«La flor de la canela» nos evoca y recuerda enseguida una célebre canción compuesta por Chabuca Granda que ha paseado por el mundo a través de numerosas interpretaciones por los artistas más destacados y asociada, en nuestro caso, a nuestra inolvidable María Dolores Pradera.
Sin embargo, y con el mismo título de la famosa canción, ya se conocía desde 1847 integrada en un pliego de cordel donde se recoge, junto a otros temas, esta canción «dedicada a una morena sandunguera». Obviamente, nada tienen que ver la una con la otra salvo en la coincidencia del título de la misma.
Sin embargo, y con el mismo título de la famosa canción, ya se conocía desde 1847 integrada en un pliego de cordel donde se recoge, junto a otros temas, esta canción «dedicada a una morena sandunguera». Obviamente, nada tienen que ver la una con la otra salvo en la coincidencia del título de la misma.
Sin más dilación reproduzco el pliego:
Se trata, sin duda, de una muestra más del considerado como género andalucista, donde los bailes, el vestuario, la puesta en escena y la forma de hablar cosecharon indudable éxito en los teatros donde se ejecutaban, no solo en Andalucía sino también en los teatros madrileños, donde tanto las clases acomodadas como los estamentos populares gustaban de estas manifestaciones frente a las influencias foráneas, sobre todo tras la Guerra de la Independencia.
Otra muestra de la canción recogida en pliego a la venta en una librería sevillana es esta:
La expresión «La flor de la canela» viene de antiguo, puesto que ya se encuentra recogida en el título de una pieza andaluza en un acto, original de José Sanz Pérez (1818-1870), uno de los más fecundos autores del llamado género andaluz, en su primera edición de 1846. Esta obra utiliza de forma recurrente el estereotipo de lo considerado como lenguaje popular andaluz, pero, salvo su coincidencia con el título, no recoge en su interior el texto de la canción.
Fernán Caballero (1796-1877), seudónimo de Cecilia Böhl de Faber, en su novela «La Gaviota», ejemplo de literatura costumbrista, editada en 1849, narra la historia del triunfo y la desgracia de una joven (Gaviota) dotada de una bellísima voz, que logra gran éxito en los escenarios de Sevilla y Madrid enamorándose de un joven torero que acaba muriendo en la plaza. Un fragmento de la novela recoge, precisamente el comienzo de la canción:
«María, además de su hermosa voz y de su excelente método, tenía, como hija del pueblo, la ciencia infusa de los cantos andaluces, y aquella gracia que no puede comprender y de que no puede gozar un extranjero, sino después de una larga residencia en España y sólo identificándose, por decirlo así, con la índole nacional. En esta música, así como en los bailes, hay una abundancia de inspiración, un atractivo tan poderoso, tal serie de sorpresas, quejas, estallidos de gozo, desfallecimientos, muestras de despego y atracción; una cierta cosa que se entiende y no se explica; y todo esto tan determinado, tan arreglado al compás, tan arrullado, si es lícito decirlo así, por la voz en el canto y por los movimientos en el baile; la exaltación y la languidez se suceden tan rápidamente, que suspenden, embriagan y cautivan al auditorio.Así es que, cuando María tomó la guitarra y se puso a cantar:
Si me pierdo, que me busquenal lado del Mediodía,donde nacen las morenas,y donde la sal se cría.
la admiración se convirtió en entusiasmo. La gente joven llevaba el compás con palmadas, repitiendo bien, bien, como para animar a la cantaora».
«Si me pierdo que me busquen al lado del mediodía» es una frase común que suele encontrarse incorporada en algunas canciones populares, como es el caso de «El ramo verde», procedente de Ungilde (Zamora), recogida e interpretada, entre otros, por Joaquín Díaz.
En cuanto a la música, tiene un recorrido más amplio. Eduardo Ocón, en sus Cantos españoles. Colección de aires nacionales y populares, del año 1874, la considera de dominio público, aunque señala la popularidad de la canción, situándola aproximadamente en los años cuarenta.
La obra de Ocón se publicó extrañamente en Leipzig en 1874, en su afán de contribuir a un mejor conocimiento de nuestra música popular fuera de España.
«Esta canción, aunque moderna, no hemos podido averiguar quien háya sido su autor, ni el año en que se compuso, si bien se puede asegurar que pertenece al de 1840 [a]proxima[da]mente».También se conoce una partitura de 1906 para canto y piano con igual melodía y letra como la reproducida en el cancionero de Ocón.
A su vez, el músico vasco Sebastián Iradier (conocido compositor de la famosa habanera «La Paloma»), también compuso un tema con el título de «La flor de la canela», si bien no guarda relación alguna con la aparecida en el pliego que nos ocupa. En la partitura editada en 1882, aparece la siguiente letra:
Son tus ojos dos brasitas
de purísima candela
No me mires que me irritas
y la noche paso en vela,
pues tus ojos son
la flor de la canela.
