Mostrando entradas con la etiqueta Pliegos de cordel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pliegos de cordel. Mostrar todas las entradas

viernes, 28 de febrero de 2025

La canción del Potrito prohibida por la Inquisición


En el conjunto de los índices y catálogos inquisitoriales que se conservan aparecen también una serie de composiciones populares que fueron prohibidas por el Santo Tribunal de la Inquisición al considerarlas obscenas o impropias desde el punto de vista de la doctrina cristiana. Al margen de las relaciones de los libros expurgados, estas muestras censuradas por las autoridades eclesiásticas fueron ampliamente difundidas por los ciegos en ámbitos concurridos de las ciudades o en medios rurales. Debido a la pobre calidad impresora de este tipo de folletos y pliegos volanderos resulta laborioso el rescatar muestras de este tipo de ejemplares publicados si es que han logrado conservarse a lo largo del tiempo.

Si hacemos un recorrido por las tantas y exhaustivas disposiciones sobre los textos expurgados a lo largo de los años, aparecen también toda una serie de comedias, indulgencias, tratados, folletos, oraciones, discursos, romances o canciones donde se tiene en cuenta para su búsqueda la primera palabra por la que comienza, eliminando en su caso el previo artículo si lo hay, y añadiendo la palabra con la que termina. De esta forma se trataba de evitar que pasasen desapercibidos de cara a su control y anotando en cada caso la fecha de su publicación para advertir de cara al futuro sobre su enmienda o expurgación.

Las referencias a canciones, romances o cantinelas se encuentran desperdigadas en los distintos índices, por lo que resulta complicado el rescatar algunos de los textos mencionados, si es que han logrado sobrevivir, a lo que se une la ocultación y carencia de datos, tanto de impresores como de autores, que deberían aparecer en el colofón de los pliegos volanderos, pero que se ocultaban para evitar la censura previa y enmascarar su difusión y control a las autoridades censoras.

Debido al carácter incontrolado de este tipo de impresiones, tratando de huir del requisito de obtención de permisos o licencia de impresión, estos papeles volanderos se distribuían preferentemente a través de los ciegos copleros. Estos ciegos, asociados en Hermandades que se remontan a la Edad Media, cuyo fin era el tratar de mejorar en lo posible la precariedad laboral de una vida dedicada a la mendicidad. A lo largo de los últimos años consiguieron el monopolio sobre la distribución y venta de estos papeles. Ello originó controversias por las prerrogativas concedidas entre los miembros asociados a las hermandades y aquellos ciegos no pertenecientes a ellas sobre el monopolio de venta de esos impresos.

Resulta altamente conocida la enorme cantidad de coplas de carácter erótico que se han transmitido y perduran por tradición oral, pero que no han sido recogidas por escrito a pesar de aparecer de forma implícita con juegos de palabras y dobles sentidos, por lo que los controladores de entonces carecían de una base escrita perdiendo la oportunidad de prohibirlas. Todo un arsenal de coplas eminentemente eróticas del folklore español las ha recopilado en gran parte Manuel Urbano en su libro Sal gorda: cantares picantes del folklore español (Madrid, Ediciones Hiperión, 1999). En dicha recopilación se nos ofrece todo un extenso recorrido por el amplio repertorio de coplas eróticas donde no faltan las alusiones al mundo de los curas y frailes.

Pero el interés de esta entrada consiste simplemente en dar a conocer algunos de estos pliegos prohibidos y censurados por la Inquisición. En este primer ejemplo reproducido, cuya circulación fue prohibida desde enero de 1820, aparece un conjunto de coplas con evidentes y sugerentes dobles sentidos, pero que curiosamente no pasaron de largo a la aguda percepción de las autoridades eclesiásticas de entonces.

Al igual que sucede con el simbolismo asociado a otros animales, como las cabras, el potro es también un ejemplo significativo de simbolismo erótico y referencias metafóricas por la asociación del mismo con los genitales masculinos.

María, si vas al huerto
cierra bien la portillera, 
que tengo el potrito bravo,
quiere entrar en tu pradera.





