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martes, 15 de octubre de 2019

Entrada triunfal, boda, atentados y fallecimiento de Alfonso XII

Entrada en Madrid de Alfonso XII el 14 de enero de 1875 (Litografía Biblioteca Nacional de París)
Esta entrada es un recorrido generalista sobre la figura del rey Alfonso XII a través de lo publicado en pliegos de cordel, láminas conmemorativas o imágenes aparecidas en revistas de la época. Se recogen láminas conmemorativas de su entrada en Barcelona y en Madrid, así como la exaltación de su figura en pliegos de cordel. No podíamos pasar por alto la boda con su prima María de las Mercedes, acontecimiento recogido muchos años más tarde en el Romance de la reina Mercedes, cantado entre otras por doña Concha Piquer con letra de Rafael de León, copla convertida en himno en el imaginario colectivo, junto con la película protagonizada por Vicente Parra y Paquita Rico ¿Dónde vas, Alfonso XII? en 1959.

Los pliegos abordaron comercialmente el atentado que sufrió el monarca y las revistas se hicieron eco de la temprana muerte del rey en el palacio de El Pardo, el 25 de noviembre de 1885, tres días antes de cumplir los 28 años.

Este es un caso de fascinación popular mediante pliegos y láminas donde lo que nos interesa especialmente en este caso no es la actividad política desarrollada por el rey, propio de historiadores, sino los aspectos que, a través de los impresos populares se centran en los acontecimientos que más interesaban al conjunto de la población.

Los historiadores suelen basar sus conclusiones a partir de los textos escritos y sin apenas tener en cuenta el lenguaje visual y mucho menos los impresos de carácter popular que atesoran sus propios códigos de interpretación. Lo que sugerimos en este blog consiste, precisamente, en otorgar la debida importancia a estas manifestaciones dispersas, pero que en su conjunto abren un camino de interpretación a una realidad sugerida o meramente imaginada.

Las representaciones visuales, sean del carácter que sean, se apoyan siempre en un previo conocimiento del espectador para su interpretación. Las imágenes de contenido político, como las entradas reales a las ciudades, bodas, etc. obedecen al interés de sus autores por incidir en el imaginario social y movidos por el implícito deseo de contribuir a una propaganda política.

La iconografía política, qué duda cabe, cumple con una función informativa, pero no puede separarse de una intencionalidad persuasiva con fines propagandísticos. La singularidad de las imágenes hace que su contemplación tenga por finalidad una reencarnación de valores. Información y persuasión no son ajenos a la finalidad de las imágenes monárquicas, independientemente del soporte utilizado, aunque fueran confeccionados por sus autores de una forma más o menos inconsciente.

Estos impresos populares no son ajenos al control por parte del poder de la práctica propagandística. Aunque en ellos toman preferencia aspectos sentimentales enmarcados en el romanticismo de la época. Las estampas y grabados de María de las Mercedes, así como su boda con el apuesto rey, sus cualidades, juventud y belleza han propiciado canciones, versos e imágenes exaltando sus cualidades. En cambio, nada se recoge ni se dice de la que fuera amante del rey: la cantante de ópera Elena Sanz y Martínez de Arrizala, con el conocimiento de María Cristina de Habsburdo-Lorena, segunda esposa de Alfonso. El monarca dotó a su amante de una importante pensión mensual, le "puso un piso" en la Cuesta de Santo Domingo y tuvo con ella dos hijos varones: Alfonso y Fernando. Una vez fallecido el monarca, la administración del estado decidió suspender la paga mensual a Elena Sanz, pero ella contraatacó amenazando con la publicación de las ciento diez cartas que conservaba donde se hacía explícita la paternidad de sus hijos. La Casa Real decidió comprar su silencio mediante una importante suma de dinero.

