Los dos pliegos que reproduzco en esta ocasión no solo invitan a reflexionar sobre las escandalosas luchas de fieras, como se denominaban entonces, sino que implican un exacerbado sentimiento patriotero español frente a lo foráneo.
Antes de comentar sobre ello paso a reproducir el primero de ellos, impreso en Madrid en 1849, donde se desarrolla un figurado diálogo entre un toro español contra un tigre francés enfrentados a una lucha, lo que acentúa el propagandismo antifrancés a través de estas muestras poco tenidas en cuenta de literatura popular impresa. Tras este diálogo se incluye una letrilla jacaresca dialogada con el título de El preso y su maja sin que figure su autoría, aunque fue escrita como sabemos por Manuel Bretón de los Herreros, pieza que también fue puesta en música por Mariano Soriano Fuertes para ser cantada a dúo.
Las luchas entre los toros y otros animales, a partir sobre todo durante la primera mitad del siglo XVII, se convirtieron en verdaderos espectáculos formando parte de las celebraciones y festejos a los que asistían y patrocinaban los propios reyes de la Corte de los Austrias. Fuera del entorno estrictamente cortesano las peleas entre animales seguían gozando de gran éxito entre el público. Si atendemos a algunas de las noticias relatadas por quien fuera criado y cronista de Felipe II, como se autodenomina el mismo don Luis Cabrera de Córdoba sobre lo sucedido en la Corte de España desde 1599 hasta 1614 respecto a estas peleas, tanto en Madrid como en Valladolid para entretener al rey Felipe III, queda reflejada su activa participación en estos denigrantes espectáculos de los que entresaco alguna muestra.
Valladolid, 9 de agosto de 1603 (pág. 184)
«Y la semana pasada hubo toros en la plazuela que se ha hecho tras de Palacio, y se guardó uno por ser el mas bravo para el dia siguiente, que le corrieron allí mesmo, y el Rey desde la ventana le tiró cuatro arcabuzazos, y con el postrero le derribó con haberle acertado en la frente; y también los han corrido hoy delante de Palacio, y hay juego de cañas con capas y sotanillas de luto, porque aun no se ha mandado quitar el de la Emperatriz».
Valladolid, 29 de diciembre de 1603 (pág. 200)
«El lunes adelante, que fue 1.° de este, se les hizo una encamisada por el príncipe de Marruecos, marqués de Almenara y otros caballeros de Madrid, en que entró el secretario Muriel Corno, vecino de aquella villa, delante de la casa del Duque, que dicen paresció bien á sus Magestades; y el dia siguiente les corrieron también toros allí, y asimesmo el viernes adelante, y el domingo guardaron el mas bravo al cual echaron un tigre que pelease con él; y aunque le acometió dos veces el toro le arrojó con los cuernos así desenfadadamente, de manera que se arrinconó y no volvió mas al toro, antes quedó muy doméstico. Y para entretener el tiempo echaron tres alanos que pelearon con el toro un rato, y acabada esta fiesta, se fueron sus Magestades á vísperas al monasterio de la Concepción, por ser el otro dia de Nuestra Señora, y el martes les volvieron á correr toros».
Valladolid, 6 de agosto de 1605 (pág. 256)
«El jueves, á 28 del pasado, se corrieron toros en Lerma y hubo juego de cañas de seis cuadrillas de á cuatro, y salió en una de ellas S. M. con el duque de Lerma á su lado, como caballerizo mayor, y los demás eran gentiles-hombres de la Cámara y de la boca y mayordomos de sus Magestades; y el Rey lo hizo tan bien como suele, porque nadie las juega mejor que él. Esta fiesta se hizo por las bodas de los condes de Aguilar que habia sido allí quince dias antes, y no se permitió que entrase nadie de fuera á verla, y sus Magestades gustaron mucho de cierto despeñadero que habia al rio, por donde iban á caer los toros cuando los acababan de correr».
Madrid, 7 de Julio de 1607 (pág. 308)
«El domingo, que fue el dia antes que S. M. partiese de Valladolid, quiso ver pelear el león con un toro. Encerráronlos en la plazuela detrás de Palacio, que estaba cercada de tablas. El león es muy nuevo y luego se acobardó, y á la primera suerte le volteó el toro, con lo cual siempre anduvo huyendo, y aunque le picaban con un garrochón nada aprovechó para que acometiese al toro; y S. M. tiró tres jaras con una ballesta al toro y todas le acertaron, y siempre hacia acometimiento contra el león, el cual siempre mostró cobardía. Echaron lebreles al toro, y aunque se defendió mas de una hora, al cabo le asieron, y con esto le desjarretaron».
Durante aquellos años hasta los camellos desempeñaron cierto papel en los festejos encaminados a divertir a los reyes y a los cortesanos, así como la participación de perros, especialmente los de tipo alano español, para azuzar al toro en caso de que no dispusiera de la bravura suficiente y facilitar la tarea del matador, según consta en numerosos testimonios literarios y artísticos. La crianza y adiestramiento de estos perros, destinados a incitar a luchar a los toros, se solía realizar en los mataderos municipales de la carne.
