Siguiendo con estos personajes tan proclives a las apariencias y a las modas, reproduzco un curioso folleto, original de 1798 y reimpreso sucesivas veces, que lleva por título Don Líquido o el currutaco vistiéndose.
El folleto, obra del gallego Juan Jacinto Rodríguez Calderón (1770-1840), consiste en una pequeña pieza teatral donde el currutaco trata de vestirse con los incómodos trajes de moda de la época para un simple paseo matutino. Don Líquido, que es el nombre del currutaco, tiene un criado llamado Roque, que es el encargado de ayudarle en la complicada tarea de vestirle.
El autor, que se anuncia como cadete del Regimiento de Infantería de Órdenes Militares, lo es también de un folleto de corte hispanófilo titulado La bolerología o Quadro de las escuelas del bayle bolero, tales quales eran en 1794 y 1795, en la Corte de España, donde critica los excesos y malas prácticas derivadas de los cambios de moda de fines del siglo XVIII.
La escena se dedica exclusivamente al ritual de ponerse los adornos y la vestimenta necesaria para dar un paseo matutino. Nada más levantarse, el currutaco se queja del desarreglo en que se encuentra todo y comienza a pedirle al criado las prendas necesarias para vestirse:
"¡Quanto los hombres que sufrir tenemos con estos insensatos! Y si ignoran que es Corbata, Camiseta, Peto, Sitoyen, y otros muchos nombres propios que todo Currutaco fino y diestro debe saber".
Tras la descripción pormenorizada de cada prenda y adorno pregunta por el peluquero, personaje que considera indispensable para un currutaco que se precie.
"Sin peluquero, el Currutaco es nadie, con él es hombre al cabo de provecho".
Pero el momento más angustioso es el colocarse los estrechos calzones. Pero un hecho inesperado sucede: ¡se le rompen los calzones al tratar de ponérselos, siendo, además, los únicos que le quedaban por estrenar!
¡Gran tragedia para don Líquido, que pretendía cortejar a su amada Isabel!
Esta escena unipersonal guarda una estrecha relación, en cuanto a su estructura, con el llamado melólogo, Con esta acuñación tardía suele designarse a la obra que desarrolla un monólogo donde los pasajes más representativos pueden ir subrayados por un acompañamiento musical. Este subgénero, de presencia efímera en España, era una clara invitación a la parodia, cuya conocida técnica consiste en resaltar la condición ridícula del protagonista y la situación absurda en la que se ve envuelto, lo que provoca la risa de los espectadores.
Estas representaciones, desarrolladas en casas particulares, adquirieron notable auge en el último tercio del siglo XVIII y el primero del XIX, lo que refleja un interesante fenómeno cultural en los ambientes urbanos de aquellos años.
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