado vienen a excitar la morbosidad de los posibles compradores.

Independientemente del desarrollo de la fábula discursiva de cada pliego, las formas de violencia y horror de sus ilustraciones son todo un recurso comercial y estético. Se trata, sin duda, de elementos atrayentes, aunque inapropiados respecto a un punto de vista moral y ético por cuanto atacan a la sensibilidad. Este tipo de ilustraciones, que fascinan y estremecen al receptor, buscaban suscitar un desaforado interés por conocer la historias que se cuentan en cada pliego suelto.

En estos pliegos de contenido violento lo horroroso es un recurso estético para su difusión, tanto desde el punto de vista del impresor como de los vendedores de estas historias. Los motivos violentos, de gran predicamento antiguo se conocen, tanto en la tradición literaria como en la trasmitida oralmente. Estos pliegos, basados en la fascinación que ejercen sus ilustraciones, provocan a su vez todo un rechazo sentimental, aunque atrayente como recurso estético. Si nos atenemos a la visión académica, esta continuidad por lo horroroso o violento viene a enlazar lo culto con lo tradicional y popular. Lo horroroso que aparece en este tipo de composiciones es un aspecto más a tener en cuenta desde un punto de vista multidisciplinar, tal y como sería etiquetado lo maravilloso, lo catastrófico, lo sobrenatural o religioso.

Julio Caro Baroja, ya apunta certeramente en Romances de ciego. Antología, 2ª ed., (1ª: 1966), Taurus Ediciones, Madrid, 1980, p. 10.
El tremendismo no es de hoy. El tremendismo ha constituido siempre parte del instinto literario popular. Pero los ciegos cantores de romances, al menos los antiguos, no podían pensar en la existencia de un tremendismo laico o laicificado, como el que hoy está al uso. Lo tremendo para ellos estaba siempre ligado, de una manera u otra, a lo religioso. Era, usando una fórmula conocida para los historiadores de las religiones, “mysterium tremendum”.
Lo horroroso queda unido a un sentimiento de fascinación como generador de un rechazo hacia la violencia, pero que no deja de ser al mismo tiempo atractivo y fascinante. Estas cabeceras ilustradas de pliegos buscan un efecto de atención inmediata con vistas a sus posibles compradores y lectores. Ello hay que considerarlo como una presumible estrategia, tanto editorial como comercial, para su difusión y venta.

Isabel Segura, en la introducción de su libro: Romances horrorosos. Selección de romances de ciego que dan cuenta de crímenes verídicos, atrocidades y otras miserias humanas, editorial Alta Fulla, Barcelona, 1984, los agrupa según estas pautas:
La selección de romances que presentamos tiene por tema central el crimen -violación grave de la ley moral, escrita o no- y el asesinato -acción de matar con premeditación y alevosía-, acciones ambas transgresoras del orden establecido.
La tipología del asesinato que aquí se presenta se reduce a magnicidios, infanticidios y parricidios, siendo estos últimos los más frecuentes. La víctima no suele ser una sola persona, sino más bien la mayoría de los miembros de la familia, sea porque el hijo mata a padre y hermanos, sea porque el marido (o la mujer) mata a su cónyuge y a los hijos.
Hemos agrupado los romances de asesinatos seleccionados según las causas que los motivaron, que hemos reducido a cuatro: el robo, las pasiones, la perversidad y la política.
Estas estrategias narrativas hunden sus antiguas raíces en una gran pluralidad de relatos, ya sean en versos, novelas, teatro o en cuentos tradicionales como continuidad cultural. Desde un punto de vista académico su contenido narrativo debe de ser comparado con otras formas de discurso, tanto orales como escritas, así como sus cruces y permanencias discursivas a lo largo del tiempo.

La finalidad de esta primera entrada solo pretende señalar la importancia que tuvo el comercio marítimo en el traslado de libros y pliegos de la península hacia Iberoamérica y que adquirieron notable difusión y éxito en los países receptores como entretenimiento popular. Como curiosidad, muchos de sus historias se asocian como sucedidas en localidades peninsulares, aunque su difusión se estableciera en Buenos Aires.

A este tipo de ilustraciones acerca de crímenes horrorosos ya dediqué, hace doce años, una entrada generalista sobre algunos impresos sueltos distribuidos por talleres españoles.













©Antonio Lorenzo