viernes, 24 de febrero de 2023

La maja del Barquillo celebra la feliz llegada a Madrid de Carlos III

Goya - Baile de majos y majas a orillas del Manzanares (cartón para tapiz)

No cabe duda de que la entrada de Carlos III en Madrid en 1759 procedente de Nápoles para asumir el trono de España ocasionó un enorme revuelo en la población festejando su llegada.

La cabecera del pliego reproducido hace referencia a la maja del Barquillo, aludiendo al castizo barrio de Madrid tan característico en el siglo XVIII. El majismo fue un movimiento estético e ideológico de gran alcance social entre las clases populares, principalmente en Madrid, como forma de protesta frente a las modas extranjeras y a los cambios sociales protagonizados por los afrancesados, como queda reflejado en las fuentes literarias, principalmente en los sainetes y las tonadillas donde se recogen las costumbres sociales de la época de Carlos III.

Los habitantes del entonces conocido barrio popular madrileño del Barquillo eran conocidos con el sobrenombre de chisperos, al igual que se aludía a los majos del barrio de Maravillas (actual barrio de Malasaña) o a los manolos o chulapos, propios de los barrios de Lavapiés y Latina. Cada barrio se fue configurando en relación a los diferentes oficios que regentaban. Los majos del barrio de Maravillas solían ser carpinteros, zapateros, alfareros y comerciantes en general, mientras que los manolos o chulapos del barrio de Lavapiés solían dedicarse al curtido de pieles mientras que las chulapas solían ser modistillas, fruteras, cigarreras o floristas, obviamente de una forma muy generalizada.
 
El apelativo chispero hace referencia a que en dicha zona el herrero era uno de los oficios más extendidos durante los siglos XVII y la mitad del XVIII en los solares que hoy ocupan las Salesas Reales y sus calles adyacentes. Don Ramón de la Cruz se inspiró en aquellos tipos populares para contextualizar algunos de sus entretenidos sainetes.

La rivalidad entre los grupos de población madrileña de los diferentes barrios era frecuente, tanto es así que los llamados manolos, de aspecto más acicalado, llamaban chisperos a los del barrio del Barquillo por su aspecto más desaliñado y sucio debido al gran número de fraguas en la zona.

El pliego reproducido añade un elemento más a lo expresado en la entrada anterior sobre la entrada en Madrid del nuevo monarca que puede consultarse a través del enlace:

https://adarve5.blogspot.com/2023/02/seguidillas-de-las-vasallas-con-motivo.html


Lorenzo Quirós - Ornato de la Puerta de Guadalajara con motivo de la entrada a Madrid de Carlos III

La maja del Barquillo que da título al pliego resalta por seguidillas la invitación al nuevo rey y a su mujer, Amelia de Sajonia, a visitar a los artesanos del barrio, escrito por un autor del que no he encontrado referencias.





De similar contenido laudatorio es este otro pliego del que adjunto la plana inicial.


©Antonio Lorenzo

sábado, 18 de febrero de 2023

Seguidillas de las "vasallas" con motivo de la entrada de Carlos III en Madrid

Lorenzo Quirós - Entrada de Carlos III por la calle de las Platerías en Madrid

El 11 de septiembre de 1759 se celebró en Madrid la llegada del rey Carlos III a su regreso de Nápoles tras ejercer su reinado con el nombre de Carlos VII durante nada menos que 25 años. Carlos III (1716-1788), era hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, segunda esposa del rey borbón nacida en la ciudad italiana de Parma. Carlos era, pues, el hermanastro de los anteriores tres hijos varones de quien fue la primera esposa del monarca María Luisa Gabriela de Saboya: Luis, Felipe Pedro y Fernando. 

Las posibilidades de que Carlos llegase a ser rey de la corona española eran muy remotas, ya que tenía por delante a sus hermanastros. Las circunstancias, sin embargo, se fueron poniendo a su favor de forma progresiva, ya que Felipe Pedro murió con apenas 7 años en 1719. Luis, que llegó a ser rey de España bajo el nombre de Luis I, falleció tras un efímero reinado que ni siquiera duró un año. Fernando, su otro hermanastro, reinó durante trece años como Fernando VI, hasta que falleció en 1759 sin dejar descendencia.