Para saber más

En el año 1978 el grupo folklórico segoviano HADIT nos deleitó con la original e innovadora grabación de un disco de larga duración (LP), que conservo desde entonces, donde se nos ilustraba con una novedosa y referencial recopilación de algunas de las canciones prohibidas por el Santo Tribunal de la Inquisición. Entre ellas figura precisamente esta Canción nueva del potrito, mandada recoger por la Inquisición de Corte el 28 de enero de 1820. La música y los arreglos de la canción son obra del propio grupo pudiéndose acceder a ella a través del siguiente enlace: 


©Antonio Lorenzo

miércoles, 19 de febrero de 2025

Tiempo de Carnestolendas

 

El tiempo de Carnaval está vinculado al calendario lunar y por consiguiente a fechas variables. El Carnaval tiene lugar antes de la Cuaresma donde se recuerdan los cuarenta días de penitencia que Jesús pasó en el desierto. El Carnaval está asociado a toda una miscelánea de fiestas liberadoras, divertidas, de disfraces grotescos y en un sentido general de prácticas irreverentes para la iglesia.

Como sinónimo del carnaval, las carnestolendas quedan asociadas a los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza, fecha que señala el comienzo de la Cuaresma y que en este 2025 corresponde al día cinco de marzo. El término carnaval es atribuido al vocablo italiano "carnelevare" (de carne y levare, quitar), lo que viene a significar el adiós o a la restricción de la carne. A su vez, las carnestolendas, como carnes que han de quitarse, se refieren igualmente a la privación de la misma. La dualidad simbólica entre el Carnaval y la Cuaresma la retrató literariamente el Arcipreste de Hita en su Libro de buen amor del siglo XIV en la batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma. 

En el Concilio Vaticano II en el año 1966 el papa Pablo VI estableció en la Constitución Paenitemini, plasmada luego en el Código de Derecho Canónico, las siguientes pautas de ayuno a seguir:
- Hasta los 14 años de edad no existe obligación ni de ayuno ni abstinencia.
- Entre los 14 y los 18 años existe la obligación de guardar la abstinencia de carne o de otro alimento todos los viernes de cuaresma, el Viernes Santo y el Miércoles de Ceniza, salvo si coincide con solemnidad.
- Desde los 18 hasta los 59 existe la obligación de abstenerse de tomar carne los días anteriormente indicados y de ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
- A partir de los 59 años no se tiene el deber de ayunar, pero persiste el compromiso de abstenerse de la carne u otro alimento.
- En caso de padecer alguna enfermedad o si está embarazada o en período de lactancia no se tiene obligación de realizar ayuno.

Aquí entrarían las llamadas bulas o privilegios de indulgencias para saltarse estas normas eclesiásticas a cambio de cierta cantidad de dinero. La concesión de estas bulas de dispensa que te las vendía el párroco en la sacristía, permitía el comer carne en los días de abstinencia, obviamente para los que hubieran comprado las bulas en cuestión con el consabido tráfico de dispensas. Un clásico antecedente se encuentra en el tratado quinto de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas o adversidades, donde se narra cómo Lázaro se asentó con un buldero y de las cosas que con él pasó. La compra de este privilegio formaba parte del status social, como acertadamente señala Juan Eslava Galán en su libro Tumbaollas y hambrientos (Editorial Plaza & Janés, 1997).

«Aquí gozábamos del privilegio de la Bula de la Santa Cruzada, un documento pontificio que autorizaba a consumir carne, huevos y lacticinios los días de vigilia. Este privilegio no era general, sino que cada familia debía adquirirlo y renovarlo cada año en su parroquia. Inevitablemente la adquisición del privilegio se hizo indicador del estatus social, y se hacía ostentación de él. El viajero Richard Ford que visitó España hacia 1830, escribe: "Todos los años sacan una nueva bula, como una licencia de caza, los que quieren deleitarse sin mala conciencia con carne de animales y aves. -¿Qué ocurre si un español no ha pasado por la caja registradora de su parroquia y se atreve a comer carne?- Los santos sacramentos le son denegados en su lecho de muerte; lo primero que pregunta el cura no es si se arrepiente de sus pecados, sino si tiene su bula (..)».

