Anne-Louis Girodet, Atala portée au tombeau (1808) |
Buena parte de los pliegos decimonónicos acogen temas y
motivos de la novela romántica en un proceso de intertextualidad y de
adaptación de obras dramáticas. Los pliegos de cordel adaptan, abrevian,
condensan o fragmentan obras para un público lector-oidor que, a través de sus
variadas prácticas lectoras, satisface de algún modo sus necesidades.
Un caso que podemos considerar como ejemplo de adaptación novelística
por parte de los pliegos de cordel es el referente a los célebres amores de
Atala y Chactas.
Las portadas y los distintos pliegos que reproducimos son
deudores de la famosa novela «Atala», publicada en 1801 por François-René de
Chateaubriand (1768-1848). Dicha novela gozó de una repercusión y aceptación
inmensa, como lo prueba el gran número de reimpresiones y ediciones al poco de
ver la luz. Tal fue su éxito que la primera edición española conocida es la
valenciana de 1803, aunque existe una traducción al castellano en el mismo año de su publicación en 1801, editada en París, y que ha originado algunas polémicas sobre su traducción. Sea como fuere, lo cierto fue el éxito fulminante de la obra en
España, aunque los censores de la Inquisición expurgaron párrafos, frases y expresiones por considerarlas
inmorales, sobre lo que volveré.
Parece claro
que si Francia e Inglaterra no hubiesen tenido colonias en Norteamérica ni
Chateaubriand hubiese viajado a ellas entre abril y diciembre de 1791, el aprecio
a esas culturas periféricas no hubiese tenido tanta aceptación. Los relatos de
viajes de escritores franceses e ingleses fueron el motor del interés hacia
esas culturas exóticas para amplios sectores de población.
El
argumento, visto desde una perspectiva actual, puede resultarnos ingenuo, chocante
y extemporáneo. La acción de la novela se sitúa en la Luisiana, antigua colonia
española incorporada a Francia por Napoleón en 1800, tras el acuerdo secreto con España por el Tratado de San Ildefonso.
La novela se
basa en la narración que hace el viejo indio Chactas, hijo adoptivo de un
cristiano llamado López, a un francés llamado René que huyó de Europa y se
refugió en la tribu de los Natchez, a la que Chactas pertenece.
Hecho
prisionero por una tribu enemiga y condenado a muerte, Chactas es salvado de la
muerte por una joven india cristiana, llamada Atala. Enamorado de ella, escapan
ambos al desierto encontrando refugio junto a un misionero, el padre Aubry.
Pero Atala, que resulta ser la hija de López y de una india cristianizada,
rechaza el amor de Chactas y ella misma se envenena al haber prometido a su
madre moribunda mantener su voto de castidad y consagrarse a Dios.
Toda la
narración gira en torno a la voluntad de pureza de la protagonista, aderezada
con descripciones de una naturaleza exótica, todo ello hábilmente entremezclado
con la religiosidad y la pasión avasalladora del amor juvenil.
La obra
abrió las puertas al sentimentalismo, a lo pasional y al individualismo, signos
elocuentes del denominado Romanticismo literario. Chateaubriand no reconoce en
los indios la figura del buen salvaje gobernado por la ley natural, tan querido
de los ilustrados, sino que su interés va encaminado a lo exótico de sus
costumbres atemperadas por su conversión al cristianismo y al enriquecimiento
mutuo de experiencias entre una sociedad natural y otra sociedad civilizada.
Dada la
profusión de ediciones en pliego (en prosa y en verso) de Atala y su amante
Chactas solamente voy a reproducir, a modo de ejemplo, unas pequeñas muestras
ilustrativas.
Barcelona, Imp. de Narciso Ramírez y Comp.ª, 1876 |
Madrid, Imprenta de D.J.M. Marés, 1861 |
Reproduzco también, al ilustrarse con otras xilografías, las portadas de las ediciones de Llorens, en Barcelona, de Corominas, en Lleida y de Ignacio Estivill, también de Barcelona.
Barcelona, Imp. de Ignacio Estivill, sin a |
La famosa historia también se editó, a modo de antecedente del comic, como «aleluya»,
de la que expongo la editada por la Imprenta Hernando de Madrid con algunos dísticos ripiosos
que despiertan la sonrisa: «Buscan un seguro asilo huyendo del cocodrilo»
Atala y la
inquisición
La inquisición intervino enseguida para suprimir algunos
párrafos considerados inmorales. En 1803 un inquisidor de Valencia no duda
en calificar de herético tanto al autor como a la obra. Otro de ellos señala
que la novela «excita esta infame pasión del amor, la alimenta y nutre»
Entre las obras (que figuran como absolutamente prohibidas)
por el censor de los teatros de La Habana figura «Atala, o los amores del
desierto», comedia en cinco actos.
La incoherencia o la inhabilidad de algunas traducciones
ofrecían párrafos y frases, que no pasaron de largo para los censores, como las siguientes:
«Entreabría mis labios al vientecillo, y éste, lejos de refrescarme, se abrasaba con el fuego de mi aliento».
Otro ejemplo donde actuó la tijera de la censura fue en una de las traducciones de 1813 donde se describe un juego entre dos jóvenes indígenas:
«Dos doncellas bregan por quitarse una varilla de sauce. Sus pechos se rozan, sus bocas se encuentran, sus manos se cruzan sobre la varilla (...), sus bellos pies desnudos se entrelazan, sus suaves alientos se confunden, ellas se encorvan, se enredan los cabellos, miran a sus madres, se ponen coloradas y todos aplauden».
Ilustraciones e
imágenes
La famosa
historia de estos amantes ha servido de fuente inspiración para ilustradores y
pintores.
Reproduzco
algunas imágenes representativas.
De interés son estas estampas secuenciadas.
Chactas en la tumba de Atala |
Pintura de Luis Monroy (1845-1918), realizada en 1871 |
Chactas dépose une fleur sur le front d'Atala endormie. Musée du Nouveau Monde. La Rochelle |
Pintura de Rodolfo Amoedo (1883) |
La historia de Atala y Chactas también sirvió de inspiración para la zarzuela "El triste Chactas" en un acto y en prosa, con libreto de Pedro María Barrera y música de Francisco Asenjo Barbieri, estrenada en el Teatro Eslava de Madrid el 9 de marzo de 1878.
Antonio Lorenzo
Felicidades por esta síntesis tan interesante, también por la recopilación de imágenes con las que se ilustró este relato siglos atrás. Emiliano.
ResponderEliminarMuchas gracias, Emiliano. Siempre resulta halagador que mi pequeña contribución sea del agrado de quienes han tenido la curiosidad de acceder a este humilde blog.
Eliminar