En el laberinto temático de los pliegos de cordel no podían faltar las referencias a la lidia y a la muerte de toreros famosos, tan del gusto popular. Traigo en este caso un pliego que narra y lamenta la muerte en la plaza de toros de Madrid, en 1801, del célebre torero sevillano José Delgado «Pepe-Hillo».
Caro Baroja, con su sagacidad acostumbrada, comenta en su imprescindible y seminal «Ensayo sobre la literatura de cordel» (Revista de Occidente, 1969, pág. 223):
«[…] Así también el torero como tal y por muy plebeyo que sea su origen, es heredero del prestigio de héroes antiguos, los cuales siempre aparecen en los romances como grandes matadores, aunque sea de a caballo. El Cid, se dice que fue el primero que los alanceó. Bernardo del Carpio, héroe fingido y no menos popular que el Cid, también fue gran torero, según los romances que a él se dedican. Y, entre los moros, Muza y Gazul, símbolos de la galantería caballeresca».
José Delgado Guerra nació en Sevilla el 14 de marzo de 1754. Fueron sus padres Juan Antonio Delgado y Agustina Guerra, tratantes en aceites y vinos del Aljarafe (condado de Niebla). Fue bautizado en la iglesia del Salvador el día 17 del citado mes y año, figurando como padrinos José de Misas y su mujer Juana Rodríguez.
Apenas se conocen los comienzos de José Delgado en el toreo. La primera vez que en relaciones de diestros vemos el nombre de este matador es en la corrida madrileña de 1769, actuando como banderillero para los espadas Juan Romero y Miguel Gálvez.
En 1777, en la plaza de Cádiz, tiene lugar el encuentro de Pepe Hillo con Pedro Romero, de donde nació una encarnizada competencia entre ambos. Se trata, en definitiva, de diferentes formas de entender el toreo: si Pedro Romero representa, a decir de los entendidos, las formas más clásicas del toreo de la Escuela de Ronda, Pepe-Hillo sería el ejemplo de la Escuela sevillana, más florida y vistosa, de toreo fácil, frente al quehacer reposado, desnudo de adornos y fundamental del de Ronda.
Cartel anunciador de 1780 en El Puerto de Santa María |
El escritor Manuel Chaves Rey (1870-1914) comenta sobre la
forma de torear del sevillano:
«Pepe-Illo en cambio (está comparando el toreo de Pepe-Illo con el de Pedro Romero) siempre estaba en movimiento durante la lidia: no dejaba de practicar ninguna suerte: por conseguir un aplauso llegaba a la temeridad; cuanto hacía otro, intentaba él ejecutarlo sin estudio previo ni cálculo de facultades: a cada toro daba distinta brega, alegraba la plaza con sus jugueteos y arriesgadas habilidades, y como poseía un valor invencible y una voluntad de hierro, a pesar de las graves heridas que le causaron los toros, cada vez que salía al circo apenas restablecido se le veía con mayor ceguedad y desprecio de la existencia pegarse a la fiera y con más brío olvidar una nueva cogida».
Reproduzco el pliego, editado en Córdoba en la imprenta de Don Luis de Ramos y Coria, sin año.
Del blog http://gestauro.blogspot.com.es/
copio la pormenorizada narración de la cogida y muerte de Pepe-Hillo:
«Se había programado en Madrid, para el día 11 de mayo de 1801, la 3ª corrida completa de 16 toros, 8 por la mañana y otros 8 por la tarde. Los diestros eran José Romero (de Ronda), José Delgado (Pepe-Hillo) y Antonio de los Santos. Dos de esos toros eran de la ganadería de D. José Gabriel Rodríguez Sanjuán, de Peñaranda de Bracamonte y de estirpe castellana. Uno de ellos era Barbudo, que fue lidiado en 7º lugar, por la tarde. La víspera de la corrida, los toros estaban en la vaguada del Arroyo de Abroñigal, esperando ser llevados en la madrugada siguiente a los corrales de la plaza de la Puerta de Alcalá. Pepe-Hillo, que siempre había desconfiado de los toros castellanos, acudió a verlos a caballo. Uno de esos toros se acercó a él y entonces, dirigiéndose al mayoral, le dijo: «Tío Castuera, ese toro para mí». Tristemente era Barbudo, negro zaíno, que le iba a quitar la vida, unas horas más tarde. Según el testimonio del escritor Don José de la Tixera, autor del texto de la "Tauromaquia o arte de torear", dictado por Pepe-Hillo, Barbudo sólo tomó 3 ó 4 varas huyendo, mostrando su condición de manso. Más tarde, en banderillas, Antonio de los Santos le pareó y luego aún hubo 3 pares más de los banderilleros Joaquín Díaz y Manuel Jaramillo. Pepe-Hillo, de azul y plata, le dio dos naturales y uno de pecho. Entró a matar, muy cerca del toril, metió media estocada muy superficial y contraria, haciendo el toro por él y le alcanzó en el muslo izquierdo, le corneó en el estómago, campaneándolo horriblemente de pitón a pitón durante varios segundos. El picador Juan López, sin caballo y solo con la vara, intentó hacerle el quite pero fue inútil. Pepe-Hillo murió en la enfermería 15 minutos después. José Romero mató luego al toro de 2 estocadas. Pepe-Hillo fue enterrado dos días después, tras una procesión popular por las calles de Madrid, en la iglesia de San Ginés, donde aún reposan sus restos. Durante mucho tiempo se guardó luto en Madrid y se suspendieron las corridas de toros».
