Las alusiones atrevidas o los dobles sentidos de los textos
impresos son uno de los recursos utilizados por determinados pliegos de cordel
para atraer la atención e incitar al público a su posterior compra. Por su especial modo de difusión y mercantilización, la censura ‘preventiva’ en este tipo de
composiciones resulta más relajada que en las obras impresas en forma de libro.
Es por ello que no es infrecuente encontrar un número considerable de pliegos
donde se juega con el doble sentido y con una falsa inocencia socarrona.
Es el caso del famosísimo pliego de «Curro el marinero», de
las que se conocen diferentes reediciones no siempre acompañadas de las mismas composiciones, como luego veremos.
Reproduzco una de las impresiones más conocidas a las que se
añade la ‘Canción del cachirulo’ y unas rondeñas para cantarse con guitarra,
editado [en Barcelona] por la imprenta ‘El abanico’, s.a.
El barón Davillier, en su «Viaje por España» junto al
ilustrador Gustavo Doré en 1862, recoge
noticias directas sobre esta composición, que entresaco de la edición que
manejo (Ediciones Grech, Madrid, 1988, Tomo I, p. 360).
Según Davillier se trata de una «playera», acompañada de
guitarra y bandurria, semejante a las barcarolas venecianas, aunque estas
observaciones del barón están en revisión por los estudiosos. Respecto al
origen, influencias, terminología y desarrollo de esta forma musical remito al
luminoso trabajo de Guillermo Castro Buendía «De playeras y seguidillas. La
seguiriya y su legendario nacimiento», que puede consultarse a través del
siguiente enlace:
Sobre el posible autor o recreador del «Curro marinero»
existen discrepancias, porque bajo el mismo o parecido título es atribuido a
distintos autores. Es el caso de José Melchor Gomis (1791-1836), autor, por cierto,
del «Himno de Riego» y de una obra titulada precisamente «El Curro marinero», si bien instrumental, del que adjunto el enlace para escucharla:
El gran músico alavés Sebastián Iradier (1809-1865), autor
de la famosísima habanera «La paloma», cuenta entre su extensa producción de
canciones con una de ellas titulada precisamente «El Curro marinero», junto a
otras muchas de claro ambiente andaluz.
También se cita como autor de esta composición a Estanislao
Ronzi, del que encontramos noticias de su actividad musical en las
publicaciones periódicas de esa época. La noticia más antigua que he encontrado
data del año 1833, publicada en «El diario de avisos de Madrid»
La autoría de la música a cargo del señor Ronzi la
encontramos de forma expresa en «El correo de las damas», de Madrid, el
14-11-1835.
La «Revista española» (periódico dedicado a la reina Ntra.
Sra.), editado en Madrid (11-01-1836), da cuenta de un altercado con la censura
en el teatro de La Cruz a causa de esta composición, debido seguramente a la
doble intención de su letra, incidente que transcribo por su interés:

“El caso es que después de ‘anunciado y ensayado’ el Polo
del ‘Curro Marinero’ para la expresada función, un sugeto (sic) de los que más
influencia tienen en la dirección del teatro, movido por no sé qué impulso, se
opuso a que se cantase, pretestando (sic) estar prohibido por la censura. Por
parte del autor de la canción se procuró saber si era o no cierta la
prohibición, y se supo que no solo no había pasado a la censura, sino que el
mismo censor contestó que si se le pasaban lo censuraría para que le cantasen.
Esto no obstante, la persona que se oponía al canto del Polo, se quitó de
cuentos, y mandó poner una nota en el cartel, manifestando que ‘por
indisposición’ de la señora Bustos ‘no se podía cantar’ el dicho Polo ofrecido.
El público, que algo sabía de lo que andaba (pues nada hay oculto en el teatro)
pidió que se cantase el Polo, con tanta más razón, cuanto que vio a la señora
Bustos buena y sana cantar en la opereta, en el himno y en la tonadilla. A
pesar de las instancias del público, no faltó quien por entre bastidores mandó
que se corriese el telón, después de haber hecho anunciar por un corista que el
Polo no se cantaba por ‘haberlo prohibido la autoridad’. Todo el mundo vio en
seguida (sic) que la misma autoridad desmintió lo dicho por el corista en el
solo acto de mandar que el Polo se cantase. Cerrado que fue el telón, la joven
cantora fue insultada en el escenario, y aún se supuso por algunos que la
autoridad la había llamado para reconvenirla, lo que sabido por ella se
presentó el Regidor presidente, quien tuvo la bondad de manifestarla que no
había dado tal orden, y que podía retirarse tranquila, pues que ningún motivo
había dado para ser reconvenida”.
En fin, sea como fuere lo que interesa destacar es la enorme
popularidad que consiguió esta composición como lo prueban sus diferentes y
reiteradas reimpresiones.
En el pliego reproducido acompaña al «Curro el marinero» una
composición llamada «El cachirulo» y una serie de coplas en décimas para
cantarse como rondeñas acompañadas con la guitarra.
Estébanez Calderón, en sus celebérrimas «Escenas andaluzas»
(1847 en su forma definitiva), en las líneas que dedica al bolero, en diálogo
con su improvisado y versado interlocutor, nos da noticias sobre el 'cachirulo’
como un baile más exuberante en su interpretación que el bolero, bolero al que parecer dio forma el maestro murciano Requejo (de nombre Sebastián Cerezo).
Sobre el baile y las coplas del cachirulo daré noticias en una entrada aparte.
Acaba el pliego con una serie de coplas para cantarse como
rondeñas acompañadas por la guitarra. Antes de ‘aflamencarse’ estos cantes
estarían emparentados con las canciones de ronda formando parte del patrimonio
común del cancionero popular.
Fue tal el éxito de esta composición que originó añadidos y
‘segundas partes’. Reproduzco una de ellas, editada igualmente por la imprenta
barcelonesa ‘El abanico’ s.a.
Para completar esta panorámica, adjunto la ‘canción
divertida de Currillo marinero’, esta vez como colofón al pliego editado por
José M. Marés en Madrid, en 1846, sobre una recreación de un romance
tradicional archiconocido, aunque muy alejado de las versiones recogidas
oralmente, como Gerineldo.
Antonio Lorenzo