Para situar convenientemente todo este trasiego de nombres y derechos sucesorios, conviene recordar que la promulgación en la Pragmática Sanción del 10-V-1713 de la llamada Ley Sálica, establece que la Corona de España será heredada sólo por los descendientes varones por línea de varón de Felipe V, y sólo en el caso de extinguirse todas las líneas de varón, será llamada a la sucesión la descendencia varonil de la Infanta más próxima en parentesco al último Rey.  

Hagamos un pequeño recorrido: el rey Felipe V, en enero de 1724, aquejado de depresiones y de grandes desórdenes mentales, renunció de forma inesperada al trono de España en favor de su hijo Luis. Tras el fallecimiento del tan poco conocido Luis I, sin alcanzar siquiera un año de reinado, su padre se vio obligado a retomar de nuevo el trono español hasta su muerte en 1746 concluyendo sus dos periodos de reinado. El trono español pasó entonces a su hijo Fernando con el nombre de Fernando VI. Pero fue, tras la muerte de Fernando sin descendencia en el año 1759, cuando entró en juego su hermanastro Carlos, aunque anteriormente ejerció en la corona europea como Carlos VII de Nápoles y Carlos V de Sicilia. Tras la muerte de Fernando VI, asumió la regencia la reina madre Isabel de Farnesio donde tuvo la oportunidad de declarar como nuevo rey a su hijo, tras ocupar desde su nacimiento un puesto de infante segundón en la línea sucesoria para el trono español. Tras estos acontecimientos Carlos fue proclamado como rey de España en 1759, aunque previamente hubo de renunciar a la corona de Nápoles, ya que los tratados internacionales impedían reunir ambas coronas en la misma cabeza.

A lo largo de tan ajetreado y rocambolesco recorrido en la línea sucesoria al trono de España, su madre, (la "parmesana", que era como se la apodaba por entonces y que hoy nos recordaría de forma divertida a una modalidad de pizza), intervino desde un principio para que su hijo fuese nombrado como rey de Nápoles y de Sicilia, a consecuencia de lo acordado en el Tratado de Utrech donde se cambió el mapa político de Europa poniendo fin a Guerra de Sucesión Española entre los años 1713 y 1715.

La trayectoria de Carlos se resume a través del siguiente cuadro.


En octubre de 1759 partió de la bahía de Nápoles el físicamente poco agraciado monarca, que contaba entonces con 43 años, con hombros caídos, baja estatura y nariz prominente, como queda reflejado en los cuadros donde se le representa. Tras recabar en el puerto de Barcelona se dirigió a la capital madrileña donde se le tributó un brillante recibimiento oficial en ceremonia jalonada por tapices, colgaduras y efímeros arcos triunfales diseñados para la ocasión y suscitando un enorme entusiasmo popular que marcó el inicio de su reinado tras haber pasado numerosos años fuera de España.

Pietro Fabris - Salida de Carlos III de la bahía de Nápoles

Todo lo expuesto anteriormente de forma sucinta y sin duda enrevesada solo tiene por objeto el contextualizar a grandes rasgos el contenido del pliego reproducido que trata de las seguidillas que le cantaron "las vasallas" madrileñas a su llegada a Madrid procedente de Nápoles.

A Carlos III se le achaca un gran talento político y sentido del deber. Aunque de una forma un tanto controvertida se le conoce como el mejor alcalde de Madrid, paradigma del reformismo ilustrado y artífice de reformas administrativas y urbanísticas de la ciudad al rodearse por ilustrados y competentes ministros y colaboradores.

