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jueves, 6 de octubre de 2016

Imágenes para leer: los cuadros de castas y mestizajes de la Nueva España (III)

Agostino Brunias (1728-1796)
Siguiendo con las 'pinturas de castas' del reconocido pintor novohispano José Cabrera (1695-1768), reproduzco otras tantas pinturas sobre esta temática debidas a su autoría y que, como en la entrada anterior, resultan sumamente interesantes y se prestan a variadas interpretaciones.

Para facilitar el complicado sistema de clasificación de los diversos cruces, reproduzco de nuevo de forma más legible, las nada menos que 53 variantes recogidas por el ilustre investigador Nicolás León (1859-1929), nomenclatura que elaboró a partir de las noticias recogidas de diversos autores de América del Sur de los siglos XVI, XVII y XVIII.



En dicha clasificación aparecen nombres pintorescos, como los referidos a pelajes (grifo, albarazado, prieto, barcino, cuatralbo (caballo con las cuatro patas blancas); provenientes del cruce de animales, como cambujo; y otros de curiosa descripción, como salta atrás (por ser más oscuro que la madre), tente en el aire o ahí te estás, porque ni adelantan ni retroceden respecto al color de la piel. Otros, en fin, como lunarejo, mequimistos, no te entiendo o salta atrás cuarterón, añaden matices propios sobre lo que no existe consenso.

De español y negra, nace mulata

De coyote e india, nace chamizo

De español y morisca, nace albino

De mestizo e india, nace lobo

De chino cambujo e india, nace loba

De lobo y de india, nace albarazado

De albarazado y mestiza, nace barcino

De indio y barcina, nace zambaiga

De mestizo y de india, nace coyote

De castizo y mestiza, nace chamizo
©Antonio Lorenzo

lunes, 31 de octubre de 2016

Imágenes para leer: los cuadros de castas y mestizajes de la Nueva España (VII)

Buenaventura José Guiol - De español e india, nace mestiza (ca.1770-1780)
En esta nueva entrada dedicada a las pinturas de castas, me voy a detener en la series pintadas por Luis Berrueco, conocido pintor pueblano del siglo XVIII y autor también de importantes pinturas de temática religiosa. Formado dentro de la corriente pictórica decorativista de la primera mitad del siglo XVIII, perteneció a una verdadera saga de pintores de igual apellido, y de lo poco que sabemos de su vida es que regentó una academia de pintores y que contrajo matrimonio en cuatro ocasiones. Según los datos aportados por los investigadores, su actividad artística podría situarse entre los años de 1717 a 1750. Aprendió el oficio en el taller de Juan Correa, artista mulato que desarrolló su trabajo desde 1675 hasta bien entrado el siglo XVIII, del que se conservan lienzos suyos en la catedral de la capital mexicana.

Algunos cuadros de Berrueco se han localizado en la isla canaria de Tenerife (Fraga González, Carmen: "Obras del pintor mexicano Luis Berrueco en Tenerife", Anuario del Instituto de Estudios Canarios, nº 44, 1999, pp. 77-90), algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta la constante relación entre el virreinato de la Nueva España y las islas. El intercambio de piezas artísticas de todo tipo se producía a través de los navíos que recalaban en una u otra orilla. El encargo de pinturas para trasladarlas a España, fuera del propio virrey o de autoridades fue una práctica constatada, como el encargo del obispo auxiliar de Puebla, Juan Francisco de Loayza, a Luis Berrueco para que confeccionara un "lienzo dividido en 16 tableros, para remitir a España', según se recoge en un "manuscrito" del doctor Andrés de Arce y Miranda de 1746.

La primera serie se compone de cuatro composiciones donde se representan cuatro escenas de mestizaje. Cada una de las escenas va acompañada de un rótulo o leyenda que hace referencia al "grado" de mestizaje de los representados.


En esta primera escena observamos a la pareja de "gíbaro" con "loba" junto a una artesa que contiene la molienda de maíz, de los que quedan granos esparcidos por el suelo, y al fondo unos sacos almacenados.


La siguiente escena se sitúa en la calle; el hombre sostiene unos zapatos nuevos en una mano mientras el niño juega subido a un caballito de juguete y la mujer aparece con un cuenco en su mano derecha en actitud de ofrecérselo al hombre.



En la tercera escena se representa a un hombre junto a un carro y con un látigo en su mano derecha, se supone que para azuzar a las caballerías. Junto a él, un niño y una mujer india cubierta con el tradicional pañuelo doblado sobre la cabeza y llevando una cesta con unas tortas. 



En esta última escena se capta  lo que parece un momento de descanso del hombre que trabaja con una pala y al que se le acerca un niño de la mano de su madre.



De Luis Berrueco también se conoce un mural que recoge ocho escenas de mestizaje divididas en dos secciones horizontales.



La primera escena representa a una mujer negra llevando una bandeja de tamales (preparados a base de masa de maíz) y a la que se le agarra el hijo mulato. Al lado aparece el español llevando en bandolera una cesta con diferentes telas y en su mano derecha un muestrario de botones, lo que nos indica su oficio.



