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domingo, 7 de abril de 2024

Una bandera liberal contra los Borbones

 

La ilustración que figura en la cabecera del pliego ya nos sugiere el contenido del mismo. En ella aparece el progresista general Prim montado a caballo y portando una bandera con la proclama "libertad y unión", siendo aclamado con sombreros en alto, adhesiones incondicionales y con referencia al motivador himno de Riego que cantaba la columna comandada por Rafael del Riego durante su pronunciamiento de 1820 reivindicando la Constitución de 1812 (conocida como La Pepa). Para contextualizar el pliego es conveniente situarse en la fecha de su edición, correspondiente al año 1868 y coincidente con la llamada "Revolución Gloriosa" o "Revolución de Septiembre", lo que supuso la destitución y la salida al exilio de la reina Isabel II, dando pie al periodo denominado como "Sexenio Democrático" (1868-1874). 

El 18 de septiembre de 1868 los generales Prim y Serrano, junto con la escuadra del almirante Copete, se sublevaron en Cádiz contra la política avalada por Isabel II, lo que condujo a la unión de numerosas agrupaciones locales levantándose contra la política autoritaria y represiva apoyada y avalada por la reina, lo que motivó que tuviese que salir de España y huir a Francia. La batalla del Puente de Alcolea sobre el Guadalquivir marcó el rápido desarrollo de estos hechos.

Tras la destitución y el exilio de la reina Isabel II las fuerzas políticas convocaron elecciones generales buscando una normalización de la situación, que se celebraron el día 15 de enero del siguiente año. Para ello se formalizó una coalición progresista-liberal formada por La Unión Liberal, partido político fundado en 1854 por O'Donnell y encabezado entonces por Juan Prim, el Partido progresista de Francisco Serrano y los Demócratas "cimbrios", grupo político surgido tras la revolución de 1868, así denominados en referencia metafórica a aquellas tribus que lucharon en su día contra la República Romana en el siglo II a. C.

La animadversión de gran parte de la población a la figura del rey consorte Francisco de Asís de Borbón, casado con su prima hermana Isabel II en 1846 tras desecharse otras candidaturas. Debido a su condición de homosexual propició el que difundiesen unas coplas que fueron muy repetidas, como las siguientes: 

Gran problema es en la corte
averiguar si el consorte
cuando acude al escusado
mea de pie o mea sentado.

Paco Natillas
es de pasta y flora
y orina en cuclillas
como las señoras.

Las Cortes Constituyentes, formadas tras las elecciones generales, redactaron una nueva Constitución que fue aprobada el día 1 de junio de 1869 nombrando regente y presidente al general Serrano, antiguo amante de Isabel, donde se excluían a los Borbones mientras se buscaba un nuevo rey para España. La animadversión hacia los Borbones queda reflejada en gritos vociferados por una gran mayoría popular como ¡abajo los Borbones! o ¡abajo la Isabelona, fondona y golfona! Lo que entonces no se podía sospechar era que la misma dinastía acabaría volviendo más adelante con la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II y de su amante de entonces, el militar valenciano Enrique Puigmoltó, tal y como la propia reina se lo insinuó a su hijo: "hijo mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía".

En el mismo año del nacimiento de Alfonso, en 1857, el pueblo ya cantaba en las Navidades coplas como las siguientes: "los pastores son, los pastores son / los primeros que en la Nochebuena / supieron que el nuevo Borbón / era hijo del valenciano Moltó... Otra copla difundida por los carlistas se refería también a los amantes de Isabel II: "Clamaban los liberales / que la reina no paría / Y ha parido más muñecones / que liberales había. Las coplas populares, en su relación también con los pliegos y hojas volanderas de entonces, funcionaron a modo de sátira política durante el final del reinado de Isabel II, como puede apreciarse en los versos de un anónimo poeta en uno de aquellos impresos revolucionarios.

¿Dónde vas, Isabelona,
con cara de jabalí?
«Me han quitado la corona,
voy camino de París».
La perdiste por bribona
no se puede consentir
que además de una ladrona
fueras tan puta, jolín.
Conquistaste, campeona,
sin cañón y sin fusil,
en la cama comodona
más hombres sola que el Cid.
España no te perdona
tanto continuo desliz,
que eres golfa por borbona,
más no se puede decir.
Presumes de beatona
y te has llevado a diez mil
soldados a la poltrona
que no consiguieron huir.
Y de civiles, glotona,
la lista no tiene fin,
tan larga que colecciona
todo varón de Madrid.
Te pasaste de mandona
y de furcia de postín;
si te queda una neurona
no vuelvas más por aquí.
Vete, vete, gordinflona,
vete en el ferrocarril,
líbranos de tu persona,
que estamos hartos de ti.

