La vida cotidiana de los estudiantes, en sus variados aspectos, ha protagonizado en fechas recientes un número considerable de estudios donde se recogen los diversos caminos de acceso a la universidad, los alojamientos, relaciones, novatadas, diversiones más o menos censuradas o perseguidas, etc. que ofrecen un mosaico de características comunes a todas las universidades.
Reproduzco dos pliegos: el primero se circunscribe a la universidad de Valencia y al modo de vivir de sus pobres estudiantes; el segundo, a la vida de un estudiante tunante.
La iniciativa eclesiástica y el incremento de las órdenes religiosas propiciaron la creación de centros de estudio donde se conseguía fácilmente la bula pontificia necesaria para poder impartir estudios superiores. Los colegios internados fueron poco a poco ganando prestigio en su captación de clientes del exterior, apoyados por la municipalidad correspondiente como forma de aumentar los ingresos por la presencia de estudiantes. Los enfrentamientos entre universidades por la captación de sus clientes fue muy común: la de Salamanca frente a la Complutense de Alcalá de Henares o, como en el caso que nos ocupa, la de Valencia contra la de Orihuela en su intento por captar un mejor y abundante mercado estudiantil.
Un aspecto interesante, que tal vez dejemos para otra ocasión, son las diferencias de vestimenta entre los estudiantes de distintas universidades a lo largo de las distintas épocas: la loba talar, el manteo o capa larga con cuello que usaban los llamados «manteistas», etc. Tampoco entraremos en detalle sobre las llamadas «estudiantinas» o iniciales comparsas carnavalescas de estudiantes-intérpretes de músicas variadas y antecedentes de las conocidas tunas, como agrupaciones musicales que han llegado hasta nuestros días
Recomiendo una completísima e imprescindible página sobre la vida estudiantil que puede consultarse a través del siguiente enlace:
http://www.museodelestudiante.com/Indice.htm
Estas agrupaciones estudiantiles se ayudaban de sus habilidades musicales para sacar algo de dinero y tratar al tiempo de enamorar a las mozas. Organizados en cuadrillas hacían gala de la ancestral picardía estudiantil, tanto en actuaciones callejeras como en variadas celebraciones, lo que originó el apelativo de «tunantes», en su sentido genérico de embaucadores y trapisondistas.
Los estudios universitarios podían desarrollarse también en colegios conventuales y seminarios, que parece que el el lugar donde se desarrolla la descripción de la vida escolar en el pliego.
La iniciativa eclesiástica y el incremento de las órdenes religiosas propiciaron la creación de centros de estudio donde se conseguía fácilmente la bula pontificia necesaria para poder impartir estudios superiores. Los colegios internados fueron poco a poco ganando prestigio en su captación de clientes del exterior, apoyados por la municipalidad correspondiente como forma de aumentar los ingresos por la presencia de estudiantes. Los enfrentamientos entre universidades por la captación de sus clientes fue muy común: la de Salamanca frente a la Complutense de Alcalá de Henares o, como en el caso que nos ocupa, la de Valencia contra la de Orihuela en su intento por captar un mejor y abundante mercado estudiantil.
Un aspecto interesante, que tal vez dejemos para otra ocasión, son las diferencias de vestimenta entre los estudiantes de distintas universidades a lo largo de las distintas épocas: la loba talar, el manteo o capa larga con cuello que usaban los llamados «manteistas», etc. Tampoco entraremos en detalle sobre las llamadas «estudiantinas» o iniciales comparsas carnavalescas de estudiantes-intérpretes de músicas variadas y antecedentes de las conocidas tunas, como agrupaciones musicales que han llegado hasta nuestros días
Recomiendo una completísima e imprescindible página sobre la vida estudiantil que puede consultarse a través del siguiente enlace:
http://www.museodelestudiante.com/Indice.htm
Estas agrupaciones estudiantiles se ayudaban de sus habilidades musicales para sacar algo de dinero y tratar al tiempo de enamorar a las mozas. Organizados en cuadrillas hacían gala de la ancestral picardía estudiantil, tanto en actuaciones callejeras como en variadas celebraciones, lo que originó el apelativo de «tunantes», en su sentido genérico de embaucadores y trapisondistas.
