domingo, 20 de noviembre de 2022

Cien divertidos enigmas para entretenimiento de los curiosos

Tanto los recopiladores como los estudiosos no acaban de ponerse de acuerdo sobre si los términos enigma, acertijo o adivinanza son sinónimos o si se pueden establecer diferencias entre ellos según nos atengamos a su forma de transmisión o a su métrica habitual. Sea como fuere, y dependiendo del punto de vista adoptado, parece documentado que el término enigma es de un uso muy anterior al de los acertijos y adivinanzas. No cabe duda de que estos términos aluden a un comportamiento híbrido y transversal en su difusión, ya sea oral o escrita. Lo que es común a todos ellos es que se trata de un juego de ingenio, aunque también con función didáctica, lúdica o de adoctrinamiento, ya figuren formulados en verso o en prosa.

Por citar dos eminentes recopiladores más próximos en el tiempo, como Cecilia Böhl de Faber "Fernán Caballero" en su Colección de cuentos, adivinanzas y refranes populares (1877) o Antonio Machado y Álvarez "Demófilo", en su Colección de enigmas y adivinanzas en forma de diccionario (1880) trataron de diferenciar los términos de acertijo y adivinanza. "Demófilo" considera el acertijo como una forma más próxima al refrán y expresado en prosa a diferencia de la adivinanza compuesta en verso. Tanto el acertijo como la adivinanza pueden considerarse como una subcategoría del enigma, estructuralmente más elaborado, artificiosamente encubierto y con una mayor complejidad interpretativa y que cuenta con precedentes mucho más antiguos. 

La evolución de estos géneros, desde los conocidos antecedentes de los pueblos primitivos, guardan entre nosotros una cierta relación estructural con determinadas muestras literarias del siglo XV en adelante, donde se observa un entremezclado origen culto con lo popular que acabaría con un claro sentido lúdico el mundo folklórico infantil y su inclusión en determinados cuentos populares.

Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana, publicado en 1611, define el enigma como «escura alegoría o qüestión y pregunta engañosa y entrincada, inventada al alvedrío del que la propone». Posteriormente, el Diccionario de autoridades, primer repertorio lexicográfico del español, ya en el siglo XVIII, lo define como «Sentencia obscúra, o propuesta y pregunta intrincada, difícil y artificiosa, inventada al arbitrio del que la discurre y propone. Es voz puramente Griega, de quien la tomaron los Latinos, y de ellos nosotros». 

A su vez, y entendido como un heterogéneo género literario, tanto de fuentes como en su desarrollo, la llamada Literatura de problemas se basa en un tipo de discurso donde se establece una duda o pregunta con su consiguiente respuesta. Su diferencia con el enigma consiste en que en el problema de carácter espiritual la pregunta y su respuesta han de solucionarse por la misma persona, mientras que en el enigma se plantea una cuestión que habitualmente es otro el que debe responder.

Ivan Gonçalez de la Torre: Docientas pregvuntas con svs respvuestas en versos diferentes (1590)
Hernán López de Yanguas: Cincuenta biuas preguntas con otras tantas respuestas (s.a)

Dentro de su amplia producción literaria y anterior a las definiciones señaladas, el franciscano Luis de Escobar nos ilustra con la primera documentación que tenemos del vocablo «enigma» en castellano en la nota introductoria de la Quinta Parte de Las quatrocientas respuestas a otras tantas preguntas, que el ilustrísimo señor don Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla y otras personas en diversas veces enviaron a preguntar al autor, que no quiso ser nombrado, más de cuanto era fraile menor en su versión de 1545. De dicha obra, que puede considerarse colectiva, se conoce una edición anterior y otras posteriores, aunque por su condición de predicador el fraile franciscano pretendía quedar en el anonimato a lo que se unía su desinterés por lo popular. Aun así, no pudo evitar aludir a los juegos populares al margen del uso de preguntas y respuestas para enseñanzas morales o teológicas a las que dedicó preferentemente su obra. Esta técnica fue aprovechada ampliamente como recurso literario para debates escolásticos, diálogos o coloquios de todo tipo, ilustradora de sermones, para usarla de forma provechosa en la enseñanza de los catecismos o como juegos intelectuales de mero entretenimiento. Los textos poéticos de preguntas y respuestas constituyen todo un recurso de didactismo literario muy extendido durante el Siglo de Oro con especial atención a determinados aspectos de naturaleza religiosa.