La siguiente escena representa a la pareja de mulato y española ataviados con elegantes ropajes, al igual que el niño que sostiene la madre. El mulato, que viste con casaca y se cubre con una amplia capa, bien pudiera ser el cochero de una casa señorial, oficio característico de ellos. Es interesante observar en la mujer un círculo negro en la sien, adorno elaborado por lo general con un trozo de terciopelo negro y que se adhería a la sien, a modo de lunar, como símbolo de belleza y distinción. Se conocía como "chiqueador", un pequeño círculo de terciopelo, hule o carey, que simulaba un lunar. Su primera función fue medicinal para alivio de dolores a través de sustancias impregnadas en la tela o bien para ocultar imperfecciones del rostro. Es frecuente que aparezca representado en la sien de las mujeres retratadas en las pinturas del siglo XVIII.


En esta otra el hombre viste amplia chupa de terciopelo azul, casaca larga y medias de encaje. Va destocado con el sombrero de tres picos bajo el brazo; a un lado le asoma la empuñadura del espadachín y con su mano derecha sujeta un bastón. Junto a él figura el hijo, con parecido tipo de indumentaria, mientras se apoya cariñosamente sobre el regazo de su madre.


El registro superior de esta serie doble se cierra con una tierna escena entre padres e hijo. Los tres aparecen sentados en medio del campo, junto a una cesta llena de tortillas y a una jarra.



En el primer recuadro de la serie inferior aparece una familia de indios ataviados con los ropajes tradicionales: ella y la pequeña con huipil y el hombre con la manta de algodón a modo de capa, el sombrero y las guedejas a ambos lados de la cara.



En la siguiente escena aparece el español vestido a la europea, con amplia capa, sombrero y espadachín al cinto; a su lado, la pequeña mestiza, ricamente ataviada junto a su madre.



En esta otra escena el español se nos muestra con amplia capa y sombrero, junto al pequeño castizo y a la mujer con la singular "saya de embrocar" (especie de basquiña pequeña por cuya abertura se introducía la cabeza y se sujetaba sobre los hombros con listones o broches de plata), bajo la que asoma las mangas de la blusa


La última escena recoge al hombre, niño y mujer ricamente ataviados. El hombre castizo con pañuelo mexicano atado al cuello; la española con un suntuoso traje a la moda europea, manto negro y abanico en mano. Se adorna la sien con el tradicional "chiqueador", como la mujer de la escena segunda y tercera. El pequeño español se muestra con casaca, peluca empolvada y cubierto con un sombrero de tres picos.



Independientemente de estas dos series, se conocen otras pinturas de Luis Berrueco sobre esta temática, de las cuales reproduzco para terminar dos de ellas.

Cambujo con india, sale albarazado

No te entiendo con india, sale china

©Antonio Lorenzo

martes, 29 de noviembre de 2016

Imágenes para leer: Quadro de Historia natural, civil y geográfica del Reyno del Perú (año de 1799)

Indios peruanos elaborando chicha, del "Codex Trujillo del Perú" (siglo XVIII)
El Quadro de Historia natural, civil y geográfica del Reyno del Perú fue pintado en 1799 y concebido para representar al Perú en toda su complejidad y riqueza. La concepción del mismo y los textos se deben al vizcaíno José Ignacio de Lecuanda (1747-1800), peninsular ilustrado de la alta jerarquía de gobierno del Virreinato del Perú, y las pinturas al francés Luis Thiebaut, del que apenas conocemos datos salvo que perteneció a una familia de grabadores franceses que ilustraron libros de historia natural, como los de Buffon y Humboldt. El cuadro iba destinado al Ministerio de Hacienda e Indias, depositario de los informes y documentación de los viajes y expediciones científicas de la época. 

El cuadro se encuentra custodiado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales desde 1880. Se trata de una obra absolutamente singular, pues ofrece un panorama histórico en apretada síntesis del saber acumulado de carácter enciclopédico e ilustrado con valiosos informes de todo tipo. El referido cuadro recoge medio millar de dibujos, descripciones y recuadros de la flora, fauna y etnias del Perú de 1799.

También es máxima su valoración y testimonio único como cuadro ilustrado y documento descriptivo de la época de la Ilustración, de valor múltiple (geográfico, histórico, económico, etnográfico  y  por su  relación  con la  Historia Natural.



En  1929  formó  parte  de  la  Exposición  Retrospectiva de Historia Natural en el antiguo invernadero del Jardín Botánico el 1 de julio de 1929, según se aprecia en la foto.


El cuadro recoge descripciones y análisis de la geografía, productos geomineros, flora y fauna del entonces Virreinato de Perú, sus pobladores de distintas etnias o naciones, diversas razas y orígenes, en sus aspectos naturales, culturales y sociales, poblaciones, monumentos, instituciones; las producciones agrícolas, las virtudes medicinales o nutritivas de más de un centenar de plantas, las industrias de los nativos y nuevas, los productos de comercio entre España y el Virreinato, sus transportes marítimos en un sentido y en otro, y sus valores económicos, todas las inversiones y rendimientos: todo ello en texto y con ilustraciones sobre un lienzo enmarcado que se puede contemplar y leer en un hermoso cuadro mural de tres metros y cuarto (3,25 metros de largo por 1,15 metros de ancho).

