Revista "El fandango" (15 de septiembre de 1845) |
Los continuos viajes de ida y vuelta de navegantes y comerciantes que iban y venían entre el viejo y el nuevo mundo, propició que los "aires" de las canciones americanas fuesen muy bien acogidas entre una juventud ansiosa de novedades. De ahí la proliferación de americanas, habaneras, tangos, etc. recogidas en pliegos de cordel. Canciones acompañadas de una humilde guitarra o coreadas y bailadas en pequeñas reuniones. Los poetas locales incorporaron pronto en las letras de sus canciones la etiqueta de americanas, si bien las estrofas utilizadas fueran las conocidas de siempre, fundamentalmente cuartetas o seguidillas.
El patrón musical del llamado tango americano coincide con el de habanera. Patrón rítmico desarrollado en Cuba y recreado en España en versiones rítmicas más lentas o rápidas dando lugar a los tangos flamencos y sus derivados. El llamado tango americano y sus variantes alcanzaron gran popularidad en las primeras décadas del siglo XIX, incorporados a zarzuelas u obras teatrales. El tango, una vez cristalizado como el estilo propiamente flamenco que conocemos, se perfila posterior a estas primeras décadas teniendo como antecedente el patrón rítmico del tango americano. Si hay un término que defina mejor las influencias de estos cantos con el flamenco destacaría el de mestizaje.
Si tenemos en cuenta alguna de las estrofas de este llamado «tango sevillano» vemos que están entresacadas de versos o epigramas de diferentes autores, todos ellos con el denominador común de su carácter satírico. El epigrama, composición en verso breve que trata de expresar un pensamiento ingenioso y de intencionalidad satírica, fue ampliamente utilizado en los pliegos de cordel. Sobre el epigrama, Francisco Cutanda, en su discurso de entrada en la Real Academia Española, con el título El Epigrama en general, y en especial el español, leído el 17 de marzo de 1861, sintetiza lo siguiente:
El sabor de la sátira es agrio y amargo; el del epigrama es el que caracterizamos habitualmente con la frase, «sal y pimienta»: locución trivialísima, pero la más expresiva que se me ofrece. La sátira es, como decían nuestros abuelos, medicina mayor, y su objeto el exterminio de algún vicio, y por desgracia frecuentemente, la perdición de un individuo. El epigrama estimula, pica, escuece, mortifica; no alcanza á más. Y tiene sobre todo la particularidad de limitarse las más veces á lograr el pasajero aplauso del chiste y la agudeza: pequeño efecto que no basta para sostener una sátira.
Como ejemplo de ello, adjunto un epigrama recogido en la revista El Fandango (nº 6, mayo de 1845) de Josep Bernat i Baldoví (1809-1864), reutilizado en el pliego con ligeras variantes.
Gregoria me suplicaba
que la refiriese un cuento
del que yo no me acordaba.
«Piénsalo bien, me decía,
que él te vendrá a la memoria»
y al tiempo que me venía...
también le vino a Gregoria.
©Antonio Lorenzo
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