Con motivo de la llegada del nuevo monarca a Madrid las calles por donde había de pasar el rey se engalanaron profusamente para exaltar su llegada en una gran escenografía recogida en variados lienzos, como los que pintó Lorenzo Quirós, de los que reproduzco algunas de las muestras que pertenecieron en su día a la colección reunida por Manuel Godoy.

Lorenzo Quirós - Proclamación de Carlos III en la Plaza Mayor

Lorenzo Quirós - Entrada de Carlos III por la calle de Carretas

El pliego que nos ocupa recoge una serie de seguidillas laudatorias a la entrada del nuevo rey Carlos III cantadas por las autoproclamadas vassallas y apasionadas matritenses, vecinas de los barrios de Maravillas, Barquillo, y Labapies.

En el pliego se menciona también a la mujer del nuevo rey, nacida en Polonia, a algunos de los 13 hijos de los nuevos monarcas españoles y a conocidos personajes con títulos nobiliarios.





©Antonio Lorenzo

viernes, 10 de febrero de 2023

Castigo a la viciosa y desordenada mujer por ultrajar la hostia consagrada

 

Este pliego es un ejemplo más de la antigua animadversión hacia las mujeres centrándose, tras una serie de variadas consideraciones de tipo religioso, en el castigo infringido a una recluida mujer tachada de "infeliz", "viciosa" y "desordenada" por haber profanado una hostia consagrada. El pliego hay que situarlo, lógicamente, bajo el filtro de una perspectiva histórica en el contexto de mediados del siglo XVIII donde las mujeres que se encontraban recluidas lo eran por considerarlas con adjetivos añadidos de "vagantes", "alcahuetas", "ladronas" o "de corazones depravados", con lo que ello supone de denigración de la mujer como sufridoras de la desigualdad de género, no solo desde un punto de vista religioso, sino también de forma generalizada en aquella sociedad del Antiguo Régimen.

Importante es contextualizar este tipo de pliegos como el que nos ocupa en su relación con la predicación y los sermones. El propio título de "Verdadera relación y curioso romance" es un comienzo muy generalizado para atraer la atención y el interés del público en los encabezamientos de los pliegos del romancero popular dieciochesco. Estos pliegos de contenido religioso entroncan con el espíritu contrarreformista de carga moralizante para incidir en el castigo si no se cumple con lo considerado como moralmente conveniente. El clero se valió de este tipo de materiales impresos como instrumentos de propagación de valores ejemplarizantes. El castigo de la pecadora, eje fundamental de lo que se trata en el pliego, viene adornado previamente con extendidas locuciones metafóricas donde la misericordia o la clemencia divina queda al margen del perdón y se centra plenamente en el castigo.

Para situar cronológicamente los hechos narrados conviene repasar a grandes rasgos la historia social de la delincuencia en cuanto a las reclusiones y la vida carcelaria de las mujeres en el Antiguo Régimen. Tanto el trabajo como la religión constituían los dos ejes esenciales en la vida carcelaria de las mujeres, que convivían con el cuerpo de capellanes y con las monjas o religiosas de diferentes órdenes que custodiaban por entonces las cárceles.

El precedente de las cárceles femeninas son las conocidas como las Casas Galera, como equivalente femenino a la masculina pena de galeras. Según el diccionario de la RAE, las galeras no solo se refieren a las penas de remar en las galeras reales a los delincuentes, llamados galeotes, sino que se asoció también a las antiguas instituciones de reclusión de las mujeres.

El precedente documental sobre estas Casas Galeras, lo encontramos en la obra de sor Magdalena de San Jerónimo, seudónimo de Beatriz de Zamudio, quien propuso al rey Felipe III un memorial, fechado en 1608, titulado Razón y forma de la Galera, y Casa Real, para castigo de las mujeres vagantes, y ladronas, alcahuetas, hechiceras, y otras semejantes, que fue publicado en Valladolid y en Madrid al mismo tiempo, la creación en cada ciudad de una Casa denominada Galera. Fue la primera en expresar por escrito con detallado reglamento las normas que habían de seguirse en estos penales para reformar a las mujeres desviadas mediante el recogimiento, el trabajo y la oración. Esta obra dio un impulso definitivo a la creación de las primeras cárceles para mujeres. Las Casas Galera acogían de forma pública a las pecadoras o vagabundas de clase baja, aunque las cortesanas de clase alta o de familias nobles que contaban con recursos expiaban sus faltas de forma mucho más discreta en los monasterios.


