jueves, 16 de agosto de 2018

Sucesos extraordinarios: Desastrosa caída al río de un tren en Canadá (1864)


Este pliego recoge el terrible accidente ferroviario que tuvo lugar el 29 de junio de 1864, cerca del Monte Saint-Hilaire, en Quebec (Canadá). Este accidente continúa siendo hasta hoy el peor desastre ferroviario en la historia de Canadá.

El tren transportaba a muchos emigrantes de Alemania, Noruega y Polonia que emprendieron su viaje desde el puerto alemán de Hamburgo atravesando durante 41 días el Atlántico. Su intención era reunirse con sus familiares en el oeste de Estados Unidos utilizando como medio el ferrocarril desde Canadá.

Una vez instalados en el ferrocarril, el maquinista no se percató de las indicaciones que alertaban mediante señales intermitentes de que la compuerta del puente levadizo Beloeil no se encontraba accesible para el paso del tren, ya que se encontraba levantada para dejar paso al tráfico marítimo de un vapor y cinco barcazas que cursaban en ese momento por el río Richelieu. Dicho río es una vía importante para el comercio entre las ciudades de Nueva York y Montreal. La locomotora, junto con once vagones cayeron al vacío chocando uno encima del otro y golpeando a una de las barcazas que en ese momento pasaba bajo el puente.


El terrible suceso fue recogido por el  New Yor Times al día siguiente de producirse el accidente.


La terrible desgracia causó la muerte de 99 personas y más de un centenar de heridos. La Sociedad Alemana de Montreal organizó el entierro de sus conciudadanos de acuerdo con su religión: 52 fueron enterradas en Mount Royal (Protestante), y 45 en Cote des Neiges (Católica). El monumento se mantuvo en pie durante 121 años, pero a causa de su deterioro, la Sociedad Alemana lo reemplazó en 1985 con una réplica de granito rosa, que es la reproducida.

El pliego recoge fielmente las causas del percance deteniéndose en los sufrimientos de los víctimas que saltaban por las ventanillas arrojándose al profundo río para tratar de salvarse nadando hacia la orilla o buscando desesperadamente una tabla para amarrarse a ella en el mejor de los casos.

El impreso fue editado el mismo año del suceso por la imprenta de Juan Llorens en la barcelonesa calle Palma de Sta. Catalina, nº 6. 




©Antonio Lorenzo

sábado, 11 de agosto de 2018

Sucesos extraordinarios: La gran riada que asoló Cataluña en 1842


El 24 de agosto del año 1842 se produjo en Cataluña una terrible inundación que afectó a numerosas poblaciones causando graves daños.

Este tremendo temporal se conoce por el nombre de Riada de Sant Bartomeu (o Aguacero de San Bartolomé), por coincidir con el día de la celebración de su festividad. Afectó a gran parte de Cataluña al desbordarse ríos y arroyos debido a las intensas tormentas. Las cuencas afectadas fueron, entre otras, las del Cuervo, el Ondara, el Francoli, el Llobregat, el Besòs, el Ter, etc.

La riada ocasionó numerosos daños en poblaciones como Navarcles, Manresa, Igualada o comarcas del bajo Llobregat, donde se cubrieron y arruinaron puentes produciendo numerosos destrozos.

En esta interesante fotografía de un edificio de Gelida pueden apreciarse las marcas y la altura alcanzada por las distintas inundaciones del río Anoia.



Según la documentación conservada las crecidas del Llobregat y sus consecuencias han sido numerosas a lo largo de los años. Si nos remontamos al siglo XIX, aparte de la mencionada en el pliego, el 21 de septiembre de 1850 se produjo la “Riada de Sant Mateu”, provocando el destrozo de los huertos cercanos al río y de las viviendas adyacentes. Otras inundaciones se sucedieron en 1853, 1856, 1863, 1865, 1866, 1868, 1891, 1898 ("Riada de Sant Antoni"). Ya en el siglo XX se sucedieron importantes riadas, como la del 21 de septiembre de 1901 ("Segunda Riada de Sant Mateu"), o las posteriores de 1907, 1912, 1915, 1921, 1942... o la más reciente de 1962, que ocasionó un importante número de víctimas mortales. 

Estas catástrofes, según el imaginario colectivo, eran interpretadas como castigos divinos por no haber cumplido con los mandamientos de Dios. Esta mentalidad era aprovechada por la Iglesia para atemorizar más a la población. Por este motivo, no era infrecuente el que los feligreses sacaran las reliquias a la puerta de la Iglesia buscando protección o colocar en las ventanas ramas de palma, de olivo o cirios bendecidos, con el fin de evitar que se les inundaran las casas o el municipio.

El pliego, editado en 1842 ("en el presente año" según la frase recurrente), recoge las consecuencias de la terrible inundación. Se vendía en la librería barcelonesa de José Lluch desde el mismo año del desastre.



©Antonio Lorenzo

miércoles, 8 de agosto de 2018

Valerosas hazañas de Pedro Rosa, de Gibraleón


Joseph Navarro y Armijo fue un impresor y mercader de libros instalado en la sevillana calle Génova. Editor desde (al menos) 1736 hasta 1769 de comedias, romances, entremeses, relaciones y papeles curiosos, según aparece en el colofón de algunos pliegos.

El pliego reproducido, editado sin fecha en el siglo XVII, nos ilustra sobre las hazañas y aventuras de don Pedro Rosa, en línea con esos personajes bravucones y temerarios, tan propios del gusto popular, de los que conocemos numerosos ejemplos.





©Antonio Lorenzo