Las críticas por cambiar la situación dominante de entonces y su intento por alcanzar una igualdad generalizada, al margen de la monarquía y de la poderosa influencia eclesial, se aprecia en el contenido de los pliegos reproducidos de una forma incisiva y argumentada. La edición del pliego se sitúa poco antes de la propuesta de unas elecciones generales, como se deduce a través del llamamiento a los militares para defender la igualdad y el mantenimiento sin interferencias de la palabra dada e incitando al elector a votar un nuevo régimen político frente a la política autoritaria y represiva de los dirigentes de entonces, como Narváez o González Bravo.

La convocatoria electoral buscaba el establecimiento de un régimen democrático y la búsqueda para establecer una monarquía parlamentaria o bien una república. Ateniéndonos a lo que sucedió posteriormente, ya sabemos que gracias a la intervención del general Prim se proclamó de nuevo una monarquía con la figura de Amadeo de Saboya (1871-1873), a la que no pudo asistir su valedor como consecuencia de sufrir un misterioso atentado, aún sin esclarecer definitivamente, el 27 de diciembre de 1870 en la madrileña calle del Turco (hoy calle del Marqués de Cubas) y que acabaría causándole la muerte.


Amadeo I ante el féretro de Juan Prim

Tras lo sucintamente expuesto paso a reproducir el pliego al que añado a continuación otra interesante publicación donde también se resaltan estos hechos.







©Antonio Lorenzo

viernes, 24 de febrero de 2023

La maja del Barquillo celebra la feliz llegada a Madrid de Carlos III

Goya - Baile de majos y majas a orillas del Manzanares (cartón para tapiz)

No cabe duda de que la entrada de Carlos III en Madrid en 1759 procedente de Nápoles para asumir el trono de España ocasionó un enorme revuelo en la población festejando su llegada.

La cabecera del pliego reproducido hace referencia a la maja del Barquillo, aludiendo al castizo barrio de Madrid tan característico en el siglo XVIII. El majismo fue un movimiento estético e ideológico de gran alcance social entre las clases populares, principalmente en Madrid, como forma de protesta frente a las modas extranjeras y a los cambios sociales protagonizados por los afrancesados, como queda reflejado en las fuentes literarias, principalmente en los sainetes y las tonadillas donde se recogen las costumbres sociales de la época de Carlos III.

Los habitantes del entonces conocido barrio popular madrileño del Barquillo eran conocidos con el sobrenombre de chisperos, al igual que se aludía a los majos del barrio de Maravillas (actual barrio de Malasaña) o a los manolos o chulapos, propios de los barrios de Lavapiés y Latina. Cada barrio se fue configurando en relación a los diferentes oficios que regentaban. Los majos del barrio de Maravillas solían ser carpinteros, zapateros, alfareros y comerciantes en general, mientras que los manolos o chulapos del barrio de Lavapiés solían dedicarse al curtido de pieles mientras que las chulapas solían ser modistillas, fruteras, cigarreras o floristas, obviamente de una forma muy generalizada.
 
El apelativo chispero hace referencia a que en dicha zona el herrero era uno de los oficios más extendidos durante los siglos XVII y la mitad del XVIII en los solares que hoy ocupan las Salesas Reales y sus calles adyacentes. Don Ramón de la Cruz se inspiró en aquellos tipos populares para contextualizar algunos de sus entretenidos sainetes.

La rivalidad entre los grupos de población madrileña de los diferentes barrios era frecuente, tanto es así que los llamados manolos, de aspecto más acicalado, llamaban chisperos a los del barrio del Barquillo por su aspecto más desaliñado y sucio debido al gran número de fraguas en la zona.

