domingo, 21 de septiembre de 2014

Pliegos de aleluyas: El cómico de la legua


El llamado cómico de la legua, actor que recorría pequeñas poblaciones donde ofrecía sus espectáculos, bien solo o con una pequeña compañía, tiene como antecedente más próximo a los actores de la Commedia dell'arte italiana. Estos cómicos, llamados 'de la legua' por la prohibición de que acamparan a menos de una legua de la población, alegraron la vida de los habitantes de los medios rurales durante el llamado Siglo de Oro.

La legua es una antigua medida de longitud variable que solía oscilar entre los 4 y los 7 kilómetros y consistía en lo que una persona podía caminar en una hora. Obviamente, la indefinición de la distancia recorrida variaba de un sitio a otro. La legua castellana quedó fijada en el siglo XVI entre los 5'5 y los 6 kilómetros.

El cómico de la legua era un actor que no hallaba acomodo en una compañía fija y se veía obligado a trabajar en poblaciones pequeñas y en compañías ambulantes. La distancia de mantenerse a una legua (o más, según las disposiciones) de la Corte o de poblaciones importantes donde desarrollaban su labor las compañías fijas tenía por motivo el no hacerse competencia mutua.

Agustín de Rojas Villandrando (1572-¿1635?), escritor y también comediante, en su obra El viaje entretenido (1603) nos relata en forma de diálogo hasta ocho 'variantes' de este tipo de trashumantes cómicos: el Bululú (actor solitario), Gangarilla (tres o cuatro actores con un muchacho que hacía el papel femenino), Cambaleo (cinco actores con actriz cantante), etc.

La Segunda República promovió y rescató de alguna forma esta especie de teatro ambulante formado por universitarios e intelectuales para difundir el teatro clásico, el cine, las canciones, títeres y marionetas, etc. por zonas rurales y aisladas. Esta labor cultural se integró en las llamadas Misiones Pedagógicas donde nombres como Alejandro Casona, con su Teatro del pueblo, o Federico García Lorca con La barraca recorrieron de 1931 a 1935 numerosas poblaciones desarrollando una importante, aunque efímera, labor cultural que se vio cercenada por el estallido de la guerra civil.

Antes de reproducir la aleluya incluyo un pliego editado en Valencia por la imprenta de Martín Peris en 1817, cuyo autor es un desconocido J.C.T. donde el protagonista desarrolla con cierta gracia las miserias que comporta el oficio de cómico y lamentándose de haber abandonado su antiguo oficio de sillero en Madrid.































De la imprenta madrileña de la calle Colegiata, 6, este pliego de aleluyas (s.a) donde se nos narra la azarosa y rocambolesca vida de este cómico de 'teatral anhelo' donde tiene que sortear las numerosas imprecaciones de un público que le lanza tomates, botellas y sillas, acabando de apuntador y con un desgraciado final.

Divido la aleluya en cuatro secciones y la reproduzco entera el final.








Antonio Lorenzo

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Pliegos de aleluyas: Escenas grotescas contemporáneas


Editadas en Madrid por Hernando y anteriormente por los editores José María Marés y Manuel Minuesa, estas escenas de carácter burlesco que conectan con las ilustraciones de la prensa y de las revistas satíricas de la época.

Divido la aleluya en cuatro secciones para que pueda apreciarse mejor y la reproduzco completa a continuación.








Antonio Lorenzo

viernes, 12 de septiembre de 2014

Imágenes para leer: Las edades del hombre o la escalera de la vida


Imágenes para ser leídas parece un oxímoron a primera vista por cuanto se unen dos términos que parecen entrar en contradicción. Las imágenes son intentos de representar y condensar la realidad. El proceso perceptivo asociado a las imágenes es inmediato en lo que es un ‘golpe de vista’ y apropiado para transmitir ideas a un público poco alfabetizado por su facilidad de captación. Existe un pensamiento o lenguaje ‘no verbal’ al margen de los signos lingüísticos estructurados como sucede con los gestos, o las expresiones de la cara que percibimos y pueden contradecir a lo expresado con el habla, otorgándoles, incluso, una mayor veracidad frente a lo expresado verbalmente.

