sábado, 7 de septiembre de 2019

Extraño caso del hombre que llevaba a cuestas al demonio


Un motivo recurrente, tanto en la literatura como en las creencias y leyendas populares, es el relacionado con el pacto con el diablo. El pacto entre una persona y el demonio (en cualquiera de sus manifestaciones), consiste en la «venta» de su alma a cambio de obtener algún tipo de beneficio. Según los diferentes relatos los beneficios a obtener varían entre los de conseguir una eterna juventud, una vida de riqueza, la obtención del amor o el poder. Estos contratos con el diablo se asocian con la brujería aceptando el precio de la condena eterna del alma a cambio de lo pactado.

En el caso de este pliego el pacto lo firma con su propia sangre un mozo nacido en Flandes (sin indicar ciudad ni su nombre, y en la más cercana Mahón, según el editado por Marés) por cuya vida regalada de amores y riqueza, perdió todos sus bienes y hacienda a causa de su afición al juego. Tras invocar al demonio para resolver su penosa situación, este apareció en figura de niño, como de tres años, y con características físicas horrendas, ofreciéndose al joven para que lo llevase a cuestas a su espalda y lograse de esa forma la caridad de aquellos a quienes solicitara su petición. Las condiciones se resumían en que en sus peticiones de caridad y limosnas no se nombrara nunca ni a dios, ni a la virgen ni a cualquier santo; tampoco debería asistir a misas y su petición solo debería referirse como una ayuda para la carga que transportaba. El plazo pactado para esta situación de entrega del alma quedó fijado en siete años mediante un papel firmado con la propia sangre del joven.


Tras muchos avatares el indigente llegó al santuario de Santa Ana del Monte, en la villa de Jumilla, regida por franciscanos (fundado, por cierto, en el siglo XVI y que actualmente acoge unas bellas exposiciones artísticas). Allí el demonio fue reconocido rápidamente los monjes, proponiéndose estos, mediante toda clase exorcismos y conjuros, liberar a la pobre víctima de su pacto. 

Una vez conseguida su liberación, el joven tomó el hábito en dicho convento haciendo penitencia de sus culpas y pecados.

La historia que cuenta el pliego tiene correspondencias con muchos otros relatos plasmados literariamente, así como leyendas y cuentos tradicionales. El caso de Fausto de Goethe es el más significativo literariamente, aunque la tradición oral ha conservado numerosos cuentos sobre la intervención del diablo, que corresponden al Tipo 756, y sus variantes, de la famosa clasificación de Aarne-Thompson.

¿Es posible un pacto con el diablo?

Según el eminente teólogo español José Antonio Fortea, en la «Cuestión 31» de su Summa Daemoniaca. Tratado de demonología y manual de exorcistas (Zaragoza, ed. Dos Latidos, 2012) explica que «la gente suele pensar que los pactos con el demonio solo existen en la literatura. Están equivocados». «Hay personas que conscientemente, con toda advertencia, pactan con el diablo y le entregan el alma con tal de conseguir algo en esta vida», señala.

«Por supuesto uno puede firmar un papel, pero no se le va a presentar el demonio ni para entregarle el papel, ni para recogerlo», indica. «Cuando uno hace un pacto de este tipo siempre espera que se aparezca alguien, pero es uno mismo el que tiene que escribir los términos, y tampoco aparece nadie una vez firmado el pacto, con lo cual uno se queda con el papel en la mano», insiste.

«El alma puede arrepentirse siempre que quiera con un simple acto de su voluntad. Arrepintiéndose, el pacto queda en papel mojado fueran cuales fueran los términos del contrato. Incluso aunque se excluyera la posibilidad del arrepentimiento, esta cláusula no sirve de nada. Dios que nos ha dado la libertad para hacer lo que queramos, no nos ha dado libertad para renunciar a la libertad. Esto es válido también en la eternidad, en el cielo o en el infierno seguiremos siendo libres. Sólo que en el cielo ya no querremos pecar, y en el infierno ya no querremos arrepentirnos. «... El gran poder del pacto con el demonio es hacer pensar a la persona que ya está condenada haga lo que haga. Es difícil hacer entender a una persona que ha firmado tal trato que sigue siendo tan libre como antes. Pero es así».   

Un antecedente famoso de los conocidos como grimorios (libros de fórmulas mágicas), es Práctica de conjurar (1673) de Fray Luis de la Concepción, donde se contiene todo un manual de instrucciones para invocar a las fuerzas tenebrosas y alcanzar acuerdos con ellas, a cambio, por lo general, del alma del interesado. La primera edición de la Práctica de conjurar la publicó Francisco García Fernández en el año 1673, en Alcalá de Henares, si bien ha sido reeditada en numerosas ocasiones, donde también aparecen conjuras contra langostas y otros animales nocivos, así como contra las tempestades.