El pliego reproducido añade un elemento más a lo expresado en la entrada anterior sobre la entrada en Madrid del nuevo monarca que puede consultarse a través del enlace:

https://adarve5.blogspot.com/2023/02/seguidillas-de-las-vasallas-con-motivo.html


Lorenzo Quirós - Ornato de la Puerta de Guadalajara con motivo de la entrada a Madrid de Carlos III

La maja del Barquillo que da título al pliego resalta por seguidillas la invitación al nuevo rey y a su mujer, Amelia de Sajonia, a visitar a los artesanos del barrio, escrito por un autor del que no he encontrado referencias.





De similar contenido laudatorio es este otro pliego del que adjunto la plana inicial.


©Antonio Lorenzo

sábado, 18 de febrero de 2023

Seguidillas de las "vasallas" con motivo de la entrada de Carlos III en Madrid

Lorenzo Quirós - Entrada de Carlos III por la calle de las Platerías en Madrid

El 11 de septiembre de 1759 se celebró en Madrid la llegada del rey Carlos III a su regreso de Nápoles tras ejercer su reinado con el nombre de Carlos VII durante nada menos que 25 años. Carlos III (1716-1788), era hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, segunda esposa del rey borbón nacida en la ciudad italiana de Parma. Carlos era, pues, el hermanastro de los anteriores tres hijos varones de quien fue la primera esposa del monarca María Luisa Gabriela de Saboya: Luis, Felipe Pedro y Fernando. 

Las posibilidades de que Carlos llegase a ser rey de la corona española eran muy remotas, ya que tenía por delante a sus hermanastros. Las circunstancias, sin embargo, se fueron poniendo a su favor de forma progresiva, ya que Felipe Pedro murió con apenas 7 años en 1719. Luis, que llegó a ser rey de España bajo el nombre de Luis I, falleció tras un efímero reinado que ni siquiera duró un año. Fernando, su otro hermanastro, reinó durante trece años como Fernando VI, hasta que falleció en 1759 sin dejar descendencia.

Para situar convenientemente todo este trasiego de nombres y derechos sucesorios, conviene recordar que la promulgación en la Pragmática Sanción del 10-V-1713 de la llamada Ley Sálica, establece que la Corona de España será heredada sólo por los descendientes varones por línea de varón de Felipe V, y sólo en el caso de extinguirse todas las líneas de varón, será llamada a la sucesión la descendencia varonil de la Infanta más próxima en parentesco al último Rey.  

Hagamos un pequeño recorrido: el rey Felipe V, en enero de 1724, aquejado de depresiones y de grandes desórdenes mentales, renunció de forma inesperada al trono de España en favor de su hijo Luis. Tras el fallecimiento del tan poco conocido Luis I, sin alcanzar siquiera un año de reinado, su padre se vio obligado a retomar de nuevo el trono español hasta su muerte en 1746 concluyendo sus dos periodos de reinado. El trono español pasó entonces a su hijo Fernando con el nombre de Fernando VI. Pero fue, tras la muerte de Fernando sin descendencia en el año 1759, cuando entró en juego su hermanastro Carlos, aunque anteriormente ejerció en la corona europea como Carlos VII de Nápoles y Carlos V de Sicilia. Tras la muerte de Fernando VI, asumió la regencia la reina madre Isabel de Farnesio donde tuvo la oportunidad de declarar como nuevo rey a su hijo, tras ocupar desde su nacimiento un puesto de infante segundón en la línea sucesoria para el trono español. Tras estos acontecimientos Carlos fue proclamado como rey de España en 1759, aunque previamente hubo de renunciar a la corona de Nápoles, ya que los tratados internacionales impedían reunir ambas coronas en la misma cabeza.

A lo largo de tan ajetreado y rocambolesco recorrido en la línea sucesoria al trono de España, su madre, (la "parmesana", que era como se la apodaba por entonces y que hoy nos recordaría de forma divertida a una modalidad de pizza), intervino desde un principio para que su hijo fuese nombrado como rey de Nápoles y de Sicilia, a consecuencia de lo acordado en el Tratado de Utrech donde se cambió el mapa político de Europa poniendo fin a Guerra de Sucesión Española entre los años 1713 y 1715.

La trayectoria de Carlos se resume a través del siguiente cuadro.


En octubre de 1759 partió de la bahía de Nápoles el físicamente poco agraciado monarca, que contaba entonces con 43 años, con hombros caídos, baja estatura y nariz prominente, como queda reflejado en los cuadros donde se le representa. Tras recabar en el puerto de Barcelona se dirigió a la capital madrileña donde se le tributó un brillante recibimiento oficial en ceremonia jalonada por tapices, colgaduras y efímeros arcos triunfales diseñados para la ocasión y suscitando un enorme entusiasmo popular que marcó el inicio de su reinado tras haber pasado numerosos años fuera de España.