La venta de bulas e indulgencias o privilegios no deja de ser una muestra de negocio piramidal donde la verdadera ganancia se la llevaba la jerarquía eclesiástica, ya que todos los años había que comprar una bula nueva, puesto que anulaba la validez de las anteriores. Mientras tanto, el buldero de a pie necesitaba echar muchas horas para obtener un exiguo beneficio. 

Adjunto ejemplos de dos bulas emitidas con cien años de diferencia.


La idea generalizada de que el Carnaval cristiano es una fiesta de origen pagano no se corresponde ni histórica ni socialmente con la realidad de un pasado remoto e inconcreto, pues, como bien señala el eminente e ilustre don Julio Caro Baroja en su referencial e imprescindible obra El Carnaval: Análisis histórico-cultural, cuya primera edición es del año 1965, sostiene que el Carnaval que conocemos es hijo del cristianismo. Caro Baroja, a lo largo de su espléndido trabajo, nos proporciona un extenso recorrido lexicográfico donde apunta que los los ritos y festividades asociados al carnaval son tan extremadamente polifacéticos y heterogéneos que deben ser contextualizados y estudiados en cada ámbito social concreto.

Al margen de las controversias que suscitan las manifestaciones carnavalescas, lo que nos interesa en esta entrada es dar a conocer alguna de las muestras populares impresas en hojas sueltas. En ellas, lo carnavalesco va asociado a chistes, burlas y chascos, tal y como se señala en la cabecera del pliego donde se repasan con tono burlesco cómo en el pasado se arrojaba agua sucia u otros productos por los balcones o ventanas al grito de ¡Agua va! para que la gente se apartase a tiempo y evitar el quedarse empapado. Por citar una tradición del barrio marinero valenciano de Cabanyal, en la madrugada del domingo que se conmemora la Resurrección de Jesús, desde los balcones se lanzan con un cierto descontrol platos, tazas, cazuelas viejas, huevos o agua desde las terrazas o ventanas, lo que vendría a simbolizar el deshecho de lo antiguo y el paso a lo nuevo.

El pliego reproducido procede de la imprenta burgalesa de Athanasio y Casimiro de Navas en los primeros años del siglo XIX, aunque en este caso no figure el año en concreto. El pliego está ambientado en Madrid, donde se cita el Rastro y la histórica fuente de los Caños del Peral, actualmente museo visitable desde la misma estación del metro en Ópera. El teatro de los Caños del Peral se construyó a principios del siglo XVIII siendo demolido en 1817 para construir el actual Teatro Real en la ahora Plaza de Isabel II. 

Tras el pliego añado otro par de muestras de literatura popular impresa en forma de "ventall" o abanico, del año 1849, y de "auca" o aleluya impresa en Madrid por los Sucesores de Hernando.





🔅🔅🔅🔅🔅


🔅🔅🔅🔅🔅


©Antonio Lorenzo

miércoles, 12 de febrero de 2025

La zarabanda y la cosecha de criadas en la corte y en el día

 

El papel ejercido por las criadas en los pliegos de cordel no solo se limita a ser servidoras de familias más o menos pudientes, ya que en otros muchos casos participan como confidentes, encubridoras e incluso participativas en horrorosos crímenes. La criada, que suele aparecer como un personaje rural de escasa preparación y que busca un sustento en la ciudad, acaba por convertirse en todo un referente útil que participa con los señores en diversos acontecimientos.

En esta entrada me limito a reproducir tres pliegos donde la criada adquiere un protagonismo referencial y donde en dos de ellos aparece un estribillo asociado al baile de la zarabanda, aspecto sobre el que centro mi interés en esta entrada y al margen, en este caso, de los papeles de las criadas que aparecen en la literatura popular impresa y que son merecedores de una particular atención.

Que toca mi vida
la zarabandilla;
que toca mi alma
la zarabanda.

En la tradición oral es conocida una canción con el nombre de Las Zarandillejas, El Jarandillo o El Castigo del sacristán, de tono alegre y festivo como canción-danza derivada de la Zarabanda y recogida en distintas regiones:

Esto eran dos hermanas
la zarabandilla
que se iban a acostar.
zarabandilla, andilla
zarabandilla, andá.