Entradas triunfales




Entrada en Barcelona según La Ilustración Española y Americana

Entrada en Madrid según La Ilustración Española y Americana





La boda real






Los atentados

Alfonso XII sufrió dos atentados contra su vida en su corto mandato. El primero de ellos tuvo lugar el 25 de octubre de 1878 por el anarquista Juan Oliva Moncusi cuando hacía su entrada por la calle Mayor en Madrid tras un viaje por el norte de España; y el segundo, el 30 de diciembre del año siguiente, por el obrero gallego Francisco Otero González cuando los monarcas volvían de pasear por el Retiro. De ambos atentados el monarca salió ileso. Los dos autores fueron detenidos, juzgados y ejecutados a garrote vil.

Dibujo de Juan Comba del primer atentado en La Ilustración Española y Americana

Dibujo de Juan Comba del segundo atentado en La Ilustración Española y Americana
Estos atentados fueron aprovechados rápidamente por los impresores de pliegos para difundirlos entre la población. Tampoco faltaron las versiones cantadas que han llegado a ser recogidas oralmente en tiempos recientes. Bajo el título Atentado anarquista contra Alfonso XII, cuyo número del IGR (Índice General del Romancero) corresponde al 0202.9, se conocen versiones madrileñas, asturianas, leonesas, gaditanas e incluso sefardíes.



Ejecución de Oliva Moncasi
La muerte del monarca

Dibujo de Juan Comba en La Ilustración Española y Americana



©Antonio Lorenzo

domingo, 29 de septiembre de 2019

La azarosa vida del general Belisario

Mosaico con Belisario a la diestra de Justiniano
El pliego reproducido recrea la figura del general Belisario tomando como base la ópera Belisario, cuya música fue compuesta por Gaetano Donizetti basada en el libreto de Salvatore Cammarano. Se estrenó el cuatro de febrero de 1836, con éxito de público y crítica, en el Teatro La Fenice de Venecia.


Interior de "La Fenice" de Venecia, hacia 1837
El éxito de Belisario se extendió de forma inmediata a lo largo de diversas ciudades del mundo, como Viena, Madrid, Londres, Lisboa, La Habana, México, París, Berlín, Río de Janeiro, Filadelfia, Nueva York, Buenos Aires, etc. Estas ciudades la conocieron en su texto original y posteriormente se representó traducida a los diversos idiomas.

Considerado como uno de los más importantes generales de la antigüedad, Belisario nació en Tracia (antigua provincia del imperio romano, que corresponde a parte de los actuales territorios de Bulgaria, Grecia y Turquía europea) alrededor del año 500 de nuestra era. De origen campesino se incorporó siendo muy joven a la guardia de Justiniano, quien fuera nombrado emperador de Bizancio. El ascenso militar de Belisario fue debido a sus importantes victorias contra los persas, vándalos y ostrogodos y contra las revueltas hacia el emperador en sitios alejados, como África o Sicilia y, en suma, a su exitosa participación en la reconquista de gran parte del imperio romano de occidente, perdido hacía aproximadamente un siglo.

La obra narra los últimos años del general bizantino Belisario al servicio del emperador Justiniano. Acusado falsamente por su esposa Antonina de haber dejado morir a su hijo Alessi (Alejo en el pliego), cuando apenas era un bebé. Justiniano lo destierra y hace que le saquen los ojos, a lo que siguen numerosas vicisitudes acompañado por su hija Irene en el destierro. La imagen de Belisario como un mendigo ciego ha prosperado en las leyendas y ha servido de inspiración a pintores que han hallado en su destierro motivos de inspiración.

Jacques-Louis David - Belisario pidiendo limosna (1781)

François-André Vincent - Belisaire (1776)

Nicolas René Jollain - Belisario pidiendo limosna (1767)
Anthony van Dyck - Date obolum Belisario

Belisario, convertido en arquetipo de la desgracia humana, es comparable en algunos aspectos al Edipo de Sófocles. Hay historiadores que mantienen que ni fue cegado ni cayó en la mendicidad, pero la incidencia sobre estos aspectos confiere al personaje una aureola propia de personajes legendarios, tan del gusto popular, donde lo de menos es perseguir la verdad histórica. Sin duda, las peripecias e injusticias sufridas a lo largo de su vida alimentaron su leyenda, así como su deambular por las calles de Constantinopla mendigando monedas para subsistir.