Mi interés por traerlo a este blog se centra en los tipos humanos representados en el mismo y por su relación con las pinturas de castas que he venido desarrollando en anteriores entradas.

Si atendemos a la distribución visual del cuadro, las representaciones de las diferentes etnias se ilustran en la parte superior del mismo, distinguiendo entre los llamados "civilizados", a la derecha del discurso preliminar, y los "indios salvajes" de la Montaña Real a su izquierda. La distinción entre ellos se ilustra por la diferente vestimenta de los primeros frente a la desnudez o semidesnudez de los segundos. Cada dibujo trata de ilustrar las diferentes etnias, según las pintó Luis Thiebaut: icaguates, payagues, bogas, maynas, panos, ucayalis, cepeos, humuranas, capanaguas, yagüas, putumayos, yuris, iquitos, nanays, guaques y carapachos.

Parece ser que la fuente sobre la que se inspiro Thiebaut para sus dibujos proviene de los bocetos que realizó el científico checo, Tadeo Haenke, que acompañó a la famosa expedición de Alejandro Malaspina quien visitó las costas peruanas en su viaje por Tarma y Jauja en junio y julio de 1790. El mismo Lecuanda fue seguramente quien proporcionó las copias de los dibujos de Haenke a Thiebaut para que las incluyese en el cuadro.

El propio Lecuanda se expresa de esta forma sobre la Montaña Real (amplio territorio fronterizo andino-amazónico que era entonces muy desconocido, mal explorado, asociado a la barbarie y habitado por numerosas tribus de "indios infieles").
"Esta  hermosa  porción  del  universo  aunque poco  conocida  en  sus  interioridades  se  ha   observado  ser  en presente  la  más  amena,  la  más  fecunda  y  rica  en  producciones naturales de cuantas comprende nuestro antiguo y nuevo continente. Estos  amenos  países  están  habitados  de  innumerables  tribus  de indios salvajes cuyos usos y costumbres, religión y carácter tiene no poco  que  admirar".
La distinción entre civilizados y salvajes o infieles ya figura recogida en un interesante plano de las distintas intendencias del virreinato de Perú elaborado por el cosmógrafo y marino gallego Andrés Baleato (Ferrol, 1766-Madrid,1853). En sus 32 años de permanencia y prestando servicios a cinco virreyes sucesivamente, quien fuera virrey del Perú, Francisco Gil de Taboada (entre 1790 y 1796), le encargó una serie de mapas para reflejar la división administrativa en intendencias. Pues bien, en el plano que elaboró en 1790, y que reproduzco, señalo con flecha el territorio donde sitúa que habitaban las tribus de 'yndios infieles'.


Imágenes y descripciones originales de las mismas

La primera transcripción del contenido escrito del cuadro fue dado a conocer el año 1912 por Francisco de las Barras de Aragón en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural (nº 1912, pp.  224-285), con el título de: Una  historia  del Perú  contenida  en  un  cuadro  al  óleo  de 1799.

Lecuanda, al elaborar los textos del cuadro, se aparta un tanto de los discursos despreciativos sobre los indios que preconizaban otros viajeros ilustrados. Reproduzco lo escrito por Lecuanda según aparece en la cenefa intermedia del cuadro, como capítulo sexto y a modo de resumen, según la fiel transcripción de Barras de Aragón.


De las "cartelas" o "leyendas explicativas" que acompañan cada ilustración en el cuadro, he recortado y añadido la correspondiente a cada una de ellas, según el mencionado trabajo de Barras de Aragón, para obtener una cabal idea e información de lo contenido en el singular cuadro.

Si repasamos someramente los comentarios de las llamadas naciones civilizadas, vemos que no solo se incide en la vestimenta o en las actividades de cada uno, sino que también se emiten juicios de valor y comparaciones sobre su carácter y comportamiento.

Con las llamadas naciones salvajes ocurre lo mismo: se comenta su aspecto físico y sus actividades principales, y entre los juicios de valor añadidos no dejan de sorprendernos algunos de los comentarios sobre su antropofagia y que algunos de ellos se comen a sus difuntos y parte de sus cuerpos, convertidos en cenizas, les sirven de condimento para sus manjares; o aquellas indias que no conocen el pudor y se cubren sus genitales con dientes de mono o de los obtenidos de los enemigos de su tribu; otras tribus se cuelgan del cuello los corazones de los vencidos y hacen cecina con carne humana...

En fin, creo que este pequeñísimo recorrido por una breve parte del magnífico cuadro nos invita a contemplarlo y acrecienta el interés por el mismo.

Las 'naciones civilizadas' del Quadro



















Las 'naciones salvajes' del Quadro



















©Antonio Lorenzo