La imagen es también una forma de lectura y de apropiación emparentada con la oralidad y con la memoria. La imagen es a su vez generadora de otras imágenes, emociones o pensamientos. La secuenciación de imágenes, como sucede en los pliegos de aleluyas o en los cromos coleccionables no deja de ser una lectura. Su propia secuenciación responde a un discurso narrativo estructurado. La lectura de imágenes es, pues, una forma de literatura, popular si se quiere, (al igual que lo cantado u oído). Son distintas maneras de apropiación de unos bienes culturales que no se reducen a la lectura individual y solitaria de unos caracteres tipográficos. Lo visual y lo auditivo va adquiriendo cada vez más fuerza y sentido para comprender la complejidad del acto comunicativo. En las aleluyas arquetípicas de 48 viñetas con texto al pie, el lector ha de hacer una lectura doble: la del desarrollo secuencial gráfico y la del discurso textual, si es que lo hay, mientras que ha de ir reconstruyendo y organizando mentalmente lo que no está explícito.

La fugacidad de la vida, el 'tempus fugit' de los antiguos, adquiere gran trascendencia en el barroco y se traduce en la poesía y en el arte en general. Ya en el siglo XV Jorge Manrique recoge y expresa magistralmente esta idea en las Coplas por la muerte de su padre, donde compara el fluir de los ríos con el fluir de la existencia donde subyace la idea de que todo lo iguala la muerte.

Recordemos algunos versos:

   Recuerde el alma dormida,
   avive el seso y despierte
   contemplando
   cómo se pasa la vida,
   cómo se viene la muerte
   tan callando;
   cuán presto se va el plazer,
   cómo, después de acordado,
   da dolor;
   cómo, a nuestro parescer,
   cualquiera tiempo pasado
   fue mejor...

   Nuestras vidas son los ríos
   que van a dar en la mar,
   que es el morir;
   allí van los señoríos
   derechos a se acabar
   y consumir;
   allí los ríos caudales,
   allí los otros, medianos
   y más chicos,
   allegados, son iguales
   los que viven por sus manos
   y los ricos.

El transcurso de la existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, ha sido lugar común y ampliamente representado en todo tipo de pinturas, grabados y estampas de diferentes culturas, de las que en esta entrada reproduzco algunos ejemplos significativos de variada procedencia.







El motivo iconográfico que suele repetirse en todas estas estampas es el del un puente escalonado donde cada peldaño equivale a un decenio en la vida de una persona en una paritaria representación común para el hombre y la mujer, diferenciándose tan sólo por el simbolismo animal o vegetal que les acompañan o por la vestimenta según sea su procedencia geográfica.

A diferencia de la representación de la danza de la muerte donde ésta puede sobrevenirnos a cualquier tiempo o edad, estas láminas desarrollan lo que podríamos definir como una vida plena donde la muerte llega de una forma natural al final del transcurso vital.

Sobre el mismo tema conocemos un raro opúsculo publicado en Madrid por la hija de Ibarra en 1805 (reeditado posteriormente por López y Hermano en 1814 y del que existe edición facsímil por la editorial vallisoletana Maxtor en 2009) bajo el título de Recuerdos a la vida mortal, desde la cuna al sepulcro en quince edades, adaptadas a sus láminas en metro poético, por D.A.R.I.

El librito recoge ilustraciones desarrolladas cronológicamente a partir de un año que van acompañadas por unas líneas de poesía que pretenden ser explicativas de cada una de ellas. Dichas ilustraciones representan las actividades que se suponen propias a cada edad, algunas de las cuales no me resisto a reproducirlas.

Basten estas pequeñas muestras para ilustrar mediante estampas y grabados el transcurso de la vida humana como ejemplos de representaciones populares.

Seis años.
Salto y brinco en años tiernos
qual cabrito en la montaña
es mi caballo de caña
Un año.
Es un relox la vida
y señala, en la cuna
ser de mi edad la una



















Veinte años.
Indomable potro soy
alcon nuevo y generoso
por aora huio el reposo
Cien años.
Mi memoria te asustaba
mas yá mi dia llegó
ven al cáos, dó abito yo






















Antonio Lorenzo