La trayectoria literaria de su figura es amplia. Hacia el siglo XVII el personaje aparece en el teatro. Antonio Mira de Améscua (1577-1644), en su El ejemplo mayor de la desdicha (1632), obra atribuida también erróneamente a Lope de Vega o a Pérez de Montalbán, lo convierte en su personaje central. Ya en el siglo XVIII Belisario fue inspirador de la pluma de Carlo Goldoni (1707-1793) en su tragicomedia Belisario (1734). También Jean-François Marmontel (1723-1799), utilizo al personaje en su novela Bélisaire (1767), fuente principal del libreto operístico, a lo que siguieron otras obras inspiradas en el mismo personaje. Hay que destacar también la influencia de la vida y hechos del personaje en los posteriores escritos de Isaac Asimov o Borges.

Belisario representa, pues, la figura de un antihéroe, víctima de la envidia de los poderosos, tal y como lo concibieron en la Revolución francesa como símbolo de la deslealtad de los monarcas.

El decaimiento de esta ópera y sus escasas representaciones posteriores tienen que ver con el cambio de mentalidad que se iba produciendo en la sociedad. El drama de Belisario, donde la venganza, la injusticia, la intriga o el amor filial, reflejaba un espíritu cada vez más alejado de los nuevos tiempos. El mayor interés fue decantándose por las pasiones amorosas y el sentimentalismo romántico, ausentes en la obra, y que poco a poco iban alejando el interés del público hacia lo épico y moralista que representaba el Belisario.

Contexto histórico

Resulta muy significativo, según anota Gema León Ravina en su tesis doctoral: La ópera en Cádiz en el siglo XIX: un estudio cualitativo, Universidad de Alicante, marzo, 2018, pág. 51, que la ópera de Donizetti se estrenase en Cádiz apenas seis meses después de su estreno mundial en La Fenice el 4 de febrero de 1836, si bien con un éxito relativo. Resulta también significativo que apenas un año después del estreno se recreara en el pliego que reproducimos, editado en Barcelona por Ignacio Estivill en 1837. El rápido estreno de la obra en Cádiz se explica por la importancia y el enriquecimiento que adquirió la ciudad en el siglo XIX a causa del intercambio marítimo y económico con tantas ciudades europeas y americanas.

El contexto histórico que atravesaba España el año del estreno de la ópera en el Cádiz de 1836, y el 22 de noviembre del mismo año en Madrid, en el teatro de La Cruz, se desarrolla en uno de los periodos más convulsos de la historia de España. En 1836 ejercía la regencia, debido a la minoría de edad de Isabel II, su madre María Cristina, viuda del fallecido Fernando VII. Todo ello coincide con la contienda civil de la primera guerra carlista (1833-1840), la más violenta y dramática de todas ellas. Coincide también con el pronunciamiento de los sargentos de la Guardia Real en La Granja el 12 de agosto, lo que obligo a la regente a restaurar la Constitución de Cádiz y a nombrar un nuevo gobierno para que convocase elecciones. El mismo año de 1836 supuso también el inicio de las desamortizaciones o expropiaciones por parte del estado de las posesiones de las tierras y bienes eclesiásticos y la supresión de los mayorazgos, primer paso de la conocida desamortización de Mendizabal. Coincide también con el fin del segundo sitio de Bilbao por el general Espartero sobre las tropas carlistas.