Dice la chica a la grande:
la zarabandilla
ruido suena en el corral.
zarabandilla, andilla
zarabandilla, andá...

Las referencias sobre el origen del baile popular de la zarabanda desde el Siglo de Oro son confusas y contradictorias al barajarse diversas hipótesis. Esta danza se hizo muy popular, ya que consistía en bailar de forma circular con giros y movimientos sensuales. En varias obras literarias cervantinas también aparecen referencias al divertido y desenfrenado son acompañado con picantes letras cantadas con guitarras y percusiones (castañetas o castañuelas).

 Resulta de interés rememorar las opiniones del jesuita Juan de Mariana (1536-1624), aparecidas en su Tratado sobre los juegos públicos, incluida en el tomo II de sus obras completas, de las que entresaco algunas de ellas:
«Por ahora solo quiero decir que entre las otras invenciones ha salido estos años un baile y cantar tan lascivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun a las personas muy honestas. Llámenle comúnmente zarabanda, y dado que se dan diferentes causas y derivaciones de tal nombre, ninguna se tiene por averiguada y cierta; lo que se sabe es que se ha inventado en España, que la tengo yo por una de las graves afrentas que se podían hacer a nuestra nación, tenida por deshonesta y inclinada a deshonestidad, tanto, que estando en París oí decir a una persona grave, docta y prudente que tenía por averiguado hacían más estrago en esta parte en aquella ciudad los criados de un caballero español que allí estaba que todos los demás hombres naturales que allí vivían. [...] Y no dejaré de decir lo que me avisó un amigo mío, que este baile se hacía antiguamente en tiempo de romanos, y que también había salido de España, tierra fértil en semejantes desórdenes, por donde las mujeres que hacían este baile de deshonestidad las llamaban en Roma gaditanas, de Cádiz, ciudad de España, donde se debió de inventar en aquel tiempo...»
El Racionero de la Santa Iglesia catedral de Toledo, el canónigo Pedro Sánchez, en su Historia moral y filosófica del año 1589, se preguntaba tras su atrayente y atenta mirada observadora:
«¿Qué cordura puede haber en la mujer que, en estos ejercicios diabólicos, venta de la composición y mesura que debe a su honestidad, descubriendo con estos saltos los pechos y los pasteles, y las cosas que la naturaleza o el arte ordenó que anduviesen cubiertas? ¿Qué diré del halconear con los ojos, del revólver las cervices y andar coleando los cabellos y dar vueltas a la redonda y hacer visajes, como acaece en la zarabanda y otras danzas, sino que todos estos son testimonios de locura y no están en su seso los danzantes?» 
Sobre la procedencia de la zarabanda existe una controversia sobre si su origen se vincula a la América Latina por su similitud con bailes de indígenas americanos o procedente de España. Parece ser que estos bailes se popularizaron en las colonias españolas antes de cruzar el Atlántico y llegar a la península. Otra visión sobre esta danza se considera propiamente de origen español, como sostiene el Padre Mariana en la cita anterior, y que fue importada al nuevo mundo por los colonos y conquistadores españoles.

Tras ser prohibida a finales del siglo XVI por el Supremo Consejo de Castilla bajo duras penas a quien la bailase o cantase, se siguió interpretando de forma clandestina en corralas o teatros. Poco a poco se fue suavizando y ganando interés hasta convertirse en un nuevo baile que obtuvo buena acogida en países europeos. Elevada posteriormente a danza cortesana fue fuente y origen de otros muchos bailes o bien disuelta en otros estilos como la jácara o la chacona. 

El primer pliego está fechado en el año 1815, cuando el infausto Fernando VII ya recuperó la monarquía y restableció el absolutismo tras la Guerra de la Independencia española frente a los franceses y declarando ilegal a las Cortes de Cádiz y a la Constitución de 1812. El segundo de ellos figura en el colofón el año 1849 y en el tercero el de 1863. Vemos, pues, que en el trascurso de alrededor de cincuenta años el pliego en cuestión fue reimpreso por distintos talleres, lo que da idea de la popularidad del mismo, aunque en el segundo no aparece el estribillo y en el tercero se añade al final Los toros del Puerto, con un claro sentido andalucista y donde se cita a la zarabanda como alegre y bulliciosa.