El pliego que reproducimos es uno más de los múltiples ejemplos sobre la presencia del diablo en este tipo de impresos, presente también en los cuentos folklóricos, que se relacionan con los sermones de los predicadores de la sociedad medieval trasladados eficazmente a la mentalidad colectiva para despertar o consolidar el temor al demonio y al infierno, si bien no faltan tampoco relatos caricaturescos sobre su presencia.

El pliego fue impreso en Barcelona por los herederos de Juan Jolis, editores entre los años 1760 y 1770.

Añado al final tres portadas sobre el mismo asunto editadas en distintas localidades y talleres de conocidos impresores.





Portada del pliego impreso en Madrid por J. M. Marés, s.a.

Córdoba, Imp. Fausto Gª Tena (s.a)
Valencia, Imp. Laborda (s.a)

©Antonio Lorenzo

martes, 3 de septiembre de 2019

Nueva canción de "La piconera"


Un ejemplo más de los estereotipos y tópicos tan recurrentes en la literatura popular impresa y en la lírica tradicional. En este caso, el pliego anuncia que una humilde y bella pastora andaluza, hija de un piconero sevillano, se traslada a Barcelona a trabajar, algo que consigue en casa de un marqués por no haber querido corresponder a los amores de un catalán. En realidad, se trata de un conjunto de estrofas de variado carácter y con un recurrente estribillo que poco o nada tiene que ver con la historia que anuncia. Ejemplo de ello es la inclusión de una conocida estrofa, que forma parte del folklore infantil y de cantes de estilo flamenco.

                                                            De Madrid han venido
                                                            cuatro pintores
                                                            a pintar a la virgen
                                                            de los dolores.

El marqués no aparece en ninguna parte y el requebrador de la bella andaluza se supone que es catalán, por lo que en conjunto más se parece a una canción de ronda que utiliza un mismo estribillo y se apoya en coplas diversas con poca hilazón entre ellas.





©Antonio Lorenzo

jueves, 29 de agosto de 2019

Canciones entresacadas de obras teatrales o zarzuelas: "Los 4 sacristanes" y más [III]


Pliego donde se recogen varios números entresacados de zarzuelas y apreciados en su día por el público.

El primero de ellos está entresacado de la revista bufo-política Los cuatro sacristanes, estrenada en el madrileño Jardín del Buen Retiro en julio de 1875. El autor del libreto es Ricardo de la Vega y el de la partitura José Acebes. Tras el éxito de esta comedia, el libretista estrenó al año siguiente, a modo de continuación, La muerte de los cuatro sacristanes. La contextualización del libreto hay que entenderlo como que los cuatro sacristanes simbolizan al clero carlista que pretendían casarse con España (Concha España), lo que no consiguieron porque quién acabó casándose con Concha España no fue otro sino don Justo Moral, de nombre también claramente alegórico.

En una entrada anterior, también daba noticia de la inclusión de uno de los números de esta zarzuela junto a otros de diversa procedencia


De la zarzuela Los cuatro sacristanes el pliego se detiene en el himno de la Marsellesa, convenientemente adaptado y retocado al gusto español

El siguiente número está entresacado de la obra Inés de Laro o la justicia de Dios. Obra menor, en dos actos, con letra de Antonio Faura y música de Francisco de Asís Altamira.


El siguiente número corresponde a la zarzuela Marina, con texto de Francisco Camprodón y música de Emilio Arrieta, estrenada el 21 de septiembre de 1855 en el Teatro Circo de Madrid.

Estrenada también en el madrileño Teatro Circo, acaba el pliego con un número entresacado de la zarzuela El marqués de Caravaca, estrenada el 8 de abril de 1853, con letra de Ventura de la Vega y música de Francisco Barbieri. La acción se desarrolla en el madrileño pueblo de Leganés un domingo de carnaval.

Resulta curiosa la diferencia en años entre los estrenos de estas zarzuelas, pues van desde 1853, con El marqués de Caravaca, hasta Los cuatro sacristanes en 1875, pasando por el estreno de Marina en 1855 y el de Inés de Laro, en fecha indeterminada. Da la sensación, por parte de los impresores, del aprovechamiento de números dispersos para alargar su periodo de comercialización y también para completar el pliego según el tamaño de los números elegidos.





©Antonio Lorenzo