Los estudios universitarios podían desarrollarse también en colegios conventuales y seminarios, que parece que el el lugar donde se desarrolla la descripción de la vida escolar en el pliego.
El pliego da cuenta de la gran cantidad de estudiantes de distintas regiones, incluso países, que acceden a la universidad valenciana. Marca una clara diferencia entre los dos catedráticos nombrados por la república: los «tomistas» (partidarios de la filosofía de santo Tomás) y la de los «escotistas» (partidarios del sistema filosófico del Beato Juan Duns Escoto). Los estudiantes se agrupan en alguno de los dos bandos con el fin de tener una mejor proyección y cargos una vez completados sus estudios.
La mayoría de los estudiantes no disponían de recursos económicos suficientes, siendo conocidos como «sopistas». En la ilustración que acompaña la portada del pliego aparecen los estudiantes ondeando sus platos y aguardando ansiosos la ración de comida que el padre portero del convento reparte como puede de la olla.
El pliego está editado en Barcelona por los Herederos de la Viuda de Pla, editores entre 1820 y 1860 aproximadamente.
http://adarve5.blogspot.com.es/2014/04/apuntes-sobre-impresores-y-estamperos_28.html
La mayoría de los estudiantes no disponían de recursos económicos suficientes, siendo conocidos como «sopistas». En la ilustración que acompaña la portada del pliego aparecen los estudiantes ondeando sus platos y aguardando ansiosos la ración de comida que el padre portero del convento reparte como puede de la olla.
El pliego está editado en Barcelona por los Herederos de la Viuda de Pla, editores entre 1820 y 1860 aproximadamente.
http://adarve5.blogspot.com.es/2014/04/apuntes-sobre-impresores-y-estamperos_28.html
El pliego centra su interés en la descripción de la vida cotidiana de los universitarios deteniéndose de forma pormenorizada de los ingredientes que contiene la olla de la comida a repartir, donde no caben distinciones de ningún tipo, y en las condiciones lastimosas de sus pertenencias y sus variados trajines y cuyo fin último es conseguir un cargo o puesto de trabajo:
«...Unos se ponen e Frayles,
otros tiran para Curas
Canonicatos, Prebendas,
y a los que cabe en ventura;
Obispos, y Cardenales,
y hasta la Eminencia Suma
de Pontífices Romanos...»
Añado este segundo pliego, donde no figura ni lugar de impresión ni año, pero que puede datarse con seguridad hacia la mitad del siglo XVIII, pues conocemos otras impresiones del mismo, como la proveniente de la oficina valenciana de Laborda, impresor que desarrolló su actividad entre 1746 y 1774.
Compuesto por un ingenio murciano, se nos ofrece las aventuras y desventuras de un estudiante tunante en un latín macarrónico, donde se mezclan palabras latinas con la lengua vulgar, a las que se añade la terminación latina para acentuar su intención de sátira y de burla.
A este pliego ha dedicado un estudio el profesor José Manuel Pedrosa: "El romance de «El estudiante tunante» (ca. 1750): lengua, poder y picaresca estudiantil (con algunos perros latiniparlantes cervantinos)", en Cien años de Julio Caro Baroja [Anejos de la Revista de Historiografía, nº 1, 2005]. El ansia por comer de los estudiantes (recordemos que son conocidos como «sopistas»), hace que al llegar los estudiantes a un convento franciscano y solicitar comida, les ofrecen una olla para que se la lleven al campo, donde tanto era el hambre que traían que les pasó desapercibido que entre las morcillas, caldo, coles y nabos se encontraba la presencia de un hermoso ratón, "detalle" que el estudiante tunante ocultó al resto de sus compañeros.
©Antonio Lorenzo
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