Baile de majos |
De la imprenta madrileña de Agapito Fernández Figueroa, de la calle de las Aguas, reproduzco este interesante pliego donde se recogen los consejos que ofrece el Bolero quién, a modo de narrador omnisciente, describe cómo las danzarinas boleras de los castizos barrios madrileños de Lavapiés, Chamberí, Barquillo y Maravillas, se las componen para 'limpiar la faltriquera' a los mocitos incautos y advirtiendo a éstos para que no se casen con ellas si no quieren verse pobres y sin fortuna.
El pliego concluye con la clásica petición al auditorio de algunas monedas para el pobre que lo ha cantado.
“…Compre este papel,
pues aquí se vende,
compre este papel
todo aficionado:
compre este papel
y afloxe la bolsa:
compre este papel
quien le haya gustado”.
Aunque en el pie de imprenta no figura la fecha puede deducirse por el tono y el asunto que se corresponde con las modas de la ya bien entrada segunda mitad del siglo XVIII o de los primeros años del XIX, donde el llamado 'majismo' imperaba en el Madrid de aquel tiempo. El bolero, que comenzó como réplica de la contradanza francesa, acabó convirtiéndose en lo que sería una escuela clásica de danza. De origen popular, el bolero pasó de la calle a los salones de baile de las clases adineradas, cosa que no sucedió con otros bailes populares como la jota o el fandango, por ejemplo.
El 'majismo madrileño', como movimiento popular, guarda una estrecha relación con el 'andalucismo o majismo andaluz' donde los majos y majas aparecen repetidamente como personajes centrales en las tonadillas del siglo XVIII, de tanto éxito en la capital. El majo o maja pertenecen a las clases populares madrileñas. Su etimología parece provenir de los 'mayos' y 'mayas', fiesta donde se celebraba la llegada de la primavera de honda y antigua raigambre. Del majismo, como fenómeno popular urbano frente al rural, surgieron luego otras variantes como el 'manolismo', los 'chisperos' y 'curtidores', con características superpuestas propias, pero que nos alejaría del tema que tratamos.
El majo madrileño no es propiamente el 'guapo matón' o el 'bravo arriscado' que suele aparecer en la literatura de ambiente andaluz, aunque guarden cierta relación, sino que se trata de personajes ataviados a 'lo goyesco', de finas y afectadas maneras, tan bien ilustradas en las pinturas y tapices de Goya. Boleros, seguidillas y fandangos se convirtieron en los bailes de moda desde la década de 1750 en adelante. El majismo, en fin, puede considerarse también como una reacción patriótica frente a lo extranjero.
Recojo algunas citas textuales entresacadas de la interesante y muy desconocida obra del hispanista y erudito alemán Adolf Friedrich von Schack (1815-1894) donde comenta ciertos aspectos que vienen al caso y que resultan de interés por las fechas en que fueron escritas.
"El Bolero, que se diferencia de los anteriores por la mayor viveza de sus movimientos, de cuya particularidad viene su nombre, debió inventarse hacia el año de 1780 por D. Sebastián Cerezo, celebérrimo bailarín de aquel tiempo. Añádanse también á éstos La Jota aragonesa, que se baila por tres personas; Las Sevillanas; Las Manchegas, especie de bolero; El Chairo, etc.".
"Lope de Vega se queja, en La Dorotea, de que hayan caído en tal desuso bailes antiguos, como La Gibadina y La Alemanda, que ya en su tiempo no se conocían bien; y dos siglos después hace lo mismo otro celoso defensor de las costumbres nacionales españolas contra los afrancesados, respecto de La Zarabanda, La Chacona, El Escarramán, El Zorongo y otros de este jaez . No nos es posible dar hoy una descripción acabada de estos bailes, de que tanto hablan los antiguos escritores españoles; pero por lo que puede rastrearse de sus indicaciones aisladas, se asemejaban en lo esencial al tipo común, de donde salieron La Jota, El Bolero, El Fandango y otros de la misma especie, más ó menos licenciosos".
"En poco tiempo se extendieron las seguidillas desde la Mancha, su patria, por todas las provincias españolas. El Fandango, El Bolero, La Tirana, El Polo y otros bailes más sonados en los últimos tiempos que la seguidilla, son modificaciones ligeras de ésta, y tan parecidas a ella, que es necesario tener una vista muy ejercitada para distinguirlos".
[Adolf Friedrich von Schack: 'Historia de la literatura y del arte dramático en España', (1845-1846), tomo II].
Antonio Lorenzo