Tal fue el éxito de las composiciones de Iradier que hasta el mismo Pío Baroja le dedicó una pequeña biografía novelada con el título de «La sonrisa de Iradier», del que comenta:
«Era un sujeto interesante. Iradier es una figura atractiva, en gran parte por su oscuridad. Esta desaparición, este hundimiento en el vacío, es muy vasco. Hay mucho músico famoso y hasta ilustre que tiene menos originalidad y menos bagaje que el pobre Iradier. Hay roedores de lo antiguo que sobreviven. Cuando se oyen las composiciones de éstos hay que saludar como saluda Rossini al oír algunas melodías de las óperas de Meyerbeer. [...] Iradier era como el Iparraguirre de los salones. Este alavés no pensó que su música pudiera tener importancia. Vivió al día, puso unas letras detestables a sus canciones, se divirtió, mariposeó entre las bellas damas de la corte de Isabel II y de Napoleón III, viajó por América y cuando volvió a España a vivir en Vitoria, le debió entrar la melancolía y se murió».
«La flor de la canela» de Chabuca Granda
María Isabel Granda Larco (1920-1983), quien adoptó el nombre artístico de Chabuca Granda, compuso el conocidísimo vals peruano el año 1950 inspirado en su amiga llamada Victoria Angulo, a la que dedicó y cantó en su 59 cumpleaños el conocido vals. Victoria le comentó a Chabuca el trayecto que recorría a pie, a través del Puente de Palo para regresar a su casa, lo que inspiró a Chabuca para describir su andar garboso y elegante «por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera».
En una entrevista de 1983, para la televisión en Lima, comentó:
«Esta canción a la que todo debo, la hice para Victoria Angulo, señora limeña de fina raza negra, por quien Lima tendría que alfombrarse para que ella la paseara de nuevo. A ella y desde ella, esta canción como un íntimo homenaje a esta admirable raza que nos devuelve con ritmo, con sonrisa y con bondad, los hasta ahora incomprensibles años de injuria de la esclavitud, lo que la historia aún no ha calificado. Esta es mi "Flor de la Canela"».
La flor de la canela, se ha convertido para muchos peruanos en una referencia emblemática y representativa de su cancionero, al igual que ocurre con «Alma llanera» respecto a Venezuela o «Guantanamera» para el pueblo cubano.
El valentón del Perchel
En el pliego también se recoge como canción española «El valentón del Perchel». El Perchel alude a un antiguo barrio extramuros de la ciudad de Málaga de la que estuvo separado durante un espacio de tiempo y donde se secaba y sazonaba el pescado, atado en una especie de palos o perchas (de ahí el nombre de percheles)
Si hacemos un repaso por las carteleras de los espectáculos de los teatros, tanto de Cádiz como de Madrid en esos años, observamos el enorme éxito que tuvieron estas canciones y bailes de corte andaluz.
En el Teatro Principal de Cádiz, para el día 8 de mayo de 1843, se anunciaba en el periódico "El Comercio":
Esta tarde se ejecutará la gran función siguiente: 1° Sinfonía.- 2° la aplaudida comedia en dos actos, traducida del francés por Don Ventura de la Vega. nominada «Llueven bofetones», 3º. el gran Polo Andaluz de la ópera «Los contrabandistas», que tantos elogios ha recibido de este ilustrado público en su primera ejecución, cantado por el Sr. Ojeda, para quien fue escrito en Madrid por el Sr. Basili y donde recibió innumerables aplausos.- 4°, la lindísima comedia en un acto de don Manuel Bretón de los Herreros, «El padrino».- 5° la canción andaluza conocida por «Los Toros del Puerto», por dicho Sr. Ojeda.- 6° Baile nacional.- 7° A petición de multitud de personas se volverá a cantar por el mismo la Lindísima canción nominada «El valentón del Perchel de Málaga»,- 8º la preciosa comedia en un acto de Ventura de la Vega «El gastrónomo o un día en Vista Alegre».- 9° y último. Baile nacional.- A las 5 y media.
Las piezas andaluzas eran una fuente asegurada de éxito (sin olvidar la competencia comercial de los impresores de pliegos) donde triunfaban bailes como el polo andaluz, las seguidillas gitanas, la cigarrera de Cádiz, o el charrán, interpretado con el airoso traje que lucían los vendedores de pescado por las playas de Málaga.
El valentón de Perchel, texto de Tomás Rodríguez Rubí puesto en música por el italiano Basilio Basili, a quien se le deben muchas de las músicas compuestas sobre textos populares.
El pliego va acompañado también de otras conocidas canciones, como «La rabanera», cuyas estrofas están entresacadas de una composición de Juan Martínez Villergas, canción puesta en música por Mariano Soriano Fuertes, según se desprende de sus «Poesías jocosas y satíricas», 2ª ed., Madrid, 1847. También se incluye en el pliego el pregón de La ramilletera, un ejemplo más de los desenfadados reclamos de las vendedoras para vender sus productos y atraer la atención de sus posibles compradores.
©Antonio Lorenzo