lunes, 15 de octubre de 2018

El testamento de Judas


Pliego donde se entremezcla lo legendario y controvertido de la muerte de Judas, con lo literario del testamento que otorga.

Sobre la muerte de Judas existen divergencias. Al enterarse de la condena de su maestro "se arrepintió" y fue a devolver las treinta monedas de plata a los sacerdotes. Según el evangelio de Mateo:
"Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre" (Mateo 27:5-8).
A su vez, Lucas, en Los Hechos de los apóstoles, ofrece otros detalles sobre la muerte de Judas:
"Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre" (Hechos 1:18-19).
Vemos, pues, cómo existen divergencias sobre la muerte del apóstol traidor. Si Mateo simplemente dice que se ahorcó, Lucas señala que se reventó derramándose sus entrañas en el llamado Campo de sangre.

Para conciliar ambos textos se ha sugerido que cuando Judas se colgó, la cuerda se rompió y su cuerpo cayó reventándose al golpearse contra el suelo. Para que esto fuera posible Judas se tendría que haber ahorcado de los pies, lo que no deja de ser una incongruencia.


Un antecedente sobre la forma de ahorcamiento de Judas, nos la proporciona el P. Nicolao Orano, (1611), haciéndose eco de lo expresado por Papías, obispo de Hierápolis en el siglo II, en uno de sus treinta sermones contra el traidor Judas. El hecho de ahorcarse lo explica porque semejante traidor debía morir entre cielo y tierra y rechazado por ambos. La soga debía estrangular la garganta delatora y su alma pecadora no podía ser exhalada por la boca que besó a Jesús y por ello le sale por el hueco del vientre.

La Leyenda áurea (escrita hacia 1264) por Jacobo de la Vorágine y traducida en español en el siglo XV, es otra de las principales fuentes de información sobre Judas. En dicha obra, se integra la historia de Judas en el capítulo que dedica al apóstol san Matías, sustituto de Judas tras la ascensión de Jesús.

La imaginería religiosa suele representar a Judas con el pelo pelirrojo, motivo folklórico asociado al personaje y asociado a su vez con la maldad y el infierno, pues el pelo bermejo evoca el fuego infernal, devorador y los delirios de la lujuria. Así l
o representó también el imaginero murciano Francisco Salzillo en su espléndido grupo escultórico de "La Santa Cena" (1761).

La creencia de que determinados seres malignos habitaban en algunos árboles, asociados además al paganismo y a la brujería, identificó al saúco como árbol maldito y asociado a la muerte según las leyendas.

No todas las creencias sobre el saúco son negativas, pues tanto sus hojas como sus bayas maduras se usan en medicina para aliviar determinadas enfermedades, pero su asociación como árbol maldito es la predominante.

También existe la creencia de que Judas se ahorcó de la rama de una higuera. Esta creencia guarda relación con la maldición de Jesús a este árbol y a sus frutos. Sin duda es un relato de difícil comprensión y que la iglesia tiene buen cuidado de no leerlo en la misa dominical.

Cuenta el evangelista (Mc 11, 12-26) que una mañana salió Jesús con sus discípulos y a poco de caminar sintió hambre. Acercándose a una higuera, pensando encontrar sus frutos, observó que la misma estaba vacía de ellos. Jesús maldijo entonces a la higuera diciendo "que nunca nadie coma frutos de ti", siguiendo luego con su viaje hacia Jerusalén. Al día siguiente, los discípulos quedaron asombrados al ver que la higuera se había secado. Mateo, en su posterior evangelio tras del escrito por Marcos, trató de atenuar la escena sobre la maldición a la higuera: "que nunca brote fruto de ti", disculpando a aquellos que no encontraron sus frutos. Las explicaciones dadas por los exégetas y estudiosos sobre esta maldición, son un intento de suavizar la escena considerando a la higuera como alegoría de la visita de Jesús al Templo donde se enojó con los sacerdotes y escribas que habían convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones y era necesario purificarla.

