La leyenda del Preste Juan, personaje fabuloso al que algunos han querido otorgarle una existencia real, forma parte del imaginario medieval como arquetipo de rey poderoso y cuyo reino es el paradigma de la abundancia.
La primera mención escrita aparece en la
Chronica sive Historia de duabus civitatibus (Crónica o historia de las dos ciudades) del obispo y cronista alemán Otto de Freising (¿1111?-1158), donde sostenía que el Preste Juan era descendiente de los Reyes Magos y gobernaba las tierras que había heredado de ellos.
Muchos han sido los escritores medievales que aluden en sus obras al reino del Preste Juan, debido a la creencia de que era un monarca cristiano, aunque ajeno al catolicismo, en Oriente.
Tradicionalmente el reino del Preste Juan se situaba en un punto indeterminado que vendría a coincidir con la antigua Abisinia (Hoy Etiopía). Según la leyenda el único acceso al mismo era a través de un desierto poblado por bestias terribles, hombres con cuernos y toda una serie de personajes asombrosos. Una vez en el reino todo era sorprendente: como la multiplicidad de razas, la magnificiencia de sus palacios, los dragones domesticados que servían de cabalgaduras, seres imposibles sacados de un bestiario fantástico, como los sagitarios, gigantes, cíclopes, humanos sin cabeza, hombres salvajes con el cuerpo cubierto por espesa pelambrera, bestias descomunales que recuerdan a los dinosaurios o monstruosidades devoradoras de hombres. En el reino del Preste Juan se desconocía la envidia, el vicio y la pobreza, lo que nos recuerda también a las fabulosas riquezas de
La Isla de Jauja o la incansable búsqueda de
El Dorado.
La importancia añadida de su reinado tenía que ver también por su control de las rutas de la seda y el comercio entre el Mediterráneo y China. A pesar de la indeterminación de su reino algunos autores, de forma totalmente arbitraria, localizan las tierras del Preste Juan en los enclaves de los cristianos coptos de Sudán, Etiopía y de parte del sur de Egipto.
El Preste Juan en la
tradición oral
Una alusión al Preste Juan la hallamos también en el romance juglaresco de asunto carolingio del moro Calaínos que requería de amores a la infanta Sevilla, hija de Almanzor, quien le pidió en arras el traerle tres cabezas de los doce pares de Francia. El esforzado moro no consiguió su propósito al ser muerto por Roldán. Se trata de un romance fruto de la imaginación y totalmente arbitrario, pues incorpora motivos narrativos presentes en otros temas carolingios, cuya primera noticia en letra impresa aparece en un fragmento de cuatro octosílabos en la temprana fecha de 1535, aunque hay razones para suponer que fueron redactados a finales del siglo XV, entre 1476 y 1486, según han demostrado Samuel G. Armistead y Luis Suárez Ávila (Revista de Filología Española, vol. LXXlX, nº 1/2, 1999), romance conocido, por consiguiente, antes de ser impreso en el Cancionero de Romances, tanto en su edición de 1547 como en la de 1550.
La referencia al Preste la hallamos al presentarse ante la infanta Sevilla con la excusa de traerle unas cartas de su padre y haciendo alarde de que hasta el Preste Juan de las Indias le enviaba parias para que le protegiera.
[…] — Cartas te traigo, señora, de un señor a quien servía:
24 creo
que es el rey tu padre porque Almanzor
se decía:
descende de la ventana sabrás la mensajería.
26 Sevilla
cuando lo oyera presto de allí
descendía.
Apeóse Calaínos, gran reverencia le hacía.
28 La
dama cuando esto vido tal pregunta le
hacía:
— ¿Quién sois vos el caballero, que mi padre acá os envía?—
30 — Calaínos
soy, señora, Calaínos, el de Arabía;
señor de los Montes Claros, de Constantina la llana,
32 y
de las tierras del Turco yo gran
tributo llevaba,
y el Preste Juan de las Indias siempre parias me enviaba,
34 y
el Soldán de Babilonia a mi mandar
siempre estaba.