Desde el punto de vista cultural, se estrena en Madrid el drama histórico El trovador, de García Gutiérrez y Mesonero Romanos funda la publicación literaria Semanario pintoresco español, de cuño romántico. El teatro lírico atravesó este año numerosas dificultades debidas a los acontecimientos y circunstancias políticas y a la precaria situación económica, lo que afectó a los presupuestos de los teatros y a sus representaciones. No obstante, en la vida teatral madrileña las temporadas operísticas se mantuvieron, ya que el mundo operístico era entonces uno de los espectáculos favoritos de los madrileños. Solo así se entiende que las óperas puestas en escena en este año convulso fueran Il Barbiere di Siviglia, de Rossini el 3 de enero de 1836 en el teatro de la Cruz o La Cenerentola, también de Rossini, el 6 de febrero del mismo año en el teatro del Príncipe, (criticada esta última, por cierto, por Mariano José de Larra, en uno de sus artículos, ya que era gran conocedor y aficionado a estas representaciones y que acabaría suicidándose al año siguiente). El 12 de agosto de 1836 se representó l'Esule di Roma, de Donizetti, que coincidió con «La sargentada»; el 15 de octubre se representó la ópera Chiara di Rosemberb, de Luigi Ricci; el 22 de noviembre el Belisario, cuya música al igual que l'Esule di Roma, fue compuesta por Donizetti.

Un dato de interés es el relativo a la representación el 12 de agosto de 1836 de L'Esule di Roma, de Donizetti, al coincidir con la sublevación de los sargentos en La Granja (Segovia). Parece ser que los sargentos sublevados conocían de antemano que la alta oficialidad iba a hallarse ese día asistiendo a la representación en el teatro de la Cruz, lo que aprovecharon para sublevarse debido a la ausencia de los altos mandos. En cualquier caso, estos hechos contribuyeron a que la reina regente María Cristina, se viese obligada a restaurar la constitución de 1812 y a promover la nueva constitución de carácter más liberal en 1837 otorgando un mayor poder a las cortes.

La diversión favorita de la burguesía y nobleza madrileñas siguió siendo la ópera, donde en los teatros seguía asistiendo una aceptable afluencia de público. Las capas populares se decantaban más por los salones de baile donde se entremezclaban con gentes de posición social más elevada y que buscaban una vía de escape ante los acontecimientos que se iban produciendo.





©Antonio Lorenzo

martes, 19 de febrero de 2019

Impresos populares: el Sexenio Democrático y la 1ª República (1868-1874) [V]

Proclamación de la I República en la revista "La Ilustración española y americana" (16-02-1873)
La I República fue el régimen político vigente en España tras la abdicación de Amadeo de Saboya en febrero de 1873. Fue proclamada por las Cortes en sesión conjunta el 11 de febrero de 1873 y duró hasta el 29 de septiembre de 1874, cuando el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto inició la Restauración borbónica. Su escasa duración estuvo caracterizada por la inestabilidad política y por las disputas internas. En sus primeros 11 meses se sucedieron 4 presidentes del ejecutivo, hasta que el golpe de estado del general Pavía el 3 de enero de 1874 puso fin a la República federal proclamada en junio de 1873 dando paso a la República autoritaria del general Serrano, líder del partido constitucional. El período republicano estuvo marcado por dos golpes de estado fracasados de los radicales y por tres conflictos armados simultáneos: la tercera Guerra carlista, la sublevación cantonal y la guerra de los 10 años de Cuba.

Una pequeña cronología es como sigue:



La proclamación de la I República española dio lugar a una gran cantidad de ilustraciones recogidas preferentemente en publicaciones periódicas de diferentes ideologías, ya fuera con la intención de denigrarla o ensalzarla. La función propagandística de las estampas monárquicas anteriores varían en cuanto a sus elementos simbólicos en esta nueva etapa. Si antes de la proclamación de la República las estampas estaban asociadas a la noción del poder político, referido a la monarquía y a la nobleza, proclamaciones reales, entradas regias o retratos familiares, en esta nueva etapa los grabadores utilizan un discurso visual alternativo de carácter más alegórico e ideologizado. De esa forma, se consolida la imagen de una matrona alegórica representativa de la república, tocada con un gorro frigio (contrapunto a la corona y a semejanza de los revolucionarios franceses), con la balanza de la justicia y sin la presencia de escudos o emblemas reales con el fin de desarrollar elementos alternativos a la etapa anterior.