Otra diversión frecuente consistía en la de despeñar en laderas contiguas tanto a toros, camellos, jabalíes o perros para que fueran abatidos a tiros por el arcabuz real cuando intentaban ganar a nado la orilla para sobrevivir. Esta afición por parte de la dinastía de los Austrias (con especial atención a Felipe III y Felipe IV), fue continuada posteriormente por la dinastía borbónica a partir del año 1700 con Felipe V, algo que no parece se haya extinguido del todo si tenemos en cuenta la conocida muerte a tiros de elefantes en tierras africanas a cargo del actual rey emérito.
Los combates entre distintos animales se mantuvieron hasta los primeros años del siglo XX. Estas luchas a muerte despertaban gran interés donde el toro bravo español se convertía en referente de un patriotismo exacerbado y delirio patriótico propio de un salvajismo ancestral que remonta a los romanos.
Una de las últimas luchas conocidas entre distintos animales en nuestro país tuvo lugar el 24 de julio de 1904 en la antigua plaza de toros del Chofre en San Sebastián, donde se anunciaba la insólita lucha entre un toro de lidia de cinco años llamado Hurón contra un tigre de Bengala apodado César. Ante unos 10.000 espectadores comenzó el esperado espectáculo donde el toro embistió al tigre quien se trataba de defender a duras penas haciéndose incluso el muerto contra la verja en un intento de poner fin a la pelea. Ante la insistencia del público el presidente ordenó que se azuzara al felino golpeándole con palos, pinchándole con hierros y hasta con cartuchos de pólvora, algo que hizo que se torcieran y abrieran algunos barrotes de la jaula donde estaban encerrados logrando salir a la arena del coso. El pánico suscitado por si el tigre lograba saltar alguna barrera en su huida hizo que los vigilantes dispararan desde los pasillos de las barreras contra los animales, a lo que se unió parte del público. Tras esa lluvia de disparos muchas de las balas rebotaron en los barrotes de la jaula ocasionando al menos un muerto, una veintena de heridos y numerosos contusionados por caídas y atropellos.
Reproduzco a continuación este segundo pliego donde combate un león contra un famoso toro español, apodado burlonamente como El cariñoso en la plaza de toros de Aranjuez donde la francofobia se pone de nuevo de manifiesto de forma vergonzante.
La francofobia o sentimiento antifrancés es un concepto abierto y amplio que varía a lo largo del siglo XIX según la época y los acontecimientos a que nos refiramos. La aversión hacia lo francés se generalizó a consecuencia de la llamada Guerra de la Independencia, aunque posteriormente la dicotomía entre lo "bueno" español y lo "malo" francés se fue moldeando según las circunstancias que reflejan la tensión histórica entre lo español y lo extranjero. Un ejemplo positivo de hermandad es el reconocimiento y el buen trato a los españoles exiliados en Francia debido a la política opresiva de Fernando VII a pesar de la diferencia de costumbres. Otro ejemplo, por el contrario, es el sentimiento antifrancés en la década de los años 70 tras el éxito de la Revolución Gloriosa de 1868, tras el derrocamiento de Isabel II a la que siguió la llamada Restauración intentando consolidar de nuevo la monarquía española. Pero en el caso de la literatura popular impresa, como sucede estos pliegos de cordel orientados a un público netamente más popular, se aprecia de una forma mucho más uniforme la aversión y el rechazo por todo lo foráneo y la exaltación de las costumbres españolas.
Estos espectáculos sanguinarios y crueles, representados en este caso mediante estos pliegos de cordel, vienen a subrayar un nacionalismo patriotero como ideología y simbolismo arraigado en las conciencias y sentimientos de una amplia capa de la población frente a lo considerado foráneo.
Estas diversiones, como muestras de barbarie cruel e inhumana, deben ser cuestionadas, combatidas y, por supuesto, erradicadas. Quiero aclarar que, en todo caso, no me refiero propiamente a quienes consideran lo taurino como un "arte" que al parecer solo los entendidos pueden apreciar, aunque su finalidad artística es acabar con la muerte del astado a manos del llamado "maestro" o más propiamente el "matador", sino que me refiero a la lucha entre diferentes animales. El pensamiento antitaurino se remonta a muchos siglos atrás, resaltando la crueldad animal y la brutalidad propia de los festejos taurinos, cuyo único fundamento consiste en atacar y hacer sufrir a un ser vivo hasta su muerte por simple diversión. El antitaurinismo español no deja de ser toda una significativa tradición cultural, aunque escamoteada y silenciada por quienes lo consideran como una mera moda pasajera sin fundamento.
Para saber más
Aunque existe una abundantísima bibliografía a favor del taurinismo, no hay que olvidar las más desconocidas y solapadas críticas al mismo que pasan conscientemente desapercibidas y arrinconadas. Un muy valioso ejemplo es el realizado por Codina Segovia, Juan Ignacio: Pan y Toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español. Plaza y Valdés (Madrid 2018) 238 páginas. El libro es un breve resumen extraído de su tesis doctoral El pensamiento antitaurino en España, de la Ilustración del XVIII hasta la actualidad, tesis de casi 1200 páginas, aunque reducido en este caso a un libro de apenas 240 donde nos ofrece un demoledor y poco conocido recorrido histórico del antitaurinismo español a lo largo de los siglos.
©Antonio Lorenzo