«enigma es la pregunta de «¿Qué cosa y cosa?» que alguno haze con palabras encubiertas y escuras para que los otros no la puedan entender sin que él mismo la declare. Como quando alguno pregunta por las trévedes diziendo «¿Qué cosa y cosa? ─Tres pies y una corona», y por la vaca preñada dize «¿Qué cosa y cosa? ─Va por el río y no se moja». Y destas preguntas que se llaman enigmas es toda esta quinta parte, y algunas vezes se llaman metháforas por otro nombre». 
Previos al siglo XV son escasos los antecedentes conocidos en España de la llamada literatura problemática en castellano en cuanto al desarrollo de técnicas narrativas de preguntas y respuestas, al margen de las consabidas traducciones de los clásicos. En la poesía cancioneril del siglo XV ya se va consolidando entre nosotros el género de las quaestiones con preguntas y respuestas en una especie de un «totum revolutum» de sugerente investigación donde la pregunta y su respuesta vienen a constituir una especie de atractivo juego cortesano que fue alcanzando notoriedad en las clases populares a modo de entretenimiento.

Durante el siglo XVI comienza a establecerse una distinta percepción sobre las diferencias entre lo que constituye una quaestio de lo que es propiamente una adivinanza, aunque ambas compartan el recurso del diálogo. La literatura de aquellos años está cuajada básicamente de preguntas de contenido teológico o moral, aunque sin desdeñar el entretenimiento que produce esta técnica literaria de contenido misceláneo en amplias capas de la población ajenas a estas cuestiones del debate escolástico.

La pregunta, como fórmula literaria y didáctica, jugó un importante papel tanto en la enseñanza de la teología en los conventos o escuelas catedralicias como en las escuelas y universidades.

Para no alargar en demasía esta entrada, me detengo en este interesante pliego de cordel impreso en Valencia en el taller de Laborda en el siglo XVIII, (impresor que desarrolló su actividad entre 1746 y 1774, continuada por su viuda, Vicenta Devis, a partir de 1780 y posteriormente por su hija), donde se contienen Cien enigmas divertidas para entretenimiento de los curiosos expresados en quintillas. La quintilla es una estrofa métrica de cinco versos octosílabos que admite una variedad de rimas consonantes sin que pueda acabar en pareado o que tres versos seguidos tengan la misma rima, estrofa utilizada frecuentemente en el teatro clásico del Siglo de Oro.

Este tipo de pliegos de amplia difusión constituye un ejemplo de la transversalidad entre la literatura culta y la popular.









Tabla de soluciones         

               

1.      La justicia

2.      El palmito o margajón

3.      El agua

4.      Las Ubas (sic)

5.      La aceytuna (sic)

6.      El centeno

7.      La nieve

8.      La aguja

9.      El libro

10.    El jubón

11.    Los calzones

12.    Las lámparas

13.    Las horcas

14.    El cubo o pozal

15.    El zapato

16.    La rueca

17.    La montera

18.    Los naipes

19.    La pluma

20.    EL abanico

21.    La pared

22.    La puerta

23.    La ventana

24.    El hígado

25.    La salvadera

26.    El vinagre

27.    La escoba

28.    La reja

29.    El amor

30.    La sal

31.    El alfiler

32.    El espejo

33.    La bota

34.    La tela

35.    El guadamacil

36.    El cuero

37.    La sepultura

38.    La celosía

39.    La disciplina

40.    El huso

41.    La pala

42.    El sombrero

43.    La galga

44.    El huevo

45.    La muela

46.    El tapiz

47.    La cama de campo

48.    La estera

49.    El hierro

50.    La redoma

51.    La guerra

52.    El sello

53.    La vidriera

54.    Ganar de manos

55.    Los toros

56.    La mula

57.    La honra

58.    El capote

59.    Las orejas

60.    La manzanilla

61.    La raposa

62.    Los cabellos

63.    La piedra de Bézar

64.    El reloj

65.    El lobo

66.    La memoria

67.    El nombre

68.    El trigo

69.    Los brazos

70.    Las despavilanderas

71.    El plato

72.    La caridad

73.    El queso

74.    El zapato

75.    Los eslabones

76.    El suelo

77.    La noria

78.    El marco

79.    Los dedos

80.    El azadón

81.    Las tijeras

82.    La tinta

83.    El ladrillo

84.    El candado

85.    Los dados

86.    El ajedrez

87.    La almohada

88.    La nuez

89.    La cortina

90.    La espada

91.    El mapa

92.    El balcón

93.    La llave

94.    La sombra

95.    La nube

96.    Las rodillas

97.    La media

98.    El arcabuz

99.    La nave

100. La guitarra

 

 

©Antonio Lorenzo