Es precisamente en estos años cuando se produce un gran desarrollo técnico en las artes gráficas como puede apreciarse en la gran cantidad de publicaciones, de corte satírico o no, con caricaturas o ilustraciones de gran calidad, lo que contrasta con los humildes y efímeros impresos populares que nos ocupan.

Como ejemplo de la gran diferencia de calidad entre las nuevas innovaciones gráficas y nuestros impresos populares reproduzco al azar dos estampas elaboradas con esmeradas cromolitografías (utilización de distintas piedras para resaltar cada color)  entresacadas de la obra del editor Miguel Guijarro: Las mujeres españolas, portuguesas y americanas (3 tomos, 1872-1876).

Señorita de la República de Chile
India de las Islas Filipinas





















Los impresos populares en los que nos movemos tampoco fueron ajenos al interés por esta nueva forma de estado. Su efímera existencia viene dada por la fragilidad de su conservación y por su competencia con la mejor calidad gráfica de los periódicos o semanarios.

Los ejemplos que reproduzco no creo que precisen de mayores comentarios, lo que nos llevaría más allá de las pretensiones meramente divulgativas de este blog. Me limitaré en este caso a enmarcarlos dentro de su contexto general

La primera estampa recoge el reconocimiento y agradecimiento de los republicanos a la labor de Amadeo I y el respeto a su abdicación en pos de la nueva República. Las siguientes se enmarcan en la valoración positiva y exaltación de la nueva forma de gobierno, al que se suma con su apoyo el líder revolucionario italiano Garibaldi, lo que internacionaliza el proceso español.








©Antonio Lorenzo

lunes, 11 de febrero de 2019

Impresos populares: el Sexenio Democrático y la 1ª República (1868-1874) [IV] (El duelo cuyo precio fue el trono de España)


Tras el triunfo de la revolución La Gloriosa y la salida hacia el exilio de la reina Isabel II, nos encontramos en pleno año 1870. La principal labor del gobierno, con la oposición de los republicanos y de relevantes figuras políticas, era encontrar un rey que se adaptara al papel reservado por la nueva constitución de 1869: un monarca constitucional que reine pero no gobierne. 

En mayo de 1870, ante la inviabilidad de encontrar un candidato idóneo para el trono de España, el general Prim, con el apoyo de Pascual Madoz, pese a no estar muy convencido, escribe al general Espartero para tantear su disposición a ser rey, propuesta que el ilustre general rechazó de forma inmediata. Hubo hasta coplas populares que recogían la idoneidad de su candidatura:

                                                      Dichosa sería España
                                                      bajo demócrata mando,
                                                      altivo, no tolerado,
                                                      la corona en sien extraña;
                                                      de los Borbones la saña
                                     
                 olvidar nunca debemos,
                                                      Montpensier, no lo queremos,
                                                      Espartero es popular,
                                                      Rey lo debemos alzar.

El duelo cuyo precio fue el trono de España

Entre las opciones posibles para ocupar el trono de España se encontraba con muchas posibilidades la candidatura de Antonio María de Orleans, duque de Montpensier. Antonio María de Orleans (1824-1890) era hijo del rey de Francia Luis Felipe de Orleans, quien dispuso por razones políticas que se casara con la hermana de la reina española Isabel II, María Luisa Fernanda, enlace que se hizo coincidir con la de la propia Isabel II con Francisco de Asís el día 10 de octubre de 1846. El mismo día de la boda Isabel II le concedió el grado de capitán general y el título de infante.

María Luisa Fernanda tenía entonces quince años y el novio veintidós y ni ella hablaba francés ni su esposo español. Montpensier era un hombre de gustos exquisitos, a diferencia de su esposa, que era una persona sencilla y poco dada al boato; por ello, en la corte de los Orleans Luisa Fernanda era conocida familiarmente como “la petite sauvage” (“la pequeña salvaje”).

