Los pliegos que vamos a
reproducir de forma parcial corresponden a lo que podríamos considerar de forma
genérica como pliegos de aventuras. En
ellos se superponen y entremezclan realidades e invenciones, temas y motivos, y
orígenes y desarrollos variopintos.
En este apartado me voy a detener en aquellos pliegos de
jaques y valentones, de contrabandistas y de bandoleros que constituyen una
especie de mosaico con características comunes.
El término guapo,
en el sentido de chulo, rufián y arrogante se documenta en los entremeses de
Quiñones de Benavente (1589-1651). Estos jaques y valentones se refieren a
personajes cuyos rasgos serían el desmedido orgullo, la jactancia, el arrojo,
el machismo y la bravuconería, y cuya relación con el teatro del Siglo de Oro
ha sido puesta de manifiesto.
Bandolero con su maja, por Doré |
A su vez, los pliegos sobre bandoleros, trufados a veces con
actividades contrabandísticas, son muy abundantes en los pliegos de cordel, sobre
todo en la segunda mitad del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX.
Contrabandistas por Doré |
Dada la amplitud del tema y su estrecha relación con los
pliegos dedicados a las mujeres
matadoras y justicieras dedicaré otras entradas a esta temática para
desarrollar algo más estas conexiones.
Existe una distinción teórica entre bandolero y bandido. El
bandolerismo no es en todos los casos bandidaje. Bandolero es aquel que asalta a
viajeros y caminantes, que actúa en partidas o cuadrillas y cuyo principal fin
es el robo. El bandido es generalmente un criminal que está perseguido por un
‘bando’. Aunque en la práctica ambos términos resulten sinónimos, y así sucede en
la mayoría de los pliegos consultados, esta distinción habría que matizarla en
cada caso y situación.
El bandido tiene tras de sí una orden judicial de detención
(un bando, edicto o pregón) con sentencia firme ya acordada y cuyos hechos
delictivos ya se han probado y se halla en paradero desconocido. Al bandolero,
en cambio, se le asocia más con un salteador de caminos que por lo general no
ha cometido delitos de sangre y cuya actividad es básicamente el robo. Por
precisar aún más, el bandido tendría el agravante de usar la violencia contra
personas y cosas, mientras que el bandolero sólo usará la violencia en caso de
necesidad manifiesta o persecución, lo que de alguna forma lo justifica
socialmente.
Duelo a navaja por Doré |
El imaginario colectivo considera al bandolero como
perteneciente a la sociedad campesina, que los idealiza y les transfiere
cualidades heroicas y rasgos de nobleza, valor, honradez, bondad y un fondo
sentimental y galante que les hace atractivos más allá de su medio originario.
Pero, obviamente, la figura del bandolero es mucho más compleja y no se trata
siempre del pobre que se rebela contra los ricos ni del insatisfecho social que
trata de cambiar las relaciones de poder de una sociedad, como señalaba Caro
Baroja en su espléndido y seminal Ensayo
sobre la literatura de cordel, Madrid, Revista de Occidente, 1969, p. 387.
Esa figura ‘idealizada’ del bandolero social corresponde por lo general a una
visión intelectualizada de escritores o historiadores más cerca de los núcleos
urbanos que de los rurales.
El complejo mundo del bandolerismo, aunque arranca
literariamente desde muy antiguo, alcanza gran éxito en las novelas y en las
representaciones teatrales del Siglo de Oro. Autores tan representativos como
Lope de Vega, por poner un ejemplo, utilizaron la figura del bandolero como atrayente
reclamo para sus obras, como sucede en: Antonio
Roca o la muerte más venturosa o Roque
Dinarte, ambas de ambiente catalán.
El bandolerismo, como fenómeno social, no se puede
considerar aisladamente sin tener en cuenta el territorio donde se produce y
las circunstancias y contextos sociales que lo enmarcan. Aunque el bandolerismo
está asociado a situaciones políticas y sociales propias, tiene también unas
constantes que son comunes, independientemente de la época que estudiemos, que articulan
una imagen del mismo como arquetipo del bandido generoso y de héroe popular.
Goya - Ataque a un coche (Colección particular) |
Eric Hobsbawm, en sus ya célebres obras Rebeldes primitivos, estudio sobre las formas arcaicas de los
movimientos sociales en los siglos XIX y XX (1974) y Bandidos (1969), analiza a los “delincuentes” y “salteadores”, no
como criminales, sino como personajes históricos cuyas actividades son fruto de
las tensiones sociales. Hobsbawm incorpora el concepto del bandolero social, a
diferencia del delincuente común, como canalizador del descontento popular e
instrumento de la protesta social.
El bandolerismo depende de la geografía, de la época y de
las circunstancias concretas de la sociedad donde se produce. No es lo mismo el
bandolerismo catalano-aragonés que el bandolerismo andaluz. El primero ha sido
estudiado por Joan Reglà en El
bandolerisme català del Barroco, Barcelona, 2ª ed., Edicions 62, 1966. En
dicho estudio, Reglà distingue un mayor desarrollo del bandolerismo catalán
durante los siglos XVI y XVII, debido a peculiares circunstancias
socio-económicas, frente al bandolerismo romántico andaluz del XIX.
Establecer relaciones mecánicas entre planos de realidad que
valgan para todo, aunque no resulten falsas en conjunto, no deja de ser una
visión reduccionista y parcial, aunque invita a nuevas miradas sobre el
complejo mundo del bandolerismo.
Obviamente no es este el lugar para desarrollar estos y
otros aspectos, pues de lo que se trata es de mostrar y dar a conocer unos
pliegos de cordel que guardan estrecha relación con este enmarañado mundo. Dada
su complejidad sería casi conveniente el estudiar individualmente cada pliego y
el entramado de sus circunstancias y relaciones.
Veamos en esta primera aproximación unas cuantas portadas alusivas.
Juan Portela. Barcelona, Impr. Narciso Ramírez, 1876 |
Andrés Vázquez y sus hermanos. S.l., Impr. Ignacio Estivill, s.a. |
Como ejemplo de romance disparatado reproduzco la portada de don Juan de la Tierra, natural de la villa de Illescas, valentón que se enamora en Nápoles de la hija de un mercader. Tiene con ella un hijo y regresa de nuevo a Illescas donde se establece con lo robado al padre de su amante. Éste lo persigue y al final todo se arregla por la intervención del propio Felipe IV.
Don Juan de la Tierra. Barcelona, Imprenta Herederos de Juan Jolis, s.a. |
Lorenzo de Texado. Barcelona, Herederos Viuda de Pla, 1833. |
Lorenzo de Texado. Barcelona, Herederos Viuda de Pla, 1833. |
Palma, Tienda de M. Borras, s.a. |
Madrid, Despacho de M. Minuesa, 1876. |
Para no alargar en demasía esta primera entrada publico la portada de un pliego con el romance de Los bandidos de Toledo. Es romance curioso porque desarrolla una trama novelesca donde el protagonista consigue liberar a una doncella catalana que estaba en poder de una banda de facinerosos y acaba siendo nombrado virrey de Cataluña.
Los vandidos (sic) de Toledo. Barcelona, Impr, Ignacio Estivill, s.a. |
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