En el colofón de este primer pliego aparece como distribuido en Valencia por la imprenta y librería de Manuel López, sobre el que ya se tienen noticias en la segunda mitad del siglo XVIII como conocido impresor de libros de temática religiosa, según lo aportado por prestigiosos investigadores sobre las librerías valencianas.

El segundo pliego procede de la imprenta madrileña de José María Marés en el año 1849 y el tercero de la imprenta y librería de José María Moreno en Carmona (Sevilla) el año 1963.





🔅🔅🔅🔅🔅



🔅🔅🔅🔅🔅





©Antonio Lorenzo

jueves, 17 de octubre de 2024

¡Oh, cuánto puede el dinero!

Quentin Massys - El cambista y su mujer (1514) (Museo del Louvre)

Hay expresiones y frases proverbiales que se han mantenido a lo largo de los siglos sin perder actualidad alguna, como es el caso del valor concedido al dinero como conseguidor de prebendas. Por contextualizar el contenido de los pliegos reproducidos creo necesario aludir a referentes literarios indiscutibles. Tal vez el más importante o conocido sean las estrofas incluidas por Juan Ruiz, arcipreste de Hita, en su Libro de Buen Amor, obra de carácter fragmentario y discontinuo, pero que constituye un importante y valioso ejemplo de la literatura medieval del siglo XIV. En la miscelánea trama de sus escritos aparecen aventuras amorosas y alegóricas junto a principios morales y disquisiciones didácticas muy unidas a las manifestaciones de la cultura popular, como las referidas al valor y a las propiedades del dinero tan conocidas y de innegable actualidad.

El acceso a los textos del Libro de Buen amor en un castellano actualizado fue una importante contribución que debemos a María Brey Mariño, quien lo publicó en Valencia en 1954 en la editorial Castalia. Se trata de una adaptación moderna de importante valor docente y facilitador generalista para su lectura al margen de los estudios de filólogos o eruditos que se decantan por el antiguo texto. María Brey, fue la esposa del gran erudito y bibliógrafo Antonio Rodríguez-Moñino con quien se unió en 1939. Tras la muerte del gran maestro en 1970 y junto a la que fue su esposa María Brey fueron los salvadores de un importante patrimonio bibliográfico cultural al legar gran parte de su biblioteca privada y por disposición testamentaria a la Real Academia Española, donde se conservan también valiosos manuscritos, cancioneros, romanceros y pliegos sueltos de cordel como fruto de sus investigaciones.

Del libro modernizado al español de hoy y adaptado por María Brey copio, aunque de una forma entremezclada, lo referente al poder del dinero escrito por el arcipreste y que guarda relación temática con el contenido de los pliegos reproducidos.

Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar;
al torpe hace discreto, hombre de respetar,
hace correr al cojo, al mudo le hace hablar;
el que no tiene manos bien lo quiere tomar.
 
Aun el hombre necio y rudo labrador
dineros le convierten en hidalgo doctor;
cuanto más rico es uno, más grande es su valor,
quien no tiene dineros no es de sí señor.
 
Si tuvieres dinero tendrás consolación,
placeres y alegrías y del Papa ración,
comprarás el Paraíso, ganarás salvación:
donde hay mucho dinero hay mucha bendición.
 
Yo vi en corte de Roma, do está la Santidad,
que todos al dinero tratan con humildad,
con grandes reverencias, con gran solemnidad;
todos a él se humillan como a la Majestad.
 
Creaba los priores, los obispos, abades,
arzobispos, doctores, patriarcas, potestades;
a los clérigos necios dábales dignidades,
de verdad hace mentiras; de mentiras, verdades.
 
Hacía muchos clérigos y muchos ordenados,
muchos monjes y monjas, religiosos sagrados,
el dinero les daba por bien examinados:
a los pobres decían que no eran ilustrados.
 
Ganaba los juicios, daba mala sentencia,
es del mal abogado segura mantenencia,
con tener malos pleitos y hacer mala avenencia:
al fin, con los dineros se borra penitencia.
 