Como militar, se distinguió en la campaña de Argelia, estableciéndose en España tras la revolución de 1848. Con la caída de la reina Isabel II tras el triunfo de la Revolución de 1868, se convirtió en uno de los candidatos más serios a la Corona española, pero pronto malogró sus pretensiones al matar en un desgraciado duelo a Enrique María Fernando de Borbón, hermano del rey consorte Francisco de Asís, por sentirse injuriado por unos folletos y declaraciones y ser tachado de desleal en un escrito. 

En 1869 y 1870, Enrique María de Borbón, infante por nacimiento y no por matrimonio, publicó varios panfletos y artículos contra su primo, el duque de Montpensier. El 10 de Marzo de 1870, en el periódico "La Época" apareció un artículo firmado por el Infante donde se declaraba "el más decidido enemigo del duque francés mientras viviera". En su escrito lo llamó "hinchado pastelero francés", acusándolo de conspirar para conseguir el trono de España. Parece ser que de todas estas declaraciones lo que más molestó al duque fue que lo llamara "hinchado pastelero francés". El duque le envió a su primo una nota exigiendo que se retractara, a lo que el infante respondió lo siguiente: «Muy Sr. Mío: el papel que me ha remitido y le devuelvo adjunto, está escrito por mí y por consiguiente respondo de él». Tras esa respuesta, el duque lo retó a un duelo a muerte.

Dehesa de Carabanchel, 12 de marzo de 1870

El 12 de marzo de 1870 tuvo lugar el enfrentamiento a pistola que iba a cambiar el futuro político de la España del siglo XIX. El enfrentamiento se produjo en la llamada "Dehesa de los Carabancheles". El lugar exacto del duelo se desconoce, pero la dehesa pertenecía entonces al término de Carabanchel Alto que compró el Ministerio de la Guerra para establecer una escuela de tiro. El duelo pudo producirse, según distintas hipótesis, en lo que actualmente se conoce por el Pinar de San José, al lado del aeródromo de Cuatro Vientos, o bien en un bosquecillo cercano a la actual localidad de Alcorcón.

Reproduzco dos planos: el primero de 1856 y el segundo de 1927.

Dehesa de Los Carabancheles según plano de 1856

Plano del campo de tiro y maniobras de Carabanchel (1927)
Sea como fuere, se conserva el acta del enfrentamiento, que paso seguidamente a reproducir por considerarlo de interés o simplemente como mera curiosidad.