Pietro Fabris - Salida de Carlos III de la bahía de Nápoles

Todo lo expuesto anteriormente de forma sucinta y sin duda enrevesada solo tiene por objeto el contextualizar a grandes rasgos el contenido del pliego reproducido que trata de las seguidillas que le cantaron "las vasallas" madrileñas a su llegada a Madrid procedente de Nápoles.

A Carlos III se le achaca un gran talento político y sentido del deber. Aunque de una forma un tanto controvertida se le conoce como el mejor alcalde de Madrid, paradigma del reformismo ilustrado y artífice de reformas administrativas y urbanísticas de la ciudad al rodearse por ilustrados y competentes ministros y colaboradores.

Con motivo de la llegada del nuevo monarca a Madrid las calles por donde había de pasar el rey se engalanaron profusamente para exaltar su llegada en una gran escenografía recogida en variados lienzos, como los que pintó Lorenzo Quirós, de los que reproduzco algunas de las muestras que pertenecieron en su día a la colección reunida por Manuel Godoy.

Lorenzo Quirós - Proclamación de Carlos III en la Plaza Mayor

Lorenzo Quirós - Entrada de Carlos III por la calle de Carretas

El pliego que nos ocupa recoge una serie de seguidillas laudatorias a la entrada del nuevo rey Carlos III cantadas por las autoproclamadas vassallas y apasionadas matritenses, vecinas de los barrios de Maravillas, Barquillo, y Labapies.

En el pliego se menciona también a la mujer del nuevo rey, nacida en Polonia, a algunos de los 13 hijos de los nuevos monarcas españoles y a conocidos personajes con títulos nobiliarios.





©Antonio Lorenzo

sábado, 12 de noviembre de 2022

Nuevas y divertidas peteneras por los impuestos al consumo

Este curioso pliego recoge de una forma un tanto irónica y burlona las críticas a las dobles prácticas contributivas que tenían que asumir los vendedores y los consumidores por los impuestos al consumo, como el referido a la sal. Se menciona a un tal "Camachito" junto al más conocido Cánovas, el que fuera artífice de la Restauración, por ser reimpulsores o partidarios de estos impuestos según fueron cambiando las circunstancias políticas, sobre lo que comentaré algo tras la reproducción del pliego, impreso sin fecha en Zaragoza por la imprenta de Mariano Ramírez. 





Antes de comentar la contribución por el consumo de la sal conviene repasar la trayectoria pública del llamado "Camachito" citado en el pliego.

Juan Francisco Camacho de Alcorta (1813-1896), importante financiero y político, fue ministro de Hacienda nada menos que hasta en cuatro ocasiones: desde el reinado de Amadeo de Saboya, de febrero a mayo de 1872, siendo presidente del gobierno Mateo Sagasta; en la I República, de enero a diciembre de 1874; en el reinado de Alfonso XII entre 1881 y 1883 y durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena de 1885 a 1886. Fue también diputado en distintas legislaturas y senador vitalicio desde 1877, así como intermitente gobernador del Banco de España y creador del Cuerpo de Abogados del Estado.

Camacho fue uno de los grandes reformistas del siglo XIX en su intento de nivelar los presupuestos y realizando reformas arancelarias que han sido valoradas de forma controvertida desde un punto de vista más actual si atendemos a las convulsas etapas políticas de la segunda mitad del siglo XIX. Durante este periodo se llevaron a cabo una serie de reformas tributarias innovadoras con numerosas modificaciones a lo largo del periodo con el fin de obtener una mejor eficacia recaudadora. Las diversas medidas que adoptó Camacho buscaban una mayor proporcionalidad impositiva poblacional, algo que, como se aprecia en el pliego, no fueron comprendidas ni compartidas por las clases populares. 

Juan Francisco Camacho reinstauró el Impuesto de consumos, anteriormente abolido, al que incorporó los cereales y los carbones, así como la sal, fijando la base imponible de la población de una forma lo más justa posible para terminar con la discrecionalidad que por entonces existía tratando de lograr un equilibrio entre ingresos y gastos mediante la restauración tributaria.

