domingo, 22 de febrero de 2015

Doña Francisca la cautiva


El tema literario del cautivo y el renegado ha sido motivo común en las novelas o comedias de autores como Cervantes, Lope o Calderón, pues en su tiempo la piratería turca era una amenaza constante en el convulso Mediterráneo de los siglos XVI y XVII, continuada con el comercio de esclavos hasta bien avanzado el siglo XVIII. Esta temática fue igualmente fuente de inspiración de estrafalarias y fantasiosas historias recogidas en los pliegos de cordel, siendo degustadas incluso a lo largo del siglo XIX por contener ciertos elementos de verosimilitud de tiempos pretéritos. En los pliegos de cordel que tratan de esta temática es frecuente la intervención de elementos religiosos como intercesores y obradores de prodigios extraordinarios, ya sea la Virgen del Carmen o san Antonio de Padua.

En el pliego que nos ocupa se nos cuenta que doña Francisca, navegando desde Nápoles a Roma con sus tres hijos pequeños, fue cautivada por los turcos. Comprados para su servicio por un renegado (ex esclavo cristiano convertido al Islam) pretende hacerla renegar de su fe cristiana y conseguir sus favores martirizándola a ella y a sus pequeños hijos. Gracias a la intervención de la Virgen del Carmen el renegado se arrepiente de todos sus pecados y acaba bautizándose en Roma junto a cuarenta turcos que viajaron con él al tiempo que quedan liberados ochenta y ocho cristianos que se encontraban cautivos.

El 'autor de la plana' de tan reeditado pliego dice ser un tal Pedro de Fuentes, del que nada sabemos. Sea como fuere, el caso es que la gran cantidad de ediciones y reediciones del pliego nos permite acreditar la feliz acogida que tuvo la historia a lo largo del tiempo.

El pliego de doña Francisca la cautiva ha sido reeditado en numerosas ocasiones. Entre otros, y por citar sólo algunos de ellos, por los impresores Andrés de Sotos, Marés y Hernando en Madrid; por Santarén en Valladolid; por Rafael García Rodríguez y María Josefa de Gálvez en Córdoba; por Los Herederos de la Viuda de Pla y por Estivill en Barcelona; por Ildefonso Mompié y Laborda en Valencia, etc. También se encuentra recogido por Durán en su Colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII. El éxito de la historia ha logrado incluso sobrevivir parcialmente hasta nuestros días, puesto que Maximiano Trapero ha recogido por tradición oral muestras fragmentarias de esta historia en sus trabajos de investigación en las islas Canarias (Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote).

Si bien hay pocas variaciones léxicas y textuales si cotejamos los diferentes pliegos, sí se observan mayores diferencias en las distintas maneras de ilustrar la historia con xilografías superpuestas o bien elaboradas ex profeso para su edición, tal y como podemos observar en las diferentes portadas que reproduzco.

Edición vallisoletana de Santarén (1862)
Edición madrileña de Marés (s.a.)



















Oficina Mª Josefa de Gálvez (Córdoba)
Viuda de A. Laborda (1850)



Reproduzco completo las dos partes del pliego editado por Agustín Laborda en Valencia, sin año, aunque sabemos que su actividad impresora se desarrolló entre 1746 y 1774, actividad que continuó su viuda a partir de 1780.











Antonio Lorenzo

miércoles, 18 de febrero de 2015

Nueva y graciosa satirilla entre un barbero y un miliciano


De la imprenta vallisoletana de Santarén, sin año, esta 'nueva y graciosa satirilla' donde se explican los malentendidos entre un barbero y un miliciano.







Antonio Lorenzo


domingo, 1 de febrero de 2015

El hombre preñado (el parto del gallego)


La patraña del hombre que se finge o se cree preñado es lugar común en las celebraciones carnavalescas como mecanismo de inversión y transgresión propio de esas festividades. También se asocia con la demencia o locura propia de los ritos de pasaje o con cierta ambigüedad sexual que perdura simbólicamente en algunos cuentos folklóricos recogidos oralmente.

Sobre el parto supuesto o fingido se han recogido por tradición oral un número no despreciable de cuentos que abordan esta temática. El carácter netamente burlesco y paródico de los mismos incide de alguna forma en remarcar una distancia social entre los intervinientes. El protagonista del parto fingido puede ser un sacerdote (lo que puede asociarse a un larvado anticlericalismo) o un personaje de cortas luces según el imaginario colectivo reflejado en la literatura, y que en el caso de los pliegos que nos ocupan se identifica con un gallego. Las connotaciones de los gallegos como simples o cortos de entendederas es un lugar común que puede rastrearse tanto en los relatos orales como en los pliegos de cordel. La idealización de los usos y costumbres de la gente del sur (resaltando su majeza, garbo y gallardía) se opone a la imagen estereotipada y ciertamente hiriente de la gente del norte, según se desprende de la literatura costumbrista (cuyo centro de producción, hay que recordar, es la Corte y la ciudad), del llamado 'género chico' o bien de la reflejada en los viajes de los extranjeros por España, cuyos itinerarios preferidos eran siempre los del sur frente a un norte más desconocido y lejano, lo que alimentaba estereotipos y prejuicios. Abundan, pues, en los cuentos y en los chistes la imagen de las gentes del norte (gallegos, asturianos, vizcaínos, pasiegos, arrieros maragatos, etc.) como víctimas de bromas, chascos y lances achacables a su simpleza en el imaginario social.

