domingo, 26 de julio de 2015

Santos protectores y sanadores: san Liborio, abogado de los males de piedra y cólicos hepáticos


La llamada Leyenda Dorada o Áurea (compilación donde se recoge la vida de los santos) de Jacobo de la Vorágine (1230-1298), escrita a mediados del siglo XIII, fue repetidamente copiada, enmendada, resumida o ampliada en toda Europa y reeditada de forma ininterrumpida en letras de molde desde su primera impresión en Basilea en 1470.

Esta obra se tradujo rápidamente del latín a las lenguas vernáculas en todo el Occidente cristiano adaptándose a las necesidades de cada país e incorporando los santos locales como ejemplo de lectura edificante para sostener la piedad popular. Las numerosas ilustraciones de grabados que encabezaban los capítulos dedicados a la vida de los santos, añadían un elemento iconográfico representativo de los modelos de virtud de mártires y santos. La propagación de la lectura colectiva junto a los sermones en iglesias y conventos facilitaron e impulsaron su conocimiento popular.

El culto a los santos, como ejemplos de vida y mediadores entre Dios y los hombres, se propagó a través de las estampas populares debido a su facilidad para llegar a los sitios más apartados e impulsar la piedad de las gentes sencillas al poder disponer de ellas en sus casas por un módico precio.

La finalidad más evidente de las estampas, sobre todo a raíz de la Contrarreforma como propiciadora del culto a los santos y a las reliquias, es la propagación de la fe a lo que se añadían las indulgencias concedidas si se rezaba frente a ellas. Las estampas se pueden considerar también como elementos de cohesión social, si nos fijamos sobre todo en las cofradías y hermandades, en el sentido de focalizar e individualizar su culto a una determinada imagen considerada como la 'legítima o verdadera' frente a otras.

La estampa, considerada como fetiche o amuleto, ha servido durante siglos como refugio y consuelo frente a las desgracias y como elemento de confianza protectora.

La venta de estampas se convirtió en un recurso paralelo y lucrativo de los impresores populares de pliegos en su condición de estamperos populares. Si bien las advocaciones locales como la Virgen del Pilar, Guadalupe o Montserrat ya disfrutaban de una difusión consolidada, en los talleres de impresores populares no se descuidaron a los santos 'milagreros' como protectores de determinadas dolencias o enfermedades.

Dentro de la tipología de los grabados de imágenes devocionales, las estampas sueltas eran inmediatamente reconocibles por el público, a lo que se unían las imágenes de cultos locales promovidas y difundidas por el clero. Estas estampas, que podían adquirirse también a los vendedores ambulantes, solían ser pegadas en las paredes de las casas o llevadas en el pecho por su carácter protector.

Bajo la etiqueta de 'Santos protectores y sanadores', que han tenido o siguen teniendo cierto arraigo popular, dedico esta primera entrada a la figura de san Liborio. Dado el carácter meramente divulgativo de este blog no entraré en las distintas técnicas de grabados o estampación ni en detallados pormenores de la vida de sus protagonistas.

A san Liborio se le suele representar, junto a la mitra y báculo de obispo, junto a un libro sobre el que descansan unas piedras, puesto que se le considera 'abogado' de:

                                                Males de piedra, ijada y orina
                                                Cálculos en los riñones
                                                Cólicos hepáticos y nefríticos
                                                Próstata y vejiga
                                                Punzadas en el costado
                                                Retención de orina
                                                Enfermedades de la vesícula

Del taller de la familia de grabadores catalanes Abadal (siglo XVII)
El culto a san Liborio se contempla también en los llamados gozos o goigs propios del ámbito catalán y valenciano.



Antonio Lorenzo