Milagro, en fin, incómodo de explicar y que se asemeja y guarda relación con la soberbia mostrada por Jesús en pasajes de los evangelios apócrifos.

También es creencia popular la de que la sombra de la higuera no es buena. El refranero se hace eco de ello: «a la sombra de la higuera ni te sientes ni te duermas», «la sombra de la higuera no es buena y la del nogal trae mucho mal». Su mala fama viene también motivada porque la leche que desprende la higuera causa picor y ataca la piel, lo mismo que el envés de las hojas.


El personaje de Judas, en suma, presenta todo un universo semántico de significados y de contaminación temática.

Como ejemplo de testamento literario de carácter disparatado y burlesco participa de una tradición ininterrumpida a través de los pliegos populares, como los dedicados a los testamentos de animales (gallo, zorra, asno, mona...), relacionados a su vez, entre otros, con los Testamentos de amor, el Testamento de don Juan de Austria, el Testamento de Celestina, el testamento del Cid, el Testamento del Maestre de Santiago, el Testamento de Cristo o el Testamento de Luzbel.

La cultura sefardí, síntesis de herencias judías, hispánicas y balcánicas, ha conservado en coplas el Testamento de Amán, personaje de significación arquetípica donde, mediante coplas que acompañan la celebración de la fiesta de Purim, se evocan las intrigas del perverso Amán en su intento de exterminar al pueblo judío. Coplas de las que existen muchas variantes y donde tienen en común el carácter absurdo de sus «mandas».

Todo ello entronca, además, con las celebraciones hispánicas de la Quema del Judas de carácter carnavalesco, donde se le cuelga de un poste en forma de muñeco o pelele, que suele estar formado por trapos, madera o paja recubiertos de ropas viejas o andrajos, y no exento de implicaciones eróticas, de lo que existe abundante aunque dispersa bibliografía, o con el personaje de Judas en el teatro del Siglo de Oro y posteriores.




Pilar García de Diego, en su espléndido estudio sobre los diversos testamentos populares, se refiere al que nos ocupa de esta manera ("Censura popular", en RDTP, Tomo XVI, nº 3, 1960)
"Así como en los procesos de la Inquisición, cuando moría un reo antes de la ejecución de la sentencia, era ejecutada ésta en estatua, así en los testamentos hechos con un monigote simbólico las gentes toman la justicia en efigie, y escarnecen a la persona en el muñeco que le representa. A Judas se le condena periódicamente por su traición en infinidad de lugares. que anatematizan al traidor en el pelele colgado de una cuerda en recuerdo de su muerte. y lleva en su mano la bolsa con treinta dineros, precio de la traición. Y antes de que le estallen las bombas o petardos que le meten en las entrañas, o de ser arrojado a la llamas, donde se consume con la satisfacción de las gen­tes, se lee el Testamento de Judas, con legados que sirven de censura de defectos y escarmiento de pecados, poniendo en su boca frases como la siguiente: «Voy a hacer mi testamento / para aliviar mi tormento»."
En el pliego, el autor, conocedor de la fama atribuida a los calabreses, nos informa  que fue compuesto por un calabrés que fue comitre (encargado de dirigir y castigar a los condenados a las penas de galeras), y ventero de la Venta Quemada. Los calabreses tenían fama de ser rebeldes y violentos. Lope de Vega, en la escena primera del Acto II de La Dorotea uno de sus personajes dice sobre la procedencia de los calabreses: "porque se dice que aquella tierra fue la patria del hombre más infame". El pliego desarrolla las «mandas» o disposiciones, a caballo entre lo estrambótico y disparatado y con clara intención risible para quien lo lea o escuche, como las últimas voluntades para hacer el mal tras su ahorcamiento.

El pliego está impreso en Murcia por la oficina de Pedro Belda en 1854. Sin duda se trata de una reimpresión, pues si tenemos en cuenta su trayectoria y determinados rasgos del lenguaje utilizado alimentamos la hipótesis de que puede puede remontarse al siglo XVII.





©Antonio Lorenzo

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