Acta del duelo
"En Madrid a 12 de marzo de 1870, siendo las ocho de la tarde, reunidos los que suscriben en la casa morada del Excmo. Sr. Teniente General don Fernando Fernández de Córdova, acordaron levantar acta de todo lo ocurrido en el lance de honor concertado en la noche de ayer y llevado a término en la mañana de hoy en la forma siguiente.
Siendo las diez del día, se presentaron en el exportazgo de las ventas de Alcorcón, el Sr. Infante D. Enrique de Borbón y el Sr. Duque de Montpensier, acompañados de los infraescritos y los doctores D. José Sumsi y Luis Leira.
Acto continuo, se dirigieron todos los referidos a la Escuela de Tiro en la dehesa de los Carabancheles y, obtenida la licencia del Sr. Comandante jefe de aquel puesto militar para probar unas pistolas, se eligió un lugar próximo al blanco de los tiros de cañón.
Medida entre el Sr. General Córdova y D. Federico Rubio con un metro la distancia de nueve metros en cumplimiento del acuerdo número primero, pareció a ambos que resultaba corta en el campo y propusieron alterar en este punto lo pactado, alargando un metro más la distancia; cuya proposición fue aceptada sin discusión y con el mayor gusto por todos los demás testigos; en cuya virtud se midió y rayó, a uno y otro extremo, la distancia de diez metros, fijándola además con dos piquetes.
Acto seguido, se procedió a echar suerte para que ésta designara quién debía disparar primero, resultando corresponder al Sr. Infante D. Enrique.
De igual manera se procedió para elegir el punto en que se habían de colocar los combatientes y correspondió la elección al Sr. Infante D. Enrique.
Entregadas a dicho señor y al Sr. Duque de Montpensier sus armas respectivas, se dio la voz de “atención” y perteneciendo al Sr. D. Enrique disparar primero, hizo fuego sin resultado y respondió con su disparo el Sr. Duque, con igual suceso.
Cargadas nuevamente las pistolas, conferenciaron los infraescritos sobre la condición establecida número 2 que disponía acortar en un metro la distancia si el primer disparo no daba resultado, y sin discusión se acordó unánimemente que no se diese cumplimiento al artículo y no se disminuyese la distancia de los diez metros.
Disparó por segunda vez el señor Infante, sin que ocurriera novedad.
Hizo su disparo el señor duque y la bala, dando entre la caja y la llave de la pistola de su adversario, se partió en dos: media quedó incrustada entre los muelles y la otra mitad, chocando en la levita por encima de la clavícula derecha, rompió el paño sin penetrar en el chaleco. Reconocido el señor infante por los facultativos y preguntado con la debida solicitud por los testigos de una y otra parte si sentía molestia en algún punto o alguna dificultad que le estorbase, contestó negativamente repetidas veces; y examinado, no obstante, con la atención oportuna, no resultó que estuviese herido ni contuso.
En este momento, el señor general Alaminos se acercó al señor Rubio preguntándole si aquel accidente no sería bastante a dejar en lugar honroso a las partes, sin ser necesario que continuase el duelo; contestado afirmativamente por el señor Rubio, pasaron a proponer esta opinión a sus demás compañeros y, después de discutida con el mejor ánimo por parte de todos, se convino unánimemente en que la condición establecida en el número 6 prescribía que el combate no había de terminar hasta resultar herida y que, de haberla por pequeña que fuese, podría aprovecharse benignamente dicha circunstancia; pero que no existiendo ni tampoco contusión y declarando el infante con insistencia que no había recibido ningún daño ni sentido molestia que le dificultase el manejo de su arma, dada la publicidad del caso, el carácter de las personas, el hecho de haberse alterado benignamente las dos condiciones más duras del combate, y lo ocasionados que son estos sucesos a ser objeto de prolongadas Interpretaciones que dejan peor parado el decoro de los combatientes, aun habiendo sufrido todos los peligros del duelo, se acordó por unanimidad que continuase.
Hizo su tercer disparo el infante don Enrique, sin resultado.
Disparó en su turno el señor duque y cayó en tierra el infante don Enrique.
Reconocido por los doctores Sumsi, Leira y Rubio, resultó tener una herida penetrante en la región temporal derecha; las arterias temporales estaban rotas; la masa cerebral, perforada; la vida de relación y de sensibilidad, abolida; la respiración, estertorosa.
Acompañado por testigos de una y otra parte hasta que vino una camilla que, recogiéndolo, llevó el cuerpo del señor infante al próximo campamento, se convocaron los infrascritos para la sesión presente y acordaron levantar este acta, en cumplimiento de la ley y de los usos y costumbres de los lances de honor, disponiendo, además, se escriban en el número necesario para entregar, una a los herederos del infante don Enrique de Borbón, otra al duque de Montpensier, una a cada testigo y otra para que el señor Teniente General Don Fernando Fernández de Córdova se encargue de depositarla, en tiempo oportuno, en alguno de los establecimientos públicos encargados de la custodia de papeles.
Firman: Federico Rubio. Juan de Alaminos y de Vivar. Fernando Fernández de Córdova. Emigdio Santamaría. Andrés Ortiz y Arana. Felipe de Solís y Campuzano.
12 de marzo de 1870".
La trágica muerte del infante causó una general y profunda consternación. El duque de Montpensier tuvo que enfrentarse a un Consejo de Guerra, de cuyo resultado se desprendió que la muerte del infante fue accidental, aunque se impuso al duque un mes de destierro y el pago de una indemnización a la familia del muerto, indemnización, por cierto, que fue rechazada por el hijo mayor del fallecido.