Estos cambios tributarios y los cambios entre los partidos políticos fueron frecuentes en esta convulsa etapa del siglo XIX. El propio Camacho se integró al partido de Cánovas quien le compensó con el cargo de Gobernador del Banco de España.

Monopolio de la sal

Sobre la sal, como producto fundamental en la alimentación y conservación de los alimentos (recordemos que entre los romanos el término "salario" procede del pago con sal destinado a los soldados), la Corona de España ejerció un derecho exclusivo sobre su fabricación y venta, ya que las salinas eran de su propiedad, aunque desde el siglo XVII en adelante se permitió la regulación de sus rentas a la administración de entonces.

El monopolio de la sal, en cuanto a su fabricación y venta exclusiva, pertenecían en propiedad desde siglos anteriores en concepto de regalía o prerrogativa a la Corona. Los productos de este monopolio se destinaban en parte al sostenimiento de las milicias provinciales y a la amortización de parte de las deudas del Estado como forma muy antigua de prohibición a los particulares de proveerse de ella, salvo en los establecimientos expendedores con anuencia del fisco. En el artículo 19 del capítulo X de la Instrucción General de Rentas del 16 de abril de 1816, su consumo estaba calculado a razón de menos de media fanega por cada vecino, una cuartilla por yunta de labor y una fanega por cada hato de cien cabezas de ganado teniendo en cuenta las cantidades que podrían emplearse en panadería o en las salazones de carne o pescado. Todo ello, que desde una perspectiva actual nos resulta sorprendente y curioso, en un Real decreto del 3 de agosto de 1834 se suprimieron los impuestos para el consumo de la sal dejando su surtido a la libre voluntad de los pueblos e individuos.

Desde el 1 de julio de 1857, atendiendo al proyecto de ley anterior de 1855, se dejó en libertad completa la fabricación y venta de la sal. Las contribuciones tanto directas como indirectas por el uso de la sal, según las distintas y cambiantes administraciones, resultan contradictorias al depender de diversos factores que dificultan una exposición más o menos coherente sobre ello. Los vaivenes en cuanto al impuesto de la sal generaron críticas calificadas como injustas y onerosas por consideraciones políticas al margen de lo propiamente económico.


El 16 de junio de 1869 se aprobó en las Cortes Constituyentes una ley que declaraba que a partir del 1 de enero de 1870 fueran completamente libres la fabricación y venta de la sal, así como desaparición del monopolio ejercido por el Estado. En este estado de cosas, el entonces ministro Juan Francisco Camacho, el "Camachito" del pliego, propuso entonces al gobierno de la República en 1874 un impuesto sobre la sal consistente en 15 céntimos de peseta por kilogramo y otro de 90 céntimos al año para cada uno de los habitantes y recargable también a cada ayuntamiento.

La política sobre el gasto público de finales del XIX fue todo un tejemaneje lleno de discrepancias con políticas contradictorias según fueran los gobiernos y los responsables de hacienda sobre el modo de afrontar la deuda de entonces.

Estos vaivenes sobre los impuestos sobre la sal hay que reinterpretarlos y considerarlos según atendamos a los partidarios del liberalismo o del conservadurismo en cuanto a las variables medidas que se adoptaron por la creación y derogación de nuevos tributos.

Ya en 1840 se expresaba claramente don Lorenzo Calvo y Mateo, diputado progresista, en el folleto que se publicó sobre los Perjuicios que causa a la hacienda pública el estanco de la sal.
«La renta de la sal, á todas luces ominosa y anticonstitucional, es una de las contribuciones indirectas mas funestas á la riqueza pública, porque perjudica mucho y de diferentes maneras a los contribuyentes y favorece muy poco relativamente a la hacienda nacional.
[...] Esta renta es tan estéril en valores como fecunda en perjuicios, delitos y crímenes, porque priva de los medios de su subsistencia á las clases mas indigentes, menesterosas y dignas de lástima, y las fuerza á contribuir con lo que necesitan para vejetar, poniéndolas en la asombrosa alternativa de espirar ó cometer todo linage de escesos, que se castigan sin piedad.
[...] Nadie mas que los ministros de España y los funcionarios de rentas ignoran ó aparentan ignorar que cuando los impuestos exceden á la renta neta, disminuyen el capital productivo progresivamente y concluyen por la pobreza».