El rústico Bertoldo empollando
 huevos, en edición de 1823
La relación del parto fingido con los cuentos de tontos o bobos que empollan huevos o con la muy discutible supervivencia matriarcal de la 'covada', costumbre ancestral por la que la madre recién parida cede su lecho al padre para ser atendido y cuidado, merecería también un desarrollo más pormenorizado, ya que estas narraciones, al margen de su manifiesto carácter burlesco y humorístico, incorporan una serie de dispersas herencias culturales con pluralidad de significados y entrecruzamientos.

Estos relatos han quedado como muestras de burlas, engaños o bromas haciéndose eco de la ingenuidad o credulidad de un ignorante (sea sacerdote o un rústico).

Los relatos sobre el 'parto masculino' suelen presentase en dos formas. Una de ellas es la que reflejan los pliegos y algunos de los cuentos recogidos oralmente: el protagonista envidia el trato y los cuidados que se prestan a la mujer recién parida y anhela convertirse en el protagonista del parto quedando embarazado. Algunos cuentos orales suelen recoger el motivo de la sustitución de la botella de orina que es llevada a analizar. En el trayecto se cambia accidentalmente o a sabiendas con la de una mujer embarazada, con lo que se hace creer al enfermo que es él quien se encuentra embarazado y debe prepararse para dar a luz.

En otros relatos al hombre le crece el vientre y sufre terribles dolores porque un animal o un objeto se le ha introducido por el ano o por la boca sin ser consciente de ello haciéndole creer que se encuentra embarazado, creencia alimentada de forma deliberada por los bromistas. Mediante algún artilugio (lavativa, potingue, etc) y tras una formidable ventosidad expulsa lo que cree que es el resultado de su embarazo.

En una versión salmantina (recogida por Luis Cortés Vázquez) el ingenuo y voluminoso hombre que se cree embarazado, por la previa sustitución de los orines, decide provocar el parto saltando desde lo alto de un árbol. En su caída espanta a un gato oculto en un matorral que sale huyendo despavorido y al que increpa: “-¡Ven acá! ¡no te vayas sin conocer a tu padre!”, lo que guarda relación con el cuento reproducido de Piedrabuena, recogido por Julio Camarena como variante del tipo internacional [Aa-Th, 1739] (Cuentos tradicionales (II) recopilados en la provincia de Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 2012), cuando le dice al lagarto al que cree su hijo:

-Ojitos de milri,
dientecitos de rata,
¿fuiste tú el que le hicistes
tanto daño en el culito a papá?



El tema del hombre embarazado también aparece vagamente sugerido en determinadas comedias burlescas del Siglo de Oro, que parodian otras más serias, donde lo prodigioso o extraño toma carta de protagonismo. Así, y por citar un solo caso, en la comedia La ventura sin buscarla, parodia anónima de la comedia del mismo título de Lope de Vega, con clara intención burlesca de achacar el sermón a un albéitar (veterinario) en vez de al sacristán, llamado Pero Grullo, lo que ya nos previene de la intención satírica. Dice el Duque:

En la misa del entierro
(que hay misa, en fin, de difuntos)
hizo el sermón un albéitar,
que el sacristán Pedro Grullo
estaba de parto entonces
y hacer el sermón no pudo. (vv. 518 y ss)

Los pliegos

Reproduzco, en primer lugar, dos ejemplos completos con ligeras variaciones textuales que remiten a un mismo modelo. Bajo el epígrafe de 'satirilla o sátira nueva' se nos cuenta la broma cuya víctima en ambos casos es un rústico gallego. En el pliego editado en Barcelona por Llorens, en 1858, se sitúa la acción en Cádiz, mientras que en el editado en Madrid [Marés, s.a.] no figura localización.

El gallego, pues, envidioso del trato y los cuidados prodigados a la mujer de su amo que acaba de parir, y deseando ser él mismo el protagonista de las atenciones y de la rica comida, es objeto de una pesada broma por parte de los concurrentes, quienes provistos de un corcho taponador, pez y un lienzo, 'le pusieron el corcho bien ajustado, en un punto que nunca estuvo cegado', y el emplasto de pez en la barriga. Una vez liberado del corcho y tras desatascar todo lo que había comido abundantemente, le hacen creer que ha parido un lagarto al que colocan en su pecho para que mame, y el lagarto, al morderle la teta, hace que el gallego vocifere a los presentes: ¡este chico ha salido de los infiernos!

Otro de los pliegos que reproduzco como 'chiste gracioso y divertido', editado en Madrid por la Imprenta Universal, sin año, presenta una redacción diferente. Expone el caso sucedido a Juan Falandeira, situando la acción cerca de Ponferrada, y cuyo oficio es ejercer como pastor del tío Andrés. La broma de los vecinos consiste en este caso en hacerle creer que para aliviarle de su fingido embarazo, y equipados de un enorme embudo lleno de aceite que hará la función de lavativa que se supone facilitará el parto, culmina con un estruendoso río de excrementos, circunstancia que aprovechan hiperbólicamente los vecinos para 'estercolar los campos', consiguiendo ese año una extraordinaria cosecha.








Portada de la edición cordobesa de D. Fausto García Tena, sin año.

Antonio Lorenzo