Don Enrique recibió sepultura en el cementerio de San Isidro de Madrid. Al entierro, organizado con gran aparato por la masonería a la que pertenecía, se dice que asistieron unas diez mil personas. Sus hijos fueron adoptados por su hermano y marido de Isabel II don Francisco de Asís de Borbón.


Este desgraciado episodio perjudicó notablemente a sus aspiraciones para hacerse con el trono español. La revista satírica La Flaca, de marcado corte republicano, aprovechó el 'lance' entre los dos borbones para criticar y ridiculizar la situación mediante una mordaz sátira en verso, recogida a los pocos días de su enfrentamiento.

La Flaca, nº 39, 20 de marzo de 1870
La votación para elegir al nuevo rey se celebró el 16 de noviembre de 1870 con el siguiente resultado: Amadeo de Saboya, 191 votos; Republicanos, 60 votos; duque de Montpensier, 27 votos; General Espartero, 8 votos y el príncipe Alfonso, que sería más tarde Alfonso XII, solo 2 votos, con 29 ausencias, 4 diputados enfermos y 19 votos en blanco.

Tras estos resultados el duque de Montpensier se negó a reconocer al nuevo rey, perdió su grado de capitán general y fue desterrado a Baleares, aunque volvería a Madrid al ser elegido diputado por San Fernando (Cádiz). No cesaron sus conspiraciones contra Amadeo, como antes había hecho contra su cuñada Isabel II.

El 27 diciembre del mismo año, el general Prim, firme valedor de la candidatura de Amadeo, sufrió un atentado que le costó la vida tres días después. Aún se discute si la muerte del militar fue a consecuencia de la infección causada por las heridas o por un estrangulamiento durante su convalecencia. Circuló la sospecha de que el autor intelectual del magnicidio era achacable al propio duque de Montpensier, lo que no se pudo demostrar de forma convincente.

Reacio a desaparecer del mapa político, tras la abdicación de Amadeo y el fracaso de la I República, se presentó más tarde como diputado a Cortes, pero no resultó elegido. Más tarde, colaboró en la subida al trono de Alfonso XII (1874), quien se casó con una de sus hijas: María de las Mercedes, fallecida a los pocos meses de su boda y que ha pasado al imaginario popular en forma de romancillo, que no es sino la adaptación discursiva del viejo romance de "La Aparición o el Palmero" (conocido desde el siglo XVI), y que se popularizó como repertorio de los juegos infantiles, y más adelante mediante la conocidísima película ¿Dónde vas, Alfonso XII?, rodada en 1958 y protagonizada por Vicente Parra como el rey Alfonso XII y por Paquita Rico como María de las Mercedes.

La azarosa vida del duque de Montpensier, en suma, siempre estuvo salpicada por su deseo insatisfecho de acceder al trono español, por lo que contó con partidarios y detractores. De estos últimos, el más significativo por su férrea oposición a su candidatura fue el general Prim.

Reproduzco la lámina, impresa en Barcelona por Llorens, y a la venta en la tienda de Palma de Mallorca de M. Borrás.



Sin embargo, no todo en la vida del duque es negativo, pues nuevos estudios se han detenido en señalar su labor de mecenas de obras de arte, firme defensor de las tradiciones sevillanas y promotor de la restauración de monumentos civiles y religiosos revitalizando cultural y económicamente la Sevilla romántica tan alabada por los viajeros ilustrados. Su residencia sevillana del palacio de San Telmo se convirtió en un importante lugar de encuentro de artistas y de personalidades extranjeras.

Tras este repaso a la azarosa vida de Antonio de Orleans, añado una lámina donde los duques de Montpensier visitaron Barcelona y fueron aclamados con gran éxito en 1857. Sin duda faltaba mucho tiempo aún para que las intrigas del duque en pos de la corona española se materializasen en toda su amplitud.



©Antonio Lorenzo