En el plan propuesto por la religiosa se incidía en el castigo a las reclusas donde el régimen de vida era durísimo en cuanto a comida, vestimenta o tortura mediante cadenas, esposas, grilletes o mordazas.

La estructura de las Casas Galeras debían ser edificios cerrados al exterior sin ventanas ni miradores, con discretos dormitorios, sala de labor, "pobre despensa", capilla, pozo, pila para lavar y una "cárcel secreta", espacio de castigo para las rebeldes incorregibles. En la sala común las reclusas trabajaban haciendo labores textiles para ayudar a los gastos de la galera. Como ejemplo, en la galera de Madrid del año 1799 se realizaron desde julio a diciembre: «7 fajas, 127 calcetas, 14 labores de lana hilada y 356 de lino, 210 trenzas, 903 prendas confeccionadas, 122 bolsillos y 7 alfombras, cuyo importe fue de 3.431 reales de vellón", según datos aportados por Fiestas, Alicia: «Las cárceles de mujeres», Historia 16, extra VII, octubre 1978.   

Como ejemplo del tono empleado en el memorial de la religiosa transcribo parte de lo recogido en el punto primero sobre la importancia y necesidad de esta Galera:
«Digo, pues, lo primero que ay muchas mugeres moças vagabundas y ociosas, y entre ellas algunas muchachas de diez y seis y menos años, que no se sustentan de otra cosa sino de mal vivir. Y para esto, llegada la noche, salen como bestias fieras de sus cuevas a buscar la caza; pónense por esos cantones, por calles y portales de casas, combidando a los miserables hombres que van descuidados, y echas laços de Satanás, caen y hacen caer en gravíssimos pecados. Vanse por las casas de los señores donde ay pages y otra gente moça de servicio, vanse hasta las caballerizas, y los hombres flacos, teniendo a la mano la ocasión, caen miserablemente, y ellas, aviendo gastado toda la noche o la mayor parte della, recógense con su torpe ganancia a las posadas y casas que tienen, y allí gastan el día en dormir, comer y holgar hasta que vuelve la noche». 
En el punto segundo, entre otras consideraciones sobre la comida y la vestimenta se recomienda en el memorial:
«Ha de haber en esta Galera todo género de prisiones, cadenas, esposas y grillos; y mordazas, cepos y disciplinas de todas hechuras de cordeles y hierro; que de solo ver estos instrumentos se atemoricen y espanten porque como esta ha de ser como una cárcel muy penosa, conviene que haya grande rigor». 
En referencia a los castigos no me resisto a transcribir lo siguiente:
«El Alcaide y las demás personas a cuyo cargo está el gobierno de la galera, han de  procurar tener a raya estas  mugeres  si  quieren  valerse con  ellas, y  así, si blasfemaren o juraren, pónganlas una mordaça en la boca; si alguna estuviere furiosa, échenla una cadena; si se quisiere alguna salir, échenla algunos grillos y pónganla de pies o cabeça en el cepo, y así amansarán, y dándolas muy buenas disciplinas delante de las otras, éstas quedarán  castigadas y las otras escarmentarán en cabeça agena y temerán otro tanto. Conviene también que de noche duerman algunas de las inquietas con alguna cadena o con el cepo, como se haze en algunas galeras con algunos forçados, porque no estarán pensando sino por donde irse o cómo podrán aporrear a las oficialas o meterse unas a otras y hazerse quanto mal pudieren. Yo las conozco bien, que las he tratado muchos años, que como el demonio está tan enseñoreado de ellas y tan airado por averle sacado estas almas de sus uñas, las estará induciendo a muchos males y hasta que el castigo las domestique estarán furiosas». 
La Casa Galera de la que se habla en el pliego se encontraba en la madrileña calle de Atocha desde el año 1750 tras ser habilitada en su nuevo desplazamiento desde el antiguo hospicio de la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat situada en la calle de San Bernardo donde funcionaba desde 1722, aunque con precarias condiciones de seguridad.

