sábado, 8 de marzo de 2025

Ejemplar castigo de Dios a la desgraciada Jacinta

 

Al igual que ocurre en otros tantos pliegos, la figura de Dios Nuestro Señor se nos presenta como un ser vengativo y castigador contra todo aquel que no sigue sus reglas. En este caso, la propia madre de Jesús no intercede ante su hijo para evitar la venganza y el castigo a quien ha asumido sus pecados y se auto maldice por ello tras haber confesado y comulgado. La historia expuesta en el pliego, fechado en 1854, es más o menos como sigue.

Teresa Hernández, viuda y tintorera de sedas en la ciudad de Logroño le dice a Jacinta, que es junto a Rosa una de sus dos criadas, que debe ir a confesarse y a recibir la comunión por ser un día solemne de la iglesia. Tras ello, aprovechando que el ama olvidó llevarse su llave cuando fue a misa, las dos criadas abrieron el arca, se quedaron con los dos mil reales que allí se encontraban y llevándose además doce madejas de seda e hilos de seda fina. El ama Teresa, al recordar que había olvidado la llave, regresó de una forma acelerada tras la misa, ya que no confiaba mucho en sus dos criadas. Una vez que abrió el arca comprobó la falta del dinero y las madejas de hilo de seda fina. Tras reprochar agitadamente a las criadas su conducta y robo, que ellas negaron como un falso testimonio, ante la idea del ama de acusarlas ante la justicia, ambas se maldijeron a sí mismas por los hechos cometidos, pero Jacinta, una vez que se confesó y comulgó ese día, se maldijo a sí misma y expresando el que Dios permitiera devolver vomitando de su cuerpo la Sagrada Eucaristía recibida y convertirse toda ella en carbón. Tras ello, sufrió un accidente y tanto el ama como las vecinas que acudieron dispusieron llevarla al hospital. Allí, con arrebatados aspavientos solicitó el que le trajeran del sagrario el copón para vomitar en él la Sagrada Eucaristía recibida. Una vez devuelta en el copón la Sagrada Forma, falleció inmediatamente quedando convertida en carbón.

Tras conocer su compañera Rosa la noticia de su muerte se postró de rodillas ante su ama pidiendo perdón por el robo perpetrado junto a Jacinta y procediendo a devolver robado. Rezando de noche el rosario, llevando ella en su pecho una estampa con la Virgen del Rosario de la que era devota, pidió clemencia por su infeliz compañera. En aquel momento se le apareció la Virgen diciéndole que no pidiera nada por su compañera, porque su Santísimo Hijo castiga a los maldicientes con las penas del infierno. Como prueba de ello, se le apareció a continuación su compañera Jacinta a la que vio envuelta en llamas de pies a cabeza al no encontrar solución alguna para poder evitar la condena debido a su lengua tan maldita. Tras ello, Rosa cayó en el suelo amortecida y la figura de Jacinta fue enterrada como un perro en el campo levantándose al tiempo un huracán en medio de grandes voces proclamando el castigo de la divina justicia. Rosa dio las gracias por su protección a la Virgen del Rosario y se encaminó al convento de las Arrepentidas donde fue bien acogida y desarrollando desde entonces una santa vida.

Como puede apreciarse, en el pliego se contraponen la fe de dos mujeres arrepentidas por sus actos, pero una de ellas, al encontrarse amparada por la estampa de la Virgen del Rosario que llevaba en el pecho, no le sucede nada, mientras que su compañera, al auto maldecirse tras su confesión y comunión, recibió un terrible castigo, por lo que se deduce o interpreta de una forma un tanto arbitraria que se trataba de una falsa e hipócrita autoinculpación. Sea como fuere, el reconocer los pecados y arrepentirse, no se tradujo en el perdón y en la misericordia del Santísimo hijo. El reconocerse culpable de algo, el Dios cristiano, entendido como ser misericordioso y no como cruel y vengativo, implicaría su misericordia al asumir la culpa, por lo que el castigo o el sufrimiento no llegaría a producirse. El papel de la Virgen del Rosario, en vez de interceder por la pecadora, se alimenta la idea en el pliego de que su Santísimo hijo a todo maldiciente lo castiga con las penas del infierno. 

Este tipo de pliegos compuestos por poetas anónimos o desconocidos de cara a una difusión popular, no buscan ni se detienen, obviamente, en una interpretación teológica sobre las contradicciones entre las imágenes de un mismo Dios vengativo y misericordioso, según aparece en el conjunto de las Sagradas Escrituras, puesto que su finalidad comercial es la de describir una serie de situaciones sorprendentes o extraordinarias para conectar de una forma más inmediata con el público al que se dirige este tipo de papeles volanderos.

En la xilografía que ilustra la cabecera del pliego se aprecia una mujer de pie con la boca abierta y la lengua afuera frente a un monaguillo y a un sacerdote portando el copón y viéndose en lo alto de la habitación una especie de luz resplandeciente. Tras este pliego añado un ejemplo más donde también se manifiesta la ira de Dios.





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©Antonio Lorenzo

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