Aparte de su fama de torero valeroso y artista, a Pepe-Hillo se le conoce también por ser el inspirador de un tratado publicado en Cádiz en el año 1796 titulado «La Tauromaquia o arte de torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gusten de toros». Si bien no es la primera obra donde se recogen y se desarrollan las artes del toreo a pie, sí es la que más renombre ha alcanzado entre los aficionados.
Adjunto la portada de la primera edición junto a la que procede de mi biblioteca particular.
Primera edición en Cádiz de 1796 |
Portada de la edición de 1894 |
Índice de la obra |
Aunque el torero era prácticamente analfabeto y apenas sabía
escribir su nombre, nadie dudó de que había sido el inspirador del tratado y que
él lo había dictado. Los expertos atribuyen la autoría material del libro a un
extraordinario aficionado y muy amigo suyo: José de la Tixera.
Pepe-Hillo en la pintura
La vida y muerte de Pepe-Hillo ha sido fuente de inspiración
de pintores como Goya o Picasso. Adjunto de Goya un precioso y pequeño cuadro
titulado «Lance de capa en un encierro».
La
pintura representa una escena previa a la corrida, cuando se encerraban los
astados en los toriles desde la arena de la plaza, al igual que ahora sigue
sucediendo en Pamplona durante los sanfermines. La piara de toros colorados es
guiada por un picador, un subalterno con la guindaleta -o lazo- y un capeador,
que ejecuta un lance de capa por detrás en el primer plano de la composición.
Por la riqueza de su atuendo, aquí la está realizando un matador. Dado que
Pepe-Hillo", afirmó categóricamente en su célebre "Tauromaquia o Arte
de Torear" que está suerte la había inventado él, es posible que Goya haya
querido retratar en esta pintura al famoso torero sevillano en acción.
Muerte de Pepe-Hillo por Goya |
Aguatinta de Picasso ilustrando "El arte de torear", de Pepe-Hillo |
Ilustración de la revista semanal "La lidia". Pepe-Hillo salva al picador Ortega |
Pepe-Hillo en el cine y en la zarzuela
La enorme fama que alcanzó el torero, no sólo entre las
clases populares y humildes sino también entre las clases acomodadas, así como
su truculenta muerte en la plaza, fue una motivación comercial que no se podía
desaprovechar. De ahí que surgieran películas y argumentos para trasladarlos a
la partitura.
La primera película que se conoce sobre Pepe-Hillo data de 1929 y estuvo precedida por una gran expectación, como lo corrobora el periódico ABC del 12 de octubre de 1928 donde se anunciaba su inminente estreno y la calificaba como soberbia producción nacional y no dudaba en añadir: «en Pepe-Hillo se ha conseguido por primera vez en España una técnica y fotografía tan novísima que no solamente iguala, sino que superan a las de producciones extranjeras».
La película muda, de la que reproduzco dos secuencias,
estaba protagonizada por María Caballé.
Posterior es la película «La maja del capote», dirigida por
Fernando Delgado en 1943, centrada en los amores del torero Pepe-Hillo y la
maja Mari Blanca. Reproduzco el cartel anunciador y las letras de las canciones
interpretadas por Estrellita Castro y editadas en una célebre imprenta
madrileña dedicada también, en su postrimería en pleno siglo XX, a la edición
de pliegos de cordel.
La fama del torero también se halla representada en la
zarzuela «Pan y toros», con música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de
José Picón, estrenada en diciembre de 1864 en el teatro de la Zarzuela de
Madrid. En uno de sus números musicales del primer acto intervienen como
personajes Pepe-Hillo, con el registro vocal de bajo-barítono y los toreros José
Costillares, como tenor, y Pedro Romero como tenor cómico.
Posterior a esta célebre zarzuela es la estrenada en el teatro de los Bufos Ardarius en 1870 (teatro Variedades), con versos de R. Puente y Brañas y música de Guillermo Cereceda, de la que reproduzco la portada del libreto de la segunda edición de 1873.
Para acabar este breve resumen reproduzco los versos que dedicó al torero el poeta y ganadero Fernando Villalón (1881-1930).
Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
el de la peineta grana,
que a marquesas enamoras
y en los cosos toros matas.
Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
no vayas hoy a la plaza,
ni en la calesa te subas
ni te relíes en la capa
que alfombra fue del chapín
de la Duquesa de Alba...
Y estas airosas seguidillas toreras de José Bergamín (1895-1983).
El arte del toreo
fue maravilla
porque lo hicieron juntos
Ronda y Sevilla.
Unieron dos verdades
en una sola
con Illo y con Romero
Sevilla y Ronda.
De Sevilla era el aire
de Ronda el fuego:
y los dos se juntaron
en el toreo.
Y como se juntaron
los dos rivales
no habrá nada en el mundo
que los separe...
Antonio Lorenzo