Obviamente, la evolución del presidio femenino fue evolucionando y los castigos por no defender o no participar de determinadas creencias religiosas adquieren con el tiempo otro protagonismo, al que anteriormente había que regirse mediante la obediencia, oración, trabajo y sumisión completa a la dirección del centro.

El pliego, donde se detalla lo sucedido el 25 de marzo de 1753, comienza con un abundante recorrido elogioso de las "pláticas doctrinales y sermones persuasivos" como estrategias discursivas, hasta que se centra en "La Galera" de la madrileña calle de Atocha, donde se recogían a las públicas rameras, entregadas a los vicios... "a quien sus torpes delirios llevan a acabar su vida en tan estrecho retiro". La idea de lo bueno y lo malo no se pueden separar en aquellas fechas a los principios morales propios de los dictados por la iglesia católica, aunque no es este el lugar adecuado para diferenciar las conocidas entonces como "Casas de Arrepentidas o Recogidas", "Casas de Misericordia" o "Casas Galeras" y su interesante evolución legislativa, como la desigualdad jurídica de la mujer frente al hombre, entre otras cuestiones.

El día 25 de marzo, día de la Anunciación de la Virgen y la Encarnación de Cristo, al recibir en su boca "el manjar de los cielos y el bocado divino" la mujer lo sacó de su boca arrojándolo en el suelo. Como castigo, los jueces decretaron que el lunes siguiente saliese públicamente afrentada en un borrico con la boca amordazada para ser pasto de la vergüenza pública. Ni qué decir tiene que, como se apunta en el pliego, aunque Jesucristo es "Padre amoroso" no deja de ser tampoco "juez vengativo", y aunque también se le identifica como "Pan de la vida", para aquel o aquella que le menospreciara se convierte en "Pan de muerte y de juicio".





Adjunto la primera plana del pliego editado en Valencia por el impresor y mercader de libros Cosme de la Granja, cuya actividad impresora se sitúa entre 1734 y 1765, aunque tras su muerte, continuó con la librería abierta su viuda (Basilia Tora).


©Antonio Lorenzo

miércoles, 1 de febrero de 2023

Máximas, proverbios y refranes por "El buen Sancho de España" [Febrero]

 

José María Sbarbi y Osuna (1834-1910), considerado como iniciador de la paremiología moderna por su fecunda y amplia trayectoria en la recopilación y estudio de los refranes, publicó en 1862, a la temprana edad de 28 años, la Colección metódica de máximas, proverbios, sentencias y refranes oculto bajo el pseudónimo de "El buen Sancho de España", siendo su posterior y referencial obra más conocida su Refranero general español, publicado en 10 tomos entre 1874 y 1878. 

Aunque en los tiempos actuales haya decaído sobremanera el uso de estos conocimientos de sabiduría popular, los refranes son hijos del transcurso de los tiempos y ejemplos de una atenta observación de la naturaleza que acreditan su verosimilitud, pues como apunta un refrán: refranes que no sean verdaderos y febreros que no sean locos, pocos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en terrenos ajenos a la observación de carácter meteorológico encaminados preferentemente hacia las gentes del campo, un gran número de ellos suscitan dudas y contradicciones e incluso reprobación absoluta si tenemos en cuenta la evolución de determinados valores ideológicos que afortunadamente han ido evolucionando.

Como ejemplo de sabiduría popular entresaco, sin más, de su obra pionera de 1862 lo relativo para el mes de febrero agrupado bajo las etiquetas de meteorognosia (conocimiento de los fenómenos atmosféricos), labranza, zootecnia, moral, economía, higiene y administración.










©Antonio Lorenzo