Reyes y príncipes moros siempre señor me llamaban,
36 sino
es el rey vuestro padre, que yo a su
mandado estaba,
no porque le he menester, mas
por nuevas que me daban
38 que
tenía una hija a quien Sevilla
llamaban,
que era más linda mujer que cuantas moras se hallan.
40 Por
vos le serví cinco años sin sueldo ni
sin soldada;
él a mí no me la dio, ni yo se la demandaba.
42 Por
tus amores, Sevilla, pasé yo la mar
salada,
porque he de perder la vida o has de ser mi enamorada. […]
Como todo mito expuesto a la luz de la razón el legendario reino del Preste Juan ha ido debilitándose y ha acabado como símbolo de lo más peregrino y absurdo, que es lo que se recoge en la tradición oral como una sarta de disparates, ya sea en coplas o, como en el caso que da pie a esta entrada, en un pliego de cordel.
Como una retahíla de disparates aparece en la recopilación hecha por Dámaso Ledesma en El Folk-Lore o Cancionero salmantino (original de 1907), que reproduzco.
Más extensa es esta versión de Ciudad Rodrigo, recogida también en tierras salmantinas y recopilada por Emilio Martín Serna.
El Preste Juan de las Indias / cuando vino de
Milán
a la burra de Balam / vio retozar con el lobo;
cásase Perico el bobo / con su tía doña Juana,
los siete infantes de Lara / fueron a copia de
moros
y fuéronse a desposar / con dos viejas
remolonas.
Riñendo está Baltasar / con Nabuconodosor;
tocando estaba el tambor / de Trujillo una
langosta.
Han cogido una langosta / más grande que una
ballena
y su tía la rellena / se atasca de hierbabuena;
y su tío Roncesvalles / anda empedrando las
calles
con piedras de marfil blanco / seguido del
Ojaranco
que es comandante de Troya / y capitán de
cebolla;
Ahora el cabo Josefuelo / se ha encontrado con
su abuelo.
Las siete maravillas sí, / las campanas de París
se han sentido respinosas, / han visto ya a la
raposa
ante una huerta de Murcia / y también la mula
rucia
ha corrido por las eras / tuvieron dos mil
quimeras.
La carabina de Ambrosio / llevaban por
Anticristo,
a la burra de Calixto / y a la mujer bailadora
que daba gusto de verla / cómo gime y cómo
llora.
En el río del Jordán / hay unpescador de caña
que ha sido tanta su maña / que ha cogido una
lombriz.
Y su tía Beatriz / se fue por un haz de leña;
por vida de los demonios / en casa de un
capricornio
que se llama Miquiltrece / y el culo se me
estremece.
El regidor y el alcalde / se llamaron tarambalde
y por eso fue sentido, / porque se le ha subido
un ataque a la cabeza. / Saquemos a la vergüenza
a mi tío Juan de Reses / que anda plantando
cipreses
en el culo de la reina. / Siete leguas más allá,
allá en los Montes de Oca / en cueros iba una
mosca
con la mano en la bragueta, / la carabina de
Ambrosio
llevaban por escopeta. / ¡Esto sí que va bueno!
Antecedentes literarios los hallamos en los disparates
trobados, de Juan del Encina, incluidos en su Cancionero de 1496 y que con la intención de hacer reír están
llenos de desatinos e incongruencias y con inesperadas asociaciones, recursos que
posteriormente cultivaron con gran éxito tanto Quevedo como Lope.
Antes de dar paso al pliego me ha parecido interesante el reproducir por extenso este cuidado y elaborado resumen editado en la revista
Alrededor del mundo en la temprana fecha del 7 de mayo de 1927, donde se incluyen estupendos grabados que sirven para ilustrar la información.
El pliego, del que sólo he podido encontrar la segunda parte, fue editado en Madrid entre 1764 y 1792 por Andrés de Sotos y recoge toda una serie de disparates, carentes de toda lógica y con finalidad cómica, que entroncan con las muestras que aún han podido recogerse por tradición oral, donde aparecen en animado mosaico anacrónico personajes como Olofernes, don Quijote, Gayferos y Melisendra, Judas o Felipe Quinto... entre muchos otros.
Antonio Lorenzo