El dinero quebranta las prisiones dañosas,
rompe cepos y grillos, cadenas peligrosas;
al que no da dinero le ponen las esposas.
¡Hace por todo el mundo cosas maravillosas!
 
He visto maravillas donde mucho se usaba:
al condenado a muerte la vida le otorgaba,
a otros inocentes, muy luego los mataba;
muchas almas perdía, muchas almas salvaba
 
El hace caballeros de necios aldeanos,
condes y ricoshombres de unos cuantos villanos,
con el dinero andan los hombres muy lozanos,
cuantos hay en el mundo le besan hoy las manos.

Yo he visto a muchos monjes en sus predicaciones
denostar al dinero y a las sus tentaciones,
pero, al fin, por dinero otorgan los perdones,
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones.
 
Aunque siempre lo insultan los monjes por las plazas,
guárdanlo en el convento, en vasijas y en tazas,
tapan con el dinero agujeros, hilazas;
más escondrijos tienen que tordos y picazas.
 
Dicen frailes y clérigos que aman a Dios servir,
mas si huelen que el rico está para morir
y oyen que su dinero empieza a retiñir,
por quién ha de cogerlo empiezan a reñir.

Toda mujer del mundo, aunque dama de alteza,
págase del dinero y de mucha riqueza,
nunca he visto una hermosa que quisiera pobreza:
donde hay mucho dinero allí está la nobleza.
 
El dinero es alcalde y juez muy alabado,
es muy buen consejero y sutil abogado,
alguacil y merino, enérgico, esforzado;
de todos los oficios es gran apoderado.
 
En resumen lo digo, entiéndelo mejor:
el dinero es del mundo el gran agitador,
hace señor al siervo y siervo hace al señor;
toda cosa del siglo se hace por su amor.
 
Deshace fuerte muro y derriba gran torre,
los cuidados y apuros el dinero socorre,
hace que del esclavo la esclavitud se borre;
de aquel que nada tiene, el caballo no corre.

El tema del dinero fue retomado ampliamente por los poetas barrocos al considerarlo como el mayor causante de los males sociales. El más conocido es la referencia al mismo que hizo Quevedo en su sarcástico Poderoso caballero es don Dinero, y que muchos de nosotros descubrimos gracias a la labor del gran cantautor Paco Ibáñez a través de sus adaptadas interpretaciones musicales y vocales, y al que debemos también el descubrimiento de otros poetas con los que no estábamos familiarizados.

La condena al poder del dinero fue un tema frecuente y lugar común de la literatura europea de la Edad Media y en los escritos de los poetas barrocos, pues aparte de Quevedo, Luis de Góngora trató también en varias de sus composiciones el tema del dinero, al igual que Lope de Vega haciendo hincapié al afán desmedido hacia el dinero recogido de forma dispersa en algunas de sus conocidas obras teatrales. 

La literatura popular impresa, tanto en láminas para enganchar a una varilla a modo de un mango como abanico o "ventall", así como en pliegos sueltos, se otorga un alto valor al dinero como medio para prosperar.



En el pliego, las referencias del autor hacia el dinero se centran en oficios populares propios de una sociedad de clase baja en contraposición a los clérigos, monjes, obispos, doctores o alcaldes de los que menciona el arcipreste. Entre los oficios que se señalan para ganar más dinero por las triquiñuelas que ejercitan se encuentran los sastres, los zapateros, los herradores, los especieros, los sombrereros, los panaderos, los carniceros..., donde al final del pliego el ciego solicita y anima a sus oidores o lectores a comprar sus "papelitos" por un real.

Tras el pliego representativo y procedente del taller valenciano de Ildefonso Mompié, del año 1822, en pleno desarrollo del conocido como Trienio Liberal, añado un par de referencias procedentes del taller de José María Moreno en Carmona (Sevilla), del año 1856, y del taller de la Viuda de Caro, de Sevilla capital, sin año.





Taller de José María Moreno en Carmona (Sevilla, 1856)

Taller de la Viuda de Caro (Sevilla), sin año

©Antonio Lorenzo