viernes, 8 de marzo de 2019

Virtudes del cagar y defensa del pedo [II]

Historia Plantarum, Lombardía (ca. 1395-1400)
La historia de la literatura escatológica no se caracteriza precisamente por su abundancia, pero sí por su persistencia en el tiempo desde los tiempos más remotos. De algún modo, nace y se disipa de forma fugitiva, como sucede con las ventosidades.

Umberto Eco, con la lucidez que caracteriza toda su obra, en el capítulo V de su Historia de la fealdad (2007), propone una tríada interesante: "Lo feo, lo cómico y lo obsceno", bajo la cual el autor ubica a la literatura escatológica, como tratamiento de los excrementos y del objeto anal a lo largo de la historia.

Si hay verbos con marcado sentido eufemístico uno de los más extendidos es el de cagar. Los exquisitos y bien educados nunca lo dirán por considerarlo soez y un atentado al pudor, tampoco excretar, ni defecar o expresiones no tan cursis como 'hacer de vientre o de cuerpo' o la más simple de 'obrar'. El eufemismo se manifiesta cuando se teme que las palabras evoquen con crudeza algún aspecto considerado de mal gusto, sobre todo lo relacionado con el sexo o lo excrementicio. 

Procedente del latín «obscenus», el término «obsceno» (fuera de escena) ya figura, desde finales del siglo XV, en el Universal vocabulario en latín y en romance de Alfonso de Palacio como equivalente a «desvergonzado», y en el Diccionario de autoridades se identifica con términos equivalentes a «impuro, sucio, torpe o feo». Obviamente, se trata de una noción cambiante que se ha ido perfilando con el tiempo y necesita un recorrido contextual en cuanto a sus cambios de matices y valoración, aunque predomine preferentemente lo relacionado con lo impúdico o deshonesto.

La escatología léxica ha sustituido eufemísticamente el retrete, el excusado, la letrina, el trono, el evacuatorio o la sorprendente expresión de 'quiosco de necesidad', por las más educadas como ir al 'water' o preguntar por el 'servicio' o el baño, o por el galicismo 'toilette', no vaya a ser que hiramos la delicada sensibilidad del oyente. Claro está, y es evidente, que el sentido del pudor ha ido evolucionando históricamente según los diversos periodos de cada cultura.

Sin embargo, hay ciertas expresiones que tienen cierta gracia, como 'voy a echar al inquilino', 'siento la llamada de la naturaleza', 'voy a despedirme de un amigo del interior', 'voy a plantar un pino', 'voy a sacar lo mejor de mí', 'voy a liberar a los rehenes'... y otras tantas expresiones que más tienen que ver con el humor.

Los escritos de carácter escatológico hunden sus raíces en la antigüedad, pues ya el mismo Aristófanes, en el 444 a. C. escribió textos escatológicos y desde antiguo se consideraba como algo natural y que no ofendía al respetable. Mucho más reciente encontramos ejemplos recogidos en libros y tratados como el ensayo sobre "El arte de peerse", de 1776 o el "Elogio del pedo", disertación filosófica histórica, anatómica, sobre su origen, su antigüedad, sus virtudes, de 1798.




Entre nosotros, y por citar un solo caso, es conocido el Tractat del pet, escrito por el predicador y fraile dominico Francesc Mulet (1624-1675), en pleno siglo XVII. Se trata de una de las obras escatológicas que alcanzó más fama y fue muy imitada. Mulet, tuvo fama de cura gamberro y desvergonzado, amigo de bromas escatológicas y aficionado a difundir anécdotas de carácter grosero. Entre otras obras, la que nos interesa para la ocasión es su tratado del pedo, escrita en 60 estrofas, con métrica de décima, donde en su preliminar 'estado de la cuestión', se lamenta irónicamente de como un tema tan importante como las ventosidades no ha sido tratado de forma científicamente rigurosa como debiera.

La obra del dominico fue reunida y editada por Constantí Llombart, seudónimo de Carmel Navarro y Llombart (Valencia 1848-1893), gran divulgador y activista cultural de la Renaixença valenciana.


Para no alargar esta entrada, que espero continuar con sucesivas aportaciones, reproduzco este sermón burlesco pronunciado en la cátedra de la pestilencia por el bachiller Cantaclaro, al que se añade una muy conocida licencia para ventosear del no menos conocido doctor Canuto de Montánchez.









©Antonio Lorenzo

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