El pliego, en suma, recoge la crítica popular sobre estos impuestos acompañados en una segunda parte de una serie de coplas de contenido satírico.

©Antonio Lorenzo

viernes, 4 de noviembre de 2022

Inauguración del tren Madrid-Aranjuez (1851)

Vista del Palacio Real de Aranjuez (siglo XVIII)

Curioso pliego editado el mismo año de la inauguración del trayecto ferroviario Madrid-Aranjuez en 1851. El pliego se hace eco de una serie de situaciones protagonizadas por personajes populares como las cigarreras, las manolas que engañan a un lechuguino para sacarle el dinero, peones de albañil, modistas o caleseros, aprovechando como pretexto la inauguración del Ferrocarril Madrid-Aranjuez en pleno reinado de Isabel II.

Es conocido que la primera línea ferroviaria a nivel nacional fue el trayecto entre Barcelona y Mataró, siendo la segunda la de Madrid a Aranjuez inaugurada por la reina Isabel II el 9 de febrero de 1851. En su primer viaje, donde no existía estación intermedia alguna, ya que el servicio ferroviario fue concebido primeramente para el uso y disfrute de la Corte española hasta las inmediaciones del Palacio Real de Aranjuez.

El tramo de este primer ferrocarril madrileño que unía la capital con la única estación de Aranjuez, discurría por las poblaciones de Getafe, Pinto, Valdemoro, Cienpozuelos, Seseña y Aranjuez, lo que constituyó el primer eslabón de la línea ferroviaria que uniría posteriormente la capital con el puerto mediterráneo de Alicante en 1858. Las obras de este primer desarrollo ferroviario comenzaron en 1846, paralizadas en 1847 y reanudadas en 1849, tras una ayuda del gobierno en 1850 quedando terminadas las obras en 1851.

Este proyecto nació gracias al tesón de José de Salamanca y Mayol (1811-1883), más conocido como el marqués de Salamanca, el más importante hombre de negocios en el reinado de Isabel II, que supo mover convenientemente tanto la política como la economía a sus intereses, ya que consiguió que le nombrasen ministro de Hacienda, cargo que mantuvo en dos gobiernos beneficiando sus propias inversiones mediante decretos. La idea del trazado de este ferrocarril era la de llegar a las costas españolas del sur en un recorrido más directo, siendo el primer tramo construido de lo que luego sería la línea férrea de Madrid-Alicante.

La inauguración fue todo un acontecimiento, con asistencia de la Familia Real, el Gobierno, dirigentes militares, periodistas y, cómo no, por autoridades eclesiásticas como el eminentísimo cardenal y arzobispo de Toledo señor Bonel y Orbe. Para trasladar a los invitados se organizaron varios viajes de ida y vuelta entre el embarcadero de Atocha y la primitiva estación de Aranjuez, situada frente al Palacio Real.


La fiesta de inauguración contó con coros y bandas populares que amenizaron la curiosa espera del paso del ferrocarril con la reina Isabel II a la cabeza.

Según las crónicas de la época, miles de madrileños se lanzaron desde primera hora a las calles para curiosear y participar de algún modo en la fiesta, repartidas por todas las localidades por las que pasaba la línea. Como la reina Isabel II era muy aficionada a la música de salón, el maestro Hipólito Gondois compuso para la ocasión una suite para piano titulada De Madrid a Aranjuez, una colección de polkas, mazurkas, chotis y galop (danza húngara de ritmo muy vivo).


La estación primitiva se localizaba frente a la Plaza de Armas del Palacio Real disponiendo de un ramal exclusivo para la monarquía que llegaba hasta la Puerta de Damas del palacio. En el año 1923 la estación cambió de emplazamiento al crearse un edificio de estilo neomudéjar que se mantiene en la actualidad.

Estación de tren de Aranjuez (1924)





El mismo año de la inauguración se editó el Manual del Ferro-Carril Madrid a Aranjuez, que venía acompañado con una serie de láminas que también creo de interés reproducir.










También se editó la llamada Cartilla del maquinista con el fin de no depender de maquinistas extranjeros, como se recoge en la introducción, acompañada de nociones teóricas sobre el calor y el vapor, deberes y obligaciones del maquinista, alimentación de la máquina antes de la salida, alimentación de la máquina en camino, accidentes que pueden suceder durante la marcha, etc.


©Antonio Lorenzo